viernes, 30 de noviembre de 2012

A KIND OF TRATOL




Dijo no se qué del tratol, estaba hablando por el móvil mientras ella se miraba las manos, llenas de anillos dorados y pulseras brillantes.

Me di cuenta nada más pasar al bar, los vi junto al grifo de la cerveza, allí donde se sitúan los no habituales a pesar de tener a su disposición toda la barra: el grifo como burladero para toro y torero.

Saltaba a la vista que él era un azacán, uno del terreno...cara redonda, boca pequeña, pelo casi cortado a tazón y piel tostada, abrasada. Y pertigueaba a la misma vista que ella era una hija del este de Uropa, muy mona, blanquita y delgadita, de esas que puedes jurar ante el cielo y el infierno que no se dignará a mirarte a la cara: el anzuelo estaba ocupado.

Nos quedamos solos pronto, con la compañía del Kind of blue de Miles Davis, ese disco que no te cansas de oír porque suena bien, como cuando Curtis le dice al de los Monthy Python que le hable en ruso mientras están follando: no entiende nada, pero suena bien.

Me senté en un extremo para hojear los periódicos, rápido, sin apenas pausa, Sostres se había cubierto de naftalina, pero bien, creo que está 0´2 de empezar a ir a la misa dominical con su modélica familia...Se habían llevado la hoja de "El País" que chivaba la presumible marcha de Mourinho a final de temporada, cosa que me importa un cuarto de cojón, pero con ella también se fue el crucigrama, el único que merece la pena de toda la prensa que compramos, maldita sea, los demás son para que puedan ser resueltos por lectores diarios del "Marca" y televidentes de Punto y Farlopa..."¿qué hago ahora?"

Observar la extraña pareja...e ir reponiendo a Miles.

La voz cantante era la de ella, hablaba un español casi perfecto, como todas, con ese acentillo tan sensual, dulce, suave, él asentía o mugía de vez en cuando, un tanto incómodo, era como si a pesar del cortezón que lo cubría por completo se diera cuenta de que yo estaba tomándolo por lo que es, cosa que junto a lo reciente del lío (todavía están haciéndose manitas en público, más ella que él, por supuesto, su bota en el apoyo del otro taburete, bajo las pelotas...) lo tenía con un aspecto tal que aquella canción de los Zeppelin, esa que cuenta el infierno de un tío al que su chica lo estaba dejando más seco que un trozo de mojama al sol de julio.

Cuatro o cinco veces la oí mentar al padre de él, y me hizo pensar en qué clase de tía puede ser aquella que pregunta tanto por el papa, y bueno, eso no es cosa que requiera mucha meditación, pero a él le vino bien, así podía dejar de pensar en follársela, ¡y encima hablando de padre, ese gran, gran hombre!, ese tío que lo ha conseguido todo con la fuerza de sus manos y su tratol, o tratoles y unos cuantos ilegales, ese hombrón que no ha parado hasta que a su familia no le faltara de nada, y menos a él, claro, que ya tiene hasta tele en su Gran Tratol, tan plana y fina que hasta da miedo tocarla para cambiar de canal, aunque cambia pocas veces: esta fijo en el contenedor de Mariló, esa perra, y sus clases para vivir...Otro gran hombre, sin duda.

La rumana escuchaba atenta, cogiéndole las manos, "mi padre esto...mi padre lo otro...", imaginé a Miles tocando la trompeta con los ojos cerrados, y pensé que ella era de las que te la chupan mirándote a los ojos.

No entraba nadie, esto hace tiempo que dejó atrás el castaño oscuro para fundirse en negro, muy negro. Acabé leyendo las esquelas de "El País", tan sobrias, esas que ni ponen la Cruz, o la estrella de David, o la efigie de Obama...tonto vivo, tonto muerto. ¡Con los magníficas que son las del ABC!, lo mejor del centenario panfleto de nuestros días.

Más cerveza "en tubo", como la piden los despistados, más él que ella, quien había retomado el mando tras el panegírico paterno, reía un poco más fuerte, sonaron los primeros picos, "de morreoj ná, cái uno delante y yo soy un azacán de La Mancha..." Y más trompeta de Miles, y recordé que al final de su carrera la tocaba de espaldas al público, y pensé que ella era de las que te piden que le des por detrás.

Entonces él dijo algo sobre las horas que llevaban en nuestro bar y ella le regañó cariñosamente, "¡anda! ¿y cuando tú te va con tus amigo a ve el fúbol, qué?, ¡si etás sei o sete hora!" Lo miré, parecía un semáforo en rojo, parecía el semáforo de salida de un Gran Premio de Fórmula 1...Y lo imaginé en "su" bar, con "sus" amigos, viendo al Madrí, bebiendo cubalibres a saco y gritando como un energúmeno, eso sí que estaba bien...pero la rumana también lo está un rato, y ya se sabe que para llevarte la copa y abrir el champán, antes has de dar 80 vueltas al puto circuito, que papa es una buena escudería, pero aún no lo es para ella, aún. Así que te jodes y esperas hasta que ella vea que no has dado ochenta giros, sino cien, cuando no querías dar ni medio...ya puedes abrir la caliente botella que guarda entre las piernas.

Se fueron cuando Miles terminaba por tercera vez su canción de 55 minutos, no sé porqué coño la dividió en cinco partes, supongo que para tener tiempo de meterse un buco, que a veces la vida solo es soportable endrogándote con lo que más a mano tengas.

Como la rumana, esa que imaginé animándole con el ruido de su bisutería todavía barata mientras se la meneaba a muerte para que se corriera de una jodida vez en su cara. Igual que en las pelis.

Cosas de ser hijo de un papa con un Gran Tratol.


jueves, 29 de noviembre de 2012

SOL, FRÍO Y AZUL




Un buen paseo da para mucho, para sentirse un poeta y para sentirse un bienhechor, para ver el baile de las hojas que tiraron del árbol, como poseídas por un espíritu burlón, sobre las aceras, sobre el asfalto, muleteando cochecillos, hay alguna que otra cornada, cosas de ponerse donde José Tomás, los toros obedecen al último toque, las máquinas solo al primero.

No hay como caminar en dirección al sol para olvidarte de todo, sin cristales que debiliten tus ojos, ¡qué bien se ve cuando hace frío de verdad!. Es como si la telilla maligna que empaña la vida de la ciudad se desvaneciera aterida por el viento del Norte, y todo brilla más, todo parece mejor, más claro, más grande, más sano, más fuerte. Todo está como es cuando los pedos del monstruo se congelan conforme salen de su ano. ¡Qué bien respiras dentro del frío y de la luz!

Caminando la tierra húmeda por las lágrimas de la luna nueva, desaparecida ya por el imponente sol que alumbra un azul vivo, en movimiento, como si en una mañana tan fría como esta hasta el color tomara consciencia de su existencia, azuzado por el viento helado, capaz de espabilar lo durmiente y acabar con lo dormido, sientes tus pasos hollar el camino, como acogiéndote, como dándote las gracias por pisarlo, por recordarle que está vivo, porque un camino desdibujado y olvidado, un camino que ya solo transitan los que están hartos de andar sobre cemento y alquitrán, agradece un poco de calor en días como estos.

Dejo atrás el sol y el azul, las piedras y los hierbajos, el frío salvaje por el viento, y vuelvo adentro, a la colmena donde todo está más oscuro y el número aumenta un tanto el calor, pegados los unos contra los otros, como aquellos monos hasta que encontraron el monolito. Pero todavía tengo reservas, he recargado bien la pila, y voy a la tienda de ayer, a la de la cincuentona gorda y caliente que mira con bestial deseo a los clientes jóvenes, acostumbrada como está a viejos arrugados, flácidos y acabados.

Sonriendo, seguro, le pido pan y fruta, y ella me mira mientras escoge las piezas, "¿has dicho esta?", "sí", "¿quieres estas que son mejores?", "vale" Y pesadamente menea su enorme culazo, haciéndose sitio entre la otra dependienta, una cuarentona teñida, de mirada aburrida, como de brasero eléctrico medio averiado, "¿quieres algo más?", "dame unos kiwis", y cuando apunta su precio junto al del resto sobre un cartón, haciendo una suma que me ha quitado treinta años de golpe, veo que quizá no me llegue el dinero, "son caros los kiwis...", "son de los gordos...los mejores", "no sé si tendré", "me lo das otro día" Y veo que tengo más de lo que creía y le pido miel, y entonces sale del mostrador como el Colgate del tubo, casi tira una caja de calabacines, pero la sujeto, "me he enganchado..." y ríe pasando entre los viejos que esperan turno, dirigiéndose al fondo, yo detrás de ella, lo menos pesa ciento veinte kilos, "¿cual quieres?", "no sé...dame la mejor", y escoge el tarro más gordo, "de la Alcarria, natural", "perfecto", y otra vez se mete para dentro, "¿algo más?", "creo que no", "te lo reparto en dos bolsas para que vayas más cómodo...porque vas andando, ¿no?", y es que se me ve en la cara que soy de los que van andando.

- "Quédate con el cambio"
- "No, por favor..."
- "No importa, de verdad, por las molestias..."
- "Pues gracias...para cuando te falte"

Me faltará.

Pero eso será lo único, porque mientras haya sol, cielo azul y viento del Norte tendré lo imprescindible.

Y un culo enorme y volcánico esperándome una mañana cualquiera.

ÚLTIMOS GIROS DE LA VÁLVULA




- "¿Y eso...?" le dije mirando algo con aspecto de DVD que acababa de dejar sobre la barra.
- "Ah...un juego que me he comprado"

Y una vez que hubo recuperado el resuello perdido en su bicicleta de carreras me explicó de lo que trataba, cosa que saltaba a simple vista, no había más que ver la portada...era un juego de guerra para la Playstation 3.

Habló como siempre, es decir, como si los demás no tuviéramos boca, pero un síntoma como ese, quizá el primero de la mala educación, no lo es tal en él, o al menos no de forma deliberada; simplemente tiene un cerebro que se quedó clavado en la quinta marcha: un cerebro a tope calderas.

Es un hombre a un cerebro pegado. Y profusamente señalizado: si todos fuéramos como él, no serían necesarias las cárceles comunes. Bastaría con la que tenemos tras la frente.

Posee una amplia cultura adquirida, de todo sabe y todo lo relativo a ella le interesa, aunque no creo que su delicado trabajo, absorbente como pocos, le deje mucho tiempo, pero una vez me confesó que duerme poco y mal, nunca más de cuatro horas y a saltos, será cosa de ese jodido cerebro, siempre sobre-estimulado por la multitud de cachivaches electrónicos que compra el cuerpo que le transporta, tan insaciable como Ariana Jollee, y eso, como dejó escrito Aristóteles, más es una condena que una bendición: la virtud sigue estando en el medio. Por los siglos de los siglos. Y más allá de Júpiter, también.

He de reconocer que me sorprendió esa nueva, para mi, faceta suya, la de friki de los videojuegos, y no por la responsabilidad de su oficio (he conocido a otros de su misma profesión que no eran frikis, sino frikones, pero además imbéciles, que lo uno no quita lo otro) sino porque no me cuadraba en alguien como él. Pero los cuadrados solo existen en nuestra imaginación.

Todavía más me sorprendió la pasión con la que hablaba, y no por convencer, creo que le importa muy poco lo que piensen de él, de alguien que está absolutamente convencido de todo en lo que cree, y es que como bien dijo Poe "quien está convencido no necesita convencer".

