sábado, 19 de diciembre de 2020
RED
sábado, 12 de diciembre de 2020
DE LOS PLANEOS
domingo, 29 de noviembre de 2020
EN EL RINCÓN
viernes, 20 de noviembre de 2020
UN BUEN VIAJE
domingo, 8 de noviembre de 2020
LO QUE TÚ NECESITAS ES QUE TE QUIERAN, kUFISTO
- Lo que tú necesitas es que te quieran. Y querer -dijo ella sin perder de vista a tres de sus chiquillos-
jueves, 29 de octubre de 2020
CAMBIO DE HORA
jueves, 15 de octubre de 2020
FIFTEEN FEET OF PURE WHITE SNOW
- ¡Tu tío Kufisto, David, tu tío Kufisto!...¡Ehhh, Kufisto!
La voz de su abuela llegó hasta mis oídos a pesar de la distancia y al ir tapados por los auriculares que en ese instante hablaban de las viejas y nuevas tablas a medio escribir de Zaratustra. Miré, los vi y ya con las orejas liberadas me acerqué hasta ellos sonriendo.
Es un parquecillo de barrio, con toboganes, columpios, balancines y algunas otras cosas de las que desconozco sus nombres. Una cosa pequeña, recogida, vallada por maderos de quizá un metro de alto y pintados de alegres colores. Los niños juegan allí dentro mientras los padres miran o, sin son tan pequeños como mi chico, los acompañan durante sus aventuras. El piso es del tipo acolchado y así el peligro es menor. También está pintado de colores. El sol se estaba poniendo y el frescor de la incipiente noche llegaba, también obediente. Yo lo vi salir en la fría mañana pensando otra vez que no es que salga sino que nosotros salimos a él, pero bueno. Le costó superar los edificios de enfrente. Luego, a eso de las once y media, empezó a calentar y fue maravilloso ver como su luz y su calor lo vivificaba todo, hasta lo muerto, hasta las hojas caídas en la pequeña mediana arbolada que divide la vía donde se encuentra nuestro bar. Apagué el cigarrillo, contento, y volví para adentro.
- ¿Es Nick Cave? -preguntó el último cliente antes de irse con el resto del grupo-
Sí, sonaba como Nick Cave pero yo no estaba seguro. Sorprendido me acerqué al ordenador. Era Nick Cave.
- Sí, es Nick Cave. Buen oído.
Y se marchó. Apenas podía creerlo. Ese tío, ese que me había recordado a aquel patán de ayer, reconocía a Nick Cave mientras hablaba de gilipolleces con sus compañeros de cañas, unos que han conocido a Eddie van Halen cuando el telediario dijo que había muerto.
"Sospecha -me dije ya solo y a puerta cerrada- Sospecha. Quizá llevaba una aplicación de esas en el móvil y vio la canción..." Pero no. Era absurdo. Completamente absurdo. Conocía a Nick Cave. Te había recordado al imbécil de ayer pero este conocía a Nick Cave.
Llegué a casa y me eché un rato con Zaratustra, en su segunda parte. Cerré los ojos mientras hablaba de las tarántulas.
Así estuve una hora. Supe que había dormido porque no recordaba haber oído algún capítulo. Miré en el teléfono y comprobé que no recordaba nada de al menos dos de ellos. Veinte, treinta minutos...suficiente. En verdad basta con cerrar los ojos para descansar. Esto es algo que he descubierto hace poco tiempo.
Me levanté fuerte y decidido a hacer la tabla de gimnasia que tocaba. Estiré e hice el precalentamiento indicado de siempre desde hace unos meses, no sin antes tener un leve forcejeo con la gata y su empeño por arañar la esterilla. Un par de voces, un amago de patada y ya estaba todo en su sitio, también Zaratustra con su tercera parte, la mejor si no existiera la cuarta. Aunque es la más hermosa de todas.
Una ducha caliente, templada, fría, obediente, en el baño grande...La de mi habitación está medio loca: un leve toque al grifo consigue hacerla pasar de hirviendo a helada en cosa de segundos. Eso no está mal cuando te hierve la sangre pero yo ya tengo 47 años y aunque todavía hiervo no es cuestión de hacer más tonterías. Esto tampoco lo he aprendido hace tanto.
