domingo, 26 de febrero de 2023

ESTA ES MI RELIGIÓN

 Con la mirada fija en el dorado tiro del grifo de cerveza, haciendo bailar maquinalmente las sucesivas cañas, decidido a no desviar la vista ni ante el unánime grito por una invasión marciana, algo pasó dentro de mi y alcé los ojos y volví a verla. 

Sentada en un taburete, cruzadas las gráciles piernas, en el otro extremo del bar, de cara a mi pero mirando a otros la vi recogerse el cabello con indecible delicadeza en un suave moñito ladeado que a punto estuvo de hacerme rodar por el suelo entre alaridos inhumanos. Era Madeleine. Era Madeleine en el museo contemplando a la mujer del cuadro. Era Jimmy Stewart mirándola en agónico silencio. Era yo viendo a Sonia como si fuese un sueño.

- Santo Dios...-acerté a balbucir.

Un cliente, otro solitario, un buen amigo, rió a sabiendas.

Se fueron. Se fueron pronto. Sonia se despidió con la misma sonrisa de siempre mientras ayudaba a la madre enferma a salir del bar. Su novio francés, un buen muchacho a todas luces al que ya había visto en otra lejana ocasión, había precedido la despedida junto a la hermana de Sonia, una chica muy guapa pero distinta.

Pero Sonia pasó una vez más. Su padre, un hombretón ya un tanto deteriorado, se había quedado dentro, en el water, y estaba pagándome cuando ella volvió en su búsqueda.

- ¡Adiós, Kufisto! -dijo sonriendo.
- Adiós, Sonia -respondí de la misma forma.

Y entonces supe que no la vería hoy.

Es muy raro verlos a todos juntos.

- Mañana no vendrá -le dije a mi amigo.
- ¿Por qué?
- Porque están todos juntos. Van de comida familiar.
- Joder, macho, si te vieras...Se te nota un montón.
- Lo sé. Y su pobre madre lo sabe, y su padre también y la hermana que apenas viene y el novio que es la segunda vez que le veo, un buen chico por cierto, y Paco el ciego, y Anastasia Mayo, Frank de la Jungla y Henry Kissinger ...Y hasta mi padre que está muerto.

Y reímos a carcajadas.


Era el mediodía de hoy, el mediodía del tiempo que hemos creado, cuando por esas cosas de la vida en la Red volví a ver un vídeo ya visto mientras esperaba la venida de los estómagos de otra cuerda en el tiempo.

En el vídeo se sueña con el futuro del Universo y su final. Una música trascendente acompaña la virtualidad de las imágenes mientras varias voces extrañas van superponiéndose a ella con subtítulos del mismo e impepinable tono. No hace falta más. He escuchado mucho rocanrol en estos cincuenta años para saber lo que dirían en mi idioma. Y además tampoco es tan importante.

La cosa es que el reloj de los años se pone en marcha en 2019 con la Tierra de fondo y poco a poco va cogiendo velocidad (iba a escribir felicidad) a la manera de un Mustang hasta que la cosa se desboca de tal forma que en milésimas de segundo los años se transforman en siglos, y los siglos en milenios, y los milenios en años luz, y los años luz en pársecs y lo que venga después y al final nada, todo queda en nada. Nada. Na-da. Nada.


El mediodía de hoy estuvo cerca de ser apoteósico. Si ayer fue una cosa normal tirando a inferior hoy se transformó en una especie de tsunami brutal que, una vez más, no consiguió arrastrarme. 

A eso de las tres y media, ya con el bar casi vacío pero todavía con una montaña de platos de la locura emboscados en el pilón de la cocina, me di un tiempo muerto para una cerveza y un cigarrillo. Pero un cliente, un amigo, me esperaba en la barra deseoso de una conversación profunda, esto es, cine y música popular, materias que controla.

Y cometí el gran error de confesarle que ayer por la tarde no había visto la película que me había recomendado a cuenta de un documental del 23 F que me recomendó Youtube. 

- El recomendamiento de Youtube te ganó.

Error. Error total. Él es rojo de nacimiento y los otros dos que había en la barra también. Menos mal que no dije en que canal lo vi. Me conformé con asegurar que Tejero fue un muñeco (cosa en la que todos estuvieron de acuerdo) y, excusándome, tiré para la cocina a hacerle frente a aquel monstruo, no sin dejar de oír su acalorada y estandarizada unanimidad aún bajo las ondas de Little Barrie.


Mi lucha acabó en victoria una vez más; salí a la barra y abrí una cerveza. La cosa se había calmado sin más alimento que ella misma y estando aquellos dos en sus asuntos de planes para putas dirigí el mío hacia el amigo que esperaba.

- ¿Sabes? Hoy he vuelto a ver un vídeo que es la hostia.

Y se lo conté tan bien como pude, que no fue mucho pues enseguida padecí otro asalto al bar, esta vez en forma de cafés y copas. La gente no tiene hartura.


Está bien. Yo moriré, Sonia será vieja y quizá muy pronto y casi con total seguridad no volveré a verla. 

Bien. Bien.

El mundo, la Tierra, sera un ocho mucho antes de la extinción del último hombre sobre la Tierra. El Sol, mi amadísimo Sol, estallará cuando de mi y de Sonia no queden ni el polvo de nuestros huesos. Y con él se lo llevará todo.

Bien. Estupendo. El vídeo es cojonudo. Me gustan mucho esos vídeos. Destrucción. Nada. El cero. Es un descanso.

¿Nada? ¿Cero? ¿Descanso?

