jueves, 29 de diciembre de 2022

¡CORRE, CORRE!

 La reconocí en cuanto entró al bar. Pidió cerveza y en su mirada vi que también se acordaba de mi. La cosa estaba tan clara para los dos que, al igual que la primera vez, ninguno preguntó nada. 

Hay una costumbre, un mecanicismo natural propio del profesional que está tras la barra, consistente en preguntar al desconocido cliente que pide una cerveza si la quiere de botella o de grifo, pues quieras o no hay diferencia, ya sea por hábito o sospecha, que no hay tanto camareros dispuestos a tirar una buena cerveza de barril, más o menos como curas criados en el Concilio Vaticano II recitando con voz de telefonista la Buena Nueva a las cuatro viejas que aún les soportan con su aguante, quizá aún menos. 

Recordé que bebía en tercio cuando ya estaba tirándole una buena caña. Ella no dijo nada, al contrario: sonrió al recibir una cerveza de barril bien tirada. Y se quedó en la barra atenta al teléfono.

Era verano cuando nos encontramos por primera vez; este último no, claro; quizá dos, como mucho tres...no creo que cuatro, no, de ningún modo. Yo diría que dos. Pero el tiempo es una cosa muy difusa cuando lo vives solo. 

Había en la barra un bruto de otro pueblo, un viejo bruto conocido y amable, uno al que no había visto desde hace años, un antiguo cliente, un tipo que estuvo a punto de perder la cabeza cuando su mujer le pidió el divorcio para irse con otro; un tío de orden que (hija pequeña por medio) apenas podía respirar del odio que sentía. No lo reconocí al primer segundo, pero sí al siguiente. Aunque no recordé su nombre en ningún momento. Él sí se acordaba del mío. 

Uno vive, duerme y sueña como ha vivido; otro sueña, duerme y vive como ha soñado. Y hay quien duerme, vive y no sueña.

Eran las tres y pico de otra tarde. Una hora y pico más y estaría fuera de la barra.

La mujer recibió la visita de su posta en el hospital. Era otra mujer, una mujer muy distinta que pidió una cocacola con la que fueron a sentarse en una mesa no sin que antes ella me pidiera otra cerveza con esa sonrisa tan agradable, esa sonrisa de mujer de vuelta de todo, esa mujer que sonríe cuando abres los ojos, esa mujer que aparece como un sol después de la tormenta.


- ¿Qué tal, Kufisto? -dijo un amigo, un amigo de ahora, de hace unos meses, quizá un año, ¡o dos!, un amigo, alguien con quien conversar a última hora de cosas interesantes, de arte, de música sobretodo y de cine también, de literatura no tanto, más bien nada, se aburre leyendo, siempre se ha aburrido, pero bueno, en aquello, sobretodo en la música, en el Rock, en el Pop, reconozco que me supera...
- Bien.

Y hablando de todo ello estábamos, ya casi entusiasmados con la inevitable ayuda del alcohol ante la pasividad del amable bruto cercano que trasegaba la quinta cerveza, cuando el compadre que había estado comiendo en el fondo del bar vino hasta nosotros para beberse una copa en compañía agradable.

- Kufisto -dijo con ese tono solemne que denota su sostenida embriaguez- Ponme una copa. Y otra a este rojo de mierda y otra para ti.

Reímos y se dieron un gran y sentido abrazo.


Y entonces la política salió a relucir y el viejo bruto amable pero divorciado abrió sus oído cerrados a Vincent Price, la Hammer, Peter Cushing, Christopher Lee yPaul Naschy.


La mujer pagó y se fue al hospital. Estará unos días por aquí. Como la otra vez, cuando era verano. Llegó mi hermano y agarré mi bolsa para irme de allí; la cosa se había diversificado con la venida de otros tantos. Salí afuera y encendí un cigarrillo. Pronto me acompañó mi compadre.

- Puto rojo de mierda...-dijo
- No es mal tío -respondí- Y tú lo sabes
- ¡Ay si yo te contara de él!
- Es igual. Eres como yo. Hagas lo que hagas prefieres ver la parte buena de la gente. 
- Este cabrón ha hecho...
- Ya. ¿Y por qué lo abrazas? ¿Sois amigos, no?
- Sí.
- Ahora estás medio borracho y te sale la venaza derechista y te cagas en Dios y...
- ¿Que yo me cago en Dios? ¡Tú sí que te cagas en Dios! Tú eres otro rojo.
- Bueno, me voy ya, compadre...
- Puto rojo de mierda...¡Dame una abrazo, Kufisto!

Y un par de besos.


¿Soñaré hoy con ella o vendrán todos estos? 


En mis sueños siempre ando corriendo.

sábado, 24 de diciembre de 2022

EL TIMBRE

Salí a fumar. No tardó en seguir mis pasos.


- Buena tarde ha quedado -dijo

- Sí -respondí mirando el blanco edificio de enfrente.


Sí, había quedado una tarde esplendorosa, impropia de la fecha. Un cielo azul, despejado, y un sol tan dorado como el lápiz amarillo de un niño feliz. Sí. Una preciosa y templadísima tarde de Nochebuena que, sin remedio, estaba yéndose a inusitada velocidad para dejar paso a la gran noche del año.


- Otro día en la vida -dijo.


Le miré.


- Sí -dije- "A day in the life"

- ¿Qué?

- Pues eso, que otro día en la vida, como la canción de los Beatles.

- ¡Ah!...


Ni puta idea. Por edad él estaba más cerca que yo de conocerla, ¿pero qué puede esperarse de un solitario que te llama "campeón" cuando le sirves una cerveza?


- Vivo ahí enfrente -dijo señalando al edificio- Me he divorciado hace poco. No soy de aquí.


"¿Divorciado a los sesenta años? Joder..."


Feo, bajito, escuchimizado, solo y viejo entró al bar en el ocaso de las cañas. Se había acercado a la barra por una cerveza que se llevó a una de las mesas altas del ventanal, todavía sin recoger.


- Gracias, campeón -dijo cuando le llevé la tapa y aproveché para recoger el vacío dejado por los anteriores.


¿Qué clase de gilipollas le llama campeón a un camarero que pronto cumplirá medio siglo? ¿Campeón? ¿Campeón de qué? ¿De tu puta madre?


- Sólo es un día más -dijo.

- Sí. Y una noche más...-respondí ya casi cegado por el reflejo de los oblicuos rayos del sol en la blanca fachada del edificio de enfrente.

- Sí...Una noche más...


Inhalé una profunda calada.


- Allí siempre han habido putas.

- ¿Qué? -dijo.

- En tu edificio. Ahí donde vives. Siempre ha habido algún piso de putas. He conocido a unas cuantas. Seguro que hay alguno.


Tiré el cigarrillo y pasé para adentro.


- Ponme otra caña -dijo al entrar.


Se la puse y otra vez me tildó de campeón.



Cuadrillas de amigos bebían y comían festejando la tarde de Nochebuena. Los hijos, ya mayorcitos, buenos chicos, hacían acto de presencia para pillar algo de pasta con la que funcionar entre sus colegas. Uno de ellos, un chaval al que conozco desde su nacimiento, un crío un tanto raro y arisco en su infancia que por esas extrañas cosas de la vida, la medicación y el tiempo ha devenido en uno de los escasos muchachos a los que da gusto ver, se despidió de todos tan contento y feliz como lo fuimos nosotros.



- ¿Y dices que allí hay putas?

- Sí, joder. O al menos las ha habido siempre. Sólo tienes que ir tocando timbres.



 https://www.youtube.com/watch?v=YSGHER4BWME&ab_channel=TheBeatles-Topic




viernes, 23 de diciembre de 2022

UN ARROZ Y FUERA

 - ¡Mira! -me dijo enseñando su wasap- ¡Qué bien lo he hecho! -y rió antes de leer los mensajes de su mujer.

