jueves, 19 de diciembre de 2013

LIGERA BORRASCA





Salí a pasear, borracho. Estaba lloviendo por primera vez en meses. No me importó. Enseguida vino el dolor a mi talón. Tampoco le hice caso. Pensé en entrar a alguno de los bares que fui encontrándome, pero no lo hice. 

De vuelta a casa, al doblar otra esquina, me topé con ella; "perdón" nos dijimos y seguimos nuestros caminos. Pero nos habíamos reconocido. Ella volvió y me llamó por mi nombre; la oí debajo de mis auriculares; puede que la estuviera esperando.

Nos miramos a las ojos, bajo la débil lluvia de la fría noche, y me preguntó por como me iba. Yo también. Nos mentimos durante menos tiempo del que tardo en escribirlo. Cogió mis manos y me dijo que siempre me había portado bien con ella; la yonki, la que nadie quiere ya. Siempre y bien no es apenas nada para quienes casi siempre han estado bien. Sonreí, le di dos besos y le acaricié la mejilla. Vi lagrimillas en sus ojos. Nos separamos.

Un rato después me decidí a mirar hacia atrás. No vi a nadie. No vi a nadie que deseara encontrar. 

Y pensé en ir a buscarla.

Pero regresé a casa.

Todavía llueve.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

DEAMBULANDO




- Hola, buenas -digo deslizando el papel.
- D5, en la primera planta" contesta una enfermera todavía joven pero demasiado rubia y un tanto bigotuda.

"D5 -pienso mientras subo las escaleras-, ese es el movimiento típico de las blancas para cerrar el centro en la India de Rey..." Me gustaba jugar esa línea cuando llevaba las negras, tan elástica, tan al filo...un tiempo perdido y estabas frito; después (tras una mala racha) me pasé a la Ben-Oni, todavía más movediza. Y allí sigo a pesar de que agarré otra que me condujo a mis catacumbas; en la vida he estado tan abajo de rating. Pero voy remontando y ahora estoy un poco mejor que al principio, aunque lejos de mi mejor momento. Creo que voy a regresar a la India de Rey.

Suele decirse que uno juega al ajedrez como es, y es verdad. Yo, de puertas para afuera, no debería sino abrir de dama con blancas y hacer el espejo con negras hasta donde me fuera posible; pero, sin embargo, hago todo lo contrario: abro de rey y respondo como un vaso roto. Es tan fácil cuando se trata de ajedrez...

Casi nadie responde a mi saludo.

No ha tardado en salir una muchacha alta, con gafas, fea y corpulenta, aunque no repulsiva.

- A ver...¿Luis Nosecuantos?
- Yo
- Pues ahora pasas...¿Antonia Nosequé?
- ¿Sí?
- Detrás...¿Pepe Palotes?
- ¿Uh?
- Detrás de Antonia...¿María Martillo?...

Y así siete u ocho.

- ¿Kufisto Benoni?
- Yep
- Detrás de Mari Carmen

Ya casi que me había olvidado...

- Ehhh...perdón, ¿Mari Carmen...? -he dicho al acabar el recuento.
- Sí, yo
- Ah, vale

"Me cago en la puta...y yo sin el teléfono" me he dicho al ver a los demás hurgando en los suyos.

Deberían ofrecer uno desechable cuando pasas a esos sitios. Aunque fuera de juguete:

"- Perdone, señor...¿lleva su teléfono?
- ¡Anda la hostia!...Lo he dejado cargando en casa...Como iba a llegar justo a la hora de la cita...
- Ya, pero vamos con retraso. Siéntese e intente no llamar la atención"

Bueno, soy de esa clase de personas que puede mirar una pared durante media hora aunque no estoy acostumbrado en hacerlo rodeado de gente...pero al quitarme el abrigo he visto El Aleph. Literal.

No recordaba que mientras había estado buscando la tarjeta sanitaria me había encontrado en su lugar aquel libro de Borges que saqué de la Biblioteca hace unas semanas, y oye, lo uno por lo otro, que seguro ya estaba a punto de sanción, que es cosa curiosa como buscando algo te encuentras otra parecida, y los dientes sanos son para cuando los tuyos también lo están, y en fin...