Un hombre cercano a los cincuenta años, un soltero que cuida de su anciana madre, un más que probable superdotado intelectualmente, mata parte de su tiempo jugando a algo que jamás, por convicción, se le ocurriría hacer en la vida real, aún cuando fuera su pellejo el que estuviera en juego, estoy seguro de ello...Y es que si hasta las ollas a presión tienen una válvula de escape, ¡como no la va a tener la cabeza de un hombre! El juego no es real, pero tiene aspecto de serlo. Y así es como la bestia que todos llevamos dentro, la que nos trajo hasta la orilla después de atravesar océanos embravecidos, sacia su apetito, más anoréxico generación tras generación, al menos en esta parte del mundo que fue su faro y ahora no llega a cerilla: ya no es la música, sino la Máquina quien amansa a la fiera. Creadas para servirnos, vamos a terminar convertidos en sus esclavos.

Primer gran error: todo lo que te hace la vida más fácil, te enferma.

Segundo gran error: todo lo que te entretiene, acaba por dominarte.

Uno no viene al mundo para habitar una casa automatizada, o para que le entretengan. O al menos no debería de ser así.

Quizá Unabomber sea un profeta de nuestro tiempo.

No confíes en las máquinas, y menos en quienes las manejan. Todavía.

Se acerca el tiempo de regresar al mar en busca de la otra orilla.

Y volver a vivir. Aunque sea menos tiempo.

¿Pero quien dijo que nuestro destino final fuera transformarnos en tortugas de arena?

Hacia el agua...otra vez.





miércoles, 28 de noviembre de 2012

EN LA CRUZ ROJA (FIN)




Es curioso, y definitivo, como uno no puede dejar de ser uno mismo ni el mundo virtual, aunque quizá sea en este donde más sea yo...quizá no. Seguro.

Empecé esta historia como un ajuste de cuentas, más con la idea de denigrar a una institución en la figura de un capullo integral que por ninguna otra cosa, pero ahora que he decidido acabarla no veo la necesidad ni los motivos suficientes: basta con el intento de recordar las presuntas afrentas que te infringieron para comprobar que ni fueron tantas ni tan graves, pues de haber sido así no las hubiera olvidado, y con algún esfuerzo que otro (tampoco me he devanado los sesos) no ha venido a mi memoria ninguna especialmente hiriente, que los años son los mejores cicatrizadores que existen, todavía más cuando la cosa no llegó ni a arañazos...Únicamente el recuerdo de aquella Nochevieja perdida, idealizada, sin duda, por lo que pudo haber sido, pero después llegaron otras noches, noches en las que ella todavía estaba allí, que se fueron igual que se fue la de aquel Año Nuevo...y el capullo integral no estaba allí para echarle la culpa. A no ser que aquel capullo integral fuera yo mismo.

Durante esos años conocí gente y me pasaron cosas, y ahora que han pasado tantos como los que yo tenía entonces veo que estuvo bien, porque bien está todo lo que puedes recordar, lo que no te mata te hace más fuerte...lo que no te mata es mejor de lo que pensabas.

De todos aquellos con los que me relacioné en la Cruz Roja no conservo ninguna relación, no digamos amistad, y esto no es Nueva York, precisamente...Cuando uno es camarero no tiene amigos, sino clientes que vienen y van, como las hojas muertas del otoño: cayeron y después se las llevó el viento.

No tengo ningún tipo de contacto que no sea el meramente profesional con nadie de mi pasado, mis amigos de ahora son mis clientes de ahora, y se irán y otros vendrán, y con ellos mantendré una especie de amistad, la suficiente como para colocarte cualquier noche que no haya demasiada gente por ahí: la gente de bar, las moscas de bar, armamos demasiado ruido cuanto menos jóvenes somos, tan grande que su eco dura mucho más que el normal. Y lo peor es cuando lo ves en lugar de oírlo; de ahí el antisocialismo: no estar entre nadie que mañana te mire raro y te preguntes porqué. Mosca no come mosca...y si lo intenta siempre se puede tirar de memoria. O de futurología cercana. Cercanísima.

La otra mañana (creo que ya había empezado esta historia...seguro) me crucé con Guyeleto, iba por la otra acera y lo ignoré, creo que él también, seguro...no lo veía desde entonces, y esto continúa sin ser Nueva York...El instante que lo vi fue suficiente para darme cuenta que seguía igual de viejo que entonces, con los mismos andares, parece como si algunos no se desprendieran del tacatá en toda su vida, con esa expresión de no sé qué coño sigo haciendo aquí, como si estuviera despierto para cansarse y no soñar, no sé...¿qué cojones le dices?, ¿qué?, holacuantotiempomealegrodevertequetalteva...eso es una gilipollez, una mentira, y no os engañéis aunque os lo presenten en forma de Ava Gardner con veinte años: lo que era una mierda cuando erais críos sigue siendo una mierda cuando sois mayores. Mentir por una gilipollez es de mierdas. Digan lo que digan.

Ayer fui a coger no sé qué en el maletero del coche, creo que estaba buscando un cuaderno por si se me ocurría algo mientras estaba en el bar, y no lo hallé, pero di con un libro del Anticristo, con uno de los mejores, y si leo algo es a él, aunque sería más exacto escribir releer, pues desde que lo descubrí no he buscado más, que cuanto más lo releo más razón le doy, y miro cosas en la Red de sus desesperados bastardos, y algunos son bastante competentes, al menos para lo que hoy nos toca vivir...y por más verdad que siento, por más que me digo que todo lo que me rodea es una jodida mentira, que la Verdad está desvelada pero no tenemos güevos para aceptarla...no puedo con ella. No puedo.

- "Tienes el techo del coche helado" me ha dicho mi hermano pequeño cuando estaba echándole las llaves al bar.
- "Sí...pues espérate al finde, cuando nos vayamos tarde..."
- "Bueno, tío...hasta mañana"

Y nos hemos chocado las manos como siempre hacemos cuando llega y nos vamos. Aunque tengamos que colgarnos los trastos en la punta de la polla...supersticiones no escritas (ni dichas) entre hermanos.

He dejado toda mi mierda en el asiento de atrás, ese que no se acuerda de la última vez que sintió algún orificio capaz de excretar, y he tirado para adelante con el cristal en modo catarata, es decir, que no veía una polla liá en un trapo, o casi, por la ventanilla he visto como mi hermano pequeño, supongo que al verme, ha hecho lo mismo, calle arriba venían los guindillas, esos mierdones, y yo he metido segunda como si estuviera en el Dakar llevando el coche de Sáinz, esa mosca sin suerte...pero yo soy Kufisto y detrás venía mi hermano pequeño.

Nos hemos despedido con un bocinazo en el último cruce, como siempre, aunque no he oído el suyo, pero eso ha sido culpa del Celebration Day, el último disco de los hijos de los dioses, de los buenos dioses, de los del Anticristo, de aquellos que eran tipo punk, tú también puedes serlo...si tienes lo que hay que tener...

Y esperando estaba a que se abriera la puerta de la cochera cuando un perrillo callejero, feo y lleno de mierda, se ha puesto delante, mirándome..."verás como se mete dentro" Y se ha metido dentro. Y después, con mucho cuidado, he bajado yo..."verás como viene"

Medio metro, no más, tenía algo en el lado derecho del cuello, parecido a una herida, o quizá fuera mierda, no sé..."voy a bajarle algo de comida"

Al tercero, puerta B, rac...raaac, mi gato, "cabrón", más superstición, a la cocina, frigorífico, jamón del gato, "¿donde se lo pongo?", más trastorne, "ah....sí...papel albal...", el Gran Kufisto hace mucho tiempo que dejó de ser el Dios del Pac-Man, ese mismo que acaban de descubrir que se come a Júpiter, o a Saturno, o a uno de los gordos...abajo otra vez, ahora con cuatro lonchas de jamón de York cortesía "El Pozo", esa mierda que acaba con la dignidad de un gato, ese ser reminescente de la Antigua Aristogacia...

Y ahí estaba el perrillo. Esperando que le diera a la luz.

Y le he dado y se me ha quedado como si no, mirándome...

Le he puesto la comida en la cochera del vecino, pero después, mientras desdoblaba las rodillas, he pensado que mejor en la mía, por si se caga y tal, no sé...

Y porque tengo gato, que si no...

Esta puta vida es un sindiós.

Y ahora releeré al Anticristo, no mucho, que me he clavado una botella de vino mientras escribía esto, por no hablar del tabacazo...pero seguirá teniendo razón.

Pero soy tan demasiado humano como tú que me lees.

Sin remedio.

Como aquella Nochevieja en la Cruz Roja...




lunes, 26 de noviembre de 2012

EN LA ROJA CRUZ (V)




La muerte ajena es fría, eso es todo lo que puedo deciros de ella: no es tan diferente como la que se ve en los telediarios mientras te comes los spaghettis.

Llegabas al lugar del accidente, mirabas dentro del coche y veías que estaba muerto, el volante incrustado en el pecho, los ojos cerrados, le tocabas la yugular para asegurarte y esperabas que vinieran los bomberos echando un curioso vistazo a la documentación: nacido en, el día tal, nombre del padre, nombre de la madre, algunas fotografías con su familia...sí, era él. Recuerdo que miré la cinta que llevaba en el radio-casette, era música española, ful de Estambul...se durmió en una recta y se mató.

Otro se cayó de cabeza cuando instalaba las luces para las fiestas de su barrio, una sacudida eléctrica y adiós. Tenía los sesos fuera, o una buena parte de ellos, se los metimos dentro y le vendamos la cabeza, lo llevamos al hospitalillo con vida, parecía increíble, pidieron una UVI para trasladarlo a Madrid, y mientras esperábamos los papeles para irnos llegó uno de sus hijos, un chaval al que conocía de alguna que otra juerga...

- "¡¡¡¿¿¿COMO ESTÁ MI PADRE, KUFISTO!!!???"
- "Bien...bien...tranquilo, se lo van a llevar a Madrid..."
- "¡¡¡DIME LA VERDAD!!!"

¿Como iba a decirle la verdad?

Pasó adentro dando gritos, nos dieron los papeles y nos fuimos. Murió en el trayecto. Desde entonces, cada vez que me he encontrado a su hijo he tenido la sensación de que no queríamos vernos.

A veces llegábamos tarde, o los otros demasiado temprano, que durante una emergencia se llama a todo el que esté disponible, y ese fue el caso con mi vecino Víctor, un chaval algo mayor que yo cuyo padre había sido uña y carne con el mío, unos figuras los dos, y es cosa que suele pasar entre los hijos de los amigos: que lo son durante la infancia, pero al crecer se distancian. Supongo que será otra muestra más de querer matar al padre y follarse a la madre, que diría el matamolleras.

Se habían salido de la carretera, podían verse las huellas del último frenazo a pesar de la tibia luz de la amanecida...el hostión fue de órdago: después supe las vueltas de campana que dieron. Pero la cosa no fue tanto que no pudiera encontrar a simple vista su documentación, que si apareció impoluta la de Atta cuando los ataques terroristas a las Torres Gemelas puede aparecer cualquiera, y eso era un Boeing, un bicharraco de los gordos, como el otro que se estrelló contra el Pentágono dejando un boquete que los mass-media te obligaron a aceptar la posibilidad, la completa seguridad, de que un elefante se la pueda meter a una hormiga; pero para eso están, los medios de masas, digo, para que creas que es posible lo de la manada de elefantes balanceándose en la tela de una araña: más aún si un científico dice que sí, que bien colocados aguanta hasta mil. Pues vale.

Pero en los papeles del coche no salía Víctor, sino su viejo, y entonces sí que me dio un ligero temblor de piernas:

- "Hostiaputa..."
- "¿Qué" me dijo el Pitorra
- "A este tío lo conozco yo..."