Cuando ayer mi espíritu levantó mis ojos hacia ti, Sonia, Sonia, en ese momento...

No. No. No.

Pasarán franceses, pasarán ingleses, pasarán moros y pasarán negros; pasarán marcianos y abuelas gritando con los rulos puestos; pasarán escarabajos inteligentes que dominarán todos los coños de la Tierra y pulpos venidos de otras dimensiones para luchar por su dominio contra los equinodermos que dominenn la Antártida; pasará la Tierra, pasará el Sol; pasarán las estrellas y todas las galaxias; pasará el universo; pasarán todos los universos imaginables y sin imaginar...


Y entonces, en algún instante, volveremos a estar juntos.


Desde aquí hasta el reencuentro esta será mi religión.





viernes, 24 de febrero de 2023

¡¡¡QUE NO LA TOQUES!!!

 En la aplicación una mujer de cierta edad veía su juvenil rostro a modo de espejo. Arrugas, ojeras y flacideces desaparecían en la pantalla para dejar sitio a una guapa muchacha, aunque no las imparables lágrimas y la inevitable mano sobre la boca que las dos caras, la real y la creada, se devolvían desde los abismos del tiempo y, tal vez, de la memoria. 

Un cliente de otro tiempo bajó al bar por el café de la tarde para su anciana madre.

- Joder -le dije- mira esto.

Lleva tantos años cuidando de su madre que apenas se sorprendió. Pronto cumplirá sesenta años y desde hace algunos parece como si estuviera esperando la muerte de la madre para poder morirse.

Y en esas fue que entró un amigo de otro tiempo, un amigo de bar, de barras, alguien a quien no veía...¿desde cuando? ¿tres, cuatro años? ¿dos? ¿mil?

Chocamos las manos y entre risas nos saludamos sin yo poder recordar su nombre. Enseguida empezó a hablar: que si se había pasado por aquí para verme, que si estaban mi hermanos, que si yo ya sólo estaba de mañana, que anda trabajando en Tarancón, que esta más muerto que la Falange pero que tiene una empresa del copón...Y, cosa rara, me alegró verle.

La charla empezó típica pero de repente hubo un punto en el que sin saber ni como ni porqué derivó hacia sus problemas bancarios a cuenta de un préstamo, de tal manera que casi me quede tan loco como cuando era chico y sin darme cuenta no sabía por donde andaba la lección. Pero no se apercibió. y además el cuento era bastante gracioso contado por él; así que me dejé llevar, le di la razón, y cuando por esas cosas del pensamiento alcanzó su viaje a Méjico del verano pasado ya estaba bien dispuesto para reír a carcajadas. Y entonces entró otro cliente y él se fue despidiéndonos por nuestros nombres, el cual suyo había recordado mientras me contaba sus peripecias con la cocaína mejicana; muy buena, por cierto. Pero los guías mejicanos son unos auténticos hijos de puta que odian a los españoles.

Y el recíén llegado cliente, un chaval excepcional, también empezó a contarme sus cosas mientras se bebía el café previo al turno de tarde. Se va de vacaciones a Inglaterra, con su novia y una tía de ella con la pareja, un tío que, por lo visto, tiene un amigo allí que es un as de la barbería, un punky que está haciéndose de oro con su arte, uno que llegó un momento en el que dijo hasta aquí de drogas, de fiestas, de raves y de descontrol y se quitó de en medio para irse a la aventura antes que a la tumba.

- Ya no se mete nada -dijo- pero vamos, que tiene los tics de quien se ha metido mucho. Pela al hijo de Guardiola y a un montón de gente famosa...
- ¡Traételo por aquí cuando venga!
- ¡Sí, lo traeré! ¡El pobre flipa cuando viene a su pueblo! Él con la cresta y los tatuajes en la cabeza y su padre con la boina bien calada...Allí va por la calle como cualquiera y en su pueblo se siente un marciano.

Empezaba a dolerme la mandíbula.

No habían pasado dos minutos de su partida cuando otro buen amigo, este mayor que yo, entró al bar por su pacharanesco pre-entrenamiento.

Hoy empezamos por el cine. Es un tío muy cultivado tanto en música como en cine. A cuenta de algo (el jovencito Frankenstein) acabamos en el cine español de la época y por extensión en las pelis de Ozores, Pajares y Esteso, auténticas obras maestras. 

- Hola -dijo un tanto sorprendido otro cliente y tremendo amigo, algo más joven que nosotros, ante el fragor de nuestras risas- ¿Qué pasa?

Estábamos recordando escenas de "Yo hice a Roque III"...

Y entonces el más viejo de nosotros rememoró aquella escena en la que Mirta Miller está en el baño y llega el gorrón de Pajares para decirle que por fin se va y no se sabe como cae en la bañera y está como magreándola sin querer queriendo y en ese momento llega Esteso y grita qué cojones pasa aquí y Pajares no sabe donde poner la mano y Esteso, ante los gritos de su enjabonada y fidelísima mujer, no resuelve más que a decir "¡¡¡NO LA TOQUES!!!

- ¡Pero si no la estoy tocando! -gemía Roque III, todo enjabonado, mientras se agarraba de una teta.
- ¡¡¡QUE NO LA TOQUES!!!

Y se me saltaron las lágrimas de la risa.


