domingo, 31 de julio de 2022
LOS ANILLOS DE PLUTÓN
viernes, 29 de julio de 2022
UN PASEO
El chico se duerme nada más salir de casa. Es mediodía de uno laborable y hay gente por el centro. Me pongo los auriculares y empujo el carrito hacia las afueras. Los peatones se apartan cediéndonos el paso. Sólo un grupito de chicas muy jóvenes absortas en sus móviles no se aperciben de nuestra llegada. Están frente a un centro de educación para adultos que quizá también sirva para jóvenes desorientados; algunas de pie y otras sentadas de cualquier manera junto a la pared. Es un buen momento para volver a disfrutar de la extraordinaria manejabilidad del carrito y sin bajar el ritmo dibujo una limpia ese entre las levantadas y el hoyo del árbol. David no se entera de nada y seguimos adelante, atravesando todos los pequeños pasos de cebra previos a los dos grandes que dan acceso al parque. Miro bien y los cruzamos sin problemas.
Circunvalamos el parque casi en soledad. Apenas tres o cuatro caminantes salen a nuestro encuentro. Tras la reja se oyen los ladridos de los perros que corren en busca de las pelotas lanzadas por sus dueños en la zona acotada. Al otro lado la carretera con el tráfico habitual y en la cercana lejanía los diferentes supermercados y grandes tiendas de chinos. Ahora los árboles sombrean nuestro camino. Ellos están dentro y nosotros fuera pero el sol todavía está detrás de todos. Los pájaros cantan y parecen contentos. Un gran pájaro planea en solitario bajo el cielo azul. Lo miro hasta dejarlo atrás. David duerme con el chupete puesto.
Cruzamos la carretera y entramos en el gran paseo, ya al alcance del sol pero a la contra. Escogemos el camino de en medio, el más estrecho y menos transitado. Hoy es día de mercadillo y prefiero evitarlo. Nuestro camino es estrecho pero la gente es poca; sólo alguna señora con su perrito y algún que otro gran árbol como el magnífico olmo blanco. Un cierto cuidado con el embaldosado no viene mal; las raíces de los árboles hacen que en ciertas zonas sea algo sinuoso. De todas formas llevo el carro bien agarrado.
La parte más complicada es la situada a la altura del mercadillo. Allí tengo que bajar una acera sin rebajar ni paso peatonal que da acceso a una de las vías de la rotonda. Nunca me había fijado en ello hasta hace un mes. Es el momento de mayor atención. Miro bien, bajo con cuidado el carrito y sin subirme a la otra acera que a ninguna parte lleva pero con David muy pegado a ella hago el pequeño trecho que nos separa hasta la mediana. Ahí subo el escalón y ya estamos en el paso de cebra que da acceso al paseo principal ya con el mercadillo atrás. David sigue durmiendo. No se ha enterado de nada. El sol empieza a darle en la carita. Le miro y la luz del sol me revela unos mofletes que parecen melocotones. Sonrío.
Esta parte del paseo está más concurrida pero no importa. La acera es amplia y hay sitio de sobra para todos. Algunos ancianos están sentados en los bancos agarrados a sus garrotas. Por el carril bici hay quien va en ellas, o en patinete eléctrico o en patín normal; también alguna que otra vieja con su carro de la compra; ahí la superficie es lisa y se desliza mejor; nadie parece enfadarse.
Cerca del siguiente paso de cebra noto las vibraciones de los pequeños puntos que lo señalan para aquellos que no pueden ver. Nunca había reparado en ellos. Están como en forma de T. Será para indicarles el camino recto, no sé. Hoy, por primera vez, caigo en que sería bueno evitar el palo largo para no molestar al niño que sigue durmiendo. Allí no hay árboles y el embaldosado es perfecto. La cosa va como la seda. Es tan fácil...
Pronto alcanzamos el último tramo, ese en el que ya voy sospechando que David se despierta al sentir como giro sobre mis pasos. Pero voy a hacer una prueba y hoy vamos a cambiar el rumbo. Tampoco es cuestión de que David siga mis pasos, de ninguna manera.