Regresamos al puesto y llamé a casa, todavía no existían los móviles, esas máquinas del Averno, se puso mi vieja y se lo conté. Poco después me llamó mi padre. Y un poco más después, llamando a unos y a otros, me enteré de que era el hijo: era el único que seguía con vida, los otros tres estaban muertos.

Regresaban de las ferias de un pueblo cercano...y no hay más que contar.

Murió un par de semanas después, era un tío fuerte, popular, caía bien a la primera, mi recuerdo de él es siempre sonriendo, más aún, riendo, le gustaba a las mujeres, le gustaba a todo el mundo que no estuviera amargado, hasta a doña Muerte, por lo visto, que de vez en cuando mete el hachazo más inesperado, no todo van a ser pollas flácidas, que ella también es mujer...aquello sí me afectó. Como a mucha gente más: durante un tiempo (breve) el personal se cortó un poco con el tema.

Unos años después, no muchos, su padre también se salió de la carretera y se mató. Recuerdo que el mío no se lo creyó, "nadie conducía como él". Y la sospecha aumentó cuando se corrió el rumor de que había un gran seguro...y él estaba arruinado. Y había perdido a su hijo derecho.

Pero también la Muerte tiene sus puntos, que nada es tan malo, sobretodo cuando no conoces al premiado, o premiada en este caso...

Nos llamaron para que fuéramos a una urgencia domiciliaria, recuerdo perfectamente el bloque de pisos aunque no la letra y número, a eso no llego, pero de los más altos, que eso sí que no lo olvidaré...

Fue una de nuestras primeras salidas, o al menos eso creo, o puede que yo tuviera un mal día, o puede que el cabrón del Pitorra quisiera pitorrearse de mi...en fin.

La vieja estaba en su cama, pesaría ciento cincuenta kilos, olía mal, lo cual no es raro entre la gente de su edad, por lo que no resulta un síntoma definitivo...Con los nervios de su hija y del marido de su hija, y de todos los putos críos que por allí correteaban pegando gritos, no nos dio tiempo a nada más que a ver la mala cara que tenía y salir echando hostias para el hospitalillo, pero claro...había que bajarla a la ambulancia, que aunque uno ha tenido veinte años no quiere decir que haya sido el Hércules, poco más que el Díter Zafra, pero conseguimos llevarla a destino con la ayuda del yerno, de nuestro conductor, "sube, cabrón", de Dios y de la madre que nos parió a todos..."cuidao la cabeza, cuidao..." Sí. Cuidao.

- "¡Quédate atrás con ella, Kufis, y hazle la resucitación...!" me dijo el hijolagranputa del Pitorra. Y se subió con el conductor y el yerno.

Yo conocía bien la resucitación, no en vano la habíamos practicado con el jodido muñeco, ese hijo del petróleo, una buena hostia en la boca del estómago, cabeza atrás, dedos en la boca por si hubiera cualquier cosa, un par de boca-boca y quince golpes con las manos entrelazadas y los codos firmes en el esternón, entre las tetas, entre aquellas tetazas flácidas, entre aquellas ubres de las que hacía décadas que no salía ni aire...pero lo peor era la boca, fría como el hielo derretido, fría como la mañana de enero del mendigo sin vino don Simón, fría...

A los cinco minutos, si llegaron, salió Mariano, el médico de guardia, un tipo bajito y coñón, "esta mujer lleva seis horas muerta. Por lo menos"

- "Mecagoendios..." dije

Y ni os cuento las risas del Pitorra y Sly...

La muerte es fría, eso es todo lo que os puedo decir.

Sobretodo cuando nunca has comido con su último cliente.

EN LA ROJA CRUZ (IV)




Las guardias eran de veinticuatro horas; entrabas a las ocho de la mañana y te ibas a la misma hora del día siguiente, a no ser que hubieras recibido un aviso con la amanecida, los peores, los de los últimos estúpidos borrachos de la noche y sus coches, entonces sí, entonces se alargaba un poco más, menudas hostias...

Después tenías dos días de descanso, dos días que la mayoría de las veces no eran tales, pues como bien dijo Pepe Isbert la raza degenera, y no veas como, más aún en la Roja Cruz donde lo normal era que prestaran su servicio a la Patria aquellos que no podían hacerlo en el Ejército, y no por alguna tara física, que  ya entonces andaba de listón caído, sino por falta de carácter y exceso de miedo: encontré algunos, bastantes, que no hubieran pasado el corte del de Jamaica, no te digo ya el de Esparta, pero en fin...esos eran los mimbres del cesto.

Teóricamente, los militares (así se nos llamaba a los que ya habíamos jurado bandera) no tenían porqué hacer las cosas que habían hecho siendo pre-militares, era como si los veteranos del Ejército hubieran de repetir su instrucción con los novatos que iban llegando, absurdo, pero el tipo que se encargaba de hacer el cotidiano trabajo rojacrucero (ir a la capital a por camiones de comida que cargábamos nosotros para después repartirla entre los más necesitados, campañas de recaudación para la causa, cursos de formación...) era un viejo voluntario a quien conocía de toda la vida, un cliente del bar de mi padre, un tipo bueno, de verdad, desinteresado, que tenía un hijo tonto (uno de los más famosos de nuestro pueblo) y uno normal, algo mayor que yo, que era un drogólogo de regional, un imbécil que a mis ojos lo era más que su hermano, porque cuando uno lo es pudiendo no serlo es peor que cuando lo eres porque no puedes ser otra cosa...pero el viejo era un buen tío, su mujer también, y nos conocíamos de siempre. Y me llamaba. Y nunca le dije que no.

Hasta poco antes de que me tocara, las ambulancias las conducían uno de los que estaban de guardia, uno con carnet, claro, que esto no es Marruecos, todavía, pero no recuerdo el porqué eso se acabó y pasaron a conducirlas gente de fuera, creo que eran objetores...no sé, la verdad. Y ahora que lo pienso...ninguno de los dos que estuvieron aquel tiempo con nosotros tenían pinta de serlo: solo eran golfillos como yo, nada más que diez o quince años mayores. De verdad que no recuerdo que cojones eran...tal vez cambiaron lo del carnet...tuvo que ser eso, sí...y lo hacían como penitencia o algo parecido, sí...joder...

Los dos eran drogadictos, es decir, no de los tirados sino de los que les iba el tema, cualquiera mientras no diera mucho cante, que ya tenían un pasado...uno decía que lo había dejado y no hacía más que beber café, diez o doce diarios, parecía familiar de Marty Fieldman, tenía una novia, una putilla, que estaba para reventarla viva, menudo culo...menuda sonrisa. Pero yo me llevaba mejor con el otro, un tipo fuerte y bonachón, un tanto estúpido, al que le estaba amargando la vida su ex, que la cosa viene de más lejos que con ZP...siempre me ha recordado a Stallone, he vuelto a tratarlo de un tiempo a esta parte, está jodío, anda haciendo chapuzas, nunca tuvo corteza de camello, no valía para eso...lo suyo siempre fue ser una bestia de carga como cantaba Jagger.

Bien...que nosotros estábamos en el puesto, recibíamos un aviso cualquiera (un accidente, un traslado de paciente, una urgencia domiciliaria...) y llamábamos al que estaba de guardia para que viniera, porque no estaba con nosotros, no...él venía cuando le llamábamos. Y hubo algunas nocturnas, no muchas y sobre todo con Sly, en las que estaba tan jodido que no podía, y entonces Guyeleto me pasaba el teléfono, "Kufistín...chaval...no puedo...¿puedes llevarla tú?", "claro, tronko, no importa...", "gracias, tío..."

Una de aquellas fue cuando nos llamaron de madrugada desde el juzgado para trasladar a un loco hasta un hospital de la capital, y dio la casualidad de que yo acababa de dormirme si no pedo, sí bastante puesto de petardos y supongo que un tanto de alcohol...

- "Oye, colega, yo también estoy jodido...no me jodas..."

No podía ni balbucear, ni entendí lo que me contestó, así que hice de mi chaleco un sayo y me puse al volante, "¿estás bien?" me preguntó el Pitorra, "claro, colega..." Y nos fuimos pá el juzgao...

Subieron al loco esposado, dos maderos con él, "me voy atrás con ellos, Kufis, por si se pone nervioso...¿estás bien?", "que sí, tío...tranquilo" Y nos fuimos para allá.

¡Qué viaje...! ¡qué viaje...!

Recuerdo ir absolutamente centrado, creo no haber conducido mejor en toda mi puta vida, era el amo de la carretera, con los rotativos puestos, alumbrando los campos que despertábamos a nuestro paso, en silencio, solo...de vez en cuando oía hablar al loco, tranquilamente, sin sofocarse, nadie le respondía, supongo que el Pitorra le dio algo, o se lo habían dado antes...¡qué paz...qué tranquilidad...! Yo, con veinte años y llevando a dos nacionales en el asiento de atrás...

Hubiera conducido mil kilómetros...

pero no llegaron a cien.


(Continuará...)




sábado, 24 de noviembre de 2012

EN LA ROJA CRUZ (III)




Llegó el centinela previsto, un chaval algo más joven que yo, demasiado espabilado, quiero decir, no en el sentido de vivo, de quedarse con las cosas a la primera, o al menos no enteramente, sino en el de activo: no podía estarse quieto, no podía estar sin hacer nada. Algo que para mi dice muchas cosas de una persona.

La cosa estaba clara, él se dio cuenta enseguida de que yo no era tonto y me lo dijo: "Mira, Kufisto, yo no estoy aquí para vigilarte, te lo digo de verdad...lo único que quiero es que hagamos las cosas bien, nada más...si quieres fumar canutos, fúmatelos, si quieres que tus amigos vengan alguna noche al puesto, que vengan, si quieres tirarte a alguna aquí, tíratela...no diré nada, pero cuando salgamos hay que hacer las cosas bien..."

A él le gustaba aquel rollo, era el as de nuestra promoción, creo que terminó siendo profesional, así que, bien pensado, el asunto no se presentaba mal: él sería la cabeza y yo la cola del león. Por mi, cojonudo.

Claro que yo no fumaba tantos canutos como él se pensaba, ni tenía tantos amigos, ni tantas tías con las bragas en la mano llamando a mi puerta, además que todavía era invierno y esas son cosas más del verano, por lo menos las dos últimas, así que enseguida volaron los pájaros de nuestras cabezas: yo no era tan malo y él no parecía un hijoputa. Guyeleto, el tercer hombre, veía la tele y comía dulces. Y se encargaba de coger el teléfono y tener limpio el puesto. Sin duda, hubiera sido nuestro toro maricón, en el caso de haber estado en la Antártida, pero tuvo suerte: aquello seguía siendo La Mancha.

Soy de esa clase de personas que le coge cariño a todo aquello que lleva un tiempo con él y ya no le hace ni bien ni mal, es como si el tiempo que pasas con algo se llevara parte de ti, ya sean unas viejas zapatillas que no volverás a calzarte, un libro que jamás volverás a leer, o un paquete vacío de aspirinas con un número de teléfono escrito sobre él...no es que lo guarde con alguna finalidad, es que no lo tiro a la basura. Pienso que eso sería como tirarme un poco a mi mismo, y yo, señor (como dijo aquel) no he sido tan malo como para no merecer ni una digna sepultura.

En fin, que para llevarse bien con alguien tienes que estar obligado a pasar muchas horas con alguien, y es que el deber difumina lo malo y abrillanta lo bueno y, con el tiempo, te hace ver las cosas más claras, pues no es tan bueno lo que quieres hacer como lo que debes hacer, que ya hace tiempo que dejamos de ser monos, o al menos enteramente, y nuestro componente humano debería predominar, aunque todavía no lo suficiente, y serlo es controlar tus querencias, que no por serlas son las correctas

Quiero decir que la cosa fue bien, y que aparte de alguna que otra juerga, pocas, terminamos por hacer lo que debíamos, que para algo estábamos prestándole un servicio a la Patria, o eso decían. Y tan bien fue que al final fui yo quien le salvó el culo a él, y no al revés.