Sí, le había salido bien. El ineludible aperitivo navideño con los compañeros de trabajo había terminado antes de lo esperado y él lo aprovechó para venir al bar a tomarse un par de buenos whiskies antes de seguir cumpliendo con las obligaciones de su reciente paternidad. Mejor aún, ella le escribía que cogía al niño para irse al parque, algo que le daba más tiempo. 

- Tómate otro whisky, Kufisto -dijo- Y tú, ¿qué haces ahí? -le dijo a otro con el que habíamos estado hablando a distancia- ¡vente para acá, joder! Ponle otra cerveza, Kufisto.

Bastante más joven que yo y un poco menos que mi amigo se vino con nosotros ya un tanto tocado por la tercera birra. Había pasado una noche de fiesta en Madrid con los compañeros de curro que luego se había alargado hasta las tantas con sus amigos de adolescencia en la capital, concierto incluido, y ya le iba pesando la idea de volver a casa con su novia, la de hermosas tetas, y menos todavía la de pasarse a comer con su madre que, avisada, le había preparado un reconfortante cocido para el día después.

Charlamos. En el bar no había más que un raro grupito de cinco que parecían salidos de una comida parroquial, muy modosos todos; whiskies de batalla con refresco y esa sensación de ver a un adolescente diciéndose a sí mismo "estoy tomándome una copa con el cura"

Mi amigo no tardó en emocionarse mientras miraba sus teléfonos en medio de la conversación. El chaval, a cada trago más tocado, nos contaba su fantástica noche. Le pregunté por su edad y me sentí viejo.

El tipo con pinta de cura alzó el brazo izquierdo para llamar mi atención e hizo un signo como indicando otra ronda.

Y entonces fue que mi amigo aprovechó para ir al water. Todavía estaba preparando las copas cuando le vi salir haciéndole un gesto al otro para que entrara. Y sonreí al tiro del Barceló.

No me dijo nada. Mejor. Salieron a fumar. Mi hermano llegó a darme el relevo. Le dejé la cuenta de los curillas en un papel. Cogí el abrigo, la bufanda, el gorro y el cigarrillo y salí afuera.

- Me voy 
- Bueno, Kufisto, si no te veo que tengas una feliz noche.
- Claro, tío -Y nos abrazamos.
- ¡Joder, Kufisto, tío! -dijo el otro- ¡Hostia puta, eres un crack! ¡Te deseo lo mejor!
- Y yo a ti también. Nos vemos, tíos.

Crucé la avenida por los pasos de cebra, rodeé el edificio y un poco más allá me subí al coche. 


"Joder. Qué cerca ha estado. A casa. No pares ni en el súper para comprar el guiso de mañana. Un arroz y fuera. Sacas tu pollo del congelador y apañas un arroz, eso es. Después de todo mañana no es día para un guiso. A casa, Kufisto. A casa ya"


- ¡Hola, pequeña!
- ¡Miau!

martes, 20 de diciembre de 2022

CIEN

 - ¿Hoy es el día más corto del año, no? -dijo uno.
- Sí -dijo otro.
- No -dije yo- El día más corto del año, al igual que el más largo, es dos o tres días antes del solsticio. 
- Ya está Kufisto tocando los cojones.
- Lo leí en algún sitio. 
- No leas tanto, anda. 
- Y luego -proseguí sin darme por enterado- hay tres días en los que el sol permanece estable y no va para adelante ni para atrás, cosa que culmina en Navidad. De ahí todo el rollo de la resurrección de Cristo...
- Joder...
- Para que habrás dicho nada
- ...que se hace efectiva en el día 26 cuando el sol inicia un nuevo ascenso en los cielos. Las saturnales romanas, vamos; un trasunto de los misterios egipcios y babilónicos.
- ¿Pero de qué coño estás hablando?
- Lo vi en un vídeo.
- No veas tantos vídeos y ponme otra copa. ¿Quieres tu una? - preguntó al otro.
- Pues sí.
- Tómate tú otra, Kufisto.
- Gracias. 

Bebimos. Una tranquila tarde en el bar. Afuera el día estaba gris, aunque no frío. Todavía no ha hecho frío de verdad. 

- Ya llegará enero -dijo el pagador.
- Me encanta enero -dije yo.
- Lo raro seria que no te encantara.
- Es un mes fuerte, implacable, destructor...
- ¿Qué coño te pasa hoy?
- La madre que lo parió
- ...necesario para la renovación de la vida, para separar el grano de la paja, para mayor gloria del porvenir...Enero es un antes y un después, algo así como el "Master of puppets" de Metallica.
- ¡Hombre, por fin dices algo que no es una gilipollez! ¡MASTER, MASTER! ¡Ponlo, joder!

Lo puse. Sonaron los primeros acordes de "Battery"

- ¡Qué discazo!
- Sí, pero...
- ¿Pero qué? ¡No me jodas, Kufisto!
- Pues que ahora lo celebramos por un mero ejercicio de nostalgia. Incluso ellos, cuando lo tocan en directo, parecen hastiados.
- Es normal. Han pasado muchos años. ¿No pretenderás que lo hagan con ese entusiasmo?
- No, claro -respondí- Ni tú, ni yo ni este tenemos la fuerza de aquel tiempo. Por eso digo que fue un discazo. Fue.
- Es un clásico.
- Puede. Pero hoy los clásicos están llenos de polvo.
- No Metallica.
- También ellos lo estarán.

Bebimos. Puse tres copas. Quité el Master para pinchar una emisora del Rock en Spotyfi. Sonó "Rain" de The Cult.

- ¡Qué bandaza! -dije.
- Sí
- ¡Y cuantos bandazos dieron! -proseguí- Ese fue su gran error. Es lo que pasa cuando uno quiere estar siempre a la moda.
- ¿Pero no acabas de decir, Kufisto maldito, que los clásicos duermen hoy bajo montañas de polvo?
- Sí -dije- pero quien lleva una línea, su línea, puede hacer experimentos más o menos exitosos que quieras que no tendrán su sello. Es un poco lo que pasa con Led Zeppelin.
- ¡Hombre, no vas a compararme a Led Zeppelin con The Cult!
- ¡No, claro que no! Son incomparables bajo cualquier parámetro...Led Zeppelin le dio forma al barro informe del Rock, hizo una especie de canon, por así decirlo. A partir de entonces y hasta hoy en día, si te fijas bien, todo en el Rock son variantes de Led Zeppelin.
- ¡Bueno...! Ya sé que te gustan mucho y tal, pero decir tanto...
- ¡No, es así! Y de hecho hace años que apenas los escucho. No por nada, sino porque no oigo música fuera del bar...Aparte que para mi la mejor banda de todas, como ya sabes, son Los Beatles. Pero en Rock no hay nadie como Led Zeppelin. Y es más: no habrá nadie como Led Zeppelin.
- Hay muchas bandas de rock por ahí que pegan de la hostia...Gente nueva que hace cosas cojonudas.
- ¡Sí, si no te quito la razón! Existen. Oigo mucha música en el bar, echo muchas horas aquí, Spotyfi es una maravilla y tengo amigos como vosotros que me recomiendan cosas buenas de verdad pero...
- ¿Pero qué?
- Pues que el tiempo del Rock ya pasó. Y no de ahora. La última gran banda del Rock, la última banda que mandó sobre la Tierra fueron los Guns and Roses. Y de eso hace treinta años.
- "Que treinta años no es nada y feliz la mirada..."
- Pon una ronda, Kufisto. 
- ¿Y qué tal también un poco de Gardel, otro clásico cubierto de polvo?
- Ponlo.

