viernes, 31 de marzo de 2023

DE TU GRAVEDAD

 Recuerdo bien aquel dibujo de Newton bajo el manzano; no tanto si la manzana todavía estaba colgada de la rama del árbol, o todavía a medio caer o ya caída. Creo, supongo, que sería esta última cosa. Y ahora que lo pienso estoy casi seguro de haber dibujado un chichón. 

Me encantaba aquel dibujo. Yo no era bueno dibujando pero ese me salió bien.


Fui a comprar unas zapatillas, antes de ayer. El tío que me atendió, un profesional algo mayor que yo, enseguida me reconoció. Y no más de diez minutos después salí de allí con unas zapatillas nuevas en la bolsa, unas zapatillas estupendas por sólo sesenta euros tras la rebaja del 30%

Y ayer, al amanecer, me las calcé después de la ducha y tiré hacia el bar.

Hay pocas cosas mejores que estrenar un calzado nuevo. Uno anda por ahí como si andar fuera cualquier cosa; hasta que se pregunta si no habrá llegado la hora de cambiar el calzado. 

Buen calzado. La salud entra por los pies.

Salí del bar y marché a las afueras para darles un buen meneo y comprar algunas cosas. Todavía no estaban ajustadas al pie. Lo menos cuatro veces paré hasta darle el toque justo a los cordones para el empeine.

- "Buenas zapatillas -pensé- Me siento bien"

"Me siento tan bien que parece como si todo estuviera controlado"

Pero no basta un buen calzado. 

No.

La manzana sigue cayendo sobre tu cráneo. 

Y de tantas manzanas caídas sobre tu cráneo tú ya no sabes qué cojones hacer contra la fuerza de la gravedad.


De tu gravedad.



martes, 28 de marzo de 2023

PUES VENGA

 Mirado sin acaloramientos, con pensamiento lógico o mejor aún, aplicado, la verdad es que una historia bien montada lo aguanta casi todo. Un poco como pasa con "Pulp Fiction" o todavía más con "JFK": la primera es inverosímil, casi fantástica, y la segunda no deja resquicio a la duda; pero ambas dos mantienen el tipo ante el paso del tiempo y de la vida. Y todo gracias al montaje.

¿Cuando debe nacer un buen dios? en el primer día que el sol remonta el vuelo. Y aquí hay lugar para una pregunta o, mejor dicho, una cuestión: el sol no remonta nada, el sol sigue su camino, pero el ojo del observador no puede abarcar todo el arco. El ojo del observador, utilizado a la máxima potencia, sólo puede mirar desde sí mismo.

Es como la escena del baile en "Pulp Fiction" vista desde detrás de la cámaras: la maravillosa canción resuena entre los ecos del decorado, ves a Tarantino haciendo el mongo tras las operadores de cámara, los extras que están fuera de plano y también a John y a Uma clavando una de las tomas de la memorable escena: no hay planos cortos, no hay sonido editado, no hay intimidad. Pero de eso se encargará el montador. Tal vez quienes vivieron esos momentos lo prefieran a lo que luego vieron; pero quienes no lo vivimos no tenemos lugar a la duda.

"JFK" va a degüello desde su inicio. Toma partido. Todo está claro. El resto es tan sólo una lucha por atraer y convencer. Y perdiendo, gana. Tal y como el juez Garrison le dice a su hijo pequeño que esté presente cuando muchos años más tarde se abran los archivos secretos. "Mantén la fe. Pase lo que pase" De eso se trata. Aunque los supuestos archivos secretos puestos a disposición del público sean algo así como un mal chiste. A nadie le importará ya aún cuando pudieran ser los verdaderos. Pero mantén la fe.


Los profetas, esos hombres enloquecidos por el dolor, anunciaron la venida del Señor. ¿Y por qué la anunciaron? Porque era su analgésico, su "Painkiller" frente a la extrema dureza de la vida en aquel tiempo donde la canción de los Judas Priest hubiese pasado por una tonadilla. Real o no, vivida o no, los montadores hicieron su trabajo; deslabazado en muchas ocasiones, sí, de acuerdo, pero nunca aburrido. Resultaba poderoso, fuerte en su odio primario. La gente, el pueblo, estaba más jodida que una mujer de la limpieza en un garito de pijos drogados bailando rocanrol de los cincuenta.

Y entonces fue que llegó Pablo, el Apóstol, el caído del caballo en un ataque epiléptico, el único que no había estado con Él. ¿Quien es Pedro en la historia? Nadie. Pedro, figura clave del Cristo, no es nadie al lado de Pablo. No es Travolta, no es Kevin Costner, no es Samuel L. Jackson, no es Donald Sutherland...¡ni siquiera es Patricia Arquette con su piercing lingual para mejorar las felaciones! Pero a Pablo le han reservado un papel: el del señor Lobo, el que soluciona problemas mientras va conduciendo por ahí a toda hostia.

Es un tío duro, uno que pone las cosas claras. "Esto se hace así y esto no se hace así. Y si queréis salir vivos haced lo que os digo" 

- ¿Y por qué? No me gusta que me hablen así.
- ¿Y como tendría que hablarte si llevas a un soldado romano reventado para quitarlo de en medio de cualquier manera? Venid.


- Hay un Dios que vela por nosotros, aunque no lo parezca a vuestros ojos. Es un Dios incognoscible, un Dios errado a vuestros ojos; también, ¡ay!, a los míos, pero a veces le veo. Y es un buen Dios. Es el mejor Dios. No hay como otro Él.
- ¿Sí? ¿Donde está?
- Murió
- ¿Murió?
- Sí, murió, pero resucitó.
- ¿Resucitó?
- Sí. Salió de entre los muertos.
- ¿Y tú lo viste?
- Le he visto. Y a veces habló con Él
- ¿Y qué te dice?
- Que por muy buena que sea la historia que tengas en tu cabeza es mejor encontrar a un buen montador. 
- ¿Montador?
- Sí...Un buen montador. ¿Oye, tú has leído a Ezequiel?
- No, no sé leer.
- Bien...Muy bien. ¿Tú crees en mi?
- Sí.
- Pues venga. 




domingo, 26 de marzo de 2023

REMEMBER

- ¿Qué tal está, padre?
- ¿Y tú que crees, Kufisto?
- Bueno...Sé que está muerto.
- Sí, morí hará algún tiempo. Eso es verdad. 
- Sí, me lo dijeron.
- Te lo dijeron...
- Sí.
- Y tal vez yo ya estaba muerto cuando tú todavía habrías podido creer que seguía vivo.
- Puede. Me lo dijo un compañero de colegio una tarde que vino al bar. 
- ¿Quien?
- Tejero.
- ¡Ah, sí...! Buen chico, buen estudiante.
- Sí. Ahora da clases en su colegio.
- Ya.
- Se casó y tiene un par de hijos, niño y niña si no recuerdo mal. Hace tiempo que no le veo por el bar. Claro que mi turno es matinal desde hace años.
- Sí.
- Sí. Lo llevo mejor. Me gusta más.
- Claro.
- La noche en un bar es complicada.
- Ya.
- Ahora la llevan mis hermanos pequeños.

- Me acuerdo de la última vez que le vi por aquí. Vino acompañado por una pareja, supongo que una sobrina o sobrino...
- Sí.
- Usted estaba ya muy enfermo.
- Sí.
- ¡Pero se tomó un par de ginebras con cocacola! ¿Lo recuerda?
- Sí.
- Jajaja...¡Qué gusto me dio verlo aquella noche, joder! 
- Sí, recuerdo como me mirabas.
- ¡Y como no iba a mirarle! ¡No le quité ojo en todo el tiempo que estuvo sentado en una de las mesas de nuestro bar! Recuerdo pensar: "cuando se vaya tengo que decirle algo" ¿Se acuerda de lo que le dije? Yo no me acuerdo.
- Sí, recuerdo lo que me dijiste al darme la mano.
- Y yo su respuesta final y última, ya en la puerta de salida y apoyado en los brazos de sus acompañantes. 
- ¿Te dolió?
- No.

- ¿Usted se esperaba esto?
- Lo que yo esperaba de ti te lo dije cuando te equivocaste.
- Sí, lo recuerdo.
- Eras bueno en una cosa y te empeñaste en no serlo. 
- Sí. Supongo que llegué al punto crítico leyendo demasiadas novelas.
- Novelas y lo que no fueron novelas.
- Claro.