Fui a comprar para el bar y para mi. Pensé en la chiquita rubia tan simpática de la caja, en decirle lo preciosa que es, en invitarla al cine, a cenar y a mi piso pero hoy no estaba. Me tocó la gorda, que me atendió simpática.
jueves, 17 de septiembre de 2020
UN CHICO RARO
El chico, un chaval de unos diez años, guapo y bien formado, entró al bar, dio unos "buenos días" perfectos y sin más se dirigió hacia la mesa del salón, todavía sin las sillas desplegadas. Enseguida apareció su padre, un tiarrón de aspecto curtido con acento del Este de Europa, pidió para los dos y se fue con él.
Preparé un colacao y un café que llevé mientras la tostada iba haciéndose. Dejé los servicios y el chico me dio las gracias apartando por un momento la mirada del teléfono. "¡Qué chico más raro!" pensé. Subí las cortinas, bajé los taburetes de las mesas altas y encendí el televisor dándole volumen. El inglés calvo también empezaba su jornada laboral en busca de trastos viejos.
Llevé la tostada del chico. "Deja el teléfono" le dijo el padre. No les oí hablar más.
El padre vino a la barra, pidió una botella de agua y una copa de coñac y pagó. Un poco más tarde, ya desayunados y con el padre aún en el water, el chico salió del bar despidiéndose, "adiós".
"Qué chico más raro" volví a pensar. "Entra solo a un bar, saluda al camarero, despliega las sillas, da las gracias y se despide...Apenas tendrá diez años y ya sabe todo eso"
Y la mañana siguió por los duros derroteros de casi todos los días.
jueves, 20 de agosto de 2020
WILD CHILD
sábado, 11 de julio de 2020
MASCARILLA
miércoles, 27 de mayo de 2020
TABURETE
sábado, 23 de mayo de 2020
PIEDRAS
Flores que nadie ha plantado exhalan susurrantes alientos de vida para algunos y malestar para otros. Pequeñas mariposas blancas revolotean errantes entre ellas. El viento que nosotros no vemos y apenas sentimos las lleva como alcohólicas hacia nuevos bares. Hormigas enfiladas cruzan los caminos ajenas a los peligros que en ellos las acechan, aunque tal vez sean menores a no hacerlo. Es el instinto. Tienen que hacerlo como harían otra cosa si tuvieran alas blancas.
Malas hierbas crecen exageradamente junto al terraplén de la autovía vallada. Entre el espacio dejado por sus alambres se retuercen formando figuras grotescas, desafiantes. El breve alquitrán detiene la conquista y más allá quedan las tierras labradas y la perpetua lucha de quienes cuidan de ellas. Después, a lo lejos, la sierra ignota, todavía azulada, siempre azul.
Árboles salvajes junto a las valladas vías del tren hacen de urinario para los caminantes y cagadero para algunos perros sin dueño. Piedras de vía, piedras que sobraron, piedras caídas en el último momento, piedras volcadas por alguien que quizá volcó la noche anterior, piedras iguales o mejores a las que están allí arriba, en su sitio, entre las vías, sujetándolo todo unas contra otras, en la vibración, en la onda correcta. Piedras.
El chico estaba hoy un poco serio, o quizá sea mejor decir que no tan alegre como antes. Pronto hará un año y ya se le va notando. En sus ojos, en su intensa mirada azul, en la inteligente fijeza que ya demuestra, se ve que va dándose cuenta de que está dejando de ser un juguete en brazos de su tío o de cualquier otro. La memoria llegará más tarde, claro, pero el instinto ya está ahí: el instinto nace cuando puedes mover tus piernas y mantenerte sobre ellas, aunque todavía sea tan complicado como para necesitar la ayuda de su tío, de uno de ellos, aún de ese que habiendo andado mil caminos sigue meando fuera del tiesto.
martes, 19 de mayo de 2020
BABY BLUE
Ni se miraban cuando hacían la caja, qué decir de hablar. Él y su socio, su primo hermano. Mi padre cogía las cuatro perras y luego nos íbamos a casa, andando. El trayecto era corto, apenas cinco minutos. Me gustaba andar junto a mi padre después de trabajar, de vuelta a casa. Hablábamos de cualquier cosa menos del bar de enfrente y de mi tío. Entrábamos en casa y mi madre preguntaba qué tal nos había ido. "Bien" era la respuesta de siempre, como cuando iba a ver al abuelo y me preguntaba por como iba el bar. Él lo dejó antes de cumplir cincuenta años, apenas cuatro de los que yo ahora tengo.