Sin dudarlo un segundo me he ido al primero, al Inmortal, el que más me gusta.

Al principio no sabía ni como ponerme, no estoy hecho para los ambulatorios; tampoco a leer sentado y menos aún en público. En verdad no sé si lo estoy para algo que no sea poner cervezas, vinos y copas, y esto también es cosa que jamás pensé pudiera hacer cuando todavía tenía esperanzas de ser otra cosa ..."Kufisto Benoni a los quince años leyendo a Hesse en la cocina del bar de su padre mientras espera las comandas"

- ¡UNA DE CALAMARES! - voceaba mi padre desde la barra- ¿has oído, Kufisto?, pasaba el viejo para asegurarse.
 - Ehhh...sí - y entonces Siddharta tenía que esperar cinco minutejos. Aunque algún ojo le echaba durante el tiempo en el que se freían. Me traía loco lo de la apertura del tercero. El de la frente, claro.


Y esta tarde de reloj (que ya era noche de luz) un escritor ha conseguido que olvidara donde estaba hasta el punto de hacerle daño a la rubia embutida en cuero que junto a su marido (o lo que fuera) esperaba turno un par de butacas más allá sin dejar de atusarse la melena y estirar sus ajustados pantalones; quizá, seguro, esperando una mirada deseosa de ese tío raro con un libro en las manos que entró saludando y al que no le hice ni puto caso.

Que te jodan. Sólo durante un rato serías mejor que Borges.

¿El talón?

Bien.

Chapa y pintura.




lunes, 9 de diciembre de 2013

HOLOGRAMAS PÁ LOS POLLOS




Hay noches en las que uno tiene sus puertas mentales como las petardas de couché las de sus coños: abiertas. Pero si las de estas lo están permanentemente (no hay candado que valga contra la ambición, como bien sentenció Gordon Gekko ante aquella estúpida pregunta) no ocurre lo mismo con las mías que, sino blindadas, al menos gastan una contraseña cuyo número creo que he olvidado.

La noche del pasado viernes llegué a casa realmente cansado, puede que no lo estuviera tanto, pero enseguida te acostumbras a dejar de hacer algo mientras sepas que puedes volver a hacerlo cuando quieras, aunque de tanto no hacer termines por no recordar qué hacías, o al menos no sus beneficios frente a la inacción, tan cómoda y segura, tan cálida y acogedora como un sanatorio mental con televisión en lugar de pastillas multicolores: un poquito de suave música relajante, muy repetitiva, y ya puedes olvidarte del mundo. Uno menos.

Y otro día más decidí no salir a andar, ya van dos semanas, puto talón, aunque ayer por la mañana di un breve paseo después de fregar el bar; qué sol hacía...

Pero la noche no es el día, la noche es como la televisión o internet, algo para salir del paso, no para entrar en él; todo te cuesta más, o eso parece, que es como si nada valiera la pena cuando no hay luz, luz de la buena. Quizá por esto nos colocamos cuando falta: para hacer como si estuviera. Aunque no sea lo mismo la mentira que la verdad. No. Ya pueden decir misa negra.

Como lo mío con la televisión ya ha llegado a un punto tal que el que pueda yo tener con una muchacha de Kansas decidí buscar algo en Youtube, algo estrambótico pero no mucho, a mi manera, es decir: que por muy grande que sea la barbaridad lo hagan en pocos planos. Fijos, a poder ser. Y ya si es con una única iluminación, miel sobre hojuelas. Pan blanco, mejor, que a ciencia cierta no sé que son las hojuelas, que no hacemos más que hablar por hablar, o escribir por escribir, como loros mecánicos, El Blues del Loro Mecánico, por Gaylord Focker, ese hombre de nuestro tiempo.

Me decepcionó un tanto no encontrar nada nuevo de mi magufo favorito, David Icke, o si lo había no parecía muy estimulante, como una cena-coloquio en Barcelona donde hablaba y hablaba y comía y comía mientras un chico modernillo traducía sus enseñanzas al español, un sindiós, pero podría haber sido peor: imaginad que lo hubiera traducido al catalán con subtítulos en español. De todas formas, ¿como va a decir alguien algo interesante, siquiera brillante, mientras está comiendo? Además que yo acababa de hacerlo, y eso es como ponerte a ver porno después de echar un polvo. No sé, aquí hay algo que no funciona. Es como si el mundo estuviera empachado.