Giro a la izquierda cuando llegamos al final de la avenida, entramos en la sombra y...el cabrón se despierta igual. Es como si lo tuviera cronometrado. Poco a poco empieza a entornar los ojos y mira a los lados. Me ignora. Cruzamos algunas pequeñas calles abiertas al sol y ahí cierra sus ojillos claros doloridos por el exceso de luz. Así pasamos unas cuantas hasta hacerme reír. Y al oírme por fin me mira, aunque de manera que me hace recordar a su padre y esto hace que ría aún más. "Espera, espera -le digo viendo venir la siguiente claridad- Vas a ver como ahora no me vas a mirar..." Y pasamos otra callecilla y cierra los ojillos, y gira la cabecilla..."Jajaja"
Ya no busco más que sombra. Otra entrada hacia el sol, esta un poco más larga pero necesaria para regresar a casa de la abuela, y ¡mira! ¡ahí esta mi tía! Ella no me ve todavía pero sé que va a hacerlo. Va paseando su perrito. Gira la cabeza. Nos ve. Sigo sonriendo. "¡Ayyy...!" Y viene hacia nosotros, ata al perrete en un banco, me da dos besazos y empieza a hacerle carantoñas a David que, como es normal, no rechaza pero ignora.
Ahí estamos un rato y luego nos vamos. Atravesamos calles y callejas y en una de estas veo a un viejo amigo venir de frente hablando por teléfono. Me ve, sonríe y cuelga. Se acerca y nos saludamos. "¿Ejerciendo?", "ejerciendo" Hace algunos años que la amistad se enfrió por causas ajenas pero imponderables para ambos. Amistad de bar, amistad entre venenos varios, pero amistad comprobada. Le están saliendo canas. Creo que lleva algún tiempo más centrado, al menos eso he oído. A veces lo veo cuando salgo a andar por ahí y sí, nos paramos a saludar y tal pero está claro que ya no es lo mismo. Al despedirnos no puedo evitar que venga a mi mente la palabra "empujacarritos" Sonrío.
Pronto llegaremos a casa de la abuela, David. Ahora no haces más que mirarme mientras te llevo por la parte sombreada de esas callejas. Espera, que ya estamos en nuestra vía de acceso. David mira a la derecha como reconociendo lo que sale, lo he incorporado en la sillita. De vez en cuando, traicioneramente, otra vez la luz del sol. Más risas. Llegamos a casa.
Abro la puerta, entro el carrito, le quito el gorro y la chaquetilla y lo saco del carro. Liberado ya me sonríe con esa boquita vacía de dientes y lo subo por encima de mi cabeza y lo bajo y se deshueva y beso esas mejillas y lo vuelvo a subir y a bajar y también él abre la boca como si también quisiera comerme y me eha las babas y baja mi madre y lo coge y todo se repite.
BARCO A VENUS
Yo no debería haber salido aquella tarde. O no haber vuelto tan temprano. Tres o cuatro veces había mirado por la ventana. El cielo seguía tan gris como todos esos últimos días pero parecía como si no lloviera. Abrí la ventana para mirar los charcos de enfrente. Mi visión ya llevaba algún tiempo dando muestras de ir a menos. Pronto necesitaría gafas. Tantas horas delante del ordenador habían acabado por dañar mi pobre vista, también deteriorada de nacimiento. "Ojo vago" lo llamaban entonces. Hasta los doce años llevé gafas. Muchas me las rompieron. Después el oftalmólogo dijo que ya podía quitármelas y yo me alegré. También dijo que ejercitara el ojo derecho poniendo un parche sobre el izquierdo mientras veía la televisión. Pero esto fue algo que no hice más de una o dos veces. Era muy molesto y mis hermanos se reían de mi. Y con el izquierdo veía todo lo bien que se pueda ver. Mis padres no insistieron, como tantas veces harían con el paso de los años: los primeros habían sido tan difíciles que quizá pensaron que de ahí en adelante eso era lo mejor que podían hacer.
Abrí la ventana y fijándome en el charco más grande vi que no llovía. No lo pensé más y cogí las cosas para salir a la calle. Quizá tuviera tiempo para un paseo. El aire fresco y la humedad de tantos días lluviosos harían el resto. No recordaba un temporal como aquel. Nadie podía recordarlo. Dos o tres días seguidos de lluvia era algo raro desde hacía mucho tiempo, pero dos semanas como aquellas eran ya algo poco menos que olvidado.