Dormí mal y salí a pasear. La mañana era espléndida pero yo no. Una vieja con mascarilla me dijo que yo no la llevaba y poco me faltó para mandarla a la mierda. "Todavía no es obligatoria, chivata" respondí. Ya son muchos días solo y hasta yo me sorprendí de la acritud de mi voz. La verdad es que me dieron ganas de partirle la cabeza. Puta vieja estúpida.
No tenía ganas de andar más y recorté. Bajé por el centro del pueblo y vi que algunos bares empezaban a sacar las terrazas, terrazas grandes, de esas que aún partiéndolas por la mitad todavía pintan algo. Pasé junto a la casa de mi madre y poco después llegué a la mía tras comprar algo en la tienda de la mora.
Me eché en la cama y miré el reloj: todavía faltaba un buen rato hasta las diez. Habría podido estar por ahí pero ya estaba aquí. Intenté dormir y no pude. El cansancio de la mala noche seguía, pero el sol ya estaba ahí aún con la persiana bajada. Abría los ojos y veía claridad. Era de día, era el día, y no se puede dormir así. Si ya es complicado de noche qué decir de día. Me levanté y comí antes del mediodía.
Volví a la cama y unos poceros me sacaron del sueño que llegaba. No pude volver a cogerlo por más que lo intenté. Cuando se fueron a eso de las dos yo ya estaba totalmente desvelado.
Pasé la tarde viendo una serie que ya he visto. No es mala pero tampoco buena. Demasiado larga. Las cosas deberían guardar el sentido de la medida, el tempo justo, la posibilidad de una isla donde pararse en mitad de un océano. Pero sigo viéndola, reviéndola, y ya no queda mucho para acabarla. Sé como acaba pero llegaré hasta el final. Y la verdad es que la parte final es lo mejor de todo: allí, con todo lo pasado, junto a todos los ventanales y vueltas a los refugios, entre sueños, cánceres y pajas a medio hacer, al final, suena una buena canción que medio te salva.
Y no es poco.
martes, 12 de mayo de 2020
EL PODER DEL ACERO
Hoy puse "Conan" Leí algo en algún sitio y la puse. Nunca vería "Conan" sin que otro me la recordara. Y aún así tampoco la vería: ¿para qué ver Conan a mis 46 años? Hay gente de mi edad que sí la ve, como ese que leí antes de hacerlo yo; será que para él si fue importante. Yo no he vuelto a ver "Karate kid" nada más que alguna escena suelta en televisión. Había muchas películas que ver en aquellos años y yo estaba creciendo. Pronto "Karate kid" me pareció algo ridículo. Pero una vez me hizo saltar de la silla y gritar de felicidad. Entonces uno salía de allí creyendo que al final todo acabaría por estar en su mano: los aplausos, el coche rojo y la buena chica no rubia.
La quité antes de acabar, justo después de incinerar a su walkyria, una rubia como todas las rubias de mi vida. De todas formas ya la había visto entera no hace tanto tiempo, también leyendo a otros, puede que a los mismos, no es que me mueva mucho ni en Internet. Hablaban del rollo nietzscheciano de la peli y bueno, yo soy nietzscheciano, ¿no? Sí, te la explican, la ves con su música y dices "sí, ecce Nietzsche" Pero no acabas de verla, o la ves entera entre miradas al reloj, o te olvidas de ella a los cinco minutos. Una cosa es leer a Nietzsche (que está bien), otra oírlo mientras haces algo (que es lo mejor) y otra muy distinta verlo.