- ¿Qué es la muerte, padre?
- La muerte, Kufisto, es recordar.

viernes, 24 de marzo de 2023

Y NO ME HAGAS HABLAR MÁS

 Y dijo Dios: "¡Hágase el mono!" y creó al mono. Y viendo Dios que el interés del mono por su Creación se reducía a meneársela dijo: "No es bueno que el mono este solo. Me aburro" Y creó a la mona, que fue agradable a los ojos del mono. Y se conocieron, y se conocieron, y se conocieron...Bueno, eso estaba algo mejor, pero también de esto Dios se cansó. "Hay que hacer algo -pensó- Parecen tontos. Ahora es preciso joderlos"

- ¿Veis aquel árbol? -dijo Dios.
- ¿Qué árbol? -dijo el mono.
- (Joder) ¡Cual va a ser! ¡Ese grande que hay plantado allí! ¿No lo veis? Ese de alta y frondosa copa ahíta de frutos.
- Ah, sí -respondieron mono y mona, sobándose.
- ¿Como que "ah, sí"? ¿Y qué es esa falta de respeto? ¿No os he dicho mil veces que cuando os dirijáis a mi habéis de hacerlo como "Señor"?
- Perdón, Señor.
- ¡Y dejad de sobaros! ¡Estoy harto de veros sobándoos!

El mono y la mona dejaron de sobarse. 

- Bien -prosiguió Dios- Vais a volverme loco...¡Escuchad! ¡Ese árbol del que os hablo...!
- ¿Árbol? -inquirió la mona que, risueña, volvía a enganchar el incansable pijo del mono.
- ¡La madre que te parió! ¡En qué hora se me ocurriría! ¡Quita la mano de ahí, zorra descompuesta!
- Oiga...-empezó el mono a decir.
- ¡Leches! ¡Callaos y escuchadme! ¡Y llamadme Señor, joder!
- Vale, vale, Señor -respondieron al unísono, asustados.
- Bien -dijo Dios con voz muy seria- Pues escuchad ahora, hijos míos, que lo que voy a deciros es una cosa muy importante...

Y Dios esperó alguna reacción en sus criaturas y no vio ninguna.

- ¿Pero habéis oído lo que acabo de decir?
- Sí, Señor.
- ¿Y os quedáis igual?
- Ehhh...
- ¡Esto es importante, joder! ¡Deberíais mostrar interés, no sé, algo...!
- ¿De qué, Señor?
- ¡Del árbol, coño! -bramó Dios- ¡Del árbol grande, del puto árbol que he plantado esta mañana...! - Y Dios se calló.
- ¡Ahhh! -dijo la mona.
- ¿Ah, qué? -dijo Dios, cauto.
- O sea que ese árbol lo has puesto hoy.
- S-sí...Sí, ¿qué pasa?
- Nada -respondió la mona mirándole a los ojos con media sonrisa- Nada...

Y Dios se turbó y los dejó estar por aquel día.


A la mañana siguiente Dios regresó y les habló.

- Buenos días, hijos míos -dijo como un cura.
- Buenos días, Señor - respondieron desperezándose.
- ¡Ejem...! ¿Qué tal estáis?
- Bien
- Eso está bien...
- ¡Oh, perdón! ¡Estamos bien, Señor!
- Bueno, bueno...No pasa nada, es igual...¿Qué planes tenéis para hoy?
- ¿Planes? -dijo el mono casi riendo.
- Sí. Planes. Qué vais a hacer y tal...

El mono rió ya bien despierto y Dios apartó la vista. Pero la mona dijo:

- Me gustaría ver aquel árbol.
- ¿Qué árbol? -respondió el mono.
- Pareces tonto -dijo la mona- ¡Qué árbol va a ser! ¡Ese del que el Señor nos habló ayer!
- ¿Ayer? Pero nena, nena...
- ¡Quita ya!

Y Dios sonrió.

- Os advierto, hijos míos -dijo Dios- Podéis comer de cualquier árbol menos de ese.
- ¿Comer?
- ¡Ah, sí! -dijo Dios. Y entonces fue cuando en un momento creó el hambre.
- Estoy un poco raro -dijo el mono mirándose el miembro monil.
- Eso es porque necesitas comer algo -dijo la mona, que las cogía al vuelo- Ven, vamos a dar un paseo.
- Yo os digo, hijos míos -dijo Dios- No comáis jamás de ese árbol, jamás. Es un árbol venenoso, muy venenoso...¿Lo entiendes, hija mía? ¡Nunca comas de ese árbol! 

Y la mona cogió al mono de la mano y guiñiándole un ojo a Dios se perdieron en el jardín.


- Amada mía -dijo el mono- Esto es muy raro.
- ¿El qué, mono mío?
- Pues todo esto; que tenga hambre, que no se me levante el pijo...
- Venga, venga...No pasa nada, no te sofoques. Enseguida encontraremos algo de comer.

Pero ningún árbol tenía fruto alguno. 

- Me muero de hambre -dijo el mono casi llorando.
- Espera un poco que ya casi estamos -dijo la mona- ¿No lo hueles?
- ¿El qué?
- ¡Pero mira qué manzanas hay allí!
- ¿Manzanas?
- ¡Sí! ¡Manzanas!
- ¿Manzanas?
- ¡Oh, que tonto eres! ¡Comida! ¡Eso te pondrá el pijo fuerte otra vez!

- No sé si...-dijo el mono relamiéndose.
- ¿Qué? -dijo la mona.
- Pues que...ufff. El Señor nos dijo que no podíamos comer de este árbol y...no sé.
- ¿No tienes tanta hambre? 
- Sí, me muero de hambre -dijo el mono mirándose el pijo.
- Pues agarra una manzana y cómela.
- Ya -dijo el mono- Para ti eso es fácil de decir. 
- ¿Fácil? -dijo la mona, escandalizada- ¡O sea que yo soy menos que tú por haber sido creada después?
- No, no es eso.
- ¡Y entonces qué es!
- Pues que el Señor nos dijo que de este árbol no habíamos de comer.
- ¡Ja! ¡El Señor! ¿Pero tú qué eres? ¿un mono o un gusano? ¿Y tu pijo? ¿No piensas en tu pijo? ¿Acaso crees que voy a estar con un mono al que no se le levanta?
- ¡Pero si no hay otro!
- ¡Y tú qué sabes!

Y entonces, para espanto de ambos, habló una serpiente emboscada en una de las ramas.

- Ella tiene razón, mono -dijo- No eres el último mono del mundo. 
- ¡Qué!, ¡pero si estamos solos!
- Come de la manzana y serás el único mono del mundo para ella. Para siempre.

El mono lo pensó.

- No -dijo en noble arrebato de pijo flácido- No. Estoy cansado, muy cansado...Ya es suficiente.
- ¡Ah! -gritó ella. Y cogió una manzana y la mordió- ¡Come, imbécil!

Y el mono comió, y la serpiente se esfumó entre rayos y truenos.

- ¡Ah, hijos de puta! -tronó la voz del Señor desde una nube- ¡Ahora sí que voy a divertirme! ¡Ahora vais a saber lo que es bueno! Pero antes de mandaros a tomar por culo ven acá tú, pecadora, maldita por los siglos de los siglos, que tengo que decirte un par de cosas.

- No vayas -dijo el mono-
- ¡Quita!


Al rato volvió.

- ¿Y qué te ha dicho? -dijo el mono ya tirado en una especie de erial.
- Nada...Que a follar y tener hijos.
- ¿Hijos?
- Hijos. ¿Como va el pijo?
- No muy bien. Estoy sin fuerzas desde que tengo hambre.
- Pues ya estás tardando en salir a cazar, tontaina. 
- ¿Y eso es todo lo que te ha dicho? -preguntó el mono.
- Sí -dijo la mona- Y no me hagas hablar más.

miércoles, 22 de marzo de 2023

AQUEL AZUL DEL CIELO

 Abrí la puerta de casa pensando que la gata todavía estaría tumbada en el sofá del salón. Y así fue; cuatro horas habían transcurrido desde mi marcha y allí seguía ella. Nos miramos, encendí el ordenador, salí al pasillo, dejé la chaqueta en el perchero y fui a la cocina para echar un buen trago de agua antes de ponerme a escribir. Y allí estaba ella, desperezándose, estirándose.

- Hola -dije no muy sorprendido.

Agarré la garrafa de agua no sin tirar un cazo al suelo. La gata salió disparada. El ruido es malo. Hasta el que uno mismo causa aún sin darse cuenta. 

Ruido. Ruidos nocturnos. Ruidos internos, ruidos que no permiten tu descanso por muy agotado que estés. Ruido en tu cuerpo y ruido en tu mente. Ruidos.

Y casi a porrazos acabas por romper la puerta del sueño para encontrarte con más ruidos. Y despiertas. ¿Despiertas?