- ¡Joder, esto sí que suena ya a tumba derruida!
- Sí, pero me gusta.
- Nos gusta -dije- porque en nuestra juventud al menos sabíamos quien era Gardel aunque fuésemos por las calles berreando a la Polla Records fumaos perdíos. Como supimos por nuestros abuelos de Juanito Valderrama, Estrellita Castro o Concha Piquer. 
- Ful de Estambul.
- ¡Ful de Estambul, sí! Pero ful de Estambul que hicieron marca en aquel tiempo. Pero háblale hoy a cualquier adolescente de algo que no sea lo que oyen. No lo conocen. No saben nada. No sus canciones, ni siquiera sus nombres.
- ¿Y...?
- ¿Y...? Pues que para ellos no hay pasado. 
- ¿Y...?
- ¿Y...? No sé. "Quien no conoce su pasado..." no recuerdo como acaba la frase.
- Pon otra ronda, anda.

Cambié la música. Era el turno de Bob Dylan.

- Joder, Kufisto...

- Veréis...Es como Cristo, como la Navidad. ¿Vosotros creéis que los chicos de hoy conocen al Cristo que nos enseñaron? Para ellos Cristo es una especie de mago bueno, y eso en el mejor de los casos. ¡Cuantos habrá ya, cuantos, que tienen el mismo conocimiento de Él que de Gardel! 
- ¡Bueno, eso es un poco exagerado!
- ¡No, no, escucha, no es nada exagerado!...Sólo tienes que ver las estadísticas, y no de Podemos, sino de la Conferencia Episcopal Española: el desplome de la religión católica en España es algo apoteósico. Yo pienso que ni los más recalcitrantes hubieran imaginado nada parecido en tan breve intervalo. Estamos hablando de algo más parecido a un derrumbamiento controlado que de cualquier otra cosa. Hoy, y cada vez más, hay más niños que creen en Papá Noel antes que Jesús.
- Bueno, Kufisto...
- ¡No, espera! Es así como te digo y lo será más con el paso de los años. Nosotros no lo veremos, espero, pero llegará el día en el que el tiempo de Navidad será el del gordo, regaloso y riente Noel en lugar del escuálido Cristo clavado en la Cruz por nuestros pecados. No creo en Dios y sobretodo no creo en la Iglesia, pero aún menos en lo que está por venir.

- La Navidad está muerta. Y somos nosotros quienes la hemos rematado.


- ¿Un piti?
- Pues sí.
- Sí, es lo suyo.

Salimos a la puerta del bar. 


La noche se desplomaba ante nosotros sin variación en la temperatura aparente.

sábado, 17 de diciembre de 2022

PASEOS

 Es una de esas vivencias de la más temprana juventud que sin saber porqué motivo no se ha difuminado de mi memoria. Por supuesto no recuerdo nada de lo hablado en nuestra última hora de aquella madrugada feliz, íbamos borrachos, pero sí juraría ante quien fuera el lugar: una pequeña placita de la parte vieja del pueblo que poseía uno de los mejores bustos de don Quijote que haya visto. Supongo que fue esto lo que animó mi verborrea, algo que por otra parte no era nada raro en mi en aquel tiempo. También estoy por asegurar que ocurrió durante las vacaciones de Navidad más que en las de verano. Sí, hacía frío. De hecho nos fuimos del último garito los dos juntos para despejarnos un poco antes de llegar a casa. Una noche más no habíamos pillado cacho.

¿Qué tendríamos? ¿quince, dieciséis años? No más. 

Él vivía en Madrid y venía por aquí en vacaciones. Era primo de alguien de la pandilla (no consigo recordar de quien) y pasaba esos días en la casa de sus abuelos (esto lo he sabido hoy) Ya entonces era un chico fuerte y alto, aunque no guapo y sí muy inocentón. Imaginarlo en una pelea de aquellas era cosa imposible. Ni bebiendo se ponía violento. Esto es algo que con el tiempo he ido comprobando: la gente fuerte de verdad no se violenta hasta que no queda otra opción. Y ahora que estoy recordando aquellos años de esperanzas vienen a mi memoria algunas imágenes suyas en forma de pacificador entre etílicas disputas de colegas. Era verlo ponerse en medio con aquel corpachón, serio casi hasta el dolor y acabarse la tormenta. 

Éramos unos críos cuando vivimos aquella memorable noche de Navidad. Unos críos que habían bebido demasiado. Y allí, en la placita, sentados los dos en uno de esos estupendos bancos de mármol, con la fría noche clara y estrellada, en presencia del bárbaro Quijote de hierro fundido que retaba al cielo con la lanza de su siempre firme brazo a las estrellas, le dije tales cosas que acabamos dándonos un gran abrazo casi entre lágrimas. 

No pasó mucho tiempo más hasta que nos perdimos de vista.


- Hola, Kufisto -dijo.
- Hola, Antonio, ¿qué tal el paseo?. ¿Café?
- Bien. Sí.

Todavía no eran las diez de la mañana y yo ya lo tenía todo enfilado en el bar, guiso del mediodía incluido. Ayer me acosté antes de las ocho (tamaño era el cansancio) y hoy, nuevo como un recién nacido, desperté a eso de las cinco y media casi sin creer que se pudiera dormir tanto. 

Como podréis suponer por el saludo no es la primera vez que Antonio viene al bar. Pero sí puedo deciros que lo reconocí a golpe de vista la primera vez que lo hizo, aún pasados treinta años largos de la última vez que nos vimos. Esa mañana entro en compañía de uno de sus hijos, un buen bigardo, el mayor, un adolescente serio y con gafas pero que no me pareció tan grande como lo fue su padre a su edad. 

El gran cansancio de ayer y el pronto despertar de hoy se conjugaron para que hubiese algo más de tiempo. Y hablamos algo más.

Se metió en el ejército. Hizo carrera. Ha estado en muchas guerras. Ahora está más tranquilo, un buen puesto en el Ministerio de Defensa. Y bien situado se está viniendo al pueblo. Madrid, hoy más que nunca, no queda lejos del corazón de La Mancha. Una buena casa en el pueblo de sus ancestros, un casoplón en construcción en las afueras, en uno de los barrios nobles, el hogar definitivo para su familia, el último sitio, la última casa.


Antonio no pregunta nada. Sigue siendo aquel chaval que conocí. Va en el oficio. Va en el carácter.

Una vez, poco después de aquel sorpresivo reencuentro, le comenté algo de los viejos colegas y contestó que había estado con alguno de ellos. En su mirada vi lo que le hablaron de mi.

Pero sigue viniendo por aquí. Todos los fines de semana. Aposta viene a tomar el café de su paseo.


-Oye -le dije hoy- ¡A ver si quedamos un día para andar por ahí!
- ¡Claro, Kufisto, claro! -rió-



miércoles, 14 de diciembre de 2022

NO MIRÉ ATRÁS

 La tarde era gris. Un viento cómico agitaba el esquelético ramaje de los árboles que se veían al otro lado del ventanal. Sonreí cuando la memoria me trajo de vuelta una escena de Buster Keaton, ¿o puede que fuera Harold Lloyd? En cualquier caso era algo natural, no se trataba de ningún terrorífico color caído del cielo lovecraftiano, de eso podía estar seguro. Hubieran bastado unos pocos pasos hasta la puerta del bar para abrirla y oír el alocado correr del viento, señal inequívoca de que nada raro le ocurría a los árboles. Dentro de unos meses volverán a lucir sus verdes hojas y tampoco será extraño. Ahora, mientras escribo esto, me acuerdo del buen Marty "Aigor" Friedman, de su misión en búsqueda de un cerebro prodigioso para los experimentos de su iracundo amo, del terror que le acogotó al verse reflejado en un espejo por la luz de un muy inoportuno relámpago y de todo el cómico desastre que aconteció después y vuelvo a sonreír.

La tarde era tan gris como debieron serlo aquellas tardes de la Vetusta por la que ayer, ya anochecido y por segunda vez, paseé un buen rato hasta caer en los brazos de la memoria. Hay cosas malas en los hombres, pero una de las peores es ser un pesado. Y ya son casi cincuenta los años que cargo sobre mis cervicales. 