Eran casi las cinco de una tarde lluviosa. Estamos confinados y salir a la calle es un riesgo hasta los ocho. Y además, ando por la mañana, entre las seis y las diez; prefiero ver el sol cuando sale y sube hasta arriba. Claro que no siempre aprovecho todo el tiempo permitido, de hecho sólo lo hice el viernes pasado y eso bajo el signo de una buena resaca que me sacó pronto de la cama. Lo normal es a las ocho, ocho y media, y a las diez o así en casa. Y ya no salgo. Aparte que a las ocho de la tarde están todos los vecinos cantando abajo en el patio y me da cosa pasar entre ellos. Bueno, no todos, serán algunos, pero cada vez que paso al water en esos momentos los oigo cantar por la ventanilla ciega canciones folklóricas, algo a lo que le tengo un asco indecible desde mis tiempos de chaval en la terraza del viejo bar: aquellas tardes de festivales eran las peores, un completo horror en todos los aspectos, nada más que viejos y viejas atrincherados por horas en nuestras sillas con un puto trinaranjus o una leche manchada. Joder, madre mía, qué tardes aquellas...De todas formas las juntas de las ventanas del piso son buenas (no así las puertas) y aparte no hacen mucha falta con esto, ninguna en verdad, pues sólo se oye ahí, en el water, y tampoco tarda tanto uno en mear. Pero siempre que los oigo me acuerdo de toda aquella mierda.
No dura mucho. La verdad es que ya nada dura demasiado. Pronto lo olvido y a otra cosa. Aunque sí, hay veces que uno se emociona al encontrar algo nuevo y enseguida vuelva a él aquella patada a la pata coja pero no, no es lo mismo. Es un rato, un ratín. Por entonces te dormías pensando en eso que acababas de procesar. Ahora lo único que quieres es quedarte en blanco para dormir.
Fregué los platos y las sartenes de ayer y hoy, limpié un poco la cocina. Pensé en fregar el piso del salón. Hace unos días que fregué la habitación y la cocina y el cubo todavía está ahí, en el pasillo. Volví a dejarlo para otra ocasión. La lejía aguanta.
Era otra hora y ya no sabía que hacer. Leer ya me tiene harto, no leo más que libros de mierda. Ayer acabé de un tirón con la biografía de David Mustaine. Y no porque me gustara sino porque no di para otra cosa: leí algo en algún lado, vi que se podía descargar y...en fin, lo de siempre. Nunca fui fan de Megadeth pero bueno. Es un gilipollas y el libro es basura pero el tiempo muerto está dilatándose tanto como el culo de esa chica de la que el otro día hablaban en la Red: joder, se mete cualquier cosa por el culo. Intento recordar su nombre pero no lo consigo. Cuando acabe esto pondré una foto suya, sé donde tiene que estar, me muevo muy poco en la Red. Pero ahora estoy escribiendo.
"True detective" Ya la he visto entera dos veces. Jamás hubiera caído en que ese mamón fuese capaz de hacer un papel como el de Rusty. Jamás hubiera pensado que un chulo de mierda como él, el tipo al que en mi adolescencia le habría hecho un karatekid de haber podido, treinta años más tarde iba a transformarse en algo tan cercano como lejano: el tiempo es relativo, sí, pero también lo es el espacio.
Ahí estaba el dolor del chulo de mierda, el de la patada final. Jodido y demacrado, tan jodido y demacrado como cualquiera, castigado al fin por la vida. Pero aún así hablaba con los polis de otra manera a la imaginada alguna vez por ti: todavía en la mierda era claro que aún diciendo lo mismo que tú imaginas decir a alguien, él lo hacía de otra forma, mejor, más creíble, más todo.
Lo quité a medias del tercer episodio, en el flirteo con la potente mujer de su compañero que más tarde se follará y despreciará tras haber hecho una heroicidad, después de su pasada por la iglesia evangélica, cuando me di cuenta de que en esa serie en el mejor de los casos yo no sería más que otro sospechoso.
Héroes, Nietzsche...Conan y Karate kid...