Todos esos ruidos de la noche pasada van contigo mientras caminas somnoliento hacia el bar cargando con la bolsa de trabajo. Pero hay un nuevo escenario ante tus ojos: pasos de cebra, coches que circulan y trabajadores andantes, algún paseante tirando de su perro. Es un nuevo amanecer. ¿Un nuevo amanecer? Joder, parece un chiste. un nuevo amanecer...

Tres horas después acabo el primer tiempo y regreso a casa. La gata me recibe maullando. Dejo la bolsa en la cocina con ella acariciando mis pasos. "Ya, ya..."

Miro en su habitación. Sí, no tiene comida. Soluciono el problema, apuro el cigarrillo y me voy al dormitorio. Ya no hay maullidos. Sólo queda el ruido. 

Dos horas que pasan como el audiolibro de un tartamudo. No espero a que suene la alarma. Me ducho, como algo y regreso al bar.

Los escasos clientes te hablan de sus problemas mientras van trasegando cervezas: un marido inútil, una cuñada malmetedora, un hermano cabrón...todo eso. Escuchas, asientes y apenas dices nada. Pero es tan grande el ruido, el agobio mental, que vuelves a buscar refugio en una cerveza.

Y entonces todos se van y tú ya te quedas solo con tu whisky.


La tarde lucía espléndida cuando salí del bar. Apenas un leve manto químico blanqueaba hoy el azul del cielo. 

Aquel azul del cielo...

domingo, 19 de marzo de 2023

PUES SÍ

 César entró al bar para desayunar en compañía de su ex-novia. Un tanto sorprendido pregunté qué iban a tomar; él pidió café y un par de porras y ella, tras pensarlo un poco, se decidió por un vermut blanco con una gota de ginebra.

- ¡Pero nada, Kufisto, sólo un toque! 

Ya. Las diez de la mañana. La verdad es que César tenía cara de haber pasado mala noche; ella no tanto, aunque decir esto de una viciosa no sea gran cosa. Con todo la copa le vino larga y mi amigo tuvo que ayudarla para darle fin. Estaba claro, se daban cuenta, que tenían que irse. ¡Y no es que hubiese mucha gente en el bar y ellos desparramando, no! César es uno de esos tíos a los que uno le dejaría con toda tranquilidad las llaves del piso, el cuidado de la gata y hasta la tarjeta bancaria. He conocido muy poquita gente tan íntegra como él. Por eso fue que me sorprendió tanto su relación con esta zorra descompuesta. 

- ¡...Kufisto! -oí la voz de ella bajo el estruendo del extractor de la cocina donde andaba preparando el sofrito para el arroz del mediodía.
- ¡Voy!

Y ya salía a la barra cuando la vi diciendo que se iban.

- Vale, vale...que se dé bien.

"Que se dé bien" Jajaja...Un poco cabrón. 

La conozco bien. La conocí mucho antes que César. Y por eso me sorprendió tanto que se liara con ella, aunque sólo fue un año pero convivido, cosa que ya alcanza los límites de lo increíble. En verdad puede ser que realmente no conozca al buen César pero...¿quien conoce a nadie?

Por gusto salí de la cocina tras darle unas vueltas al pimiento. Les vi cruza el paso de cebra y tirar calle arriba, sin duda hacia el garito de los colombianos, un sitio nauseabundo. Pobre César. Lo que consigue la soledad.


- ¡HOOOLA, KUFISTO!
- ¡HOOOLA, OSCAR!

Hoy fue él quien saludó primero, nada más cruzar la puerta del bar. Venía con su padre, como siempre, un amigo de la infancia. Hacía un mes que no le veía; a veces no quiere salir de casa si hace mal tiempo. Con apenas trece años es un pianista estupendo: interpreta partituras clásicas con pasmosa facilidad. Pero lo mejor es cuando improvisa sus cosas en el piso de sus padres: es un "piano air" verdadero que llega a emocionarte.

- ¿Lo de siempre, Pedro? -le pregunté a su padre, un hombretón que en un arrebato de furia sería capaz de partir en dos a Cristo bendito.
- Sí...¡no! Hoy me vas a poner un vermut con un poco de gaseosa.
- ¿Y como va eso, Oscar? -le dije. 
- ¡Bien! -respondió mientras su padre intentaba enseñarle otra vez a quitarse el abrigo.
- ¡Pero deja de mirar el teléfono!

Jajaja...

- ¿Has felicitado a tu padre, Oscar? 
- Sí -dijo su padre- Es lo primero que ha hecho. ¡Aunque ya lo hizo anoche antes de acostarnos! ¡Jajaja!

Oscar acabó pronto con su botella de agua y dos bolsas de patatas fritas. Y ya nervioso se acabó la visita mientras su padre y yo hablábamos de coches.

- Dile adiós a Kufisto -dijo su padre poniéndole el abrigo.
- ¡ADIÓS, KUFISTO!
- ¡ADIÓS, OSCAR!


El mediodía del bar llegó hoy mucho más que tarde el solar. Precisamente ayer se lo dije al buen César, eso del verdadero mediodía. Pero ya eran casi las dos y no había humo que festejar.

De pronto, como siempre, el delirio: todos al mismo tiempo. ¡Hasta los padres de Sonia! pero sin ella.

Y volé. Volé tras la barra como esas águilas del documental que a primera hora me había obligado a parar un poco la tarea. Era impresionante. Era algo que había que ver por más pulgas y sofritos que hubiera que preparar.

El águila volaba buscando comida en las invernales montañas austríacas. 

- Joder.

Y de repente ve cuervos. Comida. 

- El 90 % de la alimentación de las águilas en invierno es carroñera -decía la voz en off.

Y allí se lanzaba. A muerte.

Todos los cuervos se apartaron del zorro muerto.


- ¡Ya está bien! -dijo un amigo cuando ya lo tuve todo recogido.
- Pues sí -respondí echando un trago de cerveza.


Pues sí.

jueves, 16 de marzo de 2023

ME HE DEJADO LAS LLAVES EN EL BAR

 Cerrar los ojos no es dormir pero tampoco estar despierto. Bueno, en realidad uno no cierra los ojos, cierra los párpados, cierra la puerta (niña) por donde entra la luz que ilumina tus pupilas, pero se entiende, ¿no? Hay tantos escritores quebrados de la cabeza por encontrar la palabra ya no adecuada (chispa) sino justa que acaban por trasladar su cansancio a quienes los leen. Uno de ellos, por cierto, es mi escritor favorito; pero no puedo leerle más de media hora. 

El ciego llegó al bar el primero. Eran las ocho menos cuarto de un templado amanecer que prometía un día espléndido.

- ¡Hombre, Paco! 
- ¿Se puede?
- Claro, coño. 

Habían pasado como tres semanas, un período de tiempo casi bíblico para nuestros días de hace tantos años.

Era cosa de la espalda, según dijo; cuarenta años sin ver por más que abras los párpados dan para caminar con problemas en la columna vertebral, "la espalda"; más aún cuando hace no tanto te operaron de una cadera en la Santa Seguridad Social (S.S.S) y andas a la espera de que tengan tiempo para hacer algo con la otra antes de la ansiada invasión extraterrestre.

En fin, que Paco, Francisco (yo no soy el padre de ese hijo), reapareció por el bar tan hecho caldo que aparentaba diez años más a los muy representados sesenta que no tardará en cumplir con mucha suerte. Con todo, desayuno bien, a su estilo; esto es, engullendo. Freud, siempre sexual, diría que al quedarse ciego en la adolescencia sustituyó el impulso del bajo vientre por el del alto. Y quizá tenga razón. Pero tampoco hay que ir a estudiar a Salamanca para colegir algo así. Es como en las novelas de Agatha Christie: si las lees como un escritor albañil vigilado por una mente capataz no las disfrutas.

Volví al piso, encendí un cigarrillo y miré algo en la Red en vistas de que hoy no iba a poder darle puñetazos al saco que tengo colgado en el dormitorio. Ayer estuve en mi podólogo de confianza, lo llamé el lunes al llegar a casa tras bajar de los molinos con un dolor del cojón en la ¿almohadilla? del dedo gordo del pie izquierdo. 

- Tienes una ampolla sanguínea -dijo.
- Ah...

Me hizo un poco de daño y unos cuantos consejos; le di las gracias, pagué cuarenta euros a la recepcionista y regresé a pie a casa. Ya va para un mes que estoy sin coche. Tal vez para el verano esté reparado. Los mecánicos, los seguros, las petardas que ni saben echa el freno de mano a sus coches hasta que, resignados, bajan solos las avenidas hasta estamparse con el mío, tan bien aparcado en la puta puerta del bar.