Era de noche, habíamos terminado de cenar y el Pitorra estaba más agitado que de costumbre, ya os dije que no podía estarse quieto, seguro que fue un niño hiperactivo, de esos de hacen treinta años, cuando esa palabra ni existía, menos aún en la tierra del pan, del aceite, del tocino y de don Quijote..."Kufisto, me voy a mi pueblo a echarle un polvo a mi novia...me llevo la ambulancia", "vale" No era la primera vez, se jactaba de no haberse hecho una paja desde los catorce años, hiperactivo para todo, el chico...se fue.

- "Que dice el Pitorra que te pongas, Kufis" dijo Guyeleto desde la habitación donde estaba el teléfono.

A la novia no sé si la follaría, pero a la ambulancia la jodío bien. Pero bien.

Me dijo que se había liado de trompos con ella, o no sé qué, estaba bastante nervioso, "¡¡¡SE HA QUEDADO SECA, KUFIS...NO TIRA!!!"

Bien, yo ni ahora ni entonces era McGyver, ni la sangre en mi cerebro le provoca más que a divagar sobre esto y aquello, no a encontrar con la velocidad del rayo soluciones concretas a problemas concretos, eso nunca ha sido lo mío: no juego al blitz en ajedrez. No puedo.

Pillé la otra ambulancia, "me voy...si llaman no cojas el teléfono" le dije a Guye, su cara era un poema de Góngora...

Y la de la ambulancia del Pitorra ni os cuento...quemá.

No había más solución que intentar remolcarla, meterla en la cochera, y hacer como si nada hubiera pasado, es decir, algo imposible, ridículo, algo que solo se intenta cuando estás al límite, o cuando eres tan joven, o cuando estás al límite porque eres tan joven, que también puede ser...íbamos a cargarnos las dos ambulancias, nuestros padres iban a pagar una factura de cojón de mico y nos iban a enviar a terminar la puta mili en Algeciras, o en las Canarias, o en las jodidas Filipinas si todavía pintamos algo allí...

Pero Dios, o el Gran Arquitecto, o la madre y el padre que parieron todo esto, estuvo con nosotros aquella noche, y enganchamos la ambulancia enferma, moribunda, al cordón umbilical de la sana, y yo al mando de esta y el otro al mando de la otra llegamos a destino sin cruzarnos con nadie, NADIE...parecía un milagro, recuerdo ir mirando las estrellas, a veinte por hora en una carretera nacional, "que no nos vea nadie, Señor, que no nos vea nadie..."

A empujones metimos en su cama a la comatosa, Guyeleto al borde del llanto, "tranquilo, coño...tranquilo"

Y a la mañana siguiente nos fuimos del puesto tal que los de Resacón en Las Vegas del hotel.

Y, milagrosamente, no pasó nada de lo que todo el mundo menos dos tíos hubieran pensado que iba a pasar.

No recuerdo si pensé en la posibilidad contraria, es decir, que yo la hubiera cagado de esa forma y él me hubiera ayudado de aquella forma, creo que sí, pero tengo la conciencia tranquila, cumplí con mi deber, que a veces no coincide con el formal: el primer y último deber son para con tus compañeros.

Y entre medias están los de los despachos: que paguen ellos.

Y pagaron.

Vaya si pagaron...


(Continuará...)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

EN LA ROJA CRUZ (II)




El definitivo regreso a casa (dicho así parece como si lo hubiéramos realizado después de guerrear en la Indochina) nos aguardaba con una agradable sorpresa, cosa rara, y no era tal sino que los jefes de la Roja Cruz habían decidido que el Pollo y el Kufisto estuvieran en la misma terna, algo que a todos luces no era normal, es decir, no era normal para ellos, así que me olió un tanto a cuerno al horno, no mucho, que yo le daba pocas vueltas a las cosas, pero sí...era raro, raro, raro.

El mundo de entonces andaba por Diciembre, según el calendario juliano, no sé por donde lo haría el indo-chino, aunque me temo que iría por el mes del gusano del año de la Rata, bichos ambos de los que estaba bien surtida la Roja Cruz y que no tardaron en asomar los hocicos para revelar sus verdaderas intenciones, como pudimos comprobar al recibir la notificación de que habíamos sido agraciados con el premio gordo de la Navidad rojacrucera, esto es: que íbamos a fumarnos la Nochevieja, porque sí, sin lugar a apelación alguna en forma de te compro la guardia por diez talegos, que muchas se cambiaron así, no por nada no hay puerta que se resista a la llave del dinero, y si la hay es porque el precio a pagar es otro...pero siempre hay uno para todo.

Era tradición que las guardias de las Felices Fiestas se sortearan entre todos, era la diosa Suerte quien decidía la buena y la mala, como es natural, más aún en el mes de las supersticiones, pero las tradiciones también se rompen por muy tradiciones que sean, y entonces reza porque no te toque a ti estar a la cabeza, porque cuando eso pasa sucede como en el chiste de los dos presos que se fugan por un túnel y al ver la luz de su final se encuentran con que está esperándolos un guardia: el hostión se lo lleva el primero, se vuelve, la mano en la sangrante boca, "¿qué te pasa?" le dice el otro, "sube tú que a mi me da la risa" Pues eso, que mejor no salir del túnel, o como decían las viejas abuelas: tú en el medio, hijo mío, ni de los primeros ni de los últimos...la Sabiduría Popular.

La verdad es que me jodió bastante, aquella noche tenía un buen plan con una chica, quizá la única de la que he estado verdaderamente enamorado, una muchacha con la que hablé bastante antes de abrir la boca, que estas son cosas que entran por los ojos, como si te reconocieras en esa mirada, como si ya la hubieras visto antes, en otro tiempo y en otro lugar, e insinuara que allí había algo bueno, algo que ya te había gustado...los amantes se reconocen así que pasen mil siglos. Pero eso tampoco quiere decir que sea para siempre; simplemente quiere decir que ya estuvisteis juntos. Y que estuvo bien mientras duró.

Pero aquella no iba a ser la noche del reencuentro y, ¡ay!, no la hubo después. Ni hace no tanto, ya no éramos los que fuimos: nuestros ojos ven demasiado bien. Hasta la próxima, pues.

En fin...que al menos nos permitieron cenar con nuestras respectivas familias y comernos las uvas, los besos, los buenos deseos y el champán. Después pillé el coche, encendí un canuto, puse New year´s day a toda hostia y fui a recoger al Pollo y a Guyeleto, la tercera y última pata del banco, un chaval que provocaba en quien lo veía la pregunta si de verdad hay gente que en lugar de sangre tiene horchata, pero era un buen chico, de hecho no podía ser de otra forma, y ya estábamos dos que no lo éramos demasiado, así que bien, estaba bien...y se callaba. Por la cuenta que le traía, sin duda, pero las causas no son gran cosa: lo decisivo es el resultado.

La noche pasó, que también lo malo se va, el Pollo se puso de todo lo que llevaba, pero cuando se comió el ácido no tardó en irse a la cama, cosa que fue bastante pronto, es como si las drogas no hicieran el mismo efecto según el lugar en que las tomes y con quien, yo me quedé con Guyeleto, viendo la tele, fumando y bebiendo, creo que hasta se animó a darle unas caladas y a echarse un par de copas, y es que una noche es una noche, y más que ninguna aquella, sobretodo cuando tenías veinte años, que hace tiempo no deja de ser un gran y enorme coñazo de vieja puta, al menos para mi.

Y poco después, una vez cumplido el taimado castigo, el castigo de los débiles, de esos que no pueden hacer las cosas a la cara, pasó lo que hubiera visto venir hasta ZP: Pollo y Kufisto fueron separados. Pero la vida no se acabó y la Tierra continuó dando vueltas, por la cuenta que nos trae, aunque el resto de todo aquel año nuevo y parte del que estaba calentando en la banda del Tiempo no cambió de mes y número en mi calendario: seguí viviendo en el mes del Gusano del Año de la Rata.

Un mes que duró dieciocho.

(Continuará)

lunes, 19 de noviembre de 2012

EN LA ROJA CRUZ (I)




Algunos de los mayores chupamingas que he conocido en mi vida los encontré en la Cruz Roja, organización en la que presté servicio a la patria durante casi cuatro años, aunque solo uno de ellos en serio, por llamarlo de alguna manera, y fue al regreso de la jura de bandera tras poco más de un mes de instrucción militar, también por llamarla de alguna manera, glorioso momento del cual no conservo testimonio fotográfico alguno, pues aunque allí hubo un tío disparando fotos a todo el que plantaba los morros en la rojigüalda para enviárselas a cambio de dinero a la dirección convenida no fui yo uno de los que le diera la suya, y no por nada, realmente no recuerdo el porqué, aunque sí que estuve a punto de caer rodao durante la ceremonia. Y es que eso de estar quieto rodeado de gente me pone de los nervios. Bien pensado, ni quieto ni en movimiento: la jodida gente me pone de los nervios.

"Vas a hacer la mili en la Cruz Roja" me dijo un día mi madre, un familiar suyo era (y sigue siendo, que aquí nadie se apea del burro si no es con un tiro en la cabeza) el presidente local, y como esto es España, el paraíso de la electricidad continua, entré enchufado en ese chollo, la mili en casa y tal...a mi me daba un poco igual, creo que ni se me había pasado por la cabeza que tuviera que hacerla, yo andaba en otras cosas, no recuerdo cuales, la verdad es que no sé si alguna vez he andado hacia algo más de dos pasos, quizá con esto, realmente siempre me ha sudado el nabo la mayoría de las cosas mientras no me molestaran demasiado. "¿En la Cruz Roja? pues a la Cruz Roja"

Al principio no hacías nada, cursillos por aquí y por allá, algún reparto de alimentos, camillero en partidos de regional, vendedor de lotería del oro del que caga el moro o por una causa justa...en fin, gilipolleces. Y haciendo el gilipollas estuve durante dos años y pico, aunque a veces me lo pasé bien, sobretodo cuando les tocaba guardia de 24 horas en el puesto a los veteranos golferas, entonces me iba con ellos y jugábamos al póker de verdad, fumando canutos y bebiendo como cosacos, terminábamos llamando a las putas que se anunciaban en algún ABC de Madrid que alguno hubiera dejado por allí, había uno de ellos que lo hacía de puta madre, nos partíamos de risa a cuenta de la casa...

El presidente de la cosa, el del enchufe, era uno de esos familiares que lo son porque te lo dicen, yo ni sabía que lo era, y durante el tiempo que estuve bajo sus órdenes, por llamarlo como sea, no lo vi más que una o dos veces en alguna reunión de no sé qué, el tipo era como el mago de Oz, era el jefe que pasaba de sus enanos. Él estaba a lo que el resto de presidentes de este puto país: a llevárselo crudo junto a su amigo el alcalde y demás gentuza.

Así que para lo demás, es decir, para todo, delegaba en un viejo que se encargaba del correto funcionamiento de la cosa, un buen tipo, uno de los pocos, pero el hijoputa que tenía inmediatamente por debajo (uno puesto desde arriba, ¡como no!), el que nos mandaba, era más malo que la droga mala, un miserable, un mierda de esos que disfruta jodiendo a quienes no son como él, siempre pensando en como sacar beneficio propio y mal ajeno, a partes iguales, porque estos piltrafas son equilibrados solo por la cuenta que les trae...supongo que a mi me caló desde que vio mi nombre, cosas de pueblo, y yo lo calé desde que le vi el careto, cosas del instinto.

