viernes, 29 de julio de 2011

EL OLOR DEL DOLOR EN LOS OJOS





Una de las mayores tragedias en la historia reciente de nuestra ciudad fue la que aconteció una veraniega mañana de finales de los ochenta.

Era una familia numerosa, creo recordar a cuatro criaturas, él trabajaba como funcionario de prisiones y ella llevaba la casa, aún eran jóvenes, andarían por la treintena, muy serios y educados, yo los atendía cuando se sentaban en la terraza, todos juntos, los niños muy formales y bien vestidos, limpios, con cara de conocer una de las primeras reglas: que todo acto tiene sus consecuencias. El mayor tendría unos diez años, después iba otro con el que se llevaba el tiempo estrictamente necesario y luego otros dos más pequeños, un descanso entre tanda y tanda, en mi familia pasó algo parecido, un mínimo descanso para coger fuerzas y a arrear otra vez antes que el tiempo se encargara de echar el telón en el back-stage de mamá.

Pasó que esa mañana los dos mayores fueron decapitados por un montacargas.

Estaban reformando la casa, cuando la familia crece el hogar debe transformase, máquinas por aquí y por allá, herramientas, hombres trabajando, follón, suciedad...en fin, todo lo que conlleva la molesta obligación de meter gente ajena en tu chabolo. El padre se había ido al trabajo y la madre andaba de acá para allá, luchando con unos y con otros, con propios y ajenos, ya se sabe que no hay guerrero más incansable que una madre en su casa, más incansable y menos reconocido, el trabajo de las madres parece algo tan inevitable e innegociable como la salida del sol, es su obligación y punto, prohibido enfermar o pedir unos días de vacaciones, yo jamás he visto a la mía descansar un sólo día...y es que la sola idea de un sindicato maternal resulta ridícula, absurda. Por el bien de SUS hijos están dispuestas a hacer todo lo que sea necesario, el bienestar de ellos es su felicidad. Al menos así era el asunto antes.

Los obreros se marcharon para almorzar y la madre siguió con su hercúlea tarea diaria.

Fue en ese momento cuando los dos niños se subieron al montacargas y no se sabe muy bien cómo accionaron el mecanismo; la máquina hizo aquuello para lo que había sido creada y subió.

Y subió tanto que cuando llegó al piso superior actuó como guillotina en las cabecitas de esos dos niños que iban mirando como el suelo se iba alejando de ellos en los últimos segundos de sus fugaces vidas...

Si inhumano debe ser la pérdida de un hijo no puedo siquiera imaginar lo que será perder dos al mismo tiempo.

Para volverte loco y matar al mismo Dios si lo tuvieras delante.

Realmente esa es la prueba de fuego, es decir, ¿por qué permitir tamaña injusticia, una crueldad tan enorme?...si la muerte tuviera un patrón, un cierto sentido, si hasta la misma muerte tuviera unos límites, unos márgenes que ni ella fuera capaz de traspasar, todos creeríamos en Dios mucho más y con mucha más facilidad, aceptaríamos sus designios, pero intuiríamos, aseguraríamos, que allí arriba debía haber alguien para velar por quienes todavía no han tenido tiempo de hacer mal alguno, criaturas que alegran los corazones y los llenan de esperanza y fe en el futuro, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre que no merecen quedarse en los tacos de salida, al menos que se caigan en la primera valla, pero déjalos que lleguen, sólo eso, sólo eso...

Quizá la historia de Jesucristo sacrificado por todos nosotros es la excusa perfecta que el Sacercote creó para que el inabordable muro de la muerte de nuestros pequeños se nos hiciera algo menos definitivo, imposible de aceptar: el mismo Dios vió como matábamos a su Hijo.

Pero Él llegó a los 33.

Perdí la pista de aquella familia, supe tiempo después que se separaron, la culpa, el por qué, el dónde estabas tú, el reproche, el dolor, la locura...