Sí, la tarde era grisérrima, al menos tanto como el último disco de Iron Maiden, ese con el que han llenado estadios en los que jamás hubieran soñado actuar en las giras de sus mejores discos.

- ¡Hola, Kufisto! -dijo la cantarina voz
- Hola, preciosa -respondí.
- ¡Hooola! ¡Anda si estás allí!
- Sí, estaba mirando el panorama.
- Jajaja...Ponnos dos cafés, anda.

Venía con una amiga tan joven como ella.

- ¿Qué tal? -dijo sonriendo.
- Bien...¿como los queréis?

Y se fueron al ventanal para hablar de sus cosas.

Mi amigo llegó poco después. 

- Purple rain, purple rain...-fue lo primero que dijo. Sí, otra vez estaba lloviendo.
- Purple rain.
- ¿Qué tal?
- Bien, ¿una copa?

Y también se fue al ventanal tras comentar algo de Prince.

- Hoy me he acordado de ti -le dije al salir de la barra para hacerle compañía y así evitar sus idas y venidas a la barra durante los últimos minutos de mi turno.
- ¿Sí?
- Sí, por el sol que ha aparecido a eso del mediodía.

Ayer me dijo que estaba muy jodido de ánimo por su falta tras tantos días grises y lluviosos, del cansancio que le causa su ya larga baja laboral por ansiedad, del miedo que sentía ante la ya cercana Navidad, tan querida por él de toda la vida, más aún cuando todavía estaba casado y sus tres hijos eran pequeños.

- Sí...Poco ha durado.

No recuerdo como la conversación derivó hacia el baloncesto del que es un gran aficionado de toda la vida. ¡Ah, sí! Fu por el tema de Prince y todo eso, sí...De como hay gente que sabe llevar la presión y como hay gente que no aún teniendo más talento. 

- ¿Recuerdas -dijo tras escuchar con ojos de pez algunas leves acotaciones mías referidas a los casos de Bobby Fischer y José Tomás- las finales de los Detroit Pistons?

Bueno, hace veinte años que estoy fuera de todo pero sí, de aquellas me acuerdo algo.

Y desde allí derivamos hacia más atrás, hasta las de los Lakers contra Boston, hasta cuando éramos críos, yo más que él, pero aún así me sorprendí citando de memoria ante su entusiasmo los cincos de aquellos equipos...salvo uno.

- ¡Sí, eso es! -dijo él- ¡Pero nos falta uno de los Lakers!
- ¡Joder! -dije casi excitado- ¡Lo tengo en la punta de la lengua!
- ¡Hostia!
- ¡Me cago en la puta!
- ¿Cooper?
- No, ese era el sexto hombre, el de los triples.
- ¡Joder!

Hicimos memoria. No había manera. Tiró de Google y no daba con el último nombre. Oí a las chicas hablando de sus cosas. Mi mente se disolvió como un mal sifón. Ya no pensaba en nada. No podía recordar ni cual era el equipo de Arconada. Fui a la barra y me eché una cerveza.

- Los Celtics están claros -dije echando un trago mientras él seguía buscando en el teléfono-: Jonhson, Ainge, Bird, McHale y Parish. Y los Lakers eran Magic, Scott, Worthy, Jabbar y...

- ¡A.C. Green! -gritó por fin.
- ¡Joder, me cago en Dios!


Dos minutos después llegó mi hermano. Cogí el abrigo.

- Me voy -le dije dándole un golpecito en la espalda. No respondió. Quizá estaba hablando por teléfono a través de sus auriculares como suele hacer cuando no estoy con él. Quizá no.

- Adiós, chicas.
- ¡Adios, Kufisto!


Abrí la puerta y por fin entré al otro lado. Viento y lluvia. Doscientos metros para llegar hasta mi coche y después a casa.


No miré atrás.

sábado, 3 de diciembre de 2022

OTRA CALADA

 Ver el bar así, con buen ambiente, coger el abrigo y la bolsa con tus cosas, despedirse de algunos clientes (ya esa temprana hora de la tarde metidos otra vez en el laberinto de siempre) con sonrisas de complicidad, palmadas en la espalda y algún que otro apretón de manos; salir a la puerta con la bolsa de trabajo en una mano y el cigarrillo de rigor en los labios mientras comentas algo con un viejo amigo, un auténtico superviviente, bromeando, riéndonos de nuestros años, del tiempo pasado, de la tarde presente y de nuestros planes para lo que queda del día y de la cercana noche, y reírnos de ella, y decirnos adiós y subir al coche y arrancarlo para ir a casa sin dudarlo ni por un momento.

- Me voy a ir a comer, Kufisto -dijo mi colega un par de horas antes- ¡Cagüen Dios qué bien te sale este guiso, cabrón! -añadió con el último sopón entre sus dedos.
- Joder, pues quédate, te pongo un plato y santas pascuas -respondí sibilino. 
- Ya, pero luego vendría el whisky...
- Ya -dije echando un distraído trago de cerveza

Lo bueno de abrir tan temprano como yo abro es que por poco que cojas ahí te lo vas llevando; por si las moscas, como hoy. Luego puede ser que llegue un buen mediodía que haga innecesario tamaño madrugón, ¿pero y si no, qué? Por esto hay que abrir el bar pronto.

- Venga, va -dijo blasfemando según su costumbre- Ponme un plato. ¡Pero no te pases, que eres muy exagerao!

Y ya de paso aproveché para lavar los platos de la cocina. A nadie le gusta que le vean comer y así yo podría darle palique en los previsibles whiskies venideros sin dejar lugar a tiempos muertos en los que se lo pensara mejor y se largara a su piso para echar la siesta dejándome sin sus whiskies premium y su grata compañía en el casi desierto bar.

Y así pasó. Uno piensa y después pasa lo que pensó.

El whisky me tentó pero me serví una segunda cerveza. Y hablando de whiskies estábamos, cosa nada rara, cuando los clientes ya comidos empezaron a entrar de forma más o menos escalonada hacia sus copas.

No siempre es así. Hay muchos días, muchos sábados, en los que me largo del bar sin haber servido más que algún que otro gintonic. Pero hoy no iba a ser un día de esos. Y lo que es mejor aún: sin prisa pero sin pausa.

Vinieron un par de amigos que se unieron a mi colega. Uno de ellos era amigo verdadero y el otro un señor mayor, también motero, que venía con él y a quien yo conocía de otras ocasiones recientes. Un tío agradable, educado y recién jubilado que tras la presentaciones con mi blasfemo amigo pidió café y un chupito de Chivas de 18 años. Pedir ese whisky y entablar animada conversación fue todo uno. La cosa ya estaba hecha. Y los clientes seguían entrando por la puerta como si hubiera un portero de dos por dos ante ella.


Y así pasó aquella última hora de la tarde en el bar. Cuando antes de irme miré la caja vi que había hecho un cajón del copón. Y sin despeinarme.


- Qué te cuentas, Kufisto -dijo mi amigo el motero cuando salí del bar con la bolsa en la mano y el cigarrillo en la boca.
- Nada. Dame fuego.





miércoles, 30 de noviembre de 2022

¡MÍRALO!

 - ¡Míralo! -dijo extendiendo el móvil hacia mi lado de la barra.

Pues sí, muy hermoso.

Era una fotografía de él con su pajarito multicolor posado en el hombro, una fotografía que sin duda alguna la había echado su hermano, también presente en la conversación.

Son de otro pueblo. Hace unos años que vienen por aquí. Revisiones médicas. Son algo mayores que yo, no mucho, y el más pequeño, el del pajarito en el hombro, carga con el bicho dentro. Hubo un tiempo en el que pareció haberse ido por las cloacas pero no; tan sólo estaba latente, como todos. 

