sábado, 19 de diciembre de 2020
RED
sábado, 12 de diciembre de 2020
DE LOS PLANEOS
domingo, 6 de diciembre de 2020
NO TE PREOCUPES
domingo, 29 de noviembre de 2020
EN EL RINCÓN
viernes, 20 de noviembre de 2020
UN BUEN VIAJE
domingo, 15 de noviembre de 2020
TIEMPO
domingo, 8 de noviembre de 2020
LO QUE TÚ NECESITAS ES QUE TE QUIERAN, kUFISTO
- Lo que tú necesitas es que te quieran. Y querer -dijo ella sin perder de vista a tres de sus chiquillos-
jueves, 29 de octubre de 2020
CAMBIO DE HORA
jueves, 15 de octubre de 2020
FIFTEEN FEET OF PURE WHITE SNOW
- ¡Tu tío Kufisto, David, tu tío Kufisto!...¡Ehhh, Kufisto!
La voz de su abuela llegó hasta mis oídos a pesar de la distancia y al ir tapados por los auriculares que en ese instante hablaban de las viejas y nuevas tablas a medio escribir de Zaratustra. Miré, los vi y ya con las orejas liberadas me acerqué hasta ellos sonriendo.
Es un parquecillo de barrio, con toboganes, columpios, balancines y algunas otras cosas de las que desconozco sus nombres. Una cosa pequeña, recogida, vallada por maderos de quizá un metro de alto y pintados de alegres colores. Los niños juegan allí dentro mientras los padres miran o, sin son tan pequeños como mi chico, los acompañan durante sus aventuras. El piso es del tipo acolchado y así el peligro es menor. También está pintado de colores. El sol se estaba poniendo y el frescor de la incipiente noche llegaba, también obediente. Yo lo vi salir en la fría mañana pensando otra vez que no es que salga sino que nosotros salimos a él, pero bueno. Le costó superar los edificios de enfrente. Luego, a eso de las once y media, empezó a calentar y fue maravilloso ver como su luz y su calor lo vivificaba todo, hasta lo muerto, hasta las hojas caídas en la pequeña mediana arbolada que divide la vía donde se encuentra nuestro bar. Apagué el cigarrillo, contento, y volví para adentro.
- ¿Es Nick Cave? -preguntó el último cliente antes de irse con el resto del grupo-
Sí, sonaba como Nick Cave pero yo no estaba seguro. Sorprendido me acerqué al ordenador. Era Nick Cave.
- Sí, es Nick Cave. Buen oído.
Y se marchó. Apenas podía creerlo. Ese tío, ese que me había recordado a aquel patán de ayer, reconocía a Nick Cave mientras hablaba de gilipolleces con sus compañeros de cañas, unos que han conocido a Eddie van Halen cuando el telediario dijo que había muerto.
"Sospecha -me dije ya solo y a puerta cerrada- Sospecha. Quizá llevaba una aplicación de esas en el móvil y vio la canción..." Pero no. Era absurdo. Completamente absurdo. Conocía a Nick Cave. Te había recordado al imbécil de ayer pero este conocía a Nick Cave.
Llegué a casa y me eché un rato con Zaratustra, en su segunda parte. Cerré los ojos mientras hablaba de las tarántulas.
Así estuve una hora. Supe que había dormido porque no recordaba haber oído algún capítulo. Miré en el teléfono y comprobé que no recordaba nada de al menos dos de ellos. Veinte, treinta minutos...suficiente. En verdad basta con cerrar los ojos para descansar. Esto es algo que he descubierto hace poco tiempo.
Me levanté fuerte y decidido a hacer la tabla de gimnasia que tocaba. Estiré e hice el precalentamiento indicado de siempre desde hace unos meses, no sin antes tener un leve forcejeo con la gata y su empeño por arañar la esterilla. Un par de voces, un amago de patada y ya estaba todo en su sitio, también Zaratustra con su tercera parte, la mejor si no existiera la cuarta. Aunque es la más hermosa de todas.
Una ducha caliente, templada, fría, obediente, en el baño grande...La de mi habitación está medio loca: un leve toque al grifo consigue hacerla pasar de hirviendo a helada en cosa de segundos. Eso no está mal cuando te hierve la sangre pero yo ya tengo 47 años y aunque todavía hiervo no es cuestión de hacer más tonterías. Esto tampoco lo he aprendido hace tanto.
