jueves, 20 de septiembre de 2012
MI TESORO
Existen cosas que deseas existieran y desconoces su existencia: bien pudiera ser que exista todo lo que deseas.
Solo tienes que buscarlo. O encontrarlo.
Y esta mañana, cuando han anunciado la audición del Anillo sin palabras, he encontrado una de ellas.
Si uno lo escucha en su versión original, en alemán, puede resultarle algo cargante, fatigoso, como si al leer el Quijote te encontrarás en otro idioma desconocido los diálogos que van sucediéndose y no pudieras saltártelos, sino que tuvieras que leerlos aún sin entender ni media palabra, provocando un cansancio que no te dejaría disfrutar plenamente la parte en español, la que entiendes.
Aprender alemán ya es poco menos que imposible, o mejor dicho, algo a desechar, que no me va quedando tanto tiempo para según qué cosas, aunque creo haber escrito aqlguna vez que me encantaría leer el Zaratustra en su lengua original, no por snobismo, sino porque es un libro tan hermoso aún en español que leerlo en su lengua original debe ser algo parecido a hacerlo con la Palabra de Dios: otra historia. La Vulgata está bien, pero quizá solo porque desconocemos el original.
Sí, podría agenciarme un resumen del contenido, tal vez el diálogo completo y memorizarlo, pero no creo que funcionara, el oído estaría demasiado en donde no tiene que estarlo, y la música, lo mollar, perdería su magia, porque también la voz es música y hay que escucharla en su tempo, sin retrasos por la traducción...no sé, es complicado.
Así que si no puede entender lo que dice el Quijote prefiero saltármelo, que no por leerlo iba a entenderlo, y eso es cosa de tontos.
El comienzo del Anillo, su introducción con esa música lejana que se acerca aunque no lo demasiado rápido como para aplacar la curiosidad causada, es tan sugerente, tan hipnótico que deseas no acabe nunca, escucharlo para siempre, por toda la Eternidad. Ese fraseo, tal que una letanía sin palabras, como deben hablar los dioses, como ola eterna que solo va y pasa sin resaca alguna, es algo tan indeciblemente bello que atrapa en uno tus cinco sentidos.
Mientras la escuchaba esta mañana he vuelto involuntariamente la vista hacia la tierra del camino, y no para evitar piedras, que iba caminando como un autómata, sino porque esa música te obliga a ello, a bajar la cabeza, que es como uno absorbe lo grande, tal que si estuvieras en presencia de un dios, como si estuvieras delante de Dios.
La música de Wagner es tan grande, tan trascendente, que uno debe estar fuerte para soportarla, o al menos haberlo sido, porque en caso contrario, simplemente, no puedes con ella: es demasiado pesada.
Uno puede escoger una parte y escucharla una y otra vez, pero si te atreves con el todo te aseguro que acabarás tan cansado como para esperar un tiempo prudencial antes de volver a él, que somos fuertes pero no dioses. No hay un solo descanso en el Anillo, no hay tiempos muertos en los que puedas desembarazarte de él durante un rato. Es tal su mayestática continuidad, su perenne fluidez que no puedes ganar la orilla para descansar un rato, porque si lo haces ya no podrás volver al río, ya será otro río. Y lamentarás haber perdido al primero por tu flaqueza.
Tuve que levantar la vista al darme cuenta que había regresado a la ciudad, y al hacerlo solo vi monos y monas, monos en sus coches, monas fumando a la puerta del trabajo, monos gritones y gesticuladores, monas que arrastraban sus bolsas de comida. Pero no fue como otras veces, como cuando tu mono te incita a desear, o a odiar, o a hacer como que pasas de todo, no...yo iba como flotando, tranquilo, relajado, viendo sin mirar, como si fuera la primera y la última vez que pasara por allí, como si todos aquellos monos y monas no pudieran hacerme ni bien ni mal, aunque quisieran, nada, más intocable que invisible, como el fuego, como una llama que anda tranquila, una llama que no sirve para quemar, una llama que no vale para ver, una llama inútil...pero fuego, después de todo.
Duró poco, volví a ser un mono, que las llamas se apagan si no se juntan con otras, y entonces recordé que tenía que comprar el pan, los ajos y el aceite de oliva, que otra cosa no tendremos los monos pero estómago...a veces pienso que es lo único que tenemos.
Encontrarlo y bajar la cabeza, puede que quedarte quieto, tal vez arrancarte los pies...a veces existe lo que deseas.
Maldito estómago.
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El anillo de los Nibelungos. Wagner.
ResponderEliminarSi a este tío, se le hubiera ocurrido nacer en el siglo XX, más concretamente en el 1973, otro gallo nos hubiera cantado a los metaleros.
Al menos, no se nos habría ninguneado con programas como Aplauso jjajaja. Saludos tron.
Siempre se ha dicho, eso de que es el padre del jevi, y de ser padre de alguna música moderna sería de esa, seguro. No es mal padre, no...
EliminarSaludos, kolegón