viernes, 3 de marzo de 2023

¿QUÉ ME ESTÁS CONTANDO, KUFISTO?

 - Me jubilo en un par de semanas -dijo el cliente.
- Enhorabuena -respondí.
- Cuando me tocaba...
- Ya.

Yo sabía por donde iba. Callé y esperé.

- Cuatro ingresos en los últimos seis meses -continuó.
- Algo he oído -confesé sin preguntar.
- La próstata...-le dijo a su cerveza- Tan cerca que estaba de jubilarme y llega esto...

Tiene mala cara. Uno está bien mientras su rostro no esté gris. Pero cuando las mejillas adquieren el tono de la ceniza es que la cosa va mal. "Polvo eres y en polvo te convertirás"


Cliente del bar durante años dejó de venir tras la reapertura post-COVID en la que cambiamos el planteo de las tapas en vista de la paranoia generalizada y (por qué no decirlo) aprovechar el momento para dejarnos de problemas. Fue una decisión arriesgada que salió bien. 

Trabajador del hospital, solía venir al mediodía en compañía de una madura psicóloga de muy buen ver y mejor fantasear (Esther, la de las palas separadas) y un doctor de mi mismo nombre, un tipo que daba el pego de contertulio invitado a "Saber vivir" Evidentemente, y como demostró el tiempo, no lo hacían por mi si no por la tortilla de patatas; pero quieras que no hicimos una cierta amistad: salíamos a fumar, charlábamos, bromeábamos y reíamos entre calada y calada, excepto mi tocayo que no fumaba y no siempre estaba presente. La relación, más bien, era con la pareja que no era tal, aunque siempre pensé que estaban enrollados. Después de todo él tenía fama de haber sido un figura, no se conservaba mal y ella, más joven y también divorciada, no parecía haber transitado ondas muy distintas, al contrario. Un amor maduro. Un folleteo otoñal, alegre y despreocupado. 

A veces era Esther, la de las palas separadas, quien llegaba la primera. Entonces yo, ante su sempiterna sonrisa, tonteaba con ella de alguna manera. La verdad es que estaba estupenda para su edad; tenía el cuerpo de una mujer veinte años más joven. Y lo sabía. 

Una mañana se lo pregunté y me dijo que hacía gimnasia, salía en bici y también senderismo de montaña en alguna que otra escapada. Tremenda mujer. Tremendas piernas. No te perdía la cara en ningún momento; no desviaba la mirada en ningún instante. Esther, la de las palas separadas, también era psicóloga. Y los psicólogos son así, o al menos la inmensa mayoría de los que he conocido, aunque siempre desde detrás de la barra y nunca tumbado en ningún diván. 

Pero estábamos en hoy...


- ...y llega esto -le decía Claudio a su cerveza- y todos los planes se van a la mierda.
- Sí -dije yo casi aguantándome la risa a causa de un viejo recuerdo que tomó por asalto mi cabeza- Mira, te voy a contar una cosa.

- Recuerdo un día. Era el solsticio de verano. Aquella tarde acabé borracho y no tuve más remedio que irme a casa. Por entonces yo estaba en un mal momento, pero era joven, apenas treintaipocos años, y todavía podía soportar estar bebiendo por ahí. En fin...que me fui a casa cuando aún era de día y desperté a eso de las tres de la madrugada. ¿Te has despertado alguna vez en mitad de la noche estando todavía medio borracho? Es horrible, inhumano: sólo pensar que faltan horas para la salida del sol es algo que te vuelve loco...
- Sí, te entiendo...
- Pues eso. Me levanto de la cama, voy al salón, enciendo un cigarrillo, cojo la botella de agua y un par de ibuprofenos, pongo la televisión y veo un programa de aquellos de llamadas que presentados por una tía buenorra te incitaban a llamar para la resolución del resultado de un problema matemático muy sencillo en apariencia...
- Jajaja...
- Y tú estás ahí medio en pelotas por el calor, derrumbado en el sofá, sudando como un pollo, reconcomido aún por el reciente fracaso de tu última relación que tanto te ha dolido...
- Ya...
- Y ves a ese pedazo de tía en la tele y ese problema matemático accesible en apariencia hasta para un down...
- Jajaja
- Y llega un momento en el que de tanto oírla que la llames te levantas, y coges el teléfono y marcas el número y todas las líneas están invariablemente ocupadas mientras una voz metálica te aconseja que permanezcas a la espera...
- Joder, Kufisto.
- Espera, espera...Y esperas y esperas, y su contador de pasta sigue subiendo por tu llamada, y ya te encabronas, estampas el teléfono, cambias de canal y topas con el 24 horas...
- ¿Y...?
- Y te recuerda que hoy es el solsticio de verano. 
- ¿Y...?
- Y entonces coges y dices, "¿por qué no?" Ya son las cinco y pico, pronto amanecerá. El gran sopor del pedo se ha difuminado un tanto con la sofocación del engaño y piensas que nunca has visto un solsticio, que no tienes sueño, que estás frito de calor en tu puto piso de mierda, de los maullidos de la gata del tejado del edificio de enfrente y que quizá no sería mala idea coger el coche, conducirlo hasta las molinos y ver salir el sol en el día más largo del año.
- Jajaja...qué cabrón.
- Cojo el coche. Son las cinco y media. Bajo la ventanilla y un aire templado, que no fresco, entra por ella haciéndome una especie de mamada a mi alma.
- Joder...
- Tiro para las molinos. Todavía es noche cerrada. Si hay algún control doy fijo. Pero no lo hay.
- Jajaja.
- Alcanzó el camino y empiezo a elucubrar. "Seguro que hay gente reunida allí arriba -me digo- Fumetas, malabaristas, perroflautas, zorritas, litronas, canutos y tal vez hasta un poco de perico" Después de todo es una noche mágica. 
- Jajaja
- Voy subiendo y todo sigue tan oscuro como cuando empecé. Ya en el último recodo del camino estoy a punto de perder toda esperanza. No se ve nada más que oscuridad cuando yo había pensado hasta en fuegos artificiales...
- Ya...
- Y llego arriba, a la cima, al mirador y...no hay nadie.
- Vaya.
- Aparco el coche de cara a la salida del sol, quito el contacto, salgo afuera y un frío ventarrón casi me tira al suelo.
- Jajaja.
- Es la hostia, tronco. Apenas serán trescientos o quinientos metros de diferente altitud, yo que sé, pero si abajo hay brisa arriba hay viento.
- Sí.
- Y me paso para adentro. Voy en camiseta y ahora tengo frío. Pongo la calefacción. Son las seis menos cuarto. Miro el teléfono y compruebo que la salida del sol está prevista para las seis y cuarto. Media hora. Antes vendrá la aurora. Pongo música. No hay malabares, ni zorritas, ni litronas ni perico. Estoy yo solo allí arriba y media hora por delante. ¿Alguna vez has visto la aurora desde la altura? No te das ni cuenta del frío que sientes. Las canciones pasan y los cigarrillos y los tragos de agua.,Un sueño tremendo, casi invencible, empieza a apoderarse de ti. Una memoria de reloj, una alarma interna, te dice que te faltan dos horas para ir a abrir el bar. "Un poco más, un poco más..." Y entonces, ya casi derrotado, ves salir la corona del sol. Pero estás tan cansado que piensas que más vale una hora y media de sueño en tu cama que ver salir el sol en su día más largo. Y arrancas el coche, bajas los molinos, llegas a casa y te metes en la cama para al menos dormir una buena hora reparadora. Y que le jodan al sol y a su perpetúa vejez.
- ¿Qué me estás contando, Kufisto?





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