El grupo de wasap de los hosteleros en el que estoy metido lleva unos días un tanto parado. Estamos todavía en fase cero, ya como deprimidos, a la espera de las alegres cadenas. Algunos se mueven un tanto para pillar en común gel hidroalcohólico a buen precio. Todo son buenas palabras y frases tipo Paulo Coelho.
Ninguna patada de pájaro a la rótula del otro.
Ni mucho menos algún rastro del poder del acero.
A fin de cuentas todos somos camareros.
También tú.
jueves, 7 de mayo de 2020
TYSON vs DE LA CIERVA
Amaneció nublado y con algo de viento que en las afueras se explayó bastante más. Por él no subí los molinos ni anduve malos senderos, antes bien lo hice como todos los demás, aunque la verdad es que tampoco iba con muchas ganas. Los dejé atrás, rodeé el otro cerro y ya dentro rodeé todo el pueblo y un poco más. Casi todos los paseantes que en las calles me encontré llevaban la mascarilla puesta. Yo no, la mía es de esas de graffitero y no me la pongo para salir a pasear.
Alcancé el perímetro del parque. Miré el reloj y vi que todavía tenía algo de tiempo. Bueno, hubiera podido cortar allí y volver a casa pero no lo hice. Pasé adelante y volví a salir afuera pero esta vez por el otro extremo. Ahí me crucé con un tío y su perro. Él me saludó y yo se lo devolví sin dejar de mirar la tierra del camino. El puente de la autovía estaba cerca. Volví a mirar el reloj y vi que lo mejor era ir regresando.
A lo lejos, en la otra punta, diminutos, aparecían los molinos. A sus pies había estado hacía un rato. Parecía mentira. Tan lejos en el espacio y tan cerca en el tiempo. Tuve una rara sensación, como si no hubiese salido de casa y sin embargo ya llevaba casi tres horas fuera de ella. Ni rastro de cansancio ni idea alguna en la cabeza. Llegué a casa.
Comí, hice algo y me eché en la cama. Casi me dormí pero no llegué a hacerlo. Justo cuando estaba a punto salía de mis labios una especie de burbuja que me sacaba del sopor. Las babillas de la desconexión, supongo. A la tercera o cuarta vez me levanté. Miré el reloj y no había pasado ni una hora. Me fui al salón.
Puse un combate de boxeo en el ordenador, el Tyson-Holyfield, la primera pelea. Esa la vi en su momento con mi padre, en el viejo bar, hace muchos años. Recordaba que Tyson le había metido una hostia a Holyfield nada más dar el gong que casi lo sacó del cuadrilátero. Claro que esa madrugada yo ya estaba muy borracho. Pero sí, fue así aunque ni mucho menos tanto. Quizá todo haya sido así.
La verdad es que sólo pensaba ver eso, esa primera hostia, pero lo dejé correr para acabar viéndolo entero. Yo iba con Mike, claro. Pero perdió otra vez. Holyfield le daba gracias a Dios en la entrevista tras el combate, no hacía más que decir eso entre bufido y bufido. Hijo de puta.
Puse el segundo, el de la oreja. También lo vi entero, aunque este fue mucho más corto. Mike le mordió dos veces. Estaba muy cabreado cuando le dieron perdedor. Una nube de polis ascendió al ring para controlar la situación. Nadie podía calmar a Mike. Le entrevistaron al salir del vestuario y gruñía como una fiera herida señalando su ojo derecho que había hecho de diana para los disimulados cabezazos del buenazo de Holyfield en los clinchs. Tenía una brecha en el párpado superior que se la había abierto en el segundo asalto. Había peleado con un ojo, le decía al entrevistador. Cuando este le preguntó si se arrepentía del mordisco lo miró como si fuera a arrancarle la cabeza de un bocado.
Vi muy por encima algunos combates más de otra gente y luego fui al sillón del ventanal.
Había descargado una novela negra de un noruego actual, una que decían era buena. Pasé cuatro o cinco hojas con cierto cuidado y a la sexta la dejé. No, hoy no iba a mirar nada más que leer. Ya no sé que tecla pulsar. Esto empezó bien, muy bien, pero desde hace un par de semanas o tres o cuatro se ha transformado en un callejón sin salida.