En vídeos relacionados vi un enlace de un tipo con pinta de raro, español, por más señas; enseguida lo reconocí, era el tío aquel del que hablan en algunos foros, un ex-vicealcalde de Sevilla, profesor universitario, compromisario del Betis y socialista, que lo dejó casi todo después de una iluminación. Y todo cuando estuvo al borde de la muerte por una negligencia médica, algo que, en sus palabras, jamás podrá agradecer al médico que se la infringió, pues fue esa experiencia extrema la que finalmente le dio la fuerza necesaria para cambiar radicalmente de vida.

Estuve a punto de cortarlo incluso antes de enterarme de todo eso, antes de que empezara a hablar. Y la razón fue que lo presentaba una cuarentona fea y delgaducha, catalana (la conferencia era en Lleida, como se empañaban todos en llamarla, hasta el andaluz protagonista), con evidentes síntomas de estar enamorada de él, tanto que daba vergüenza ajena, sentimiento casi tan doloroso como la propia, al menos para mi. La salvó que ya estaba apalancado en el sofá, con el pie en alto y la manta arremetida; en caso contrario, no lo hubiera dudado. Y me lo hubiera perdido, que es cosa de la que cada vez me doy más cuenta: hay que encontrar más que buscar.

Emilio Carrillo, que así se llama, es un hombre con gafas, calvo, de espesas y negras cejas, fibrado, que aparenta bastantes menos años de los que tiene, pues aunque no lo dijo sí lo dio a entender con su afirmación de que empezó a dar clase en 1981, experiencia que (unida a su actividad política) le ha servido para hablar más que correctamente en público: una hora entera estuvo haciéndolo sin parar ni para tomar un sorbo de agua. Al final tenía la comisura izquierda blanca, como los farloperos, pero como el plano estaba orientado hacia el perfil derecho casi que no daba tiempo a fijarte en ella lo suficiente como para olvidar lo que estaba diciendo, que esas también son cosas que pueden echar por tierra a cualquiera, ya esté diciéndote el secreto de la vida: "y el secreto de la vida es..." Y tú mirando el moco que tiene colgando.

Otra cosa fea, y esta desde el principio, era su empeño en el -os, -as, cosa que me saca de quicio, que me provoca mirar al pajarito, y uno está ya harto del jodido pajarraco, coño, échame la foto sin que me entere y déjame tranquilo, hostia puta. Pero al ser la cosa muy etérea, simbólica, pudiera decirse que soñada, era una fórmula que utilizó muy pocas veces, aunque para mi siempre sean demasiadas.

Básicamente, Carrillo dice que todo esto es un holograma, una ilusión de nuestra mente, un juego que de alguna manera aceptamos jugar, una simple plataforma hacia otras dimensiones que van alcanzándose con la muerte, que no existe, pues somos hijos de Dios (no lo dice así aunque no se corta en utilizar cierta terminología cristiana) y como tales somos inmortales, pensamiento que por sí solo basta para que hasta el burro agudice las orejas; burro que según él también es divino, al igual que las piedras y las flores, y cualquier cosa que exista: todo proviene del Padre (así lo dijo y me dejó bastante loco viniendo de él; puede que se le escapara) Pero su idea última, su idea abismal, que diría Zaratustra, es que todo lo que nos pasa es porque queremos que nos pase.

Y así empezó el coloquio posterior, con esa primera pregunta formulada por un parado de cuatro años; muy educadamente, eso sí, que esto es Cataluña, o Catalunya, sí, que aquí ni queriendo te puedes hacer el diferente, o no todo lo que quisieras: "¿estás diciéndome que yo quiero estar así?" A lo que llegado su turno de responder a las diferentes preguntas (buena táctica para enfriar la temperatura) le respondió afirmativamente, cosa que le dio la oportunidad de contar lo duro que es decir eso a los padres que han perdido algún hijo; tanto que alguna vez han estado a punto de partirle la cara.