- ¿Sabéis? -les dije ya un tanto tranquilizados tras el ataque- Yo vi esas películas cuando mi padre compró el vídeo. Yo era un niño, fue por 1984  o así. Y mis tíos venían a casa con las primitas y todos juntos nos partíamos de risa con aquellas películas de Pajares y Esteso..."Niños -decían las madres cuando se veía alguna teta- taparos los ojos" Y nos los tapábamos de aquella manera...


Qué risa. Qué risa...


En fin.

miércoles, 22 de febrero de 2023

ELIGE TU EQUIPO A TIEMPO

 Cuando entré en la Red lo hice a escopetazos. Como casi todo en mi vida lo hice gracias a otra persona y no el mejor momento, al contrario; en este caso andaba bien desquiciado por una mujer. Y así lo demostré desde el principio.

Pasó el tiempo y la calma fue llegando. 

Un día recibí un mensaje privado de uno de los mejores foreros de Burbuja, un gran conocedor de las mujeres, un madridista, uno que por tal razón había sido diana en mis inicios ante su más absoluta indiferencia. 

Fue a cuenta de un hilo abierto por mi acerca de Agatha Christie que me escribió. Él era, es, un gran admirador suyo e intercambiamos mensajes. Yo, la verdad, lo flipé. 

Hicimos una cierta amistad. Me envió un par de novelas de ficción realista que llegaron a ser publicadas y de las que sólo leí una por motivos que no vienen al caso. Era buena y así se lo dije. 

En uno de esas conversaciones habló en buenos términos de un autor cuyo nombre no puedo recordar. Por entonces yo no tenía el Kindle y leía de la Biblioteca Municipal. Una tarde fui y acordándome de mi amigo encontré un libro del autor recomendado, un escritor contemporáneo si mal no recuerdo.

Y no recuerdo nada más. Nada. No lo acabé. Aquella era una historia contada por un hombre normal. Recuerdo estar leyéndola como si hubiese sido escrita por mi padre o un extraterrestre. 


Pronto y muy aburrido me fui a la cama; estaba a punto de dormirme oyendo de fondo un audiolibro de Lovecraft cuando me desvelé. Fue algo brutal, instantáneo, y no por culpa del recluso de Providence, amigo mío de larga data. Me desvelé. Y pasó mucho tiempo hasta que conseguí velarme. De hecho lo tuve hasta para ver en el teléfono que el Madrid le había ganado 2-5 al Liverpool después de haber estado 2-0. 

2-5. Creo recordar que sonreí. 

"El Madrid es así" pensé "¿Por qué no fui del Madrid cuando era niño?"

Yo era de Arconada y, por extensión, de la Real. Ahora y desde que dejé jugar al fútbol hará casi treinta años no soy de nadie, perdido todo interés por el equipo de mi infancia.

¡Pero llegué a pegarme por el fútbol de los otros, ya no por el nuestro! ¡Por Arconada en la final de París!

Días tristes aquellos, pero ahí estuve. No me achanté. Seguía creyendo en Arconada.


Desperté mal. Había dormido mal. 


Fue una mañana floja en el bar. A última hora de la tarde vinieron un par de amigos y echamos el rato bebiendo, escuchando y hablando del rock.

- Mira -dije- si la cosa va de Rock no tengo duda alguna: Led Zeppelin. Pero si nos vamos a quienes han sido los más grandes de todos la tengo todavía menos: los Beatles.


Maúlla la gata.

No me extraña.

domingo, 19 de febrero de 2023

COMO SI TE ESTUVIERA VIENDO

 Reí a carcajadas. La anécdota era tan buena, tan representativa y real, que ni pude ni quise evitarlo; por no hablar de la magistral gesticulación, tan natural y fuera de todo artificio que hasta un sordo podría haberse partido de risa. 

Eché el último trago del tercio, abrí el segundo y les invité a un par de cervezas. Eran las cuatro de la tarde de otro domingo casi deshecho.


Despiertas; con los párpados todavía cerrados sobre tus ojos, pero despiertas. Eres consciente, regresas del sueño a la vida. Tu brazo derecho tantea por el móvil. Y casi cegado ves la hora y compruebas que te queda poco tiempo.

Una buena ducha lo arregla casi todo en su mayor parte; te salva de ayer para dejarte en hoy. El agua es amor.

Ocho de la mañana. El sol ha salido. "El sol ha salido" Jajaja, ¡joder!, el sol ha salido...¡Saldremos nosotros al sol! Una estrella como criado de un planeta. "Tráeme el desayuno, Sol" Jajaja

Pero sí, ya amanece mucho más pronto. Estamos a un mes de la primavera y se nota desde hace semanas para todos los trabajadores que madrugamos. El ciclo cósmico. Será curioso verlo de viejo y sin nada por hacer.

Paso al bar y apenas dejo la bolsa de trabajo cuando entra el primer cliente que al mediodía sería el compañero de aquel cómico. La cafetera está arrancando, todavía no hay churros, pero se queda. Acto seguido, un volao; conocido, muy amigo y un gran profesional de la medicina, pero volao. 

- Ponme la tragaperras mientras, Kufisto.
- ¿No está puesta?
- Pues creo que no.

Es extraño. Es la segunda o tercera cosa que hago nada más entrar al bar: cafetera, luces interiores y la tragaperras. 

Veo que es verdad, le doy al botón y la despierto. Tardará unos minutos en abrir los ojos tras chequear todos sus parámetros. Después estará disponible para jugar con quien sea.


No hace mala mañana. Las previsiones meteorológicas prometían algo mejor pero no es mala. También ayer pasó algo parecido; decían que iba a hacer más calor del que al final llegó de parte de nuestro criado. 