Salí enfundado en el impermeable y lo primero que vi fue a los trabajadores del super fumando en la puerta. Cambié de acera mientras hacía por ponerme la capucha. Doblé la primera esquina y me la quité. Alguien bajaba de un coche. Era uno de esos trabajadores. Muchos años atrás habíamos sido amigos, pero ya hacía unos cuantos en los que el sólo saludo se había convertido en algo odioso. Lo saludé por su nombre y a él le bastó con un hola. Durante un rato caminé pensando en ese desprecio, en esa falta de afecto que siempre me ha acompañado. Ya de pequeño sentía ese vacío con los demás, ese distanciamiento que todavía sin saber por qué me separaba del resto. La vida de un niño enfermo es una gran mentira hasta que tus demonios vuelven para ver como te va.
Apenas había dejado atrás los últimos pasos de cebra cuando se puso a llover. No era tanto como para regresar a casa; en muchas otras ocasiones le había hecho frente a eso sin dudarlo un instante, pero una sensación de derrota, de error, de equivocación me embargó de tal manera que después de dudarlo unos segundos regresé sobre mis pasos para volver por donde había venido.
Y entonces, apenas un poco antes de donde había dado el último saludo, dejó de llover y se abrió un pequeño claro en el cielo.
Busqué las llaves. No se iban a reír más de mi. Al menos no aquella tarde.
Doblé la esquina otra vez. No había nadie fumando. No había nadie haciendo nada. Nadie.
Llegué al portal y vi como una niña abría la puerta. Pasé tras ella y la cogí tapándole la boca. Alguien se había dejado abierta la puerta de mi bloque y entré. El ascensor estaba allí. Pulsé mi número y la puerta se cerró. Nadie en el pasillo. Saqué las llaves, abrí y entramos en casa. Le pegué dos bofetadas y dejó de patalear. La imagen de mi maestro de primaria vino a mi como un trueno tetrapléjico. Una excitación animalesca me embargó por completo. Paralizada por el miedo se dejó llevar a la habitación. La desnudé y entré en ella. Vi su sangre brotar y lo último que recuerdo es morderla...
Desperté y estaba muerta.
Me entregué. Todo el mundo quería matarme. Todos habían sabido que al final acabaría por hacer algo así. Todos se tiraban de los pelos por no haberme quitado de en medio cuando todavía estaban a tiempo. Hasta el maestro que metía su dedo en mi culo para después olerlo cuando iba a preguntarle alguna duda sobre la regla de tres meneaba la cabeza. Estaba claro desde el principio. Todo había estado claro y habían dejado que pasara. Era un fracaso total, global.
Y aquí estoy, pudriéndome en una celda, esperando la muerte que todos quisieran darme.
Tal vez, quizá, puede que entonces, cuando me alcance, consiga ver bien con el ojo derecho aunque sólo sea por un instante.
Y con un poco de suerte a lo mejor me dejan tranquilo el tercero.
Yo no lo quise así.
VEREMOS AGUILAS; O, AL MENOS, ESTRELLAS
No la vi llegar al bar cuando vino por segunda vez. Yo estaba fumando en la cocina, ella se asomó sonriendo y de repente la vi como a una aparición.
"NADA DURA PARA SIEMPRE. NI SIQUIERA LA LLUVIA DE NOVIEMBRE"
miércoles, 27 de julio de 2022
NO RECUERDO A CASI NADIE
jueves, 21 de julio de 2022
"ES DE FUERA. DE MADRID"
martes, 19 de julio de 2022
LO SÉ
El tono de la conversación del par de dos empezó a sobrepasar el límite tolerable incluso para un español. Era tal y como si estuvieran en la barra de una discoteca, sólo que en este caso la mantenían en la de nuestro bar a las tres y pico de la tarde de otro domingo cualquiera. Ambos divorciados, con hijos ya mayores, el uno en el servicio de limpieza del Ayuntamiento y el otro trabajando en el campo. Clientes domingueros, algo mayores que yo, conocidos de toda la vida y de parecidos gustos musicales al mío de juventud que, sin embargo, no han variado un ápice con el paso de las décadas.