Ayer fue ya la puntilla con el mamotreto que me bajé de Ricardo de la Cierva. Mi padre tenía su biografía de Franco (que leí de chaval) y cual no sería mi desesperación que al verlo citado por ahí pensé en leer algo suyo. Bueno, el día anterior y el del día de antes lo había pasado con Mario Conde y sus "Días de gloria", así que miedo ninguno. Pero no, no, no...¡Joder, me cago en la puta, no! Qué cosa más coñazo, qué rollo eclesial, qué locura de huesos pulverizados. Cinco minutos a salto de página bastaron para borrarlo hasta del ordenador. Que no quedara ni rastro.
Eran las cuatro y media y ya no había nada que hacer. Cogí el teléfono y pasé el resto de la tarde mirando Internet.
Cuando empezó todo esto llegué a ser feliz. No había otra cosa que hacer que gimnasia y leer. Leí un montón de buenos libros y la buena forma, poco a poco, volvió a mi sin necesidad de estar tres horas andando por ahí. Media hora de ejercicio y un cuarto de pegarle al saco hacen más milagros que cualquier libro lleno de polvo y mierda trasmundana. Después una buena ducha, una buena comida, una tranquila siesta con la boca cerrada y la tarde para leer. ¡Qué buenos ratos pasé! Ni me acordaba que estaba encerrado.
No sé si primero fue el pequeño dolor en la pierna que me hizo parar un tanto hasta hacerlo del todo o la paulatina escasez de libros buenos pero la cosa fue que poco a poco todo ha acabado por joderse. Luego llegó el dolor en el cuello por una mala postura ante el ordenador y eso fue el acabóse: he pasado tres noches sin apenas dormir. Ayer por la tarde (el segundo día medicado) estuve a punto de ir a Urgencias. Pero aguanté.
Ha habido un buen libro durante todo este tiempo revuelto, en este nublado que ha ido viniendo: el de Tyson. Una biografía que es un ajuste de consigo mismo. Un epílogo que me recordó las "Memorias del subsuelo" de Dostoyevski. Una cosa brutal. Un rajarse a uno mismo como pocas veces he visto. Tan fuerte que se nota le dieron el toque para que lo edulcoraran un tanto en su remate. Pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que ese ya no es Tyson sino su editorial.
Mañana saldré tan pronto como hoy. Puede que lo haga antes. He bebido y será mejor que ponga el despertador. No quiero dormirme. Ya no tengo libros.
Saldré a la calle y enseguida andaré por las afueras, pero esta vez entre los salvajes matorrales nacidos en esta rara primavera, allí donde no se ve más camino que el guardado por tu memoria, entre tinajas abandonadas y chamizos derruidos, imposibles hasta para el más tirado de los vagabundos; cruzaré las vías del tren y mearé en sus cunetas, aunque puede que lo haga entre aquellas; miraré hacia arriba, veré el pedregoso sendero que conduce a los molinos de viento y lo haga o no subiré hasta ellos por su cara más jodida, por su peor ladera, allí donde las viñas hace tiempo que no tienen nombre. Y cuando llegué arriba plantaré las dos manos sobre su encalado por tres veces.
Y bajaré de allí sin pararme a mirar nada, sin necesidad de respirar nada, sin la obligación de sentir nada.
Luego, desde el otro lado, los encontraré pequeños, diminutos, como tantas otras veces.
Y mañana será una más.
viernes, 20 de marzo de 2020
RESISTIRÉ
No se ha librado la mesa baja del televisor. El vídeo, la play2, el equipillo de música y el TDT han corrido la misma suerte. Hace muchos años que no utilizo nada de eso. Los tenía ahí porque no tenía tiempo. Incluso he llegado a pensar en dejarme los riñones con el televisor (es de los antiguos y llevo años sin encenderlo) pero me he acordado de mi madre y una vez limpio he vuelto a dejarlo en su sitio. No sé, quizá tenga que venirse aquí y a ella le gusta ver la televisión.
Después he terminado la segunda parte de las lentejas con salchichón que hice ayer y la he llamado.