Pasan los desayunos y poco a poco vienen los mediosdías. Y se hacen.


Tú estás ahí, tras la barra, duchado y afeitado tras otra mala noche, dispuesto a lo que venga. Y una vez más puedes con todo.


Y entonces, a las cuatro menos cuarto de la tarde, una vez fregados los últimos platos y con el salón limpio agarras un taburete, abres un tercio y estás con tus colegas domingueros.


Y ríes a carcajadas cuando uno de ellos va contando sus penurias como si las estuviera viendo.














viernes, 17 de febrero de 2023

FAROLA

 Yo estaba mirando al frente, a nada en particular, cuando sentí que alguien me miraba al otro lado del ventanal. Era la hora de salida de los estudiantes; calle arriba, chicos y chicas, caminaban cargados de mochilas hacia el autobús o sus domicilios. Al principio les vi, pero pronto pasaron a segundo plano. Fijé la atención en una temblorosa señal de tráfico. Miré los árboles de la mediana: sí, ahí afuera debía correr el viento, ¿pero tanto como para hacer que tiemble el hierro? Miré otras señales y las vi firmes. Entonces sólo podía ser que el pie de aquella había sufrido alguna lesión de cualquier tipo. 

Persistí en mirarla y empecé a pensar qué podría haberle sucedido. Casi podía percibir una cierta incomodidad de mi observación. Aquella señal de paso de cebra elevado era la única que no podía mantenerse firme ante mis ojos. Y quizá fuese yo el único que estaba mirándola.

Por otra parte la cosa no era nada dramática: no estaba a punto de caerse ni de perder un ápice de la verticalidad con respecto al suelo. Sólo era que se movía a ojos vista y las demás no.

Pensé en perros, en los estúpidos meados de los terribles perros, pero pronto lo descarté al notar que estaba fuera de su alcance. Mi señal está en el espolón de mediana y allí nunca he visto a ningún perro.

Luego pensé en algún golpe de algún vehículo, pero también lo descarté al notar que de haberse producido y por poco que fuera no se mantendría tan derecha.

Pasé a pensar en los fríos pasados que hubieran podido lesionarla de alguna manera y me pareció una idea tonta: el frío contrae y el calor dilata. Creo que así era como funcionaban las cosas cuando me las enseñaron.

Y entonces dejé de pensar para sólo verla temblar al viento desde mi refugio en el bar.



martes, 14 de febrero de 2023

SAN VALENTÍN

- ¿Qué tal? -dije a modo de saludo.
- Psé...Otro día en la vida. "Another day in paradise" -respondió el cliente.
- Phil Collins. ¿Una copa?
- Yes, por favor.

Sí, conocía al músico que compuso aquel bodrio pasteloso. También que formó parte de Génesis, aquella banda que no se hizo para mi. Sherlock Holmes no guardaba nada en su memoria de cosa que no le interesara de veras; y se jactaba de ello, puede que con razón. Pero yo no soy Sherlock Holmes.

"¡Tengo el rabo lleno de amor!" gritábamos por las calles entre carcajadas etílicas y estribillos de La Polla Records para escándalo y espanto de las viejas sentadas al fresco.

La conversación derivó enseguida hacia el baloncesto. Iba a escribir que sin conocer el motivo pero ahora me viene a la cabeza.

- "Another day in the office" -prosiguió.
- Eso es de Jordan.

Nunca me gustó mucho el baloncesto, yo fui del fútbol, pero también hay espacio para él en mi disco duro.

Recordé haber leído ayer algo en la Red acerca de un récord de puntos a cargo de Lebron James en la NBA. Kareem Abdul Jabbar había dejado de ser el máximo anotador. 

Y lo dije. Otro cliente que estaba entre medias, un chaval excepcional, se rió a cuenta de una foto del hecho.

- ¡Vais a ver! -dijo tecleando en su móvil- ¡Mirad!

Nos acercamos a él.

Era la foto del instante, de la canasta: toda la grada menos dos personas la vio a través de sus teléfonos móviles; había incluso quien estaba de espaldas para dejar un selfie del hecho. 

Poco después el chico se fue a trabajar y del baloncesto pasamos al fútbol, de Jordan al Real Madrid sin solución de continuidad. Y siendo él del Barcelona y yo de la Real Sociedad coincidimos en su primacía por derecho casi natural, tal y como lo demuestra la historia. Claro que decir que yo soy de la Real Sociedad es como decir que sigo siendo de Hermann Hesse. Y él, divorciado y padre de tres hijos adultos...pues supongo que poco más o menos. 

Pero los recuerdos tiran de las conversaciones y hacen más ameno el presente; mejor aún cuando va acompañado por los primeros tragos de la tarde. Tanto él como yo tiramos de recuerdos del Madrid, de su implacabilidad, de su sello divino. A ellos añadí aquella final de Copa de Europa con el Atleti y el gol de Ramos en el último segundo, la enfadadísima llamada telefónica que recibí de mi antimadridista padre mientras yo andaba cagándome en Dios a grandes voces, "¿lo has visto?", de las maldiciones que echamos y, cosa rara, del absoluto convencimiento de que ya no había nada que hacer, como así fue. Uno del Bilbao y otro de la Real convencidos del sobe que vendría con la prórroga. Y que llegó.

- Si hubieran tenido que marcarle seis -le dije al cliente- le habrían marcado seis, no tres.
- Seguro.