Siete tercios de cerveza los contemplaban cuando poco antes se marchó el penúltimo compadre, el más joven, uno de mi edad, otro mal divorciado con hijos que anda de acá para allá, Europa incluida, con tal de no estar en el mismo pueblo que su ex. El primero en irse había sido el último en llegar, el más listo, un mozo viejo recién jubilado, fanático del Real Madrid, que se ríe de todos nosotros: "¡Jamás pensé que se pudiera vivir tan bien!" Pero en verdad la cosa siempre es mano a mano, el barrendero y el agricultor; luego, a última hora, suele aparecer el mozo viejo, se bebe dos y se larga riendo; y de vez en cuando el otro.
A eso de la una llega el agricultor con los auriculares puestos, que no se quitará hasta la más que previsible venida de su amigo el barrendero. Se sienta en su sitio de la barra, como en la escuela, y mira el teléfono cabeceando de vez en cuando al compás del jevi que está oyendo. Al rato aparece el otro y me mira en silencio desde la puerta como diciendo "¡verás!" Le da un pequeño toque, el amigo pega un respingo, se caga en todo y le saluda insultándolo. Hay confianza. Hay que demostrar la confianza. La vida es algo así como una perpetua demostración ante uno mismo o ante los demás, como una prueba para algún papel en Dios sabrá qué obra. Y cuanto peor es la película que al final te toca representar más te metes en el papel, más lo quieres, aunque a veces te cruce por la mente la idea de que no es posible que después de tanto tiempo el silencioso director de la obra siga al menos mirándote desde la oscura platea. Pero ya da igual.
viernes, 15 de julio de 2022
OTRA TARDE SIN DORMIR
jueves, 14 de julio de 2022
LOREN
miércoles, 13 de julio de 2022
ANTES DE LA VENIDA DEL SOL
Ahora el tipo leía un texto, el final de la historia, la del amor imposible entre un hombre y una diosa. Casi con lágrimas en los ojos, la voz quebrada, la "muerte de amor" del Tristán de fondo como muleta y unos largos encadenados de fotogramas y pinturas venidas al caso, el curioso psicólogo argentino, el persistente buscador de lo oculto, el autodenominado "mago de mano derecha" y fundador de su propia escuela iniciática parecía verse a sí mismo en las palabras que, esto sí, con la acostumbrada e incomparable dicción que le caracteriza iban saliendo de su boca.
- Basta -me dije- ¡Basta! Suficiente. Se acabó. ¡También yo podría hacerlo con esa música de fondo, no te jode! ¡Hasta ver a un mono pajeándose se transformaría en algo profundo si es con la música del Tristán! Basta, basta...Qué calor, me cago en dios.
sábado, 9 de julio de 2022
Y DE PRONTO ME CAYERON BIEN
Veinte años han pasado, veinte, desde que rebotado del viejo bar vine aquí, al nuevo abierto hacía tres por dos de mis hermanos, los dos siguientes a mi, el mayor. Hay algunos meses más, diría que unos ocho. Veinte años y ocho meses.
jueves, 7 de julio de 2022
SALVADO POR EL MAL
Hans Castorp deliraba perdido en la tormenta blanca de la montaña mágica. Soñó con la rocosa playa de un cálido mar rodeado de innumerables islas; aquí y allá, donde quiera que fijara la vista desde la atalaya en la que estaba sentado, veía sonriente juventud de bellos cuerpos. Una madre amamantaba a su hijito que, torpe y ciego todavía, todo olfato, tenía que ser ayudado para encontrar el manantial de la rica leche. De pronto ve a un hermoso joven que le mira sonriendo un poco más abajo. Y de golpe, mirando por encima de Hans, cambia la expresión y una mueca de terror se dibuja en su rostro.
sábado, 2 de julio de 2022
UN POCO DE WHISKY NO VENDRÍA MAL, KUFISTO
"Esta tarde sí que sí -iba diciéndome- Dormir. Necesito dormir, descansar bien. Una hora de siesta en la cama con los ventiladores puestos. No simplemente cerrar los ojos, no. Dormir. Estoy tan cansado que creo que hasta la misma mente se tomará un descanso. No imágenes, no situaciones, no fantasías, no pajas recomendadas por los mejores farmaceúticos...nada. Dormir"