No podía dormirme en el sofá y me fui a la habitación. Allí creí hacerlo durante más tiempo del que dijo el teléfono cuando lo miré, apenas treinta minutos después. Ahora duermo menos que antes. Tengo más tiempo, tengo todo el tiempo, pero duermo menos. Anoche llegué a ver las dos y media. Y a pesar de que como siempre la persiana estaba bajada a tope he visto las seis en el reloj. Un poco más, al otro lado, el brazo por debajo de la sudada almohada, por abajo, los pensamientos, las ensoñaciones, el cerebro despertando, un poco de Zaratustra en la voz de Artur Mas para apagarlo, otra vuelta, esa parte me gusta, más cerca, mi sobrinete, quiero verlo, hace once días que no le veo...
Ayer tuve una llamada de vídeo con él. Su padre, mi hermano, me avisó el día anterior. Yo estaba en el sofá, como hoy, leyendo otra novela de Agatha Christie en mi nuevo Kindle, una de las regulares. Fue mi primera videollamada.
El chico miraba al teléfono en los brazos de su padre, que le decía que ese que estaba ahí dentro era su tío, ese que los lunes que descansa le saca en el carrillo. Sí, lo llevo por ahí al mediodía de los lunes. Este último no, claro. El chico miraba el teléfono y yo me veía en una ventanilla. "¡Tu tío -le decía su padre- tu tío!" Pero el chico miraba aquello sin saber muy bien a qué atenerse. Alzaba los bracitos como esperando que yo lo cogiera para subirlo. Sí, era yo, era su tío, ese pelón que todos los lunes lo sube hasta el techo cubriéndole de besos antes de encerrarlo en el cochecito, pero esta vez, por alguna razón no podía hacérselo. Y además, ¿como es que ahora era yo tan pequeño cuando antes parecía un gigante?
Hoy no había partidas en el Torneo de Candidatos. Ayer el chino, uno de los favoritos, le ganó la partida al más favorito de todos, el americano, uno que estos días he visto demasiado sobrado. Y eso que contra todo pronóstico había perdido las dos primeras partidas. Ahora está otra vez en la pomada: ganó a quien tenía que ganar y empataron todos los demás. La ronda perfecta tras dos para olvidar. A veces pasa eso, que te viene un golpe bueno, aunque tal vez sea más por el espectáculo que por ti. Es muy jodido remontar después de haber empezado tan mal. Muy jodido.
Con mucho temor y cuidado reanudé la limpieza con la gran mesa del ordenador. En otro tiempo estaba en otro sitio, junto al ventanal, cumpliendo su función social sin ordenador necesario. Pero de eso ya hace muchos años.
Por un momento pensé en meterle los altavoces del equipillo de música que había quitado. No son gran cosa, una ful, pero mejores que los que tengo seguro. Claro que también pensé que eso ya lo había pensado antes y así fue, pues cuando vi las conexiones se me quitaron las ganas. Limpié como pude sin quitar más accesorio que el teclado y eso haciendo una clara nota mental sobre qué cable había desconectado.
La novela de hoy no era demasiado buena. Tenía la sensación de haberla leído ya. O puede que la haya visto en uno de esos episodios de Poirot. No sé; es como leer algo que deberías reconocer pero que sin embargo aparece a tus ojos de otra manera. De todas formas mañana seguiré dándole una oportunidad.
A las ocho empezaron otra vez con las palmas. Poco antes, apenas dos minutos, un gilipollas abrió las ventanas de su piso y pinchó el "Resistiré" del Dúo Dinámico a todo lo que daba. Algunos salieron a las ventanas para dar palmas y voces.
Creo que mañana voy a poner el de Barón Rojo a la misma hora y a todo trapo.
Sí. A mi manera. Como el chino del ajedrez. Como Ding Liren. Como quien parece tenerlo todo perdido y se clava en su silla frente al sobradísimo subcampeón del mundo y juega una apertura dudosa y se mete en líos demasiado duros para su decepcionante clasificación y con todo y con eso va hacia ello. Y al final ganas y vuelves a estar dentro.
Resistiré, sí. Pero a mi manera.