Es así. La vida es así. La vida tiene querencias, como los toros. Y hay que tenerlos muy bien puestos para hacerle frente. Y aunque se lo hagas y te cruces con ella a lo José Tomás te llevará por delante más temprano que tarde, como le pasó al mismo maestro.


¿Quien sabe? Si Arconada no hubiese existido me habría hecho del Madrid. Era lo normal, después de todo. Pero yo era un niño cuando la Real ganó dos Ligas.

Arconada; Celayeta, Górriz, Cortabarría, Olaizola; Perico Aloso, Diego, Zamora; Satrústegui, Idígoras, López Ufarte.

Han pasado más de treinta años y cito de corrido en mi memoria. 


Y catorce menos un día desde que, medio borracho a las cinco de la tarde y tirado como una estrella del Rock en su sofá del camerino, ella se fue llorando del piso sin siquiera llevarse la cazadora.


La conservé durante algunos años. Había noches en las que la olía. Y otra en la que alguien la tiró a la basura.


Ella era del Madrid.




domingo, 12 de febrero de 2023

FERMÍN

 Fregué la última pila de platos y tras darle un par de caladas al cigarrillo salí a la barra, abrí otro tercio y volví a sentarme con mis dos amigos. Algo mayores que yo, ambos divorciados y con hijos adultos, hijos del rocanrol y tan rojos de nacimiento como otros tuvimos que serlo de derechas, seguían con la apasionada charla abandonada por la ineludible obligación. Sí, estamos en 2022, y no he conocido lavaplatos y creo que ya no lo conoceré.

Uno de ellos se fue poco después de beberse su única copa, algo extraño, aunque también lo había sido verlo por aquí en domingo, cosa que me explicó, pero el otro se quedó en el mismo taburete donde llevaba varado tres horas a base de tercios y pinchos. El domingo es el único día de descanso de su duro trabajo y lo aprovecha bien. 

La conversación derivó. Con él no hay lugar para florituras cinematográficas o de amplio espectro musical como con el otro. Este ha sido un currante de verdad durante toda su vida; y ahora que no le falta demasiado para la jubilación anda podando viñas. Lo que toca en este tiempo. Y por ahí empezó la conversación a dos.

- Nunca he sabido realmente -le dije- lo que es podar. Alguna vez vendimié, pero podar no sé ni lo que es.
- No quieras saberlo, Kufisto -dijo riendo.
- No. La verdad es que sólo me fijo en el campo cuando subo a los molinos. Y no durante mucho tiempo. Allí arriba es raro que no corra el viento. Y uno llega sudado y no conviene hacer el macfly...A estas alturas pronto te llevas de regalo un resfriado.
- Sí -dijo él- ¿No vas a poner algo bueno ahora que no hay nadie?

Motorhead. "Overkill" al 4.

- Hostia, tío...

Le conocí cuando yo todavía era un chico y él empezaba a ser un hombre que, según se decía, estaba follándose a la mejor tía del mercado cercano a nuestro viejo bar, la que le luego sería su esposa y madre de sus hijos y la que, con el divorcio, estuvo a punto de no dejarle regresar de la depresión en la que se hundió durante algunos años.

Y una vez oído a Lemmy recordamos nuestros años de juventud en el mercado y en el viejo bar, de aquellos años, de aquellos hombres bestiales que no llegaron a viejos, de aquellos que murieron reventados por el trabajo y el alcohol, de aquellas hirvientes madrugadas en el viejo bar de mi padre en las que los currantes se calentaban a base de café torrefacto y copas de coñac o de anís y a bregar por ahí, al mercado o al campo...

- Recuerdo a uno del mercado -le dije-...Yo le tenía terror. Yo era un niño que salía del colegio y que antes de ir a casa me pasaba por el bar para pillar el "As"...Me gustaba leerlo mientras comía. Ya sabes, Arconada y todo eso...Y había días en los que mi viejo me decía: "Kufisto, vete a Femín y dile que te dé la carne"...
- ¡Joder! ¡Fermín! -dijo descojonándose.
- Sí, Fermín...Y yo llegaba allí, a su carnicería, ¡fíjate tú!, con no más de ocho o diez años, recién salido de un colegio de curas, el mejor del pueblo y tal; yo tan limpito, tan apañao, por entonces hasta llevaba gafas, y mi padre me enviaba al encuentro con la carne de ese monstruo...
- ¡Jajaja...!
- Y yo llegaba, y veía el puesto lleno de mujeres, de aquellas mujeres, ¿te acuerdas?
- Joder que si me acuerdo
- Y veía a Fermín con el mandil manchado de sangre reseca de varios días, el cigarrillo en los labios, esa cara abotargada, de resaca perpetúa, blandiendo ese cuchillón, despiezando carnes a hostia viva delante de las mujeres...
- Jajaja
- ...y yo me decía, "joder, que me vea antes de hablar"
- Jajaja
- Y entonces me veía: "¡Kufistín! Toma" Y me acercaba, y cogía la bolsa con la carne y el cabrón apestaba de tal manera que casi me mareaba...
- Jajaja
- Te ríes pero sabes que era así-le dije riendo.
- ¡Joder que si lo sé! ¡Mejor que tú! ¡Y aquí estamos! 


Y aquí sigo.


Ya no hay que fregar los vasos, eso pasó a la historia hace mucho tiempo. Pero los platos sí. Nos quedamos en los platos. 


Me he varado en los platos.