El porqué esto es así ya no lo recuerdo, y aunque lo recordara no sabría decirlo. Ahí todo eran dimensiones extra-sensoriales, espíritu, vibraciones, matrices holográficas que se descomponen y cosas por el estilo, es decir, que no son para ti. Pero si todo eso lo vistes con la no-muerte, con la vida eterna, es más fácil que te hagan caso. Otro gallo cantara si después de todo eso dijera: "Sí, amigos y amigas, todo esto es así. Y una vez muerto no hay más" Entonces, probablemente, te partirían la cara hasta los que ahora se ponen por medio para evitarlo.

Finalmente terminó leyendo algo que había escrito ex-profeso para la ocasión, algo bastante malo; y así, aplaudido por casi todos y vuelto a besar por la enamorada anfitriona, acabó la conferencia. Me fijé en el barrido que hizo la cámara: los únicos que no aplaudían eran los de la última fila, aquel parado entre ellos. Pero el resto, mujeres en su mayoría y algún que otro viejo, parecían muy contentos. Y contentas.

La tarde siguiente, la del sábado, fue una verdadera locura en el bar, un no parar de poner cubalibres a diestro y siniestro. Y en esas andaba cuando me vino a la cabeza lo del holograma, lo de Matrix, lo de que todo eso era lo que quería cuando dos borrachos llegaron a sus mujeres que ya llevaban un rato en la barra, dos gorditas cuarentonas con pinta de zorras que pasaron de ellos como de comer mierda. Yo, entre flexiones y carreras, no hacía más que echarles el ojo de los tambaleantes que iban, tanto que parecía milagro no se les cayeran las cervezas que les habían pedido sus mujeres viendo el estado que se habían buscado; más aún cuando justo al lado se encontraban unos coleguillas que ya habían empezado a meterse la directa. No pasó nada, que es lo mejor que puede pasar cuando eres tú el que está detrás de la barra. Volví a acordarme del holograma a la cuarta o quinta vez que se acercó uno que me mira como si yo fuera juez de instrucción, no sé qué coño le pasa aparte de que parece tener una vida sexual al nivel del de las piedras pómez, no hace tanto que pasé uno de mis más engorrosos ratos de vergüenza ajena viéndole sonreír como un huelebragas a una cincuentona divorciada más mala que el baladre y más puta que María Martillo; sólo hacía eso, sonreírle como si fuera su madre, completamente borracho, la otra acabó por reírse en su cara y estuvo un rato jugando con él, hasta que llegó otro que prometía rabo duro. Tuve tiempo para ver como se retiraba hacia el salón no sin antes despedirse educadamente con la misma sonrisa. Ya a punto de irme, de escabullirme, me cogieron por banda en la puerta, "¡TÓMATE ALGO CON NOSOTROS, KUFISTO, CABRÓN!", "no, que mañana...", "¡AAAAHHH...ERES UN MIERDER!" Eran las siete y media de la tarde y ya iban como deberían estarlo a las de la mañana, si es que resulta necesario ponerse así. Y yo, que no me hace falta ni que me toquen las palmas y más cuando acabo de cruzar la meta a trescientos...me fui.

E hice lo mismo que la noche anterior, igual, pero esta vez era en Valencia, y no sé qué cojones pasa allí pero se oía ruido por todos lados, chicos corriendo y gritando, portazos, gente que llegaba tarde a la conferencia, siseos, micrófonos que no funcionaban...el pobre Emilio, un tanto desmejorado, parecía un poco incómodo, la verdad, tan acostumbrado al silencio y a la meditación. No sé en qué vibración fluirá Valencia, pero seguro que no es la mía. Probé en otra, en Granada, casi en su tierra, aunque seguro que se llevan a matar, que aquí nadie aguanta a nadie. Pero, ay Dios, cuando vi aparecer a la presentadora, micrófono en ristra...un par de barriles de cerveza de los que se pinchaban con el espadín vestida con algo que parecía un pijama.

- Hasta aquí hemos llegado, Emilio. La forma y el fondo, colega...La forma y el fondo.

Los catalanes tendrán sus cosas, pero al menos intentan hacerlas bien. Y mi madre, que pasó allí su más tierna infancia, no habla más que bien de ellos. Aunque, como decía Michael Corleone, los tiempos cambian, que no hace falta ser Agamenón para darse cuenta de eso.