Fui a comprar para el bar y para mi. Pensé en la chiquita rubia tan simpática de la caja, en decirle lo preciosa que es, en invitarla al cine, a cenar y a mi piso pero hoy no estaba. Me tocó la gorda, que me atendió simpática.
jueves, 17 de septiembre de 2020
UN CHICO RARO
El chico, un chaval de unos diez años, guapo y bien formado, entró al bar, dio unos "buenos días" perfectos y sin más se dirigió hacia la mesa del salón, todavía sin las sillas desplegadas. Enseguida apareció su padre, un tiarrón de aspecto curtido con acento del Este de Europa, pidió para los dos y se fue con él.
Preparé un colacao y un café que llevé mientras la tostada iba haciéndose. Dejé los servicios y el chico me dio las gracias apartando por un momento la mirada del teléfono. "¡Qué chico más raro!" pensé. Subí las cortinas, bajé los taburetes de las mesas altas y encendí el televisor dándole volumen. El inglés calvo también empezaba su jornada laboral en busca de trastos viejos.
Llevé la tostada del chico. "Deja el teléfono" le dijo el padre. No les oí hablar más.
El padre vino a la barra, pidió una botella de agua y una copa de coñac y pagó. Un poco más tarde, ya desayunados y con el padre aún en el water, el chico salió del bar despidiéndose, "adiós".
"Qué chico más raro" volví a pensar. "Entra solo a un bar, saluda al camarero, despliega las sillas, da las gracias y se despide...Apenas tendrá diez años y ya sabe todo eso"
Y la mañana siguió por los duros derroteros de casi todos los días.
martes, 8 de septiembre de 2020
CRÓNICAS DE UN PUEBLERINO
jueves, 20 de agosto de 2020
WILD CHILD
miércoles, 22 de julio de 2020
RED RIGHT HAND
Nuestra barra es abierta; acaba como dije dejando un espacio abierto para entrar y salir. Hace veinte años, aquí en La Mancha, era algo poco habitual, aunque supongo que ahora será diferente, no lo sé, hace muchos años que no piso más bar que el mío. No recuerdo ningún otro local que la tuviera de esa forma. La diseñó un tío nuestro, un arquitecto que siendo joven se fue a Madrid para no regresar. Era wagneriano, jajaja...Sí, recuerdo entrar a la habitación donde estudiaba siendo yo un chico y ver un montón de discos de ese tío. Sufría lo indecible al vernos toquetear sus cosas, los dibujos, los planos, el instrumental, los discos...pero de lo que más me acuerdo es de Wagner. El bar entero fue obra suya. No quiso cobrarnos ni una peseta. Nuestro padre le regaló un jamón de Jabugo.
Abrí una latilla de berberechos a la brasa Güeyu Mar, aunque de lo de la brasa me di cuenta al abrirlos, pues estaba claro que no eran del tipo a los que aquí estamos acostumbrados. Pude haber leído la simpática etiqueta (son estupendas todas las de esa casa), cierto, pero no lo hice: aquí en La Mancha se lee lo imprescindible.Y aún menos si luego viene envuelto en un gracioso dibujo.
Estaban buenos, diferentes, pero no tanto como indicaba su precio, ni mucho menos. Cogí otra de la misma casa, esta vez de mejillones y ya sobre aviso de su braseado y me parecieron algo mejor por acorde a lo que costaba, aún un tanto inflado. Eché cuentas y vi que gastándome los 50 euros que ayer pagué por cosas para el bar podría maquillar la nefasta mañana laboral. Y cayeron otras dos latillas, esta vez de Cambados, "la que le gustaba a mi padre" como dijo mi hermano, una de navajas y otra de un delicioso bonito en láminas, la lata más barata de todas y sin embargo la mejor.
Y así, entre conservas y cervezas, pasamos el rato sólo molestados por un par de palomos despistados.
Pero fue el caso que tras una primera y reticente caña que me supo a gloria hice el cambio a la primera cerveza helada y tras un par de buenos tragos fue como si todo se deslizara entre nosotros, entre ellos y yo, tan distintos y difíciles de casar como Vassily Ivanchuk en algo que no tenga nada que ver con el ajedrez. Yo no sé lo que hará él, si es que hace algo, pero mi password siempre fue ese. Y el caso es que durante un cierto tiempo funciona la mar de bien.