Qué se la va a hacer.

viernes, 10 de febrero de 2023

RIQUINODERMO

El cabrero de la sierra de Gata cabreaba el nuevo día sobre inhóspitos canchales para espanto de todo aquel que estuviera viéndolo. Con el cayado en una mano y el móvil que retransmitía en directo en la otra uno tenía la sensación de estar inmerso en una de esas partidas maestras de un videojuego jugado por otro. A la búsqueda de las vacas, entre silbidos y voces vaqueras, resuellos y toses, maldiciones y enseñanzas del camino para sus televidentes, Jesús Manuel hacía por echarlas abajo de la sierra. Desperdigadas durante la noche y apurado de tiempo, la labor adquiría trazos taumatúrgicos, casi mágicos. 

Media hora más tarde y sin haber pegado un sólo palo bajaba de aquel Orodruin con la mayor parte del rebaño en fila india y a buena marcha. Las cuatro remolonas de arriba, su amada "Pantoja" entre ellas, ya bajarían solas. No tenía más tiempo para las vacas.

Subió al coche, colocó el teléfono en el trípode, arrancó, se puso el cinturón y aprovechó el regreso al pueblo para hablarnos de sus cosas, de la ruina del campo, de la envidia que le tienen algunos personajes de su pueblo, de los jipis desastrados que están "infectando" la sierra de Gata (no todos pero sí la inmensa mayoría) y del cabreo de los autóctonos hacía sus alcaldes por el trato preferente que les dan, algo que ha llegado a un punto tal que familias rojas de toda de la vida han decidido votar PP en las próximas elecciones.

- En las generales no -decía el cabrero- En las generales PSOE...¡Pero ya verás qué sorpresa se van a llevar estos! Aunque yo como no voto...Por eso digo lo que me da la gana.

Es rojo. Dice que no vota pero es rojo. Tampoco dice que sea rojo pero se nota. Y esto es algo que se entiende cuando le oyes hablar de la vida que le ha tocado en suerte.

Ya en su desierto cuartel general arrambló de hercúlea manera con un fardo de alpaca que entre bromas cargó en el pequeño remolque con destino a sus queridísimas vacas avileñas. Muy venido arriba, alabando su alimentación a base de tocino, nos dijo que era capaz de levantar ciento cincuenta kilos y que algún día nos lo demostrará.

- Y si estoy cabreao...¡Joé, vuelco un coche, me cago en dié!"

Tiró hacia hacia la finca donde pastan las vacas de su corazón y les echó de comer. Antes de irse le dio una golosina a su preferida, "Caraguapa"

Otra vez al pueblo. Otra vez al cuartel general. 

Ahora había que desmontar una especie de chamizo metálico que ya no hacía falta. Siempre con el trípode de la cámara en el sitio lo vimos desmontarlo y cargar con él para echarlo en el remolque y llevarlo a otro lugar. Y entonces, antes de recoger la cámara, vio un mensaje de uno que decía que estaba haciendo el número y que poco menos era un vago gordaco de mierda. Y se cabreó; sonriente e irónico como siempre, pero se cabreó. Con razón. 

- Bueno, tengo que irme, autóctonos -dijo- Nos vemos.

Miré el reloj. Eran las doce. Todavía me sobraba casi una hora.


Fue muy al principio del tonteo. Aquel mediodía dominical ella vino sola, sin su marido. Por entonces se llevaban bien, quiero decir, no mal. Ella acababa de salir de trabajar y vino a verme y a tomar algo. Y dio que estábamos hablando y entró al bar un viejo de derechas, muy de derechas, que ya era el último que quedaba de una cuadrilla a olvidar. Y se puso junto a la mujer y, como siempre, no podía dejar de hablar de la maldita política, fuera quien fuera quien estuviese a su lado. Y este imbécil, este idiota que ya hará cuatro años está muerto, no tenía ninguna delicadeza. Y la chica, la mujer, mi amiga, una madre sin más educación que las cuatro reglas, le aguantó el tirón por el cariño que me tiene y porque también ella, con lo mal que lo ha pasado, sabe como funciona el sistema. Pero no olvida. No es tonta, no ha podido permitírselo. 


Hoy, a eso de las tres, con el bar casi vacío, vino al bar después de unas semanas sin hacerlo. Bebimos unas cervezas, hablamos, reímos, pregunté y la escuché.


- ¿Quieres una? -le dije cuando me pagó.
- No. Tengo que irme a por los chicos.

Alguien entró en ese momento y fui a atenderles. Ella todavía estaba en mi esquina, csperando.

- ¿Un pito? -dijo-
- Venga.

Salimos a la puerta. Hacía un frío del copón. Me habló de lo que le quedaba por hacer, de lo cansada que estaba...

- ¡Qué frío, Kufisto!


Y la besé.


martes, 7 de febrero de 2023

CADENA PERPETUA

Entre lágrimas, de pie y haciendo uso del último turno de palabra antes del veredicto final un joven, principal acusado del crimen, pedía perdón a la familia del chico asesinado. "Ojalá pudiera volver atrás y...¡pero no puedo! No puede ser...No se puede ir atrás.." La jueza agradeció su testimonio y el chico volvió a sentarse, la cabeza entre las manos, junto al resto de acusados, siete chavales de parecida edad. El juicio quedó visto para la sentencia que se comunicaría unos días después. Tres años habían transcurrido desde el punto y aparte hasta el punto final.

Una discoteca. Juventud y música fuerte; alcohol y drogas; un vaso que en la aglomeración se derrama sobre alguien que no conoces; una pequeña trifulca y una rápida expulsión del local. 