Todavía no eran las once y ya había comido y fumado el pito de rigor para mitigar un tanto el dolor en el pie. Me sentía muy cansado, casi enfermo, y me fui a la cama con dos horas por venir. 

"Duerme...duerme..."

No dormí. No vale cerrar los ojos (¡los párpados!) para dormir. Pero cerré los ojos.

Era la una del mediodía cuando regresé al bar después de haber pasado por el estanco y la farmacia de confianza que, por cierto, parecía estar en modo "Acorazado Potemkin" Tanto que olvidé pedirles ibuprofenos y amoxicilinas. Veintiún euros con cincuenta por Betadine, pomada cicatrizante y tiritas especiales. "Con este dinero -pensé- un jubilado se lleva la farmacia entera"

Mentiría si dijera que estaba jodido de ánimo. ¡No! ¡Estaba hasta bien! Una mediodía soleado por un sol no frío, un sol calentador, un sol radiador, un sol primaveral, un sol de esos que te instan a creer que eres más que una maldita cebolla.

El cerramiento de ojos (de párpados) había funcionado con la ayuda de la buena ducha, de la santa agua (¡¡¡agualll!!!) que un día de estos nos llevará a viajar por el inodoro.

Y bebí. A eso de la hora nona y ya con todo recogido subí en el coche de un amigo.


- Joder
- ¿Qué?
- Me he dejado las llaves en el bar


martes, 14 de marzo de 2023

Y ENTONCES LO SUPE

 Hacía tiempo desde la última vez que vi a Gonzalo en el bar. Hará nada, un par de días, que lo recordé: "¿qué raro? -pensé- ¿estará ingresado?" Y hoy reapareció en mi vida a eso de las tres y cuarto de la tarde.

Le vi llegar. Hoy ha hecho bueno, la puerta estaba abierta y yo estaba sentado al final de la barra, frente a la puerta. En la distancia me pareció aún más delgado; caminaba parsimonioso el paso de cebra con las gafas de sol puestas; entró al bar, saludó y fue a sentarse conmigo.

- Hola, Gonzalo.
- Hola, Kufisto.

El tío de la prensa que había venido a cobrar la semanada y de paso echarse un tercio se hizo a un lado más allá. La gente prefiere evitar a los tipos como Gonzalo. Quizá yo también lo haría si mi sitio no estuviera detrás de la barra. No es peligroso, está medicado, pero claro, es un enfermo mental y eso echa para atrás. No es como la pobre gente disminuida que encima andan varados en sillas de ruedas conducidas por otros, no; estos al menos crean una especie de conmiseración hacia su persona aunque sólo sea por la ausencia de peligro. Pero un loco, un loco al que algunos conocieron cuerdo, es otra cosa. Un loco puede hacer daño. 

En mi caso no lo conocí cuerdo, y ya van más de diez años. Él tiene 41 y yo pronto haré los cincuenta. Siempre he sentido una cierta simpatía por esta gente, quizá porque me siento más cercano a ellos que a los otros. Después de todo y visto lo visto es casi un milagro que todavía no esté como ellos.

Lo suyo, según cuentan, fue por las drogas. Se quedó, como se dice y como todos pudimos quedarnos. Le tocó a él.

Es un chaval alto, bien formado, de complexión atlética y rostro anguloso y marcado, la nariz recta, el típico tío que atrae a las chicas. Y seguro que las atrajo. Pero de eso no queda nada. Ahora está demasiado delgado, cada vez con menos pelo y encima, loco.

- ¿Café? -pregunté.
- Sí.

Se lo puse descafeinado tal y como llevo haciéndolo desde hace años. No se da cuenta. Por otra parte tampoco creo que lo hiciera el 75 % de mis clientes. El café descafeinado ha mejorado mucho de sabor y la peña anda tan vacunada y empastillada que ya no saben qué meter a sus cuerpos para no morirse de asco.

Hablamos. Habló. Gonzalo coge carrerilla y es mejor dejarle hablar su pausado deje, lineal y desconcertante. 

No te mira a la cara mientras habla salvo que tú, por decir algo, comentes en modo "estoy escuchándote" y entonces levanta la vista, pesada por la medicación, y te mira un tanto sorprendido, como si no recordara haber hablado para otro. A veces sonríe. Y resulta una sonrisa maravillosa.

Tiene la tez de quien ha bebido fuerte durante mucho tiempo a pesar de que él no bebe ni gota de alcohol. La fuerte medicación está jodiendo sus órganos. Tiene menos pelo, ya casi está calvo en el frontal, aunque no creo que le importe. En todos estos años jamás hemos hablado de tías, o al menos no en el sentido habitual. Es un chico muy espiritual, sensible, y cercano a todo aquello que tenga que ver con los más aguzados sentimientos siempre y cuando sean de noble índole. Le he visto llorar por el recuerdo de una muchacha de parecida condición que conoció ya sin estar bien y con la que durante algún tiempo mantuvo una relación religiosa. Y también le he visto a punto de perder el control un mediodía de domingo en el bar. Aquella vez estuvo a punto de liarla parda. Pero lo contuve sin violencias, se fue y como resultado pasó un par de meses en el psiquiátrico. 

- ¿Nos fumamos un pito, Kufisto?
- Claro.

Salimos afuera. El cielo estaba cubierto a modo de chemtrails.

- Ya están fumigando otra vez -dije- Por esto hace calor otra vez.
- ¿Qué? -respondió
- El cielo fumigado. Veneno. Chemtrails. ¿No has visto nada de eso?
- No

Él tiene otro pensamiento. Gonzalo quiere salvar al mundo de lo que se avecina en base a ciertos conjuros, péndulos y experimentos que lleva a cabo en la habitación de la casa paterna. Tiene fijado el fin para el 2073, si mal no recuerdo.

Siguió a su rollo, hablando de un extraño dinero con el que pudiera haber correspondido a sus padres, un dinero que no había llegado por esas cosas de la vida y sus ingresos hospitalarios.

Vi llegar a mi hermano en su coche. Gonzalo siguió hablando cuando nos saludó para darme el relevo.

Cogí la bolsa de trabajo ahora rellenada con unos tercios, me despedí de mi hermano y salí afuera.

- ¿Te vas? -dijo Gonzalo.
- Sí.

Y entonces pensé que sigo estando sin coche y que diez minutos andando con unos kilos en la mano ya es algo que está empezando a inflarme los cojones.

- Oye, Gonzalo.
- ¿Qué?
- ¿Has venido en el coche?
- Sí.
- ¿Puedes acercarme a casa?
- Claro

Cruzamos los pasos de cebra. Alcanzamos su coche. El asiento estaba atestado de mierdas que poco a poco se encargó de desbrazar.

- ¿Paso ya? -dije viendo los dos cojines.
- Sí, pasa.

Me enseñó un cenicero portátil regalo de su hermana.

- ¿Pero estos coches nuevos no llevan cenicero? -dije.
- No.

Tardó un buen rato en meter la llave en el contacto mientras me explicaba el curioso cenicero, tanto que empecé a sudar por no bajar las ventanillas. El coche había estado al sol y eso era como un horno a baja temperatura. Al final metió la llave en el contacto y pude bajar la ventanilla. Y arrancó.

- Te digo -dije- A la derecha.

Siguió hablando de aquel dinero perdido que hubiese podido mitigar el esfuerzo de sus padres.

- A la derecha, Gonzalo. Hacia el...

Pero se despistaba. Íbamos a paso de camello pero él continuaba dándole vueltas a aquel dinero salvador, a aquel dinero con el que habría podido hacerle frente a sus padres.

"Me cago en Dios" - A la derecha otra vez.
- ¿Qué?
- Que a la derecha otra vez, Gonzalo.
- Vale.

Sin dejar de hablar de aquel dinero perdido esperó la incorporación hasta que le animé a ello en vista de que no venía ni Dios por el otro lado.

- Y ahora a la izquierda.

Y entonces estuvimos a punto de estrellarnos con el que venia de frente.

"Me cago en Dios"

Gonzalo tenía clavado aquel dinero. Clavado en el alma.

- Tira de frente.
- ¿Donde decías que era?
- Al lado del súper.

Llegamos. Llegamos.

- Oye, Kufisto -dijo
- Dime, Gonzalo.
- Gracias.
- No, hombre. Gracias a ti, que me has traído.
- No, no...Gracias.




domingo, 12 de marzo de 2023

WHAT YOU´RE PROPOSING?

 


- Hoy no vendrá -le dije a mi amigo.
- Espera un poco, hombre. Todavía es temprano.