Hará medio año que el otro, el alto, el más risueño de los tres (pues al principio fueron tres, lo recuerdo bien), me dijo que estaba en lo mismo. Así que ahora andan por aquí un par de veces por semana. 

Contaron más cosas del pajarito, un agapurni hembra, de donde la compraron hará casi cinco años, de como cayó mala al poner su primer huevo que no quería salir de ella, se le enquistó ahí dentro y era una pena verla, la llevaron a una veterinaria de Ciudad Real deprisa y corriendo...

- Se me partía el corazón, Kufisto -dijo el alto- Si hubieses visto como sufría la pobrecilla...

Un tanto más hinchado de lo normal, mi viejo amigo Luis entró al bar con su bastón. Saludó, pidió una cerveza y fue a sentarse a una mesa. 

- ¿Qué tal?
- ¡Pues no me ves, cabrón!

Nos reímos y volví a la barra. 

Los hermanos se fueron con la promesa de volver en un par de horas y ya estando solos salí de la barra para sentarme con mi viejo amigo Luis.

- Este cabrón -me dijo refiriéndose al médico- me quiere matar.

¿Cuantos años hace desde que le diagnosticaron el cáncer? ¿siete? ¿ocho? ¿nueve? Mi padre lleva muerto casi seis años y aguantó la enfermedad año y medio. Y Luis lo tuvo primero.

- Y encima es moro -dijo refiriéndose al doctor.
- Joder, lo tiene todo.
- ¡El hijoputa quiere matarme! ¡Dice que me quedan cuatro días si no dejo de beber!

Y seguimos riendo y hablando de paridas.

- ¿Qué tal estás, Kufisto? -dijo mirándome fijamente con sus brillantes ojos azules.
- Bien.
- Me alegro. Está la cosa un poco floja, ¿no?
- Sí...Fin de mes, la Navidad a las puertas...Pero bueno, vamos tirando.
- ¿Y tú?
- También

Entonces fue que Estela entró.

- Hola.
- Hola, Estela.
- Un zumo de piña -dijo con ese delicioso acento portugués.
- ¿Quieres una pulga? ¿Salchichón, chorizo, queso, anchoas, atún...?
- Queso.

Y se fue a la tragaperras.

Me serví un té doble y volví a sentarme en la mesa con mi viejo amigo Luis.

- ¿Qué es eso? -dijo.
- Un té.
- ¿Un té?
- Un té.
- Ponme un vino, anda.

Sabía que Estela jugaba fuerte pero no tanto. Me sentí un tanto incómodo desde mi posición.

- Kufisto -dijo Luis-, no se ve más que gente amargada por la calle. 
- Sí
- No, en serio...Una mala hostia, una mala leche...-continuó riendo- No lo entiendo.
- Pues sí.
- No me estás haciendo ni puto caso, hijoputa.
- Venga, joder...
- ¡Cuanto me acuerdo de tu padre!
- ¿Cuantos años tienes?
- Setenta recién cumplidos.
- ¡Joder, pues no los aparentas! Dos más tenía mi viejo cuando dobló.
- ¡Cabrón!
- ¡Jajaja!

Llegó Kamel y me levanté.

- ¿Chupito?
- ¡Ja! Y una caña.
- ¿Salchichón, chorizo, queso...?
- ¡Choriso!

Cogió el As y fue a sentarse en la mesa más pequeña.

- ¿Atiendes a este? -dijo Luis
- Sí. Lleva viniendo por aquí desde hará dos años. 
- ¡Pero si es un desgraciao, un puto pedigüeño liante!
- Pero aquí paga y no crea ningún problema.
- Joder, Kufisto...Si te viera tu padre.
- Peor es mi hermano y es compadre suyo, no me preguntes porqué.
- Tu padre era la polla, Kufisto.
- Sí
- Yo le pinchaba cuando los dos ya estábamos malos y él se enfadaba.

Reímos.

- Sí -respondí- Pero tú es que eres más cabrón que un cuerno.
- ¡Qué buen tío era tu padre!

Me levanté de la mesa. No me parecía bien estar de esa manera. Un camarero tiene que estar detrás e la barra.

Sentado en mi taburete vi jugar a Estela mientras recibía llamadas que no cogía para contestarlas con mensajes sin perder ripio de la pantalla. Luis miraba la televisión y el pobre Kamel volcaba su cabeza sobre las páginas del As.


Y entonces, en ese extraño silencio clientelar sólo roto por canciones de mi gusto, pensé que tampoco yo estaba tan mal.

domingo, 27 de noviembre de 2022

SANGRE SABIA

Dudaba. Elegí esa película por su director. No me apetecía nada revisitar los clásicos de mi juventud. Cuando a veces lo hago suelo llevarme una decepción. No siempre, claro: todavía hay viejas películas que soportan el paso de mi tiempo. Por aquello fue que decidí verla por primera vez a cuarenta años de su estreno.

Era una de sus últimas películas. Primero fue el título lo que alertó mi atención, luego la portada y después leer en la ficha que estaba dirigida por él. No me sonaba ni de casualidad. Bien, perfecto, no importaba nada, mejor aún. Tenía por delante casi dos horas de un film desconocido del tío que realizó una de esas películas que soplan las cenizas de todos los años pasados desde que la viste por primera vez.

La vi entera. El final se hizo un tanto largo, absurdo y deslavazado. Había sido una extraña película. Él ya estaba viejo y sin embargo podías sentir que lo había pasado bien rodándola. Apagué el ordenador y me fui a la cama. Tardé en dormirme.

Desperté mucho antes de tiempo y poco después oí maullar a la gata. Pensé si habría sido ella y no mis sueños quien me había desvelado antes de tomarse un descanso. Tiene una maullido tristísimo, te parte el corazón. Y los sueños. No permití su entrada al dormitorio. Poco después calló, vencida. Aún tenía una película de sueño por delante y al final caí en ella no sin dar antes mil vueltas sobre el colchón.

Lo bueno de hacer las cosas bien y a lo grande es que si sobra sirve para otro día. Cuando uno está en ello puede acabar un tanto pillado de tiempo, pero sabe que o se da muy bien, demasiado bien, o lo más probable es que con eso sea más que suficiente para mañana. Y allí, bien resguardada en el frigorífico del bar, estaba la olla con la mitad del gran guiso de patatas con chorizo picantón que realicé ayer. Hoy incluso estaría mejor.

Fue una mañana demasiado relajada. Llegó el mediodía y la caja estaba a medio gas. Las mismas cañas parecían lanzas en un largo primer momento. Pero acabaron por ceder una vez más.

Eran las tres y media largas cuando pude echarme una cerveza con mi colega. Salimos a fumar un cigarrillo, hablamos de la Navidad a las puertas y de aquella Nochevieja que pasó en su puticlub de confianza.


Una hora más tarde, a punto de irme, entraron dos compañeros de escuela con sus esposas e hijos.

- ¡Hombre, Kufisto! ¡Por una vez te pillamos!
- Estoy a punto de irme -sonreí- ¿Qué queréis?

Cafés. Y se fueron al ventanal.


- Gracias, Kufisto -dijo una de ellas al servirle el suyo.
- No hay de qué -respondí un tanto sorprendido al oír mi nombre en sus labios.


Hacía tiempo que no nos veíamos.


Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos por primera vez.


jueves, 24 de noviembre de 2022

LA PALOMA

 Dos mujeres pidieron café y fueron a sentarse junto al ventanal. Una de ellas, la más gordita, fue clienta habitual en otro tiempo. Ya entonces y con igual sobrepeso lo tomaba con sacarina aunque en otra compañía, femenina también. Pero han pasado muchos años, y tres visitas en tres semanas a última hora del cambio de turno no son suficientes como para hacerme recordar a la primera su manera de endulzar el café con leche. Sí recordaba bien su mirada hacia mi, un tanto hostil, que aún mantiene.