Ya en la calle sigues siendo el protagonista de tu película, ahora en modo vengador. Estás medio borracho, drogado, tus amigos te jalean. Y entonces ves al otro chico, al alfeñique que te ha jodido la noche, y vas a por él y...


Apagué el ordenador, me cambié de ropa y regresé al bar para el turno del mediodía.

Hacía más frío y viento del que esperaba. Tuve que aparcar lejos y lo sentí. Ya dentro vi que poco más o menos había lo previsible. Pasé a la barra, saludé a mi hermano, puse música, quité el volumen del televisor y lo cambié de canal. Mi hermano se marchó, puse algunas cañas y vinos, charlé con los escasos clientes; un día horrible, un día de casa y gachas manchegas.

Apenas eran las dos y el último y desconocido cliente acababa de irse con ciento treinta euros de más en su bolsillo cuando un amigo entró al bar.

- Qué solo estás, Kufisto
- Sí. Y mejor que lo hubiera estado.
- ¡Coño!
- Un cabrón acababa de destriparme la tragaperras.
- Jajaja...Bueno, ya vendrá otro a rellenarla.
- Sí. Seguro.
- Ponme una cerveza de esas buenas.

Charlamos vagamente mientras mirábamos nuestros teléfonos. 

- ¿Quien es esta? -le dije enseñándole el mío.
- Ummm...No sé -respondió- ¿Quien es esa zorra?
- Madonna.
- Joder, ¡pero como está así!
- Parece como si la hubiese operado Nick Riviera, el cirujano plástico de los Simpsons
- ¡Jajaja!
- Y esto siendo una fanática de la salud y tal. Si hubiera llevado nuestra puta vida...
- Ya te digo
- ¿Te acuerdas de aquella mañana en la que casi me vuelvo loco intentando encontrar mi puto coche?
- ¿Qué mañana?
- ¡Sí, hombre! ¡Aquella en la que terminamos en el garito aquel comiendo pizzas del 24 horas del rumano monstruoso que había al lado!
- ¡Jajaja! ¡Sí, sí que me acuerdo! ¡Con Juanma dejándose las pestañas en la tragaperras y las putillas rondándonos por una raya!
- ¡Esa! -dije- Y al final, cuando salimos, tenía el puto coche casi delante de mis cojones, que lo encontró Santi...
- Jajaja...Me cago en Dios. Joder, qué noches...
- Y me fui a casa con el coche.
- Y yo con el mío, no te jode.


Serían casi las cuatro de la tarde cuando, cosa rara, Julio entró al bar. No era su hora ni su día, o sus días, que no deja de ser un cierto cliente, pero enseguida tuve la sensación del porqué.

Casado y padre de dos hijos y funcionando a base de bien lleva un tiempo empeñado en una especie de reencuentro entre los que formamos el reemplazo del servicio militar. Treinta años más tarde para vernos y hablar. Yo no lo decía nada, me daba igual, pero al verle hoy en el bar a esa hora supe que algo había detrás. Y así fue: había quedado con uno al que no trataba desde entonces; otro triunfador, uno al que no he visto jamás en mi bar; uno con el que algunas veces me he cruzado por ahí y parecía costarle un mundo el saludarme.

Hablamos. Recordamos nombres. Al final sacamos más de veinte. Sólo hay que encontrarlos y poner la fecha. Bien. No tengo Facebook.


Han pasado treinta años. Todavía éramos jóvenes cuando casi todos nos perdimos de vista.


Bueno, sólo han sido treinta años de nada. A la manera de Troy McClure supongo que me recordarán como el aparente colgao que fui en aquellos años. Era joven, sí, pero aparte del candado en el cuello, el alcohol y todo lo demás ya había leído el Quijote y Crimen y Castigo antes de jurar bandera y pegar los cuatro tiros reglamentarios a los muñecos.


Treinta años pasan rápido si tienes un poco de suerte.


Siempre y cuando no seas tú el último camarero detrás de la barra del bar.

domingo, 5 de febrero de 2023

DEL BUEN SUEÑO Y LA BUENA MUERTE

 En el último sueño estuve con aquel malogrado amor de juventud. Era ella como lo fue hace treinta años. Y ahora por fin, sonriente, tendía sus brazos hacia mi. Nos besamos, puede que llegásemos a reír. Y entonces desperté.

Conduje hasta el bar pensando en lo vivido mientras dormía. ¿Como había pasado? Fue durante la última hora dormida, la que siguió al primer despertar. Miré el reloj del teléfono y vi que todavía tenía tiempo. Saliendo del informe sueño profundo entré en el de las puertas entornadas. Y abrí una y allí estaba ella tal y como era hace treinta años. Y yo, estupefacto como estaba, lo creí tras un segundo que pareció eterno hasta que la indescriptible sonrisa iluminó su rostro como un millón de soles.

Pasé la mañana y llegó el mediodía. Un sol templado, un sol de febrero, iluminaba la escena exenta de velos. En la puerta fumé un cigarrillo con la luz del sol derrumbándose sobre mis ojos entornados.

- Da gusto un día así.
- Sí.
- Ya se nota que amanece más temprano y anochece mucho más tarde.
- Sí.
. Lo peor ya ha pasado.
- Sí.


Vi a Sonia cuando ya creía que no iba a verla. Al ver a Sonia me di cuenta de que ya no esperaba verla hoy.

Entró después que su padre lo hiciera cogiendo con cuidado del brazo a su esposa enferma, algo que suele ser cosa de Sonia. Por esos segundos no esperé verla. Pero entró tras ellos, saludándome con su grandísima sonrisa.