La una y medía. Hora casi límite para ella y sus padres.

- No, no va a venir. Este fin de semana me voy a quedar sin ver a Sonia.
- ¿No vinieron ayer?
- No.

No sé qué hado me instó a buscar en Google imágenes de Sonia Marmeladova. Sorprendido de mi mismo por no haberlo hecho nunca antes tecleé el nombre en el buscador. Y allí estaba ella, en la segunda imagen. No miré más.

- Joder -musité- Es ella, sin duda. Es la mujer de Raskólnikov.

Tal fue la súbita emoción que poco faltó para que una lágrima escapara de mis ojos. Claro que yo no estaba ni medio bien, no tan mal como al principio de la jornada en el bar pero gracias al ibuprofeno tomado un par de horas a modo de último recurso había conseguido liberar el cuerpo y la mente de buena parte de los dolores traídos por una noche muy mal dormida. Tanto fue el efecto de la medicina al cabo de una hora que casi lo tuve por milagroso. "Algún día -pensé al sentir la mejoría- escribiré una loa al Ibuprofeno a modo de Padrenuestro"

"¿Y como es -me dije sin apartar la mirada del teléfono, olvidado de todo- que nunca jamás se me había ocurrido mirar por la imagen de Sonia Marmeladova, la chica de Raskólnikov?" 

Conforme a lo previsto no vi a Sonia. Y el mediodía pasó sin pena ni gloria.


A las tres y media entró una mujer con su hijo, un chico de apenas ocho o nueve años que andaba como un viejo de ochenta o noventa. La madre lo sostenía del brazo izquierdo mientras él caminaba a caderazos, como un lagarto. Ella saludó con acento del Este y fueron a sentarse en una de las mesas del vacío salón. Me fijé en su buen culo magníficamente torneado por los vaqueros. En la barra mis tres clientes seguían a su rollo, hablando de la música rock que estábamos escuchando, atropellándonos los unos a los otros entre memorias y recuerdos.

Salí de la barra. Pregunté qué querían.

Ella me habló sonriendo de patatas con delicioso acento eslavo. Era una mujer de treintaitantos años muy bien llevados, piel finísima, rostro ovalado, pómulos salientes y sonrosados, ojos claros y grandes tras unas gafas de montura fina, dorada, y larga melena lacia de color rubio ceniciento; la mirada clara y fija, confiada, fuerte y suave al mismo tiempo; los labios espléndidamente dibujados como en base a sus ojos. Pero era la piel del rostro lo que más llamaba la atención.

Le dije la verdad, que no tenía patatas fritas ni nada de eso. Y conforme se lo decía pensé que iba a levantarse para irse a otro bar donde sí las tuvieran, pensamiento que no me desagradó pues ya no tenía ganas de hacer nada, me quedaba poco para acabar el turno, la conversación del rock con mis amigos cerveceros de los domingos iba tan en viento en popa como de costumbre y pronto nos pasaríamos al whisky y entonces Dios sabría qué más entre canciones de Thin Lizzy, Led Zeppelin, UFO, Deep Purple y los Stones; más aún cuanto que a ojos vistas el chaval no debería estar muy cómodo, pues también parecía mostrar signos de cierto retraso mental.

- ¡Ah! -dijo ella- ¿Un montado o algo?
- Puedo haceros una tosta de jamón...ibérico -añadí en modo precaución.
- ¡Ah! ¿Y de tomate?
- ¿Tomate?
- Sí, sólo tomate.
- Sí, puedo hacérosla.
- Bien. Dos. Y dos cocacolas. Y un café. Cortado. Gracias.

Me puse a ello. Entró otra cuadrilla de buenos amiguetes un tanto pasados. Uno de ellos se había quedado sin batería en el coche y ya que estaban con todo lo necesario para solucionar el problema pues qué menos que antes de hacerlo meterse unos tiros, unos cafés y unas copas rápidas en el bar de Kufisto.

- Tómate un chupito, Kufisto.
- No, que estoy liao.
- ¡Pero qué liao si no hay nadie!
- Sí hay, sí.

Serví las tostadas bien esmeradas. De regreso a la barra oí a uno de mis amigos decir algo de un concierto de Status Quo en Puertollano, uno de hace mil doscientos años.

- ¡Me cago en la puta! -grité fuerte entre los gritos de los otros- ¡Pero si Status Quo fue el primer rocanrol que me hizo volar la cabeza! ¡Mirad, hijos de puta!

Y fui al ordenador para buscar "What your proposing?" Sí, aquel fue el primer rocanrol que me voló la cabeza.

- ¡Hooostia, Kufisto!
- ¡La puta! ¡Cuanto tiempo!

Le di caña.

Poco después la cuadrilla marchó a lo suyo y nos quedamos los de la barra, ya más tranquilos.

La mujer se levantó de la mesa.

- ¿Qué debo? -preguntó.
- Nueve con diez.
- ¿Puedo pagar con tarjeta?
- Claro.

Cogí el terminal y se lo acerqué; pasó la tarjeta y esperamos la aprobación sin que ella me mirara. Y entonces fue que vi la cruz que llevaba colgada del cuello. Una cruz leve, dorada.

- Correcto.
- Gracias.
- No hay de qué -respondí con mi mejor sonrisa.

Ella no sonrió. Ni me miró. Fue a por su chico, le ayudó a levantarse y agarrándolo del brazo salió del bar.


- Buen culo -dijo uno de mis amigos una vez que ella estaba fuera del bar.
- Joder, menudo culazo -dijo otro.
- Sí -dije yo-...¿Un poco de Black Sabbath?
- Venga.






 

sábado, 11 de marzo de 2023

SÚPER

 - Mira -le dije- eso que dices me recuerda algo...Es una escena de la tercera temporada de "True Detective" El detective negro (papelón, por cierto) está hablando con alguien, una conversación íntrospectiva, uno de tantos magníficos diálogos, monólogos más bien, de los que están bien provistos las tres temporadas. No recuerdo con quien hablaba ni a cuenta de qué, pero sí de una frase que me quedó grabada. Venía a decir algo así como que él antes de ser padre no le tenía miedo a nada ni a nadie pero que todo eso cambió al otro extremo con el nacimiento de su primer hijo. Y que le costó Dios y ayuda sobreponerse a la idea, a la responsabilidad, al terror que conlleva transformarse en padre.
- Sí -respondió él- Así es -Y añadió una frase de Bill Murray en "Lost in translation" que yo no recordaba y ya he olvidado.

El chaval entró al bar, me saludó, pidió un café y enseguida habló de la madrugada pasada en una rave. Se había ido a dormir a las nueve y ahora, a las tres y media de la tarde, a trabajar su turno en la bodega. Pidió una piedra de hierbas y siempre dirigiéndose a mi nos contó su noche pasada.

El chaval ya tiene treinta años que todavía no aparenta. Guapete, malote de buen corazón y no demasiadas luces, convive con su madre viuda y en sus ratos libres saca a pasear al perrazo y a veces nos encontramos cuando regreso al pueblo tras bajar de los molinos. Él siempre me saluda por mi nombre e intercambiamos un par de frases típicas al cruzar nuestros caminos. 

Es amigo de mi hermano pequeño. Una nochebuena mantuvimos una conversación mientras se cerraba el bar. De esto hará no sé, ¿seis, siete años, ocho? Yo, claro, estaba bebido pero no tanto como para no hilvanar un cierto sentido de la vida al chico que escuchaba con atención, ya huérfano de padre en aquel tiempo. Y desde entonces hasta hoy.

La rave había sido la hostia, los chavales ahí en medio del campo, el musicón, todo dios poniéndose, buen rollo...Había pillado medio pollo de speed y todavía le quedaba mitad, así que tampoco había sido una cosa muy extrema pero con todo y con eso no había dormido bien.

- ¡Será que ya tengo treinta años! -dijo
- Bueno -dije yo- Con treinta años yo ya estaba casi cadáver para esos esfuerzos. Y ahora a punto de cumplir los cincuenta ni te cuento. 

El chico se vino arriba y orgulloso empezó a contarnos sus detenciones y retiradas de carnet, las peleas con los polis, las noches de calabozo y los juicios rápidos, todos arreglados, y ahí se atrancó.

- ¿Por qué, Kufisto, mi palabra vale menos que la de un poli?
- Porque la palabra de un poli vale más que la tuya o la mía cuando se está delante de un juez.
- ¡Pero él también me pegó!
- Nunca le pegues a un poli. 

Pidió otra piedra de hierbas y pasó al water.