Y entonces el tío que estaba en la barra se volvió hacia ellas y habló:

- ¿Sois vosotras las de la tienda de al lado?
- No 
- Ah 

Entró al bar poco antes que ellas. Desde la barra y a través del ventanal le había visto aparcar el coche en zona limitada sin motivo alguno. Creí reconocerlo en cuanto se bajó y no me hizo gracia. Pero echó a andar y pasó de largo. Por curiosidad salí a ver. Caminaba calle abajo. Caminaba calle abajo como quien espera encontrar algo al volver sobre sus pasos. Pasé para adentro.

Salí a fumar y le vi sentado en uno de los taburetes que están al otro lado de la puerta de la tienda cerrada, fumando. Eché un paso atrás.

- Joder, es él.

No me había equivocado. Era él. Mi subconsciente lo había reconocido al primer golpe de vista. Poco después entró al bar. Yo, desde luego, no iba a salir.

- Hola -dijo.
- Hola
- Una manzanilla.

Sabía que iba a pedir algo así. Es más, sabía que iba a pedir una manzanilla. Siempre pedía eso. Estaba casi seguro que la tomaba con sacarina. Le puse azúcar.

- Sacarina -dijo

Se la di y le quité el sobre de azúcar que agarraba entre sus dedos.

- ¿Tienes Lotería Nacional?
- Tengo Lotería de Navidad
- ¿Como?
- Tengo Lotería de Navidad
- Ah...¿Qué te debo?
- Uno treinta. 

Sacó dos euros.

- ¿Puedo pagarte la lotería con tarjeta? No llevo efectivo.
- No.

Le devolví el cambio. Entraron las dos mujeres.

- ¿Puedes cambiármela a un vaso? Está muy caliente. ¿Sabes a qué hora abren la tienda de al lado? -Eran las cuatro de la tarde.
- A y media, creo.

- ¿Sois vosotras las de la tienda de al lado?


- Dame un décimo -dijo sacando un billete de cincuenta. Y salió afuera 


- Hola, Kufisto
- Hola, Alfredo

Es algo mayor que yo. Lleva un año de baja por ansiedad. Es un buen tío. Cuando éramos jóvenes nos matábamos con la mirada, luego nos olvidamos y ahora somos amigos de media hora en el bar. 

Solemos hablar de música. Él sabe mucho más que yo, al menos de música moderna; moderna en el buen sentido, claro. Pero a veces hablamos de otras cosas menos problemáticas, como hoy. O ayer. O incluso antes de ayer. Ya son tres tardes sin hablar de música.

Su madre se había caído lastimándose la muñeca en la residencia pública donde pasa los días desde hace unos meses, desde que su deterioro mental hizo imposible cualquier otra opción razonable. Le llamaron por la mañana, fue a por ella y se la llevó a las Urgencias del Hospital. 

- Vámonos a casa -le decía su madre- Aquí no nos hacen caso.
- No, mama -decía él- Tienen que mirarte
- Vámonos
- Que no, hay que esperar
- ¡Algún día Dios te castigará por todo esto!


Nos reímos por no llorar y la conversación derivó hacia su cercana pre-jubilación: apenas le faltan tres años. Tendrá cincuenta y cinco, divorciado de larga data, los hijos mayores y él en condiciones para llegar a ser abuelo, disfrutar de los nietos y tal vez encontrar el último amor.


Vino mi hermano y me dio el relevo. Era la hora de irme pero la conversación era buena. Abrí otro tercio y salí de la barra.


Luego salimos afuera para fumar. El tipo extraño seguía esperando la apertura de la tienda de al lado.


Una anciana con su tacatá reconoció a mi amigo. Nos contó que iba calle arriba para ve si encontraba a la paloma herida que había visto por la mañana. Llevaba con ella una caja de zapatos agujereada para meterla dentro y llevársela a su casa.


Una de las chicas de la tienda cerrada subía calle arriba cuando mi amigo, la abuela y yo nos despedíamos. 

- Ya era hora -dijo el tío irritante.


Me subí al coche aparcado al otro lado de la mediana.


Y vi a la anciana empujando su tacatá calle arriba a la búsqueda de la paloma herida que había visto por la mañana.

viernes, 18 de noviembre de 2022

NI ME ENTERÉ

 En la misma entrada al museo de anime y manga existe un parquecillo por donde se accede a las instalaciones. El caminante pagó, entró y una muchacha le recibió para darle algunas indicaciones a las que tímidamente respondió con su acostumbrada parquedad. Luego se quedó solo y echó a andar.

Eran las primeras horas de la noche cerrada cuando esas rocas de forma ovalada desperdigadas entre la arboleda empezaron a brillar desde su interior. Todos los colores del arco iris se sucedían en rápida transición bajo unas notas de xilófono emitidas por altavoces ocultos a la vista. Los árboles cambiaban de color en cuestión de segundos, dando un aspecto de ensueño a la escena. El silencioso caminante, siempre prudente, dejó pasar algo de tiempo antes de atreverse a tocar aquellas luminosas rocas con forma de huevo. Nosotros lo conocemos y sabemos que jamás se hubiese atrevido a ello sin previa autorización. Y entonces vimos que las rocas con forma de huevo podían moverse sobre su peana con una sola mano. No eran ni rocas ni huevos de aliens. Tan sólo era una cosa que parecía otra antes de tocarla. Metacrilato, un circuito electrónico y algunas bombillas, eso era todo. Pero los árboles eran árboles, no había duda posible sobre esto. Y los árboles iban cambiando de color al compás de las falsas rocas iluminadas con forma de huevo de alien que parecían seguir las notas del xilófono que no podíamos ver. Y pronto, muy pronto, tanto el buen caminante como nosotros nos olvidamos de la superchería para maravillarnos ante la indescriptible belleza del extraño espectáculo. La intensidad de esos colores sólo se ve en los sueños. Pero el parque encantado era pequeño.


Era mi última hora en el bar cuando cambié de música. Salí a la puerta y encendí un cigarrillo. El edificio de enfrente ya estaba en sombra casi por entero. Hace cinco meses, a la misma hora, la sombra no llegaba a lamer ni su base. Pero han pasado cinco meses, ciento cincuenta días. Y poco a poco y a la misma hora pronto llegará el día en el que me vaya del bar y lo vea en sombras de pies a cabeza. Y con toda probabilidad no me daré ni cuenta. 

Era mi última media hora en el bar cuando una pareja que no piensa en estas cosas entró al bar. Pidieron los dos gintonics de rigor y se fueron a uno de las mesas altas del ventanal. La otra estaba ocupada por una chica que hoy ha estado sola. Las otras veces, no tantas, quizá cuatro viernes, los pasó en compañía de una amiga o, como el pasado, con dos más. Pero hoy ha estado con su teléfono. Se ha bebido tres tercios con pinchos incluidos, algo que me ha sorprendido por se la primera vez que lo acepta.

- Bueno, adiós -dijo-
- Adiós.


Eran las cuatro y media de la tarde cuando salí del bar. Seguro que había menos luz que una hora antes. 


Ni me enteré.





miércoles, 16 de noviembre de 2022

CAMBIO DE LUNA

 - Joder -dijo-
- ¿Qué? -respondí mientras le escanciaba su cerveza belga de 8´5 grados.
- Vaya día de mierda. 
- Sí -coincidí- Otro puto día de mierda.
- ¿Pues no me despierto hace un rato, enciendo el teléfono y antes de meterme en la ducha ya me están llamando de la oficina para decirme no sé qué hostias de problemas con un banco? Gracias, Kufisto, muy amable...

Agarró la copa con ambas manos y bebió un sorbo.

- Y llego allí -continuó- y encima me encuentro a un pesao, a un viejo podrido de dinero contándome su puta vida de pé a pá...Joder. Es un buen cliente, hay que tragar, pero sabiendo que no fuma me he puesto a echar humo empalmando un cigarrilo con otro hasta que al final se ha cansao de tragar humo. ¡Qué cruz, Kufisto, qué cruz!
- Sí, una puta cruz.
- Es el cambio de luna -dijo yéndose hacia la mesa donde le esperaban dos de sus comerciales.
- ¿El cambio de luna?
- Sí, el cambio de luna que todo lo remueve.

