martes, 25 de septiembre de 2012

CONMIGO HASTA LA PRIMAVERA




Al igual que la primavera del cursi, el resfriado ha llegado y nadie sabe como ha sido, aunque yo sí sé cuando se marchará de mi sufrida posada: con la venida del pólen primaveral. Cosas de fumador.

Claro que no será constante, tendrá semanas con ganas de marcha y semanas de tregua, que hasta las bacterias necesitan parar sino quieren acabar como el lagarto de Jaén, pero bastará con un descuido en forma de camisa por fuera del pantalón mientras me fumo un pito en la puerta del bar para que vuelvan a montar su rave particular con la música de mis estornudos, toses y maldiciones varias, que creo que son las que más les ponen: no hay nada como oír las penas de otro para aumentar el subidón y regresar a la fiesta.

Cuando uno se despierta preguntándose si se habrá resfriado es que se ha resfriado: esa es la única pregunta de la vida con una sola respuesta. Y ya puedes hacerte un zumo de naranjas, un vaso de leche caliente con miel y un chorreón de coñac, atiborrarte a clamoxyles, frenadoles, desenfrioles, y demás cuantacuentos que lo tendrás que pasar, que nada lo cura, aquí no curamos ni un jodido resfriado, solo alivian el dolor, a veces ni eso, pero cinco o seis días de flojera general no te los quite ni dios, con el consiguiente cabreo, que entre pitos y flautas no haces más que el cabrón durante tu vida, que es leer esas noticias científicas asegurándote que pasas, no sé, tres años de tu vida cagando y te preguntas cuanto tiempo pasas haciendo algo realmente bueno, porque vale, sí, cagar está bien, y cagar bien mejor, ¡pero coño!...

Hay más fórmulas aparte de las de madre, la abuela o los laboratorios farmaceúticos, que el mundo está  tan lleno de fórmulas como de culos, y quizá una de las más conocidas sea la naturista, Hitler fue uno de ellos, aunque yo tengo poco de nazi, que un nazi español es poco más o menos como un nazi negro o un nazi judío, pero...dejadme que os cuente algo.

Vaya por delante que soy un fidelísimo devoto tanto de las cebollas como de los ajos, le pese a la Beckham, al Sostres, o a cristo bendito; raro, rarísimo, es el plato en el que no los utilizo siquiera por separado, aunque casi siempre juntos, que casan tan bien o mejón que las columnas en el Tetris, ese ajedrez para ciclados que beben Burn y se empastillan porque fumar y beber alcohol es muy malo para la salud.

Pero una cosa es una cosa y otra vivir como si Fleming no hubiera existido, que uno no es testigo de Jehová, que yo solo lo soy y lo seré de madre, padre y, un poquito, de José Tomás.

Una tarde en la que estaba en casa de mi ex (o lo que es lo mismo, una tarde en la que no estaban sus padres en el pueblo) aburrido y a punto de estallar ante la sesión continúa de Telecinco (Telemierda), decidí echarle mano a cualquier libro antes que seguir soportando aquello, me hubiera leído hasta el Corán en árabe, que hay cosas que son superior a mis fuerzas, pero la alternativa no era otra que la de siempre: discutir. Y discutir siempre, no de vez en cuando, contra una pared es de locos, de locos de remate, poco más o menos que hacerlo con tu pareja sobre el porqué le gusta la mierda, el porqué le gusta ver a la gente cagando...hay cosas que nunca entenderé ni aunque me las explique el mismo Jesucristo.

Ese piso (tenían muchos más) de los padres de mi novia era tan particular como el patio aquel, no tanto porque no se mojara cuando lloviera sino porque parecía un búnker, un búnker de finales de los 70, no tanto por su seguridad aunque sí por su aspecto, sino por la cantidad de latas de conserva y alimentos enlatados que guardaba la cocina, la despensa y hasta el mismo salón, creo que los armarios de las habitaciones eran los únicos que se salvaban, pero esto es algo que no me jugaría al gane. De verdad que era sorprendente de ver, al menos al principio: te sentías como si estuvieras en la casa de Norman. Luego te acostumbras, que tampoco eran trofeos de víctimas descuartizadas, uno se acostumbra a lo que sea, creo que con el tiempo y tu seguridad garantizada uno se acostumbraría hasta a compartir piso con Jeffrey Dahmer, si aún viviera, que ya se encargó un compañero negrón de hacerle ver las estrellas. Y no porque le abriera al culo, que fue la cabeza.

Y de ella estaba la vieja de mi ex, a mi siempre me lo pareció, y más aún con el paso del tiempo, era de esas que puedes imaginar dando saltos de alegría al oír que la III Guerra Mundial ya ha comenzado, quizá lo de las latas era por eso, no sé, pero sí que de buena me libré: siempre, siempre, siempre...Deo gratias, aunque no lo cojas a la primera. Sí, endeluego...Loado sea el Señor.