Estaba tan guapa que dolía mirarla.

Había mucha gente, yo andaba de acá para allá. Cogieron mesa y les llevé sus cervezas.

- Gracias, Kufisto.

La miré a los ojos un segundo, un segundo...

Cañas, vinos, tapas, cobrar, dar las vueltas, y hablar al trote y recoger vasos y platos, y limpiar y colocar y mover y ordenar...

Se fueron. Sonia se fue con sus padres.

- Adiós, Kufisto -dijo en la puerta con esa grandísima sonrisa mientras, ahora sí, era ella la que cuidaba el paso de su madre.
- Adiós, Sonia.

Y entonces pensé que si llegara el día en el que yo no estuviera detrás del mostrador no volvería a verte con casi total seguridad. A veces pasan meses sin tu presencia, pero sé que algún fin de semana sacarás algo de tiempo para venir al pueblo y a mi bar con tus padres. ¿Pero y si yo ya no estoy detrás de la barra, Sonia? Ya no te veré más.


Y entonces tendrán que pasar treinta años para que, ya viejo y muy enfermo, abra una puerta entornada del sueño desvelado.


Y quizá, con suerte, tras ella estés tú como lo estás ahora esperándome con esa sonrisa. Como anoche lo hizo Rosa.


Al menos moriría tranquilo y, después de todo, muy feliz.





viernes, 3 de febrero de 2023

NO FEAR IN THE DARK

 - ¿Tomatín? -dijo el cliente mirando el expositor de los whiskies.
- Sí, bueno -respondí desde la cafetera- En realidad son tres palabras, Tom-at-in, pero supongo que por razones de mercado lo han dejado así. Es escocés, significa "El arbusto de la colina" Pero vamos...Tomatín.
- Ah -dijo llevándose otro pedacito del desayuno a la boca.

Llevé los cafés al salón, volví a la barra, hablé con él.

Está muy enfermo. Pronto morirá. Lo conozco desde siempre. Mis hermanos y yo éramos amigos de sus hijos. Conocí su ático, más bien la habitación de sus hijos, y tuve un altercado con él por mi culpa, un golpe con el coche sin tener ni el carnet. Nunca le vi por el viejo bar de mi padre. Él no era del pueblo. Vino aquí desde Madrid como primer marido de una deshonrada que hubo de irse a la capital tras quedarse embarazada de uno de otro pueblo que se desentendió de ella. Y con un hijo pequeño a cuestas y otro, el suyo, en camino se vinieron para acá. Eran los primeros años ochenta en La Mancha.

Aparte de todo, tiene una herida muy visible en el labio superior a causa de la quimioterapia. Es imposible no verla. Es imposible que él no se dé cuenta de que la ves. Es imposible que él no sepa que lo miras como a alguien que pronto dejarás de ver. 

Hará un mes, ¿dos, tres?, que desayuna en nuestro bar. Según me contó su hijo adoptado discutió en el habitual por algo que más parecía quitarle de en medio que otra cosa. 

Solté la tela habitual acerca de los whiskies premium. Él me miraba con ojos benevolentes entre bocado y bocado. Sonreía. Me acordé de cuando le di aquel golpe a su coche.

- Tu chico mayor -le dije- controla mucho de whiskies. Tiene muy buen paladar. Y el pequeño también.
- Son buenos chicos.
- Sí que lo son. 

Y sonrió.

- Bueno, Kufisto, me voy.
- Adiós, Juan.
- Adiós.


Eran las tres de la tarde cuando Jan entró al bar. 

- Kufisto
- Jan
- Una sin alcohol.

- ¿Qué tal por Barcelona?
- ¡Hostias!
- Me lo ha dicho tu padre esta mañana
- Jajaja

Jan está casado y es padre de dos hijos más uno. Y lleva el negocio de su padre.

- Barcelona es una mierda -contesto a mi pregunta- De diez años para acá cada vez a peor. Es como si sólo quisieran patinetes, bicicletas y perros. ¡Es imposible circular por ahí! Aparte el trato, cada vez más malo. Mira, yo voy a Euskadi y me siento como en mi casa o mejor, ¿pero en Barna? Yo no sé qué pasa allí. Hay pasta, porque hay pasta, pero es como si quisieran construir una muralla alrededor. No lo entiendo.

Chalamos sobre los viejos tiempos, nos reímos y se fue.


- Hola, Kufis.
- Hola, Cujo. Acaba de irse tu hermano.
- Ah
- Y tu padre estuvo esta mañana. ¡Así que hoy sólo me queda ver a tu madre!
- Vengo de comer con ella. Si lo sé me la traigo.

Nos reímos.

- ¿Qué quieres?
- Un whisky. Y un vaso de agua. 


- Chicos...

Es Fede, el banquero rockero, el mayor de todos nosotros, un colega que está de baja por depresión.

- Haz los honores, Kufisto -dice alargándome otro gran sobre blanco.

Le sirvo una copa y abro el sobre.

- Jajaja...Esta es buena -digo al ver la portada- Buena de verdad.
- ¡Enséñala, cabrón!
- Treinta años
- ¿Treinta años de qué?
- Pues treinta años desde la publicación del disco, hijos de puta.
- Bueno -dijo Cujo- 1993...
- ¡No! -dijo Fede- ¡Que estas revistas me están llegando con retraso! Hazte la cuenta del 92.

- ¡El "No fear in the dark", hijos de puta!
- ¡Jajajaja...!


No fear in the dark.


No tengas miedo de la oscuridad, Kufisto.