Sí, yo era el Kufisto, ese sospechoso, pero cuando había que hacer algo voluntariamente, cualquier cosa, ahí estaba, más por respeto a otro viejo, un voluntario de verdad, uno de esos que ciertamente quiere hacer el bien, o al menos lo que el pensaba que significaba aquello, pero para mi era suficiente con tratarme cariñosamente, de verdad, con naturalidad, sin dobleces, y así lo sigue siendo a día de hoy: no soy nadie si me encuentro con alguien bueno. Ni el cabrón de Nietzsche ha podido cambiar eso.

Llegó el momento de cumplir con la patria, paso previo a lo mollar del asunto, y de primeras nos mandaron a Toledo, pero al llegar dijeron que no, que se habían equivocado, que el destino correto era Almagro, que no por nada esto es España, y así, mientras los demás se fueron a comer algo, lejos de los monos aulladores que amenazaban con comernos vivos a las chicas de la Cruz Roja, unos cuantos nos tiramos en una loma cercana al cuartel para fumar más canutos, era una espléndida tarde de noviembre y la vista resultaba inmejorable aunque algún que otro desgraciado continuara aullando a nuestras espaldas, desgañitándose, iba a quedarse con las ganas...

Recuerdo perfectamente cuando llegamos a Almagro, ya era de noche y hacía un frío de mil pares de cojones, un frío de esos que quitan el mayor de los colocones, o casi, "vosotros p´allá", y p´allá que fuimos, como corderos al matadero, aunque algunos más que otros, no por nada eso de las chicas de la Cruz Roja tenía su parte de verdad, había cada...

- "Pollo...¿arriba o abajo?" le di a escoger litera a mi colega del alma.
- "Abajo"
- "Pues arriba"

Llegó uno grupo de veteranos que se licenciaba al día siguiente, puestos hasta las trancas por la patria, y no de canutos, que de eso iba yo y ya por entonces era licenciado en drogología, más por mis amigos que por mi, que por algo ahora sigo con la cabeza sobre los hombros y, sin ir más lejos, el Pollo la tiene por los suelos, el de las Converse cuando éramos chicos, ya os escribí de él hace algún tiempo...

Me vino un recortaete, fuerte, parecía un puto marine del Sargento de Hierro, tenía las comisuras blancas, se le iba la boca, los ojos como Marty Fieldman..."¡¡¡YO...YO...PUTOMIERDA!!!" Y por no reventarme la cabeza y chuparse tres meses de propina en el calabozo se lió a cabezazos con la que iba a ser nuestra taquilla, después me miró, un hilillo de sangre drogada caía sobre su frente, "¡¡¡PUTO MIERDA...MARICÓN!!!" Y se fueron. No hubo ningún héroe. Ninguno tuvo cojones a pasar más tiempo allí, pero algunas de nuestras chicas lloraron un buen rato. Y es que había que verlos...chavales débiles, pueblerinos no, lo siguiente, enmadraos...algunos ni siquiera sabían atarse las botas y lloraban, a uno se las até yo a la mañana siguiente de tan desesperado como lo vi...sí, solo iba ser un mes, pero a algunos se le iba a hacer tan largo como los eones del plastífero Lovecraft, aunque en ocasiones, cuando deja de escribir con la boca llena y el estómago vacío, tiene su momento...

En fin, que a base de pasarles algo de costo y TDK´S de música jevi tuve una estancia bastante tranquila. El cabecilla era un enanillo bragao, todo nervio, terminamos haciéndonos colegas, la droga y el jevi unen, unían...De aquel mes solo recuerdo los pepitos de chocolate de la cantina, al igual que las hemorroides que pillé por comer espaghettis a la cucaracha, para toda la vida. Me asusté al cagar con sangre y a la mañana siguiente un capitán del glorioso ejército español me miró el ojo del culo. El ardor guerrero se había transformado en ardor de estómago. Y ahora ni te cuento. Ahora sería...qué sé yo...¿ardor de pelopicopata?

Se acaba mi tolerancia para seguir escribiendo, es la cuarta copa, me voy a andar.

Fin de la primera parte.


ECOS




Cuando uno sueña profundamente, despierta profundamente; es como si durante un breve intervalo de tiempo, tú no fueras tú, como si solo hubiera despertado tu cuerpo y no tu mente, como si esta aún continuara dormida, como si aún permaneciera allí de donde vienes, y esto en el caso de que te haya acompañado, es como si tu alma quedara libre por unos momentos, como si se hubiera escapado...y entonces, mientras está libre, ves las mismas cosas de siempre como nunca. O al menos como nunca que puedas recordar, que para el caso es lo mismo: eres un cuerpo con alma que siente la de lo demás.

Iba caminando sobre la tierra húmeda, mirando sus hojas muertas y las que estaban muriendo, escuchando aquella canción de los Pink Floyd, cuando vi a una mujer que se acercaba, una de las que ya ha visto caer a la mayoría del árbol de quien todavía forma parte, y mientras se acercaba a marchas forzadas, disfrazada de los últimos restos de ridícula vanidad, tuve la sensación de que estaba perdiéndose algo importante por ir demasiado rápido, que cuando uno lo va en algo es que renquea en otras cosas, y puede que su búsqueda, la de todos, la que te lleva, esté delante de tus narices y no la huelas por respirar para ir más rápido a ningún lugar.

Miré y no encontré a la ardilla de ayer, la que llevaba algo en su boca, algo que enterró para después, me quedé mirándola y me pareció tan torpe sobre la hierba como uno de esos robots de último grito que provocan el orgasmo de los sprinters de nuestro tiempo, pero todo cambió cuando se subió al árbol: ahí la admiré con delectación. Hasta que se fue como la mujer que andaba rápido. Y sentí curiosidad por lo que había escondido e hice el amago de encontrarlo...pero amagar no es dar. Y volví a andar.

Y vi los árboles...

árboles sin apellido conocido, al menos para mi, árboles tan grandes como catedrales vacías, árboles de troncos fuertes y rugosos, árboles de ramas bajas, podadas, que habían dejado su huella en forma de muñón, demasiado cerca del suelo para merecer clemencia, algo que está reservado a quien tiene la suficiente altura para quien los planta. Y aunque todos tenían ramas había algunos que no tenían hojas, o casi, que a cada paso que iba dando las veía caer a decenas, centenas, millares, y sentí que quizá, cuando las perdiera de vista, volverían a subirse a su agarradera, pues no era normal tantas muertes en tan poco tiempo, era poco natural, era como si ellas supieran que no tenía tiempo para dar otra vuelta y comprobar que ya no estaban allí, como si supieran que esta tarde no era capaz de jugar a los dados y tentar la verdad, y dar vueltas y vueltas hasta que no quedara ni una hoja sobre sus ramas, verlas caer a esa marcha, a la que le dictaba un viento con toda la fuerza de una sala de espera para eugenésicos...

A lo lejos vi a dos jóvenes moros sentándose en un banco y sentí el primer lazazo a la cabeza de mi alma. Fallaron. Pero supe que le quedaba poco.

Todavía había tiempo, todavía...

Y entonces aparecieron los árboles más grandes y frondosos, los perennes, los que siempre son igual, los que nunca cambian, los de las hojas sin florituras. Y cuando pasé entre ellos, allí donde su sombra transforma en cerilla al sol, sentí que era el final del principio.

Poco después desperté y me fui al bar. No hubo otra vuelta.

Y no por falta de ganas, pero uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Siempre.

Y viejas, ardillas, moros y árboles caducos que hagan lo que puedan.

Que yo sé quien soy.

Y esta tarde más que ¿nunca?


sábado, 17 de noviembre de 2012

NUESTRO REY Y EL ENANO




Lo vi anoche en Libertad Digital, página en la que crecí y me hice hombre (al menos en lo que a Internet se refiere) y de la que partí para no volver tras mi segundo (y este sí, injusto) baneo; además que ya había encontrado otro abrevadero, incluso mejor para mis intereses, por lo que puede decirse que estaba engañándola: ella se cabreó, me echó de su casa y no me importó demasiado. La nueva era mejor que la vieja, y aquella será peor de la que esté por venir.

Mi llegada a la página del señor Losantos, ese enano, fue debida a mi seguimiento casi diario de su programa matinal en la COPE, me hacía gracia, incluso mucha gracia, puede que hasta admirara la valentía que parecía mostrar, pero empecé a pasar de él cuando Mariano perdió las elecciones de 2008. ¿La razón? ni yo mismo la tengo muy clara, el gallego no es santo de mi devoción, precisamente, pero la reacción que tuvo el enano del Tremendal (así, con n) fue parecida a la del niño que forma el espectáculo en la tienda de juguetes porque mami no le compra el que quiere: no se iba, se quedaba. Y el enano QUERÍA que se fuera.

Y montó la de Dios es Cristo, junto a ese ser de la vida, a ese indescriptible, llamado Pedro Ramírez.

En A propósito de Schmidt (una deliciosa película protagonizada por el gran Jack) hay una secuencia en la que vemos al recientemente jubilado y viudo protagonista ante el televisor, aburrido como una ostra entre gusanos, y entonces una voz en off, la suya, nos va contando lo buen agente de seguros que había sido, el grado de profesionalidad con el que se había tomado su trabajo de toda la vida, tanto que, decía, si le dieran la edad de un hombre, su historial físico y médico, estado civil, lugar de residencia y no sé qué más, podría augurar con un pequeñísimo margen de error los años que le quedaban de vida.

Pues bien, si a mi me dieran la fotografía de un hombre, su edad, altura, peso, estudios realizados y trabajo que realiza podría decir con otro pequeñísimo margen de error la clase de persona que es.

Y el enano Losantos, como el gordo Vidal o el feísimo Ramírez, lo llevan en la cara.

La soberbia del enano puede que sea la mayor de todas, poco de grande puede esperarse de alguien así, es natural, y por tanto lo normal: un enano no dejará de mirar el mundo como un lugar básicamente injusto, un lugar a mejorar...es decir, un lugar a empeorar para hacerlo más accesible a sus deseos, enfermizamente imposibles, y por derivada, malignos.

Tengo para mi que la enorme inquina que le guarda el enano de Tremendal a nuestro Rey más es por su fachada, por la suerte que ha tenido de nacer alto, atractivo para las mujeres y encima nieto de Rey (que no hijo, Ansón, y ponte como quieras, gilipuertas) que por el desempeño que haya mostrado durante su reinado, manifiestamente mejorable, sin duda, aunque uno tampoco puede dar lecciones de muchas cosas, y con el paso de los años y conocimiento de las gentes cada vez aprecio más a quienes vemos arriba, aunque no sean los que manden, que estos sigo pensando que están escondidos, pero mandar sobre alguien, o ser responsable (al menos nominalmente) de ellos cada vez me resulta más estimable: somos tantos y tan malos que milagro es que no andemos comiéndonos los unos a los otros.

Si algo caracteriza a nuestro Rey es su profundo egoísmo, el de alguien Grande, natural, por derecho de nacimiento: es el egoísmo de la aristocracia, un egoísmo que por puro instinto de supervivencia tiende a buscar el bien de quienes están bajo su manto. Así podrá seguir viviendo como siempre, y por esta razón, aunque el trozo más grande de la tarta sea para él, los demás aceptan el statu quo.

Malos sí, o no muy buenos, pero tampoco idiotas. Los españoles, su inmensa mayoría, sabemos o sospechamos que se ha enriquecido ilegalmente con su desempeño, pero también sabemos que por su intermediación hemos conseguido cosas que no hubieran sido posibles sin él, así que lo uno por lo otro, que España es como una monja, sí, pero una monja un poco puta.