En fin...el libro anti-Telecinco, Kufisto, el libro...

Era un tomo de una enciclopedia de la medicina natural, que buenos libros tenían cuatro, pero estúpidos cuarenta veces cuatro, de esos de cómo tal para vivir cual, 100.000 consejos para ser feliz, una queja es un regalo, y en ese plan. El que pillé estaba dedicado a las cebollas, supongo que también a los ajos y demás familiares, pero no pasé de las primeras, que aquello te ponía mal cuerpo con solo leerlo, como Alex y el experimento Ludovico: no era justo, ¡NO ERA JUSTO!, que sintiera naúseas leyendo cosas de mis amadas cebollas. Pero las sentí.

¡Y cómo no sentirlas si para curar un simple resfriado necesitabas la producción cebolleril de una hectárea!, kilos y kilos de cebollas hervidas para beber, para inhalar, para emplastar, puede que para embadurnarte...un asco, una pena.

Le pregunté a mi ex si alguna vez se había curado así y me respondió que ella nunca había estado mala, cosa que pensándolo un poco era verdad, la conocía desde hacía años y jamás la había visto enferma a pesar de fumar y beber como cualquiera que le guste, que le guste de verdad, como si fuera La Protegida de Shalayman...vale que era más joven que yo, bastante, pero aparte de algunas malas reglas que superaba a pelo y que apenas le hacían variar su ritmo vital no recuerdo nada más. Nada. Yo creo que era cosa de la madre, de algún hechizo o pacto, o un rollo de esos...no es normal no ponerte malo.

Y yo ahora lo estoy, más que cuando empecé a escribir esto, que hice una parada para comer una sopa con fideos y merluza, exquisita, y media botella de Ramón Bilbao, glorioso, más la reglamentaria siesta. Por cierto que aquella llevaba su sofrito, como está mandao, con su ajo y su cebolla, pero...

en su medida.

Como todo para los que no somos protegidos.

Gracias al cielo.

Una ducha y a la calle. A por Desenfrioles, "lo mejor", que me lo dijo un amigo médico.

Y una Bonoloto, y un paseito tranquilo, ¡qué cojones!, que hay que hacer aquello que decía el tío Victoriano: "si te duele algo no pienses en ello. Verás como se te pasa"

Jamás recibí consejo mejor.

Para cualquier tipo de dolor.

6 comentarios:

  1. Has vuelto a tu estilo en este "suelto"...

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    1. Siempre es el mismo, Miguel Ángel, a veces mejor y a veces peor. Como los días que pasamos

      Un saludo.

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  2. La pupa a pelo.
    O con ayuditas, más placebo q otra cosa.
    Cebollas: hasta el pediatra m dijo que se la pusiera cortada a los críos cuando tosían como posesos en la semana de catarro de rigor tras dis días de guardería. En la habitación. Tururú. Habitación oliendo a ensalada y basta.

    Se les pasaba cuando generaban defensas suficientes. Y punto.

    Mejor en sofritos, etc.

    Y un chorrito de vino blanco. Uno al sofrito y itro al coleto.

    Que te sea leve.

    Beso de cura-sana!

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    1. Culito de rana...la cosa va bien gracias a las buenas drogas. De momento, después no sé.

      Pero mientras tanto voy a ventilarme cuatro sardinazas a la plancha y el resto de la botella de vino. No le tengo envidia ni a la cena del Rey.

      Besos.

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  3. Joer tres años de nuestra vida cagando... supongo que sera si llegas hasta los 120, como Max Von Sydow, que tiene cara de viejo desde hace 40, desde El Exorcista o antes. Y entre el cagar y que dormimos un tercio de nuestra vida, al final el neto se te queda en nada. ¡Ladrona de vida partitocratica! Confieso que disfruto mas ese tercio durmiendo y soñando.

    Lo de Telecinco... bueno, recuerdo que cuando empezo aquello del Gran Hermano yo iba al instituto y lo ponian en mi casa todas las noches. Yo que soy el pequeño, el unico que no queria ver esa basura, asi que me iba a la cama. Y en mi familia no eran de la Logse, como yo.

    Lo de la cantidad de latas y comida en casa tambien me suena. En mi casa lo mismo. Sera por si estalla otra guerra en plan el hombre contra la maquina, como en Terminator.

    La de El Protegido la vi en el cine y no me gusto mucho, pero no la he vuelto a revisar.

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    1. Algunas de las mejores mujeres que he conocido estaban (están) prendadas de esa bazofia. No conozco a un solo hombre que guste de semejante plato. Heterosexual, habré de añadir para ser más exacto, que uno morirá con alma de ajedrecista, aunque mediocre.

      Me retiro, estoy cansado y constipado, no sé en qué orden.

      Un saludo, Sergio. Y muchas gracias.

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