Bueno, no sé, no tengo ni zorra idea de los cambios de luna. Sé que a las tías les afecta en la menstruación pero tampoco es algo que me importe una mierda. Hace quince años que no convivo con ninguna y ya casi he olvidado todo lo relacionado con sus neuras. Sé que el cambio de luna afecta a las mareas. Pero yo vivo en La Mancha y el mar también me pilla muy lejos.

- Adiós, Kufisto.
- Adiós, chicos. Buena comida.
- ¿No sales a despedirnos? -dijo él, coñón, ya con los otros dos fuera y la segunda belga reposando en su estómago.
- No -sonreí- Me quedo aquí, en el corner. El día no merece ni humo.
- Es el cambio de luna -respondió tras pensarlo un poco.
- El cambio de luna, sí.

Y nos despedimos como dos viejos amigos.


Era una tarde gris y fría y llena de nubes bajas que poco después demostraron tener un cierto sentido. Llovió, en fin. A veces las lejanas nubes de los mares llueven hasta en el corazón de La Mancha.


Estaba sentado frente al ventanal. La fina lluvia caía sobre el asfalto para desvanecerse en pequeños charcos. Unos charcos pequeños más por el firme que por el agua: allí donde había una pequeña depresión del terreno, allí se juntaba la poca lluvia que caía del cielo.


"Es el cambio de luna, Kufisto, el cambio de luna...Lo de hoy es por el cambio de luna"


Sonreí a nadie mientras apuraba el segundo vino.

domingo, 13 de noviembre de 2022

EL APARCAMIENTO

 Con el sol aún curioseando por el ventanal del salón del piso me senté ante el ordenador para buscar algo que me entretuviera. La tarde estaba casi vencida, pronto llegaría la noche y lo único que tenía claro era que debía descansar. Miré las recomendaciones de Youtube y elegí el último vídeo de una de mis suscripciones. El Lobo, como de costumbre, empezaba tranquilo su discurso mientras conducía para acabar casi en estado paroxístico, también como de costumbre. Con todo, me quedé con su referencia final de una película de reciente estreno. La busqué en Odyssey y la encontré tras algunas acotaciones en el buscador. 

Me alegró ver que duraba dos horas y media. Entre mis pitos y flautas alcanzaría casi el mínimo para irme a la cama. Unas cuantas pasadas más por la Red y después, el sueño reparador.

Pero sólo aguanté diez minutos.

En la estrambótica barra de relacionados aparecía la que puede considerarse opera prima de uno de los artistas que más me han afectado. Hacía años, muchos años, del último visionado y me decidí a verla a pesar de su corta duración. Pero el anzuelo no era nada bueno y tuve que buscar otro por la Red. Y lo encontré. Quería verla de nuevo. Quería verla ahora.

¡Y como la disfruté! Ahí estaba su mirada, ahí estaba todo lo que dirigió después. A pesar de todas las evidentes carencias de medios y menos de juventud, todo él, toda su profunda personalidad, ya estaba allí. 

La noche ya había caído cuando acabó. Tenía claro cual iba a ser la siguiente a ver. No me hizo falta ninguna barra de recomendados. Pero antes dejé pasar algo de tiempo. No es conveniente cambiar de un autor a otro sin hacer un descanso. Fregué la pila de platos de toda la semana, preparé la cena y mientras se templaba recogí la ropa tendida desde hace más de una semana.

La peli, todavía más antigua, duraba casi dos horas. Me dejaría a las puertas del sueño. Una tremenda tormenta de rayos y truenos amenizó casi todo el visionado

- ¡Que película, joder! -dije al terminarla- ¡Qué película, joder! -le dije a la gata- ¡Qué película, coño! -dije mientras meaba.

¡Qué película! Esa era la obra de un maestro en plenitud.

Ya en la cama, con las mantas hasta las narices, la luz apagada, la persiana bajada hasta los topes y el rumor de una fina lluvia lejana pensé: "¡Qué película! ¡Qué películas!" Y me dormí.


Fue un sueño profundo, pero corto. Todavía no eran las cuatro cuando abrí por primera vez los ojos. Luego vería las cinco e incluso las seis. Y cuando estaba cayendo otra vez en lo profundo sonó el despertador y me levanté sin quejarme.


Fue una buena mañana en el bar. Otra buena mañana de fin de semana. Ya son muchas buenas mañanas de fin de semana en el bar. No puede ser una casualidad. Y menos en este mes tan terrible para los bares. 


- Kufisto.
- ¿Qué?
- ¿Te acuerdas cuando veníamos toda la cuadrilla por aquí?
- Sí
- Ha pasado mucho tiempo...
- Sí
- ¿Pero te acuerdas de aquello? ¿Te acuerdas de aquella noche...?
- Sí...Bueno, tengo que irme. Adiós.


Arranqué el coche y encendí un cigarrillo.


La puerta de la cochera se abrió, aparqué en mi sitio y cogí el ascensor.

jueves, 10 de noviembre de 2022

TREINTA AÑOS

 No podría decir el motivo de aquella silente y mutua hostilidad; todo lo más, que ambos éramos jóvenes. Y hablando por mi, demasiado joven. Pero la juventud es inestable, caótica como un problema de ajedrez de Lloyd: esas posiciones jamás se dan en una partida real. Esos problemas de fantástica solución son imaginarios. Un compositor de problemas de ajedrez, por muy bueno que sea, no es un gran jugador de ajedrez. El gran dolor del artista moderno está en la necesidad de extraer belleza del caos, porque del orden, de la verdadera belleza, ya está todo hecho. Pero el caos, el desorden, lo desnaturalizado deja un amplio margen de maniobra. Infinito.

En la juventud la gente se pierde de vista sin darse cuenta. Hoy estamos aquí jurándonos amor eterno bajo la luz de una pálida farola y mañana, tirando una caña de cerveza, nos sorprendemos intentando recordar el nombre de aquella chica. Quizá antes has visto pasar a alguna chica mientras fumabas en la puerta del bar. Y la memoria rebusca y encuentra y te lo trae y sonríes o no y cuando estás poniendo el pincho ya te has olvidado de todo.

¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿treinta años? En todo caso cerca. Treinta años...


Está de baja por depresión. También tiene algunos problemas físicos y anda de rehabilitación, de ahí su venida al bar. Divorciado con cuatro hijos ya mayores de edad y con cuatro o cinco años más que yo a sus espaldas entró al bar recordándome en su mirada. Y hablamos por primera vez. 

La barra de un bar es un gran cosa. Yo estoy dentro y tú estás fuera. Tú pides y yo te pongo. Pagas y te vas. En ese orden.

¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿Un año? 

Nos hemos hecho amigos. No hablamos más que de música. 

Llega al bar como una media hora antes de mi relevo. Le sirvo una copa y enseguida nos ponemos al tema. En mi bar siempre hay música, menos a la hora de los desayunos, claro.

- ¿Sabes qué? -le digo- Ayer puse el "Led Zeppelin IV" a las ocho y cuarto de la mañana. Me saltó una alerta en el móvil avisando que hacía cincuenta y un años de su publicación. 

Hablamos mientras trasiega una copa de Jameson. Hoy ha venido antes. Nos queda una hora por delante. Se beberá tres.

Controla muchísimo de música, me supera, lo reconozco. Ha vivido muchos conciertos que yo no viví, muchas escenas en las que no entré, muchos amigos que no llegué a conocer. 

- ¿Escuchaste el disco que te dije ayer?

No, no lo escuché. Ayer vi algunas cosas pero no esa.