El personal se escandaliza ahora por la moral de nuestro Rey, su ética y tal, palabras que si les pidieras el significado al 95 % de quienes las pronuncian no sabrían definirlas, como si nuestro país, nuestra historia, hubiera estado libres de estafadores, traidores, putas y putos, como si aquí todo el mundo facturara el IVA y nadie trabajara en negro, como si aquí nadie intentara aprovecharse de nadie y de nada, como si esto fuera la ciudad platónica...como si en vez de España se llamara otra cosa.

El Rey lo ha sido durante tanto porque conoce a nuestro pueblo, o se rodea de gente que lo conoce, y por esta sencilla razón ha podido vivir como ha querido sin preocuparse demasiado; no ha sido hasta que le han crecido los hijos cuando han llegado los problemas. Como a todo hijo de vecino.

Y el enano del Tremendal lleva algún tiempo intentado que Felipe, el hijo del Rey, le dé la patada al viejo macho-alfa, pero Felipe, el hijo del Rey, todavía es poco pollo para tanto arroz. Y dudo, dudo muchísimo, que alguna vez lo sea.

De entrada, el príncipe más preparado de la Historia de España, ha metido la pata hasta el corbajón con lo más importante que debía hacer en su vida, esto es, con la elección de la ¿futura? reina, causándole a su padre el mayor disgusto de toda su vida y revelando a todos sus ¿futuros? súbditos la previsible pusilanimidad de su carácter: un príncipe que actúa como un personje de cuentos para niños no debe ser Rey de un país de adultos.

El Príncipe, ¡ay!, ha salido a su madre, poco español. Y en esto pone sus esperanzas el enano Losantos. Porque un Rey español jamás permitiría que un enano soberbio se le subiera a las barbas, las mismas que se ha dejado el ¿futuro?, tal vez como síntoma de los que espera que se le suban.

No os engañéis: quiere al Hijo y odia al Padre no por el bien de España, esto se la suda desde hace tiempo, y descaradamente desde que los obispos, tan listos como siempre, se lo quitaron de encima porque perdían ganando, que son como las mujeres: miran más por lo que viene que por lo que tienen. Y el enano del Tremendal, de tanto vivir de ellos, se convirtió en uno de ellos, y viéndose solo y abandonado ha cogido su último banderín de enganche, pues si algo no puede soportar alguien como el enano es no ser visto ni oído: todo está en la fisiología. O casi.

Y digo que anoche vi en su página a nuestro Rey, pues al ver la noticia en otros medios tuve la curiosidad de hurgar en su Hoja Libegal, y vi el tratamiento esperado: que si el Rey está mal, que ya no puede permanecer de pie sin muletas, que tiene  mala cara, que si patatín, patatán...

Un vídeo de veintipocos segundos, nuestro Rey, muleta en mano, como los toreros, al natural, recibiendo al presidente colombiano, "...un poco tullido, ya ves..." le comenta al estrecharle la mano.

Y viendo a nuestro viejo Rey, antiguo campeador de los mejores coños de nuestra patria y gran parte del extranjero, matador de elefantes y osos ya tan viejos como él, y primer comisionista y currante en negro de este país llamado ESPAÑA y no ninguna otra cosa...sentí más simpatía que nunca hacia Él.

Cosa que hace mucho tiempo dejé de sentir por el enano del Tremendal.

Y no creo que pueda sentir por alguien que siendo hijo de Rey se conduce como si fuera su hija.

Y encima griega.

viernes, 16 de noviembre de 2012

YA SE HUELE EL ETRAYÓN




Finalmente decidió sonreírme cuando le pedí el tercer y último tomo, una sonrisa cómplice, de esas que dicen tú eres de los míos, pero se equivocaba, como su paloma: yo no soy de nadie que esté vivo.

No recuerdo la razón que hace cuatro o cinco años me llevó a leer El Capital, o al menos intentarlo, supongo que por puro aburrimiento vital, ya habían llegado los fríos y sus días como suspiros, de esos que pasan como las sombras de los mudos, y a uno se le quitan las ganas de casi todo cuando necesita lámparas para ver.

Más o menos leí el primer libro, aunque solo recuerdo algo del lino y no sé qué, el segundo lo hojeé y con el tercero hice como esos anormales que pasan el pulgar sobre el filo de las hojas y consiguen leerlas y memorizarlas tal cual van cayendo, pero yo, aunque anormal, no lo soy tanto, por lo que fue como cuando quedas por teléfono con una nueva puta y al verla en vivo y en directo se te caen los pelos del sombrajo, "en fin...ya que estamos...¿cuanto por una mamada?" Y con condón.

Tuve suerte al devolver ese último mamotreto, no estaban ninguna de las múltiples bibliotecarias, cuarentonas y muy poco estimulantes, parecían estar allí por obligación, para llevárselo crudo, ninguna tenía mirada de haber leído un buen libro en toda su vida, quizá la gorda que amancebó el antiguo bibliotecario, mi viejo Berengario, ayer lo vi arrastrándose por la calle, fue en una esquina, creo que no le dio tiempo a reconocerme, mejor así...Recuerdo que te daba los libros con una cierta dignidad, no como si fueran bolsitas de triskis, apenas cruzamos palabra durante todos aquellos años, aunque una vez lo vi reír, o al menos sonreír, cuando desde mis veinte años le dije que Sartre me había parecido una mierda.

La otra mañana, el día de la huelga, iba paseando la parte alta de nuestra Gran Vía cuando oí el jaleo de los sindicalistas, y eso a pesar de que yo iba escuchando a los Motörhead, pero está visto que ni Lemmy puede silenciarlos, y aunque nunca he sido de esos que se van a la cama con dos vasos (uno lleno de agua y otro vacío por si hay suerte y los vecinos se tiran los trastos a la cabeza) decidí bajar la calle y observar el panorama.

La inmensa mayoría de los comercios estaban abiertos y los que no, más era porque no pueden estarlo que por cualquier otra cosa, que el tamaño de la crisis o lo que sea esto es de tal calibre que no menos de un veinte por ciento de los locales de nuestra Milla del Oro están sin inquilino, algo inaudito, algo nunca visto, si estos están así imaginaros como está el resto: cada vez más parece un pueblo fantasma. Y es que un pueblo lleno de fantasmas termina por convertirse en un pueblo fantasma.

Dos de ellos, dos clásicos, cerraban la manifestación o lo que fuera aquello. El uno gordo y fofo como una enana roja a punto de morir y el otro más seco que la mojama: lo ves de lado por la narizota que soporta sus gafas culo de sifón. "¿Por qué son tan feos todos estos?" es algo que me pregunto con frecuencia, pregunta estúpida, pues hace tiempo que hallé la respuesta.

Unos pasos más adelante caminaba la jauría de niñatos, ninguno pasaba los veinte años, gritando cosas absurdas, como papagayos que te dan la tabarra hasta que les echas un poco de alpiste o los tapas con una sábana, su vestimenta natural. No eran más de veinte o treinta, pero como les habían dado un silbato hacían mucho ruido, creo que uno llevaba un bombo, como Manolo, pero también creo que más le hubiera gustado estamparlo en la cabeza de España que bombearlo para apoyarla: la generación más preparada de la historia de este país solo quiere matarlo. O al menos los peores de ellos, esos que están preparándose para vivir de él. "¡Parásitos!" les decía una vieja que subía calle arriba con su carrito de la compra, pasando entre medias de todos ellos. Me reí., como iba haciendo la mayoría de los que me iba cruzando. Otros no, otros viejos estaban quietos, de pie, mirándolos muy serios. Mucho.

Pero el remate fue cuando vi la cabecera de esa cosa...cinco niñas, pero niñas, aullando consignas llenas de odio, sin sentido por salir de sus gargantas, no me lo podía creer, "¿pero como pueden utilizarlas de esta manera?" Y es que por algo son tan feos.

Dejé atrás todo aquello y me dirigí a comprar el pan, integral, ahora me ha dado por ahí, tengo una nueva teoría, en fin, otra...

Y entonces fue cuando vi al ser de la vida.

Iba con una bandera negra, todavía plegada, creo que su mujer llevaba otra, y el hijo mayor ya iba ondeando la republicana a pesar de estar lejos de la manifestación, que por lo visto la gorda empezaba a las doce, lo que yo acababa de ver no era sino el aperitivo, al parecer se dedican a eso durante toda la mañana, subir y bajar nuestra Gran Vía, dando el coñazo, obligando al paripé del cierro no cierro de los comercios de la gente que solo quiere trabajar e intentar ganarse la vida, no que te la den.

Este tiparraco, el ser de la vida, es uno de esos que conoces desde siempre pero con el que no has intercambiado una sola palabra, aunque sí miradas, llenas de odio por su parte, un odio animalesco, chandalesco, el odio del débil, del impotente como él, pero no por ello menos real, pues si existen los fantasmas, como está comprobado, también existen sus efluvios y, la verdad, no es algo agradable: yo no nací para odiar. Yo no nací para odiar fantasmas.

Me miró, la mirada torva, la mirada de alguien que disfrutaría abriéndote las entrañas, esto sigue siendo un pueblo y yo soy un facha, hijo de facha y nieto de facha, lo dicen ellos y ya está, no hay más que hablar. Mi abuelo, que fue un hombre discreto, honrado y sabio me dijo la última vez que lo vi con vida: "Kufistín...no discutas con nadie, hijo mío..." Me conocía bien. Pero ya hacía tiempo que no discutía con nadie. Y menos a las doce del mediodía y sobrio como una cuba vacía.

No encontrarán una foto mía, o de mi padre, o de mi abuelo con la camisa azul y la boina roja, como tampoco encontrarán ninguna foto mía, o de mi padre, o de mi abuelo con el puño en alto; y no las encontrarán porque no las ha habido. Pero sí podrán vernos en acción, tirando cañas, no son gran cosa técnicamente, solo un tío trabajando como lo ha hecho siempre, hasta el final, y sin pedir nada a nadie. Nunca.

Quizá sea eso lo que les jode: que haya gente que pueda vivir sin pedir. Y, a veces, vivir muy bien. Y el remate de todos los remates...siendo felices.

Tengo bastante claro el porqué estamos como estamos, y como la verdad es la verdad aunque la proclame alguien con peor fama que los Renault Copa Turbo os dejo el enlace de uno que la explica bastante bien:

 http://europa-soberana.blogia.com/2011/082201-crisis-espanola-y-los-tabues-del-15-m-i-.php

Y un bonito vídeo dedicado a los seres de la vida, que todo tiene un límite:



domingo, 11 de noviembre de 2012

41 SEMANAS




Es una mujerona de esas que le haría ajustarse las gafas de culo de sifón a Crumb, Robert Crumb, ese pervertido genio del dibujo y de la filosofía underground, esa que busca a la verdad en las tinieblas y no en la luz, quizá sea por su problema de visión: como los topos, hay gente para quienes los ojos no son más que las orejas de la nariz. El olfato es nuestro sentido más desarrollado, sin duda, doy fe...aunque no gaste gafas.

Todo en ella es grande, es como si hubiera sido fecundada para ser un peso pesado y la Naturaleza hubiera decidido en el último momento que no, que aquello que según la opinión dominante de hoy no se sabe si es una sardina, o un pollo, o un ser humano hasta no se cual semana de gestación iba a ser una mujer, una mujer grande, una mujer enorme, una mujer de las de antes de la Pazzzzz Perpetua y castradora...una mujer para guerreros con hambre de conquista, no para los pacíficos que no pueden ser otra cosa.

