miércoles, 27 de abril de 2022
ERAN TRES MARIPOSAS BLANCAS
miércoles, 20 de abril de 2022
ME QUEDÉ SOLO EN EL BAR
Me quedé solo en el bar y puse el "Master of puppets" a buen volumen. Las dos últimas cuadrillas de las cañas (las únicas que había tenido) se habían ido al mismo tiempo, una la de los habituales y otra la de los psicólogos, esta rarísima de ver desde hace años aunque tuvieron una época de venir casi a diario; cosa curiosa, casi un vengayá, es que esta misma noche uno que fue de ellos, un vallisoletano que abandonó su trabajo aquí para irse a Madrid, apareció por primera vez en mis sueños sin saber como ni porqué. Claro que hoy ha sido otra noche de sueños tan vívidos (sobretodo el primero que me despertó sin yo saber durante un buen rato si todavía estaba dentro o fuera de él) que darían como para tomarse el resto de la vida a cachondeo. Evidentemente desperté regular tras una noche como esa, pero a veces pasa que es como si a uno ya le diera igual; después de todo despertar regular es casi un triunfo a estas alturas de la vida, de mi vida, y la verdad es que gracias a mi alma masoquista no me sentía del todo mal a pesar del poco descanso. Y como leí en una magnífica novela de Agatha Christie citando a un poeta inglés: "Hay quien nace para el dulce amor y quien nace para la noche eterna"
miércoles, 13 de abril de 2022
DESPIERTA
Tenía toda la tarde por delante y nada que hacer. El ejercicio físico había quedado descartado por unos días después de la dura sesión matinal de gimnasia que me llevó a tomar un ibuprofeno; y no porque hubiese sido demasiado fuerte sino por los dolores arrastrados desde aquella enloquecida mañana del jueves pasado en la que me reventé como nunca con el saco de boxeo para curar otra mala resaca. Salir a andar tampoco era una opción; aún estaba fresco en la memoria el paseo del domingo cuando tras acabar mi turno en el bar fui hacia los molinos y tuve que dar la vuelta a mitad de la subida. Escribir algo en esas condiciones me aseguraba un amanecer para morirse; y uno no siempre está en las condiciones adecuadas para releer "La Montaña Mágica" que a modo de enjuague había iniciado la tarde anterior tras darle una vuelta a otra horrorosa novela de un conocido autor español contemporáneo. Y ponerme a hacer el caótico piso...no.
miércoles, 6 de abril de 2022
ES COSA DE UN RATO
sábado, 2 de abril de 2022
ALGÚN ARRECIFE
Fui a la carnicería del centro comercial, casi sin clientes a esa hora. Cogí número, el 22. El luminoso marcaba el 17 pero allí sólo estaban la vieja atendida y una tía que esperaba. Aproveché en hacer acopio de leche del cercano estante para el bar y regresé. Un rato después la vieja se marchó y la otra empezó a pedir. Entretanto llegaron dos mujeres mayores poco menos que husmeando el género tras la vitrina. Vi llegar derrengadas sobre sus carros a las dos jóvenes obesas que me habían precedido en la entrada. Una de ellas, ensimismada, había estado a punto de llevarse por delante a uno que andaba por ahí aún más parsimonioso que ellas. Llevaban a sus dos crías pequeñas sobre el suplemento del carro, embobadas con el teléfono. Un asco indecible me recorrió el cuerpo al verlas por segunda vez, ahora echándole mano a las bandejas de carne envasada. Estaban deformadas hasta el extremo, las piernas torcidas, las enormes tetas caídas, las barrigas tocando el claxon a sus pútridos coños. Pensé en sus maridos y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
La tía seguía pidiéndole mercancía a la solitaria carnicera, una chica en el tipo del oficio. La tía era una pija y ella una gordita feúcha que maneja hachas y cuchillos para despiezar animales muertos. Con todo no hacía más que preguntarle una y otra vez como quería los cortes, si de esta manera o de la otra, a lo que la tía respondía con desgana. El asunto empezaba a dilatarse en el tiempo y esta vez no por ninguna vieja tocacojones.
Una de las viejas que habían llegado después que yo se dio cuenta que no había cogido número al ver como lo hacía otra recién llegada. De todas formas el número electrónico seguía en el 17. Era evidente que la cosa no había ido de números hasta ese momento. Pero yo tenía el mío, lo había cogido al llegar, y aunque estaba cinco pasos más adelante era el primero para todos los que estábamos allí.
Cuando la zafia carnicera acabó de comerle el coño a la pija yo ya estaba casi cagándome en Dios. Tuvo tiempo, incluso, para preguntarle si quería una bolsa grande donde meter la compra, cosa a la que accedió, benévola. En esto fue que llegó una amiga de la carnicera, una que pasaba por allí, y mientras iba introduciendo las bandejas de carne en la gran bolsa de la tía pija empezaron a hablar de sus cosas tal y como si estuvieran en una jodida carnicería de barrio. Ahí ya me cagué en Dios pero bien.