lunes, 27 de febrero de 2017

A TIRO DE PIEDRA




Salí de casa.

- ¿La va a tirar, señor? -me dijo la mendiga del súper señalándome una de las bolsas de basura que llevaba, esa de la que sobresalía el mango de una sartén.

Se la di.

- Dios le bendiga, señor.

Tiré el resto de la basura al contenedor y escuchando a King Crimson eché a andar.

Un seiscientos de color carmesí se paró poco después de dejarme atrás. Sonó un frenazo y un golpe seco, sin reverberaciones, que así es como suenan los golpes en la vida real. Me volví, miré y vi que el del 600 había abierto su puerta sin mirar atrás. Un coche blanco, uno cualquiera, había sido el inocente culpable. Se levantaron algunas lejanas voces, no tanto como para que se distinguieran, y viendo que allí no había perdido nada continué mi camino.

Ya en el nuevo y amplio paseo, en su derecha acera, magnífica en amplitud y sencillez, me acordé de la mendiga: "¿Y si ahora coge y me hace un hechizo o algo con la sartén? Nunca le doy limosna, ni la miro, me dan angustia...Ahí van huellas mías, restos de algún tipo aunque estuviera limpia, a esa clase de gente poco le hace falta para joderte, son como bestias...Pero bueno, ese Dios le bendiga no ha sonado mal...El nombre de Dios en vano, cualquier medio es bueno para el fin y todo eso...joder...Tendría que haberla tirado a la basura. No me faltaba nada más que preocuparme por los hechizos de una gitana"

Vi a uno a lo lejos y me acordé del tonto del pueblo, de uno de ellos: "Hace años que no le veo, ¿se habrá muerto?" Recordé cuando una vez, hace muchos años, siendo muy joven, casi me pegué con su hermano por decirle subnormal. No sabía que tenía un hermano subnormal. Pero yo entonces era lo suficientemente subnormal como para habérselo dicho aún habíéndolo sabido.

Al ir acercándome, no sé porqué, he sabido que era aquel, el tonto. Pero este de hoy iba con un bastón de ciego. Y aquel no lo era. Aunque uno, con los años, puede no morirse y sí quedarse ciego. Y este, definitivamente, se había quedado ciego.

El chico iba tan abrigado que apenas dejaba ver sus gafas: gorro, guantes, bufanda, abrigo...La tarde había sido poco menos que primaveral, magnífica, pero tengo comprobado que los ciegos no controlan bien el tiempo: es como si los ojos fueran necesarios para saber si has de sentir frío o calor.

Y ya cerca de él me he dado cuenta de lo que estaba pasando: un coche estaba ocupando el acceso al paso de cebra y el pobre chico andaba como un muñeco de videojuego, chocando su bastón una y otra vez con la valla que quedaba un poco más allá.

- ¿Quieres cruzar la calle? -le he dicho cogiéndole del brazo.
- Sí -he creído entenderle. Era él. Inconfundible voz. Además que recuerdo vive por allí.

Hemos sorteado el coche del escopetero (enfrente hay una tienducha de armas) y poco a poco, mucho, hemos alcanzado la otra acera mientras él me decía cosas que yo no entendía.

- Bueno, ya está...¿Te aclaras?
- Sí, sí...-he creído oir.
- Venga, hasta luego

Le he echado un último vistazo y he visto que torcía a la izquierda tras darle lo suyo a una señal de STOP. "Supongo que querría cruzar -he pensado ya de camino hacía la administración de loterías- Me cago en la hostia...que uno no pueda estar seguro ni cuando parece evidente que lo ha hecho bien..."

No la oía.

- ....que la quiniela estará el jueves -decía la jovencita
- Ah, vale -he contestado tras dejar por otro momento y un sólo oído al Rey Carmesí- Mírame estos, anda

38´42 euros, ha respondido el último de los ocho o diez papelajos que le había soltado

- ¡Hostia!
- Jijiji
- ¿Cuantos tenía?
- Cuatro. Una bonoloto.
- Joder, qué gusto
- Una lástima quedarse tan cerca de más
- Déjate que estoy muy necesitado
- Jijiji...


Ya cerca de casa iba pensando sobre todo esto. Un par de chavales, de esos evangélicos, de los que llevan su chapita negra identificativa, de aquellos que tanto nos hicieron reír, estaban entrando en mi edificio. O eso querían hacer.

- Buenas tardes -les he dicho sacando mis llaves- ¿vais a pasar? -y se han quedado un tanto sorprendidos ante mi ofrecimiento.
- Sí, por favor, gracias.

Uno era sudamericano y el otro yanqui. Aquel llevaba la (poca) voz cantante

- ¿Conoce usted a Juan? -me ha preguntado
- ¿Qué Juan?
- Un señor que nos ha dicho que vive aquí...Nos dijo que viniéramos...
- Ya, sí, pero aquí hay cinco portales y 7 pisos por portal; así que salen 35...
- Ajá...¿entonces...no conoce a ningún  Juan?
- Pues no...No; pero vamos, pasad e id preguntando.

Y así han hecho.


Tampoco es tan difícil.


No, no lo es.