Y es que no hay síntoma más claro de la progresiva (e imparable, parece ser) feminización de nuestra Civilización que el gusto por las mujeres mosseianas, es decir, poquita cosa, que la sobredosis de paz atrofia las fuerzas, es como si al hombre de hoy le diera miedo todo lo grande, y entonces se va a lo menos grande, a lo mediano, a lo pequeño, hacia aquello que no parece lo suficientemente fuerte como para perder, y si lo es que la derrota no sea muy dolorosa, y de tanto bajar el  listón uno acaba preguntándose si no será mejor recibir que dar, y quizá sea por esto el auge de la homosexualidad en el mundo occidental.

Las mujeres que no son niñas siempre ven más allá, por eso siempre han dominado el campo de la videncia: no te ven a ti, ven lo que puedes ser.

Por esto, cuando ésta ha visto que a su hijo le queda poco para estar bajo su regazo, decidió que necesitaba otro, que los cuarenta acaban de quedar atrás, ¿y qué puede hacer una mujer como ella, una mujer que vive de las rentas y de la pensión que tarde, mal y nunca le pasa su ex, el padre del primero, el que era para toda la vida y terminó siendo una pesadilla...? pues buscarse otro macho, otro guerrero merecedor de dejarla embarazada. Y al menos quince, veinte años estarán cubiertos.

Rara, pero rara, era la noche que no terminaba discutiendo con el nuevo elegido, un tío bragao, poca cosa a su lado, pero ninguno lo es a no ser que seas jugador de baloncesto, y de los que se mueven bajo el aro, aunque eso no determina la hombría de un hombre, muchas veces pasa lo contrario, y es que no hay reglas matemáticas que determinen el carácter: uno puede ser una montaña y no asustar a nadie, mientras que otro que no llega ni a cerro puede llegar a acojonar al más pintado, que el tamaño no lo es todo, seguro....una montaña grande que haya sido domada a base de cemento y para que cualquiera pueda superarla no puede competir con una pared escarpada y salvaje de apenas unos cientos de metros, pero qué cientos de metros...ahí hay que echarle güevos.

Y éste es de esos, de los recortaetes, pero cuidadín...Yo lo veía ahí, en la barra, aguantando mecha, sin decir una sola palabra ante los inenarrables ataques verbales de ella, a cada cual más bestia, más hiriente, tiene mala boca cuando bebe...pero él persistía en su silencio, ni la miraba, pasando absolutamente o haciendo como que lo hacía, y pienso yo que esto era lo que más le jodía a ella, que no mostrara pesar ante sus exabruptos, que no le hiciera frente, pero no por debilidad, sino por exceso, como si no fuera lo suficientemente fuerte como para provocar una reacción...y al fuerte, a la fuerte, le llevan los demonios cuando otro más fuerte que él, que ella, lo ningunea.

Pero a veces, pocas, estallaba y la mandaba a la mierda; se largaba de allí y ella se quedaba un rato conmigo, contándome sus cosas, "se ha ido con esa PUTA" aunque en la mayoría de las ocasiones se iba a su casa. Y muy pocas volvía a bajar...vestida para matar.

Recuerdo una noche, un viernes...si hubiera visto echar a andar a una montaña no me hubiera dejado más loco: toda de negro, perfectamente maquillada, recogida la melenaza, taconazos que la acercaban a los dos metros, entró con una gran y extraña sonrisa.

- "Ponme una copa, Kufisto"

Olía a perfume caro, a perfume de las grandes ocasiones.

Se la puse y hablamos un rato, "perdona un momento", fui al water y estuve a punto de meneármela, "joderrrrr"

- "Me voy por ahí...a ver qué pasa..."

Y se fue como entró, con aquella sonrisa desquiciante para quien tuviera ojos en la cara.

Otra de esas noches la vi por ahí, estaba flirteando con un ciclado de esos que parecen como si los hubieran hinchado con una bomba de aire, un chico joven, apenas veinte años...me fijé: el pobre no sabía donde meterse. No, aquella no era la estúpida bolsera de cuarenta kilos a la que escupir en la cara mientras te la chupa...

Pero se quedó preñada y las cosas cambiaron, terminaron las discusiones, o casi, alguna hubo durante los primeros meses, pero no como aquellas, y es que, efectivamente, las cosas habían cambiado. De hecho no puedo imaginar ningún otro motivo para hacer cambiar las cosas de una pareja.

Está a puntito, fuera de cuentas, ENOOOORME, yo la miro y me pongo bravo, la imagino en la cama, ese PANZÓN que parece cobijar un jodido Universo, otro...

"Venga, Kufisto, a ver qué sabes hacer..."

"Voy, nena, ¿pero qué tal si te das la vuelta? parece como si estuviera mirándome un niño..."

Porque eso es lo que viene para vivir un rato por aquí, y no una sardina, ni un pollo, ni una cabeza de ajos de las Pedroñeras.

Y así fue desde el principio y será hasta el final.

Otra historia está a punto de empezar.

Bendita vida.

Bendita.


jueves, 8 de noviembre de 2012

JESSYCA MULLENBERG



Era como si estuvieras viendo hablar a un personaje dostoyevskiano, pero no una adaptación de alguna de sus inmortales obras, no...era como si hubiera escapado del papel para ponerse delante de una cámara sobre fondo negro y contar su historia, su cruz, su calvario como humillada y ofendida. He recordado aquel capítulo suprimido de Demonios, su mejor novela, cuando Stavroguin viola a la niña después de estar mirando un buen rato la araña de la ventana...

La mujer del televisor estaría cerca de la treintena, de largo pelo rubio y lacio que descubría sus orejas de soplillo, grandes ojos claros, tez pálida, finos labios, la nariz un tanto hinchada, apenas tenía barbilla, cosa de la que dio cuenta al final, pero lo esencial eran sus ojos porque lo que estaba contando su boca se veía en ellos, en los que miraban a su interlocutor, invisible para nosotros, hasta que la emoción por la memoria de aquello la obligaba a bajar la vista o a enjuagarse alguna que otra lágrima, no muchas, le caían de una en una, supongo que tendrá el depósito vacío. Y por eso tienen que doler tanto.

Tenía ocho años cuando el profesor de apoyo de su clase la toqueteó por primera vez. Al principio no le dio demasiada importancia, estaban jugando con el resto de niños, solo era un simple contacto físico, un juego, nada más...pero cuando el manoseo se hizo más fuerte empezó a pensar que algo no iba bien, que eso no era normal. Una mañana la apartó del resto del grupo, se la llevó a una habitación y abusó de ella, "si le cuentas algo a alguien mato a tu familia y después a ti"

El Maestro era vecino de la casa donde vivía con su madre, su padrastro y sus hermanos. Era un treintañero separado que se había quedado con los hijos, cosa que enternecía a la madre de Jessyca y por ello no ponía objeción alguna a que los suyos fueran a jugar a su casa: sin darse cuenta estaba sirviéndole a su hija en bandeja de plata al lobo.

Mato a tu familia y después a ti...

Durante dos años raro fue el día en el que no cayó en sus garras, "dime que te gusta, zorra" y le pegaba si no decía que le gustaba, "sí...me gusta..."

Un día su madre le dijo que iban a marcharse a otra ciudad porque a su padrastro lo trasladaban.

Creyó morir de felicidad. Aunque no por mucho tiempo, pues también le dijo que el vecino, "tu maestro", se iba a otro lugar.

Pero no donde destinaron a su padrastro, no...ahora era vecino de su padre, al que iba a ver junto con sus hermanos los fines de semana alternos.

El padre biológico no se preocupaba demasiado por ellos, así que cuando su vecino, el Maestro, le comentó que estaba formando un grupo de niños para hacer deporte, talleres literarios, excursiones y tal, no tardó mucho en aceptar su ofrecimiento, por lo que, por segunda vez, fue puesta en la garras del lobo por sus propios padres.

Así estuvo hasta los trece años, hasta el día en el que el Maestro le dijo a su padre que un editor estaba interesado en publicar los relatos de Jessyca, pero que era necesario ir a verlo para formalizar el asunto y que si no tenía inconveniente en dejársela durante aquel fin de semana, "cojonudo" debió pensar él, "¿lo sabe mamá?" dijo ella...Mamá no sabía nada.

Pero se la dejó.

Poco después de subir en el coche del Maestro para iniciar el viaje se quedó dormida: cuando despertó estaba atada de pies y manos, "¿va a matarme?" pensó

- "¿Cuando voy a volver a casa?"
- "No vas a volver a casa"

En el aeropuerto la hizo pasar por su hija, un cuchillo en la espalda, y llegaron a su destino. Cogieron el primer taxi y fueron a un hotel.

Ahí fue la primera vez que le enseñó pornografía, "mira el televisor", y después tenía que hacerle lo mismo que había visto. Y si no lo hacía bien, le pegaba.

Dí que te gusta, zorra...

Cambiaron de hotel y volvió a hacerla pasar por su hija, "la educo en casa" decía a modo de excusa para no levantar sospechas entre el personal, arrancó los cables del teléfono y la ataba a la cama cuando tenía que salir a la calle, "se compró una gorra de béisbol y se dejó la barba...mis padres ya habían denunciado mi desaparición...me decía que no me querían...que nadie me quería...que no le importaba a nadie...terminé creyéndomelo..."

Una noche le dijo que se le estaba acabando el dinero y que iba a prostituirla y a mirar.

Tres meses y medio después de ser secuestrada fue liberada por unos agentes del FBI que recibieron el aviso de una limpiadora a la que no le cuadraba demasiado aquella historia del cole en casa...

"Cuando abrieron la puerta...era de noche...de madrugada...yo creía que era un sueño..."

Y se ha visto su llegada al aeropuerto, una gorra del FBI en la cabeza, una niña corriendo para abrazar a su madre...

El regreso a la vida normal, a la vida, fue complicado, no se acostumbraba a dormir en su cama, en su casa, con sus hermanos. En el colegio los compañeros le pegaban, se burlaban de ella, "¿por qué no te escapaste, zorra?" La cosa cambió cuando se fue a la Universidad.

Y allí se hizo abogada con honores.

Se casó, y ahora se dedica a la búsqueda de niños desaparecidos, "aparecen pocos...sí...pero es lo que tengo que hacer"

El Maestro fue detenido y condenado a 41 años...una foto, sonriente, medio calvo, boca grande, gafapasta...

"No es suficiente...en Wisconsin no hay pena de muerte..."

No, Jessyca no conocía Estocolmo.

Y yo tampoco.

Ni ganas.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

VIVA ESPAÑA




Me la cortaron poco antes de irme a trabajar, aunque no lo supe con certeza hasta que regresé ya de madrugada y vi que el piloto abracabresco seguía en modo paga, cabrón, quisir, parpadeando en rojo, y todavía estamos a la espera de que alguna luz roja intermitente signifique algo bueno, quizás dentro de poco, cuando nos metan el puto chip en la cabeza, "llevas la señal de la Bestia...pasa" Pero todavía no.

Bueno...el viernes no había estado ni mal ni bien, pero conseguí llegar sereno y cansado, así que cuando llamé a Atención al Cliente lo hice con una cierta dosis de mesudalapolla y mañana será otro día, tampoco esperaba que me solucionaran el problema, uno se acostumbra a que no le solucionen los problemas, y menos a las 4 de la madrugada, a esas horas no se soluciona ninguno...la noche está para crearlos, no para resolverlos.