Ancha es la puerta de la perdición y estrecha la de la salvación.

O algo así.

Yo, a mi rollo.




miércoles, 4 de diciembre de 2013

HISTORIA FALLIDA




Aún con todo lo que me ha pasado después, recuerdo perfectamente la desazón que me entraba al ver como algunos (pocos, todo sea dicho) intentaban tirar por tierra a aquellos que yo leía entonces, tan tierno; tanto que cada paja era una escalera al cielo, como esa que han construido en Australia, como aquella canción de Led Zeppelin.

Yo, señor, no soy malo, tampoco bueno, pero en lo referido a lo literario...qué quieres que te diga: me gusta lo mejor. Y esto se calibra cuando están muertos todos los que pudieron catarlo: un escritor, uno bueno, siempre es póstumo. No es tanto que el tiempo ponga cada cosa en su sitio como que van muriendo quienes creyeron que mejor podría haber sido de otra forma; algo que es tal que el hijo enseñando al padre.

Me llevaban los demonios al encontrar una mala palabra sobre Cervantes, o Dostoyevski, o Hesse, o...ninguno, que esa fue mi Santísima Trinidad cuando todavía estaba en aquel BUP del que únicamente salí para quedarme en el primer trimestre de esotro COU: "Cinco muy deficientes, un insuficiente (en inglés), y un notable (la nota más alta de la clase) en Literatura -me dijo Esperanza, mi joven maestra de inglés...- ¿por qué haces esto, Kufisto?, ¿por qué quieres dejarlo?"

Pues no lo sé; no llegamos a follar por cero coma, ahora tendrá cincuenta años, si los tiene...Qué poco faltó cuando aprobé el examen del coche en aquel noviembre...

Dice Cervantes que no se puede escribir con el estómago vacío, que el gobierno de la cabeza se lleva con el de las tripas; y esta verdad, como tantas otras que dijo como llovidas, no lo es tanto a la contraria, es decir, llenándolo, pues entonces te embotas y los cuatro pájaros de hogaño se convierten sin remisión en los cerdos del Tío Gilipollas Tarradellas, ese que ahora va de revolucionario. 

Anoche llegué a casa con toda la historia del día en la cabeza, únicamente había que escribirla bien, ordenarla, u ordeñarla, que diría Arrabal, ese genio. Y era tan buena...hubiera quedado tan bien...con ese sentimentalón final que tanto gusta...Pero ya estaba medio borracho, tenía mucha hambre y cené mejor, tanto que se me fueron las ganas de todo lo demás. Y hoy, al acordarme, me ha venido a la quijotera su autor, mi maestro, y mejorándolo digo que el rollo es escribir con la digestión hecha; todavía más: mejor de vacío que de lleno, como suelo hacerlo antes de darle marcha al puto colon... Así que llené la tripa que cagué sin escribir lo que soñé. Y después me dormí.

Veo mis papelotes de ayer y ya no sé como darles forma, sentido, es un laberinto; como si hiciera trampas, como si no tuviera que ser, como si engañara a alguien, como si perdido un segundo, perdida una eternidad...¡Oh, y qué bien me hubiera salido sin haber comido!

Ahora es otra cosa, uno aprende, como esta mediodía con los pies, tres días doliéndome los talones, tres días comiendo mierdas de ibuprofenos, tres días equivocándome...

- ¿Enrique? - mi médico.
- Dime, Kufisto
- Hola...pues...no sé...que me duelen los talones
- ¿Ah, sí?

Yo estaba empezando a volverme medio loco, acabo de cumplir los jodidos cuarentas, ¿y porqué coño tienen que dolerme los talones, hostia puta...Precisamente llevo una semana sin andar ni hacer ni el güevo, me cago en satán...

- Pues tómate unos antiflamatorios, ibuprofeno está bien, cuatro o cinco días, dos o tres tomas..."

No problem, son mis amigos.

Y este mediodía, como la otra mañana en la copistería de la que os hablé, haciéndolo con otro, he ido a caer en el poblema...

- Me pasa esto. Y tal.
- Me cago en Dios, Kufisto...
- ¿Qué?
- Que eso fue lo mismo que me dijiste hace un año