- ¿Sabes? -le dije mientras tanto a mi amigo- Nunca hablé con mi padre hasta que la enfermedad cayó sobre él. Quiero decir, nunca hablé en el sentido de padre a hijo, o hijo a padre. Tuvo que llegarle el cáncer para decirnos las cosas. Claro que no soy padre ni creo que vaya a serlo; hoy por hoy me resulta una idea casi lovecraftiana, pero quien sabe...Y mi viejo enfermo, con los ojos brillantes, me decía lo que fue tener con él a uno cualquiera de sus cinco hijos, acariciarlos, "esa piel tan fina", verlos crecer uno tras otro, el mayor con el pequeño y el pequeño con el más pequeño y el más pequeño con el otro todavía más pequeño...Y así hasta el final. Y entonces, una de esas tardes, le escuché decir como en sueños que uno no sabe lo que es la vida hasta que es padre; que desde ese momento todo se transforma; que los chicos que ves por ahí dando guerra, los chicos que tanto te jodían, son reflejos de los tuyos, y entonces los miras a todos al modo de las abuelas, que todos los chicos son suyos, que todos los chicos tienen cien mil salvas antes de castigarlos...
- Así es, Kufisto -dijo mi amigo- Yo lo soy de tres y cuando vi salir la cabeza de mi primera hija fue un antes y un después. Sí, ya son mayores, viven su vida y no me necesitan...¡Coño! ¿Sabes lo que me dijo el otro día mi hijo? "Papá, no bebas tanto" ¿Como te comes eso? ¡Pasar de que tu padre te diga que no bebas a que lo haga tu hijo!

Nos reímos. El chaval salió del water tras meterse el resto del medio pollo de speed.

- Bueno, Kufisto, me voy a currar.
- Venga, tío. Quien no valga para gallo que lo capen.
- ¡Jajaja! ¡Eres el mejor, Kufisto!
- Venga
- ¡Adiós!
- ¡Y haz las cosas bien!
- ¡Claro!


- ¿Un chupito de whisky del barrilete? -le dije a mi amigo. Miró el reloj.
- Vale.


Súper.

miércoles, 8 de marzo de 2023

LA SOMBRA

 No debería haberme puesto esta camiseta. No deja transpirar el sudor. No es la primera vez que me pasa. 

Claro que cuando la extraje del árbol eran las siete de la mañana, yo todavía estaba a medio despertar aún recién salido de la ducha tras otro mal dormir y no es cosa de andar tonteando desnudo a esa hora; y además me gusta aunque no me siente bien. Como tantas otras cosas.

La duda estuvo en los calcetines. Ya me había vestido y sólo quedaba calzarse los pies. Tenía dos opciones: o los de tipo ejecutivo de propaganda de Martin Miller o uno de los Nike que le compré al negro. Hasta hace un par de semanas no lo hubiese dudado, pero los de la ginebra ya tienen un roto delante y resultan molestos si un dedo queda atrapado en él. Con todo los preferí; ya van para tres semanas sin coche y el camino hasta el bar, aunque corto, se hace largo a esas horas de la mañana, más aún si vas cargado con la bolsa de trabajo. El truco está en ponértelos del revés para que el roto no caiga sobre el dedo gordo y no estirarlos demasiado, tan sólo lo imprescindible para cubrir toda la pantorrilla sin que se caigan como todos. Son, eran, unos calcetines magníficos que poco a poco han ido perdiendo fuerza; pero aún son los que más tiempo aguantan mi paso sin caerse hasta los tobillos.

Fue al mediodía, a eso de la una de la tarde, cuando nada más regresar al bar y quitarme el jersey me di cuenta de que olía a sudor. Bueno, había una barra por delante, hoy es miércoles y no sen preveían aglomeraciones, como así resultó. De hecho la única mesa que hube de atender fue la de dos parejas de funcionarios jubilados progres entusiasmados por el día de la mujer.

Mi amigo llegó hoy algo más temprano de lo habitual, cosa que me sorprendió lo suficiente como para (en aras de nuestra mutua y reciente confianza) quebrantar una de las pocas leyes sagradas del camarero. Contestó que tenía cita con la psiquiatra (cosa normal) pero que también tenían que meterle un dedo por el culo a modo de comprobación rutinaria. Le serví un pacharán, abrí un tercio y reanudamos la conversación de todos los días una hora antes del horario previsto.

No recuerdo como llegamos al tema de los toros, que el politizó a las primeras de cambio. Es algo consustancial a ellos: todo pasa por el tamiz de su ideología. Y aunque lo trató con cierto respeto por sus contadas experiencias no por ello dejó de añadir los típicos lugares comunes al tema, no en el aspecto animalista sino en el social, recurso que con toda tranquilidad tiré abajo con los primeros tragos de cerveza y mi experiencia en el tema. 

Pero fue en la segunda ronda, hablando yo de José Tomás, cuando definitivamente me fui arriba de forma que resulta difícil explicar. Yo mismo me daba cuenta de la pasión de mis palabras. Casi podía verme en los ojos de quien escuchaba casi estupefacto. Yo, que sí, que me han gustado mucho los toros pero que hace años, ¡años, quizá una década!, no he visto una corrida ni en televisión, ahí estaba, bregando por algo que ya no me interesa, defendiendo el pasado, mi pasado, aquello que alguna vez amé tanto..."¡Dios -pensé- y esto con dos putas cervezas!"

Mi amigo se fue a que le metieran un dedo por el culo y otro en la cabeza y nos despedimos hasta mañana. Todavía quedaba una hora para irme. Y me eché un whisky pensando en el obligado paseo que me faltaba por dar.

Mi hermano llegó, cogí la bolsa y eché a andar.

El viento pegaba fuerte, de cara; el cielo, entre sol y sombra.

Sin pensarlo bajé la avenida siempre enfilando hacia la carretera. Llegué a los institutos y me sorprendió hacerlo tan pronto. Otras veces he ido por el lado equivocado. 

Pasé todo el camino elucubrando en comprar tan sólo lo imprescindible para el bar. Los diversos productos se alborotaban en mi mente como pruebas de acusación.

Llegué al mayorista en mucho menos tiempo y compré lo justo. Y a modo de camello salí de allí con la bolsa sobre mis hombros.

El viento me empujaba hacia delante. Salí de la carretera y alcancé los aledaños del parque. El sol poniente proyectaba mi sombra sobre el suelo. Y entonces me di cuenta.

No dejé de mirarla. Lucía bien. Miré mi sombra durante todo aquel trecho del camino. Era yo cargado con una mochila a la espalda. Era yo caminando cansado y dolorido. Era yo de regreso haciendo lo no que no hubiera querido hacer.  

Llegando al pueblo sentí un dolor en el pie izquierdo. Sin lugar a dudas un dedo de los pequeños había atravesado el agujero del gran calcetín de Martin Miller. Miré donde apoyarme y no vi ninguno. Anduve un poco más hasta los bancos adyacentes al instituto.

Un chaval flirteaba con dos chicas quince metros más allá. Dejé caer la bolsa, me quité la zapatilla y ajusté el calcetín de Martin Miller hasta hacerlo caer entre dos dedos minúsculos, dos dedos que a veces valen más que ver cortar dos orejas a José Tomás en Las Ventas.


A veces, casi nunca.

domingo, 5 de marzo de 2023

¡GOOOLLLLL...NOOOO!

 Fui guardando todos los sobrantes de la semana en el bar. Creo que fue el miércoles cuando lo pensé: "¿Y si el lunes se los echo a los patos?"


Hoy dormí lo de dos días. Anoche acabé realmente cansado. Cada vez me pesan más los domingos. Trabajo demasiado.


Terminé por levantarme y me fui de bancos. No entiendo como la gente puede trabajar en esos sitios. Claro que hay mucha gente y no conozco a nadie.


Comí y volví a dormir. Me despertó una llamada desconocida. Era la compañía telefónica. Una chica. Le compré un seguro para el móvil.


"Venga, al parque" me dije.


Cogí el bolsón de churros descongelados, me despedí de la gata y marché hacia el parque.


Era una tarde esplendorosa, brillante, amarilla y azul, de esas que uno va empezando a apreciar. Me encaminé donde los patos y sólo vi a unos pocos. Pensé que los demás despertarían enseguida.


Partí en dos una de las veinte o treinta porras y la tiré al agua. Un pato gordo nadó hacia ella sin mucho entusiasmo. La olisqueó y se largó por donde había venido no sin causarme un recuerdo de infancia, de cuando uno rezaba a Dios con fervor antes de dormir por meter un gol decisivo en el partido de mañana.



Dejé el bolsón colgado de un madero del cercado, salí de allí y regresé a casa.






¡MAU!

