miércoles, 22 de marzo de 2023

AQUEL AZUL DEL CIELO

 Abrí la puerta de casa pensando que la gata todavía estaría tumbada en el sofá del salón. Y así fue; cuatro horas habían transcurrido desde mi marcha y allí seguía ella. Nos miramos, encendí el ordenador, salí al pasillo, dejé la chaqueta en el perchero y fui a la cocina para echar un buen trago de agua antes de ponerme a escribir. Y allí estaba ella, desperezándose, estirándose.

- Hola -dije no muy sorprendido.

Agarré la garrafa de agua no sin tirar un cazo al suelo. La gata salió disparada. El ruido es malo. Hasta el que uno mismo causa aún sin darse cuenta. 

Ruido. Ruidos nocturnos. Ruidos internos, ruidos que no permiten tu descanso por muy agotado que estés. Ruido en tu cuerpo y ruido en tu mente. Ruidos.

Y casi a porrazos acabas por romper la puerta del sueño para encontrarte con más ruidos. Y despiertas. ¿Despiertas?

Todos esos ruidos de la noche pasada van contigo mientras caminas somnoliento hacia el bar cargando con la bolsa de trabajo. Pero hay un nuevo escenario ante tus ojos: pasos de cebra, coches que circulan y trabajadores andantes, algún paseante tirando de su perro. Es un nuevo amanecer. ¿Un nuevo amanecer? Joder, parece un chiste. un nuevo amanecer...

Tres horas después acabo el primer tiempo y regreso a casa. La gata me recibe maullando. Dejo la bolsa en la cocina con ella acariciando mis pasos. "Ya, ya..."

Miro en su habitación. Sí, no tiene comida. Soluciono el problema, apuro el cigarrillo y me voy al dormitorio. Ya no hay maullidos. Sólo queda el ruido. 

Dos horas que pasan como el audiolibro de un tartamudo. No espero a que suene la alarma. Me ducho, como algo y regreso al bar.

Los escasos clientes te hablan de sus problemas mientras van trasegando cervezas: un marido inútil, una cuñada malmetedora, un hermano cabrón...todo eso. Escuchas, asientes y apenas dices nada. Pero es tan grande el ruido, el agobio mental, que vuelves a buscar refugio en una cerveza.

Y entonces todos se van y tú ya te quedas solo con tu whisky.


La tarde lucía espléndida cuando salí del bar. Apenas un leve manto químico blanqueaba hoy el azul del cielo. 

Aquel azul del cielo...

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