Me atendió la esperada iberoamericana, parecía buena chica, tenía la voz dulce, como si estuviera echándote nata montada sobre el capullo, igual; le comenté lo de la luz roja: "deme su nombre...", "Kufistóteles Rockefeller Rothschild...", "¿DNI?", "6.666.666Z", "Bien, don Kufistóteles, aquí aparece como una factura impagada...", "sí...la pagué esta tarde...por teléfono...con la VISA...", "espere un momento, por favor...vamos a intentar..." Sí, nena, inténtalo, hasta la campanilla, tu puedes, que yo lo vea, mírame nena, ¡oh, sí!, así..."¿Kufistóteles?", "¿Ummm?, "sí...hay algún tipo de problema...no me permite devolverle la línea...sería mejor que lo intentara mañana, a partir de las ocho...", "claro, encanto, no pasa nada, gracias...", "gracias a usted, don Kufistóteles", "a ti, preciosa, a ti..." Y me fui a dormir.

Desperté y volví a llamar. Una panchita.

- "Sí, don Kufistóteles...pero no recuperará la línea hasta el martes..."
- "¿QUÉ?"
- "Sí...porque al pagar con tarjeta son dos días para recuperar la línea..."
- "¿DE QUÉ COJONES ME ESTÁS HABLANDO, TÍA?...HE PAGADO, ¿NO?..."
- "Sí señor...pero son dos días para certificar..."
- "¡PERO DOS DÍAS ES EL DOMINGO, QUE PAGUÉ AYER!"
- "Ya...pero es hasta el martes, señor..."

La amenacé con darme de baja si no me lo solucionaba inmediatamente, "¡¡¡PERO YA...LLEVO QUINCE AÑOS SIENDO CLIENTE VUESTRO!!!" Era verdad, al menos en lo referente al móvil, me lo saqué por aquella hija de puta, recuerdo que la primera noche escribí el número del suyo sobre un paquete de aspirinas, nunca mejor tablilla..."Señor...no puedo hacer nada más"

En fin...que era sábado y poco iba a utilizar la Rezzzz, era hora de hacer un duro en los bares, o algo parecido, resignación..."nada nuevo bajo el sol...Vanidad de vanidades..." que decía Salomón en el Eclesiastés, gran libro, pero cuando era pequeño conocí a uno que se llamaba así y no podía ser más gilipollas, un puto flojo, un puto blando, un puto mierda...un puto nombre no es más que un puto nombre.

Desconexión.

El sábado transcurrió igual que el viernes, es decir, nada por lo que rascarte los sobacos, quizá fuera porque al hacerme a la idea de que no podía publicar nada ni intenté escribir, que uno está acostumbrado a hacer las cosas de una manera y no de otra, que parece como si no pudiera si no es al toque, como ahora, aunque a veces he escrito unas cantas historias mientras estaba en el bar...pero no en fin de semana.

Llegó el domingo y su inquietante noche: venía un colega de Madrid. "Quizá...si cierro pronto..."

No hubo opción.

Apareció con dos amigos míos y más suyos, "¡¡¡KUFISTOOOO!!!"...

Hasta las trancas...hasta las putas trankas...nos fuimos cuando estaba a punto de venir el sol. Hasta arriba. Batí mi record de gusanos, sin duda. Y el de cubatas estuvo cerca. Al menos del último año.

Pero si alguna gracia tiene gusy-luz es que te ilumina, que si no pá qué, y así fue que llegué a mi casa sin problemas, tanto como para meter sin ningúno el coche en la cochera, aunque me dormí escuchando "Echoes" en modo sinfín...esas noches es mejor dormir con alguien...por lo que pueda pasar mientras tanto.

Otro despertar, era el día de mi asistenta, de Lamari...me dejó dormir hasta que no le quedó más remedio, "Kufistín...", "voy..."

Enchufé el router. Abracadabra seguía rojo parpadeante, pillé el teléfono, "900..."

- "Holaaa...me llamo..."

Un puto sudaka de mierda

- "SÍ, YA, Y YO ME LLAMO KUFISTÓTELES ORTEGA, DEL DE LOS DE ZARA...¡¡¡O ME ARREGLAS ESTO DE UNA PUTA VEZ O ME VOY A OTRA COMPAÑÍA!!!"

Le dije lo de los quince años de fidelidad, otra vez...

- "Dime tu número"
- "¡HÁBLAME DE USTED!"
- "Dime tu número, por favor..."

Gilipollas.

Se lo di.

- "Quita ese cable y vuélvelo a poner"
- "Que me hables de usted..."
- "Mira a ver la luz...¿sigue roja?"
- "Sí"
- "Apágalo de la red...del enchufe...y vuelve a encenderlo"
- "Estoy diciéndote que me hables de usted...¿qué coño te pasa?...ya está"
- "Te paso con..."

Y desconectó.

Saltó la máquina, "Hola, del cero al nueve, siendo cero la nota más baja y nueve la más alta qué nota le da al operador"
- "¡¡¡CERO, MECAGOENSUPUTAMADRE!!!"
- "No le he entendido...del cero al nueve, y siendo cero la nota más baja y nueve la más alta qué nota le da a  la solución de su problema"
- "CERO"
- "Gracias..."

Os juro por Dios, os juro por Dios y la Virgen María, que abandoné toda esperanza: "lo dejo, a la mierda...mañana voy al banco y digo que devuelvan todos los recibos de estos hijoputas...Cuando escriba algo me voy a un puto locutorio de tós estos mierdas y lo cuelgo, y a la mierda el teléfono, y me ahorro 70 neuros, 840 al año, pá putas, pá gusanos y pá primitivas...." Os lo juro

Pero salí a dar un paseo por la noche, un gran paseo, dos horas y media escuchando buena música...y me rehice. Y dormí bien, por increíble que me pareciera, que los gusanos no son tan malos cuando los tragas como cuando los digieres...

Otro despertar. Otra llamada. Una española.

Y me lo ha solucionao.

Hablándome de usted.


viernes, 2 de noviembre de 2012

NO TE CREAS QUE LOS COJONES...





No sé porqué, pero siempre me ha extrañado que mi padre hable bien del Rey, alguien que representa un montón de cosas odiosas, aunque quizá la mayor de todas (al menos a mis ojos) es su condición traidora, trepadora, su indisimulable y estúpido egoísmo...Si hablaras con alguien y le pidieras su opinión sobre uno que mató a su hermano y traicionó a su padre, a su mentor y a sus subordinados con el objetivo de salvar el culo para vivir de puta madre...¿cual crees que sería su respuesta? Un hijoputa, sin duda.

Pues hasta hace cuatro días ese tipo ha sido considerado como una especie de salvador, de guía, de faro entre la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Y si ahora no lo es tanto no es por aquello, sino por matar un puto elefante moribundo y porque el marido de una de sus hijas ha hecho lo mismo que él lleva haciendo desde que pudo empezar a hacerlo.

Curioso.

En la vida hay pocas cosas más hermosas que la lealtad, el estar con alguien bajo cualquier circunstancia, cosa que no puede ser contra natura pues si llegas a ese extremo es porque sabes que no puede hacer nada tan malo como para renegar de él: siempre habrá alguna buena razón aunque tú no la entiendas en un primer momento. Es la confianza ganada por un sinfín de aventuras, la memoria de lo vivido, lo que te lleva a no abandonarle, a estar a su lado a pesar del peligro, o precisamente por eso, porque cuando alguien querido se la juega, se la juega de verdad, resulta imposible darle la espalda, que cada uno actúa según su naturaleza, y lo que para otros puede resultar irrealizable por estrambótico para ti puede ser lo más natural, lo necesario, lo que tienes que hacer porque no puedes hacer otra cosa...tu naturaleza, hermano, no hay más misterio.

Tan así es para mi el asunto, tan a fuego lo llevo marcado en mis genes, que en bastantes ocasiones he dejado de ganar por no perder una amistad; aunque a fuer de ser sincero, certero, nietzscheziano, lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo porque, al igual que el escorpión de la fábula, no puedo hacer otra cosa.

Esta noche he recibido la inesperada visita de un numeroso grupo de parejas cuarentonas, y no por desconocidos, al contrario, durante algún tiempo fueron buenos clientes, es decir, se dejaban la pasta, nada más, porque un cliente no es un amigo, eso son gilipolleces de librejos de auto-ayuda, pero en fin...que hace algún tiempo dejaron de venir y, la verdad sea dicha, no me importó demasiado: eran demasiado cargantes, demasiado notas, demasiado vocingleros...no, nunca fueron de los míos.

No fue cosa mía y, como Strasberg en la segunda parte del Padrino, no le pregunté a mi hermano el porqué, si había alguno: mi hermano es mi hermano, y lo que haga bien hecho está. Como los otros tres.

El pequeño lleva echándome una mano desde hace casi un año, está en el paro y vive con su chica, así que le hemos hecho un hueco para que se saque unos eurejos, que no es bueno que a un hombre lo mantenga su mujer, y de paso se entretiene y no piensa en tonterías.

Doce años le llevo, recuerdo acunarlo entre mis brazos en las contadísimas ocasiones que mis viejos podían salir a tomarse algo, fue un crío que parecía tener el sol en la cara de tanto como alegraba los corazones de quienes lo veían. Creció y se hizo más serio, cosa que no es tan rara, también yo fui así, o eso me contaron...

Y ahí estábamos esta noche, los dos, atendiendo al personal: "lleva esto allí...ponme esto...limpia aquello...coloca las sillas..." he recordado a mi padre, cuando yo era un crío y me decía lo que tenía que hacer, "pásale la bayeta a la barra, Kufisto...", "pero si está limpia", "dale otra vez"...cosas de cuando no había gente, pero así no pensabas en tonterías. Y dejabas de leer a Hesse en la cocina.

En fin...qué tiempos, coño...

Total, que llegaron todos aquellos y por ocupación echaron a los demás, o poco más o menos, y el más tonto y malo de todos ellos ha tenido un par de detalles con mi hermano que no me han gustado un pelo, cosa de poco, de nada, diríais si os lo contara, pero como le dijo El Caníbal a Starling apenas un par de generaciones les separa del hambre, creo que ni la mitad, seguro que no tenían ni mierda en las tripas, y es que soy de esos que cuando era un chico se comía las angulas como si fueran fideos, que entonces no valían lo que ahora, o puede que sí, pero el viejo siempre los tuvo cuadraos y nos dio de lo bueno lo mejor, sobretodo a los tres primeros, pero eso sí, trabajando como un cabrón y aguantando a tirios y a troyanos. Hijo y nieto de camareros, puede que incluso bisnieto, sí...pero de los que manejaban pasta y no iban por la calle comiéndose los mocos.

Y viendo el panorama me he acordado de nosotros, y viendo a mi hermano pequeño me he acordado de mi yo pequeño, y me he visto como mi padre, aguantando tirios y troyanos, aunque sigo diferenciándolos, como él...

Sí, no es fácil gobernar el barco, el de los tuyos, más que difícil no es agradable...debes calibrar bien por donde vienen los vientos y como desplegar tus velas para no zozobrar.

Y si un jodido camarero de ahora tiene que aguantar eso...un Rey de ahora ni os cuento.

El escorpión no quería ir a la otra orilla, era demasiado viejo para volver a empezar en un sitio nuevo, solo quería irse de aquí como un escorpión, no como un gusano, matando antes de que no tuviera fuerzas ni para clavarse el aguijón, en el caso de que eso le esté permitido a un verdadero escorpión.

Y así, tal vez, obtendrá el perdón en el cielo de los escorpiones.

En ese donde unos cuantos están esperándolo de aguijones por habérselo clavado cuando vio que podía hacer pie.

No juzguéis y no seréis juzgados, que dijo el Rey Escorpión.

Pues eso.

Que los viejos saben porque son viejos.

Y ya que mi Reala sigue haciendo el ridículo en su Copa...

¡¡¡VIVA EL REY!!!

Y yo y los míos.

También.