 - ¿No decías que no? -le estaba diciendo un amigo a otro en la puerta del bar cuando salí cargado con la bolsa de trabajo, ahora con unos tercios de cerveza en su interior- Pues mira, ¡está lloviendo!
- Bueno, bueno...Llover lo que se dice llover ná de ná, porque esto y ná es lo mismo.
- Bueno, sí...chispea. ¡Pero ya huele a humedad!
- Sí -dije yo- En el campo ya se estará notando el olor a tierra mojada.
- ¡Qué exageraos!
- Me voy chicos. Buen servicio.
- Adiós, Kufisto.
- Adiós. ¡Y que viva Deep Purple!

Eché a andar de vuelta a casa aún con el regusto del extraordinario chupito de whisky en la boca. Fue él quien minutos antes nos había conducido a una especie de kairós colectivo gracias al efecto que desencadenó en la mente de uno de nosotros.

- Oye, Kufisto, ¿te puedo pedir un favor? 
- Dime
- ¿Puedes poner "Lazy", del "Made in Japan"?
- Joder que si puedo. Si no es mi favorita de los Purple está entre ellas.

El acuerdo fue general. Los cuatro aplaudimos con palabras la revelación sufrida por el colega. Subí el volumen. En el salón sólo había una mesa ocupada por el hermano mayor de uno de mis amigos, el cuñado, las mujeres, una chica joven y otra severamente discapacitada en silla de ruedas, una muchacha adorable que no deja de sonreír mientras mira hablar a los demás con la mano de su hermana sobre la suya, manos que no dejan de estar en contacto en ningún momento.

Y "Lazy" empezó su carrera de diez minutos como siempre empieza, con toda tranquilidad.

- Unos chupitos del barrilillo, Kufisto. Y ponte tú uno.

Eran los terceros suyos y el primero mío. Antes habían pasado como seis o siete cervezas por sus gargantas. La mía sólo había trasegado con dos.

La introducción de "Lazy" te deja tiempo y espacio para hablar de ella. Y eso hicimos. 

Ellos tres eran niños que apenas habían aprendido a limpiarse el culo cuando la canción se publicó; yo todavía no había nacido.

- ¡Miramiramira...! -dijo uno a cuenta del órgano Hammond de Lord. Es curioso; muchas veces, al escuchar música en compañía de otros, no decimos "oyeoyeoye" sino "miramiramira" Resulta como si sólo pudiera apreciarse del todo con la ayuda del sentido de la vista, como si las ondas de la música se pudieran ver. Es extraño, casi cuántico. Pero cuando Blackmore entró en acción anunciando el riff que iba a venir en respuesta al fraseo de Lord una especie de silencio reverencial fue cerrando nuestras bocas hasta que al fin llegó y toda la tensión contenida estalló en una especie de largo orgasmo musical en el que no faltaron los consabidos "diosss", "joooder", "aaarrrgh", y casi, "me corro" que acabó con el último minuto de caricias y sus consecuentes palabras de amor eterno. 

Los dos hombres a punto de jubilarse, los dos hombres de la mesa del salón, adolescentes y rockeros cuando la canción salió, sonreían.


Cien pasos más allá del bar la gris tarde dominical cayó sobre mis ojos con mucha más fuerza que las perezosas gotitas de lluvia sobre mi cabeza. 

Diez minutos más tarde estaba en casa.

- ¿Qué hay, bonita? -le dije a la gata que como siempre estaba esperándome cuando abrí la puerta.
- ¡Mau!




viernes, 3 de marzo de 2023

¿QUÉ ME ESTÁS CONTANDO, KUFISTO?

 - Me jubilo en un par de semanas -dijo el cliente.
- Enhorabuena -respondí.
- Cuando me tocaba...
- Ya.

Yo sabía por donde iba. Callé y esperé.

- Cuatro ingresos en los últimos seis meses -continuó.
- Algo he oído -confesé sin preguntar.
- La próstata...-le dijo a su cerveza- Tan cerca que estaba de jubilarme y llega esto...

Tiene mala cara. Uno está bien mientras su rostro no esté gris. Pero cuando las mejillas adquieren el tono de la ceniza es que la cosa va mal. "Polvo eres y en polvo te convertirás"


Cliente del bar durante años dejó de venir tras la reapertura post-COVID en la que cambiamos el planteo de las tapas en vista de la paranoia generalizada y (por qué no decirlo) aprovechar el momento para dejarnos de problemas. Fue una decisión arriesgada que salió bien. 

Trabajador del hospital, solía venir al mediodía en compañía de una madura psicóloga de muy buen ver y mejor fantasear (Esther, la de las palas separadas) y un doctor de mi mismo nombre, un tipo que daba el pego de contertulio invitado a "Saber vivir" Evidentemente, y como demostró el tiempo, no lo hacían por mi si no por la tortilla de patatas; pero quieras que no hicimos una cierta amistad: salíamos a fumar, charlábamos, bromeábamos y reíamos entre calada y calada, excepto mi tocayo que no fumaba y no siempre estaba presente. La relación, más bien, era con la pareja que no era tal, aunque siempre pensé que estaban enrollados. Después de todo él tenía fama de haber sido un figura, no se conservaba mal y ella, más joven y también divorciada, no parecía haber transitado ondas muy distintas, al contrario. Un amor maduro. Un folleteo otoñal, alegre y despreocupado. 

A veces era Esther, la de las palas separadas, quien llegaba la primera. Entonces yo, ante su sempiterna sonrisa, tonteaba con ella de alguna manera. La verdad es que estaba estupenda para su edad; tenía el cuerpo de una mujer veinte años más joven. Y lo sabía. 

Una mañana se lo pregunté y me dijo que hacía gimnasia, salía en bici y también senderismo de montaña en alguna que otra escapada. Tremenda mujer. Tremendas piernas. No te perdía la cara en ningún momento; no desviaba la mirada en ningún instante. Esther, la de las palas separadas, también era psicóloga. Y los psicólogos son así, o al menos la inmensa mayoría de los que he conocido, aunque siempre desde detrás de la barra y nunca tumbado en ningún diván. 

Pero estábamos en hoy...


- ...y llega esto -le decía Claudio a su cerveza- y todos los planes se van a la mierda.
- Sí -dije yo casi aguantándome la risa a causa de un viejo recuerdo que tomó por asalto mi cabeza- Mira, te voy a contar una cosa.