La conversación fluyó de manera natural y todos nos animamos a contar cosas entre ciertas risas. Luego llegó otro amigo de ellos, otro que conozco de siempre, uno que huele a marihuana desde hace veinte años, un bruto inocentón, y todo continuó por el mismo cauce o aún mejor, pues resultó un espectáculo verle comer las sobras con los delicados tenedores que tenemos para tales manesteres: "¡Me cago en Dios, Kufisto, dame una puta cuchara!"
Y así fue como pensé en el círculo, en el anillo, en el eterno retorno: yo empecé con todos estos o parecidos, ya son 47 años y nadie sabe los que puedan llegar. Desde el principio, o casi, tiré de mi camino hacia otro lado pero sin ton ni son, sin ningún proyecto, sin ningún dibujo, sin ninguna baraja de cartulinas dylanianas, sin ningún maestro, sin ninguna disciplina, sin más universidad que una ciega confianza en una especie de magia que me arrancaría de todo eso.
Unas horas antes, a eso de las nueve, cuando el día todavía da para pensar en medio tapar la caja siquiera con un cuarto de bombones coronavíricos, recibí un wasap de otro amigo de todos estos, uno que en esencia siempre va colocado, un crack de la fotografía, la edición de vídeo y la dirección de películas porno, aunque de esto último ya hace algunos años. Me preguntó si todavía no había almorzado, le dije que no y media hora más tarde dimos buena cuenta de mi ensalada de arroz y sus filetes de lomo bajo de ternera.
Fui a ver a mi madre al salir del bar. Quería verme y viendo yo que quería escribir pensé que lo mejor era ir antes de ponerme a hacerlo. Ahora en verano cierro un poco a discreción: si dan las tres y ya no queda nadie, cierro. Ahorramos aire y pesadez.
Me serví un chupito de Glenlivet 18 mientras fregaba los platos, lo bebí de un par de tragos y me fui para allá.
No llevaba las llaves y me alegré: las había olvidado en el bar y esa era una excusa ineludible para volver a él y ya de paso pillar una bolsa de hielo para la media botella de Ballantine´s que robé. Llamé al timbre y tras una cierta espera se abrió la puerta. Estaba comiendo sola en la cocina y el pasillo hasta el llamador es largo. Me recibió con los brazos abiertos, me apretó fuerte al llegar a ellos y me dio dos besazos en cada mejilla. Y nos fuimos hacia la cocina.
Ella estaba terminando de comer. Me habló otra vez de que uno de sus cinco hijos varones, el último que quedaba en casa, iba a irse a vivir con una "amiga" Yo le dije lo que llevo pensando desde hace unos días, que se venga aquí conmigo. Esta vez también dijo que no, pero no como otras.
- Bueno, pero ya lo sabes, mama-
- Pero Kufisto, si no puedes ni aguantar la televisión, ¿me vas a aguantar a mi?-
- Eso se puede solucionar. Quizá hasta me guste ver las cosas que a ti te gustan. Pero tú aquí, sola, en esta casa tan grande...no. Piénsalo y te vienes conmigo-
- ¿Y por qué no tú aquí?
- ¿Y el chico? Tu nieto ya está echando a andar y están las escaleras...
- Os he criado a los cinco con las mismas escaleras y a ninguno os pasó nada-
- Ya, pero entonces tenías veinte, treinta años, ahora tienes setenta...
- Qué viejo eres ya, Kufisto...
- Sólo tengo 47. Y tu sesenta y nueve. No digas que tienes setenta porque pareces papa-
- Sí. Tu padre-
- A él siempre le gustaba ponerse un año más, no sé porqué, ¡me sacaba de quicio!-
- 48 años de casados y ocho de novios...-dijo mirando la foto que hay junto al pequeño televisor-
- Piénsatelo-
- ¿Pero y tú que vas hacer si encuentras a una mujer?
- Eso es lo de menos-
Volví al bar a por las llaves de mi casa y la de mi madre. Y ya de paso pillé la bolsa de hielo.