- Pues no, la verdad. ¡Aunque espera, seguro está en el Soptyfi! ¡Coño, joder! ¿Por qué no escucharlo aquí?

Era un crooner americano cantando canciones hard con la compañía de una Big Band: Metallica, AC/DC, Ozzy Osbourne, Led Zeppelin, Guns n´Roses, Deep Purple...

¡Joder como sonaba! ¡Qué arreglistas! ¡qué artistazos!


Pasamos un rato estupendo mientras bebíamos hablando sobre la música.

- ¡Mira, mira, mira -decía excitado- como suena el "Holy Diver" de Dio!

Y empezó a sonar y era tan raro y al mismo tiempo tan bueno que aunque nunca me haya gustado Dio la celebré de corazón.

La hora de partida se acercaba y no tenía ganas de irme. Me eché otra cerveza.

- Joder, qué bien suena esto -dije.
- ¡Te lo dije, coño, Kufisto!
- Y tienes razón...¿Qué vi ayer? No me acuerdo


Llegó mi hermano y tras él una petarda amiga de juventud de mi colega, una de las tías más tontas que conozco. Y no tuvo más remedio que hablar con esa puta loca que esperaba al ignorante que ahora se la folla.

- ¿Y sabes qué? -decía la zorra riente- ¡Ahora mi madre se ha echao la manta a la cabeza! ¡Jajaja!


La tarde era fría, clara y despejada cuando salí del bar para meterme en el coche. 

- Hola, mama.
- Hola, Kufisto. En la cocina tienes el tupper con las judías.

Fui a la cocina. Volví al salón.

- ¿Qué tal?
- Bien...Pero el chico está malo.

El chico es su nieto.

- ¿Y eso?
- Hoy amaneció con fiebre...

Vive para su nieto. Y para sus hijos. Y vivió por su marido. Telecinco acompañaba al brasero eléctrico.

- Ahora voy a ponerme las vacunas -dijo-
- ¿Qué vacunas?
- Las dos. La cuarta del Covid y la de la gripe.
- Joder...Ponte una sola, ¿no?
- Ya, lo que me diga Carmen...Sabes que siempre ha estado muy pendiente de nosotros-
- Pero papa no eres tú...
- Ya...
- Joder...
- ¿Estás bien?
- Sí.
- Me han salido riquísimas. El chorizo que trajo tu hermano le ha dado un sabor...
- Mañana me las como.
- ¿Tú estás bien?...
- Sí 


Se levantó para acompañarme hasta la escalera.

- Oye, mama.
- Dime.
- Ponte sólo una, ¿vale? Y la otra para otro día.
- No sé...lo que me digan. Tu tía se puso las dos el otro día y no tuvo ninguna reacción.


Subí al coche.


En verdad ya ha pasado mucho tiempo.






martes, 8 de noviembre de 2022

NUNCA ROMPE A NADA

En la primera viñeta Filemón reclama a Mortadelo, que aparece en la siguiente disfrazado de monstruo. El jefe cae rodado al suelo con el corazón escapando por la boca y entonces el calvo miserable dice:

- ¡Rayos, jefe! ¡No creía que mi "pesadilla por indigestión de garbanzos" le causara tanta impresión!


Lo peor del día de descanso es ser un día de descanso, de lo que se deduce que lo peor de todo es ser algo.


Dios creó el mundo en seis días y al séptimo descansó; vio que todo era bueno, lo dejó correr y como todo creador se quitó de en medio para estar a otras cosas. Después de eso sólo reapareció cuando nuestros gritos fueron haciéndose tan fuertes y frecuentes como para desviar su atención de lo que estuviera haciendo. Y tanta era su frustración, tanto su odio, que pensó en ser padre de un hijo como última opción antes de acabar con todo. Y mandó al Buen Cordero al mundo para sacrificarlo en bien Suyo y nuestro. Y desde entonces, olvidado en la memoria de su Hijo, vive feliz pintando acuarelas, escribiendo cuentos y dibujando comics por toda la Eternidad. Todo ello sin pretensiones.


No es buena idea dormir al mediodía cuando uno no está acostumbrado a hacerlo nada más que una vez cada siete días. Pero uno se siente tan cansado y el sueño es tan bueno que no puede evitarlo aún sabiendo que pagará peaje nocturno. Con todo y con ello, y tras una tarde-noche lo más aburrida posible, estaba a punto de caer en hora al profundo sueño cuando los telefónicos gritos del vecino de abajo me desvelaron. Hijo de la gran puta. Y desde ese momento que no duró tanto como otras veces, el resto de la noche se transformó en un duermevela en el que vi todas las horas impares de la madrugada en el teléfono, hasta que la los lastimeros maullidos de la gata consiguieron que viera también las pares con sus minutos. Pero no la dejé pasar por muchas patadas que diera a la puerta del dormitorio. Recordaba haberle dejado todo dispuesto por la noche: bebedero, comedero y manta sobre el mullido sillón del salón. "Te jodes"

- ¡Te jodes!


Desperté del todo minutos antes de que sonara el despertador, encendí la luz y enseguida vi que el día ya estaba hecho. Salí de la habitación y no vi a la gata. Encendí un fuego y herví agua para el té. Por curiosidad di la luz del salón y vi a la gata enrollada sobre la manta de mi sillón. Abrió un ojo.

- Hija de puta.

Me lavé. Todavía era noche cerrada cuando bajé a la cochera y tiré para abrir el bar.


Regresé a casa a eso de las nueve y media y me puse a entrenar. A la primera serie me di cuenta de que no iba a ir bien. Por un momento pensé en dejarlo, pero como tantas otras veces me obligué. Tuve que alcanzar la quinta para convencerme de que podría llegar a la novena. Y acabé pletórico; no mi mejor entreno pero sí el mejor en esas condiciones. Y entonces fue cuando tras ducharme me comí una ensalada de garbanzos de bote.

Yo sé, lo sé desde hace tiempo, que los garbanzos cocidos de bote me sientan como una patada en los cojones, pero uno sale a comprar botes de lentejas cocidas y quieras que no también echa al carro alguno de judías o de infernales garbanzos por lo que pueda pasar. Puede pasar cualquier cosa en este mundo, está visto. Hasta que te comas un bote de garbanzos teniendo al lado otro de lentejas. Un día de descanso, un vecino de abajo medio loco, una gatita más puta que su madre, un sueño de discoteca setentera y ya te da igual lentejas que garbanzos. Y como no, el espíritu de la pesadez vino a por mi alma.


Hace años, tampoco tantos aunque no pocos, habría volcado buena parte de mi malestar sobre los clientes del bar. De hecho hoy, nada más volver a él, tuve la tentación al ver a uno de mis clientes, un buen cliente, un muy buen cliente, uno más o menos reciente, un tío muy bien educado y dicharachero, tal vez demasiado, no sé de qué coño va...

Pasó el mediodía, lánguido, para dejar paso a las primeras horas de la tarde. 


El bar estaba desierto. Abrí una cerveza y rulé un cigarrillo. Salí a la puerta.


Nubes bajas, pesadas, de esas que al verlas te dan frío.

- Hola, Kufisto.
- Hola.
- Dame algo.
- Ya te di el otro día.
- ¿Cuando?
- El otro día. No te acuerdas.
- Ah...¿Pero dame algo hoy, no?
- No
- ¡Te la chupo por cinco euros!
- No
- ¡Venga, Kufisto!
- ¿Quieres un bocadillo? ¿una botella de agua? ¡te la doy!
- No...quiero algo
- Pues algo no tengo hoy.


La vi subir calle arriba, errática.


Y me fui a mi rincón, me serví otra cerveza, rulé otro cigarrillo, busqué una canción en Spotyfi y le di volumen antes de salir a la puerta.


Quería oírla bien. Quería oírla bien fuerte mientras miraba a las amenazadoras negras nubes bajas.


Pero al final no rompieron a nada.