- Recuerdo un día. Era el solsticio de verano. Aquella tarde acabé borracho y no tuve más remedio que irme a casa. Por entonces yo estaba en un mal momento, pero era joven, apenas treintaipocos años, y todavía podía soportar estar bebiendo por ahí. En fin...que me fui a casa cuando aún era de día y desperté a eso de las tres de la madrugada. ¿Te has despertado alguna vez en mitad de la noche estando todavía medio borracho? Es horrible, inhumano: sólo pensar que faltan horas para la salida del sol es algo que te vuelve loco...
- Sí, te entiendo...
- Pues eso. Me levanto de la cama, voy al salón, enciendo un cigarrillo, cojo la botella de agua y un par de ibuprofenos, pongo la televisión y veo un programa de aquellos de llamadas que presentados por una tía buenorra te incitaban a llamar para la resolución del resultado de un problema matemático muy sencillo en apariencia...
- Jajaja...
- Y tú estás ahí medio en pelotas por el calor, derrumbado en el sofá, sudando como un pollo, reconcomido aún por el reciente fracaso de tu última relación que tanto te ha dolido...
- Ya...
- Y ves a ese pedazo de tía en la tele y ese problema matemático accesible en apariencia hasta para un down...
- Jajaja
- Y llega un momento en el que de tanto oírla que la llames te levantas, y coges el teléfono y marcas el número y todas las líneas están invariablemente ocupadas mientras una voz metálica te aconseja que permanezcas a la espera...
- Joder, Kufisto.
- Espera, espera...Y esperas y esperas, y su contador de pasta sigue subiendo por tu llamada, y ya te encabronas, estampas el teléfono, cambias de canal y topas con el 24 horas...
- ¿Y...?
- Y te recuerda que hoy es el solsticio de verano. 
- ¿Y...?
- Y entonces coges y dices, "¿por qué no?" Ya son las cinco y pico, pronto amanecerá. El gran sopor del pedo se ha difuminado un tanto con la sofocación del engaño y piensas que nunca has visto un solsticio, que no tienes sueño, que estás frito de calor en tu puto piso de mierda, de los maullidos de la gata del tejado del edificio de enfrente y que quizá no sería mala idea coger el coche, conducirlo hasta las molinos y ver salir el sol en el día más largo del año.
- Jajaja...qué cabrón.
- Cojo el coche. Son las cinco y media. Bajo la ventanilla y un aire templado, que no fresco, entra por ella haciéndome una especie de mamada a mi alma.
- Joder...
- Tiro para las molinos. Todavía es noche cerrada. Si hay algún control doy fijo. Pero no lo hay.
- Jajaja.
- Alcanzó el camino y empiezo a elucubrar. "Seguro que hay gente reunida allí arriba -me digo- Fumetas, malabaristas, perroflautas, zorritas, litronas, canutos y tal vez hasta un poco de perico" Después de todo es una noche mágica. 
- Jajaja
- Voy subiendo y todo sigue tan oscuro como cuando empecé. Ya en el último recodo del camino estoy a punto de perder toda esperanza. No se ve nada más que oscuridad cuando yo había pensado hasta en fuegos artificiales...
- Ya...
- Y llego arriba, a la cima, al mirador y...no hay nadie.
- Vaya.
- Aparco el coche de cara a la salida del sol, quito el contacto, salgo afuera y un frío ventarrón casi me tira al suelo.
- Jajaja.
- Es la hostia, tronco. Apenas serán trescientos o quinientos metros de diferente altitud, yo que sé, pero si abajo hay brisa arriba hay viento.
- Sí.
- Y me paso para adentro. Voy en camiseta y ahora tengo frío. Pongo la calefacción. Son las seis menos cuarto. Miro el teléfono y compruebo que la salida del sol está prevista para las seis y cuarto. Media hora. Antes vendrá la aurora. Pongo música. No hay malabares, ni zorritas, ni litronas ni perico. Estoy yo solo allí arriba y media hora por delante. ¿Alguna vez has visto la aurora desde la altura? No te das ni cuenta del frío que sientes. Las canciones pasan y los cigarrillos y los tragos de agua.,Un sueño tremendo, casi invencible, empieza a apoderarse de ti. Una memoria de reloj, una alarma interna, te dice que te faltan dos horas para ir a abrir el bar. "Un poco más, un poco más..." Y entonces, ya casi derrotado, ves salir la corona del sol. Pero estás tan cansado que piensas que más vale una hora y media de sueño en tu cama que ver salir el sol en su día más largo. Y arrancas el coche, bajas los molinos, llegas a casa y te metes en la cama para al menos dormir una buena hora reparadora. Y que le jodan al sol y a su perpetúa vejez.
- ¿Qué me estás contando, Kufisto?





miércoles, 1 de marzo de 2023

DOUBLE BLACK

 El tipo aquel empezaba a trasegar su tercer gin tonic a pelo en la tercera escapada al bar cuando prestó oído al intercambio de pareceres del otro extremo de la barra. 

Mi amigo había llegado poco antes y nada más entrar hizo un comentario que me la dejó a huevo, para empujarla. Y así lo hice, en contra del plan que me fijé anoche mientras intentaba conciliar el sueño tras haber visto por fin la película tan recomendada por él; una película con demasiados peros que empezó a incomodarme poco después de su inicio y que sólo acabé de puro aburrimiento y por el tonto sentido de la lealtad que me ha acompañado durante toda la vida con tan excelentes resultados.

La verdad era muy simple: una basura de película de la que sólo salvaba el papel de la joven puta. Pero él, mi amigo, había terqueado tanto con que la viera que no resultaba prudente soltar las cosas de esa manera. ¡Ah, qué tiempos aquellos en los que uno era joven y tenía fuerzas hasta para discutir a calzón quitado por una película! Pero aquello acabó hace mucho tiempo.

Respeto a mi amigo de bar; sabe de cosas que yo no sé ni sabré y de las que compartimos andamos parejos en algunas, aunque su vida ha sido tan diferente a la mía que las preferencias no pueden ser las mismas, algo de lo que enseguida me di cuenta. Pero era tal su insistencia con la jodida película que ayer me decidí a verla de puro aburrimiento.

Como digo, fue que él entrara, dijera eso y sin querer dejármela a huevo. El plan era no decir nada si él no volvía a preguntarme. "Ver, oír y callar" primera regla del camarero. Lo que a mi me mató fue ponerme a trabajar de cara al público. 

Empujé la pelota, nada de pelotazos, besó las mallas pero en cero coma dos cambió de película, cosa que respeté. Todo el sesudo análisis mental que hice anoche para explicarle mi opinión acerca de esa mierda tan querido para él se fue a tomar por culo en la primera objeción. ¡Y no es que fuera un ataque en toda regla, no, nada de eso! Fui cauto, poco más que un pellizco de monja previo a lo que vendría a continuación, pero ya no hubo lugar. Rápido cambió de peli y actores a comentar y pronto nos enredamos en lo de siempre, "a mi...a mi...a mi..." Por cierto, gran canción de los Beatles.

Ahora que lo escribo creo que subconscientemente fue por este amimismo unido a la decepción del nocturno plan deshecho a la primera frase que me di cuenta de lo ridículo que había sido todo, de lo absurdo que ha sido todo. Pero en fin, la cosa ya había derivado hacia la música cuando aquel tipo entró al bar por tercera vez. 

En la primera no le hice ni puto caso; o, para ser exactos, pasé de él. Yo acababa de iniciar mi segundo tiempo en el bar, era la una del mediodía, y apenas me había quitado el abrigo, la bufanda y el gorro y andaba anudándome la melena cuando vi entrar a un tipo con la mascarilla puesta. 

- A ti no te conozco -dijo quitándose el bozal- Eres el tercero que veo esta mañana tras la barra.
- Muy bien, ¿qué quiere? -respondí. Era verdad.
- Un gin tonic. Sin hielo ni limón. En vaso de tubo.

Si un tío que no conozco, con ese aspecto, me pide un gin tonic apelero a esa hora le digo que no sirvo alcoholes hasta la tarde, pero ese dato lo evitó. Le atendí, pagó el precio justo como una especie de prueba de que sabía lo que valían las copas y me olvidé de él tanto que enseguida se salió afuera para fumar. Todavía daba el sol en nuestra fachada.

La segunda vez fue una hora más tarde. En esta ocasión charlamos un tanto. El mediodía del bar estaba pasando tal y como poco más o menos han pasado los últimos treinta años de mi vida laboral. Habló de su nonagenario padre estabulado en una de las plantas del hospital, del coñazo que eso supone siendo de otro pueblo, de sus tres hermanos, todos lejos de su pueblo, y de que era él, jubilado y pueblerino, quien tenía que encargarse del marrón, aunque llegadas las cuatro de la tarde cogía el auto y se iba a dormir a su casa. 

Eran las cuatro menos veinte de la tarde cuando mi amigo entró al bar diciendo una arquetípica frase del gran Lebowski. Y le respondí con otra en la misma onda pero de su película.

- ¡La has visto!

Si yo no hubiera visto treinta mil veces "El gran Lebowski" el plan hubiera seguido adelante, en reserva, o quizá, más allá, incluso hasta Júpiter y Mota del Cuervo.

Creo recordar que el asunto empezó por Pink Floyd, aunque más por el otro que por nosotros, que cinco o seis metros más allá andábamos de King Crimson y derivados y quizá, sólo quizá, los Pink Floyd de Syd Barrett.

Y entonces el paleto metió su pata y habló del amor que sentía hacia los Pink Floyd y todas aquellas grandes bandas.

Mi amigo, ante la cataratírica tararea que allí estaba desparramándose en loor de nuestras bandas de perpetuo amor, se bebió los restos de la segunda copa y se marchó. La conversación era imposible. No es que se tocara un tema delicado, no...El paleto, como todo los paletos, estaba sordísimo.

Y tuve que comerme toda su puta vida durante veinte minutos. Entera y bajo la amenaza de volver al día siguiente.

- ¡Kufisto!

Un camarero en su día libre. Puestísimo. "Jodeeerrr"

- ¡Un café! ¡y un whisky de esos buenos! ¡el que tú bebas!
- Yo diría este.

Y le puse un Double Black de Johnnie Walker hasta la extremaunción.

- ¿Sabes? -le dije- Estaba a punto de echarme un chupito. Si hubieses llegado un par de minutos más tarde no habrías tenido para una copa.
- ¡Me cago en Dios! -dijo- ¡Bébela tú y ponme otra cosa! Te invito.
- No, estoy a punto de irme. Mejor la cerveza.
- ¡Hostia, tómate una copa conmigo!
- ¡Que no, coño!

Pasé de preguntar por su mujer y su hija. Venía de comer de un asiático y me lo explicó a base de bien.

Mi hermano llegó.

- Me voy, colega.
- Me cago en Dios, Kufisto...Vamos a meternos una.
- No.


Joder.