Hace unos años el hombre volvío a venir por el bar con su nietzscheziano bigotón y una mirada brillante, una mirada extraña e inquietante, vale que tú conocías lo que le había pasado, pero estoy seguro que vosotr@s sentiriáis lo mismo si lo viérais, esa mirada echa para atrás, existe el olor de la mirada, y el de la de este hombre echaba para atrás.

El olor del dolor en los ojos.

Y luego la sonrisa...una sonrisa...en fin, el tío estaba quedao, iba con un amigo suyo, un tipo que siempre estaba hablando de política, no hablaba de otra cosa, a mí eso me pone enfermo, de verdad, en los bares no se DEBE hablar de política, hay gente de todos los colores y hay alcohol, problemas, líos, en España no podemos discutir de nada sin insultarnos y, llegado el caso, pelearnos. Y un bar con líos es un bar liquidado.

Yo callaba y callaba, callaba y callaba, más por el desgraciado funcionario que otra cosa, si su amigo no lo hubiera sido me habría durado 0´2, a la calle sin contemplaciones, pero una mañana se me hincharon los cojones, estaba atrapado en una resaca infernal y no lo pude soportar más:

- "¡O TE CALLAS O TE VAS A LA PUTA CALLE!"

Se quedó a cuadros, el funcionario me miró sin su enfermiza sonrisa, todos callaron:

- "¿Qué te debo?"

Pagaron y se fueron.


El dolor une a las personas, pero el dolor extremo, sobrehumano, las separa.


Lo he visto esta mañana, yo en mi coche y él en el suyo, un fugaz intercambio de miradas en un semáforo.


He salido pitando en cuanto he visto parpadear al monigote.

jueves, 28 de julio de 2011

INSERT COIN





No sé, debo de ser un retrógado del copón, un reaccionario, un redomado reloquesea, pero cuando veo a un viejo correr como una liebre o caminar como un marchador siento en mi interior un profundo asco, un desprecio instantáneo, sin grumos, la visión de esa aberración hace que le pierda el respeto debido.

Y es que me asalta la siguiente pregunta:

¿Qué clase de vida ha debido llevar ese tipo cuando todos los que he conocido o conozco, quiero o he querido de su generación, a duras penas pueden caminar?

Entonces la respuesta viene sola: una vida sin interés.

Una vida profiláctica, una vida eleicaseimunitas...

Un tío nacido en la España de los años 40 del pasado siglo no debería correr en el Hecho Discutible de éste como si estuviera preparándose para las Olimpiadas del año que viene.

Apenas puedo imaginar algo más ridículo que un viejo corriendo; en serio, me cuesta, pero éstos son tiempos extraños, ridículos, tanto como que la visión de una rebanada de pan tostándose provoca que algunos derramen una furtiva lágrima. O unas cuantas.

Y es que nos hemos vuelto tan sensibles, tan femeninos...a veces pienso si la Tierra no se habrá quedado preñada por un cometa invisible y sus anhelantes suspiros en forma de ceniza volcánica han invadido todo nuestro ser. Puede que tod@s estemos embarazad@s y no nos hayamos dado cuenta...¿hay volcanes en Oriente Medio? me temo que allí no llegan los amorosos vapores de la Pacha Mama.

De todas formas habrá que esperar la parida, ya se sabe que hasta los tres meses no se sabe si lo que llevamos dentro es una sardina, un jilguero o una criatura como nosotros, es una lotería más difícil que el euromillón, al menos eso es lo que ahora dicen quienes han sustituido al cansado Dios, todo puede ser, ¿quién puede asegurarlo?, todo es relativo, ni Dios sabe si existe, le ronda el doctor Alzheimer, bien pudiera ser que en lugar de un pequeño cabrón saliera un ratoncillo, la Física dice que es posible y si lo dice esa Señora es verdad.

Dios, lávate el cuello con agua fría. Helada.

El viejo que corre mira a los que va dejando atrás y piensa que lo admiran.

El viejo que corre ha sido un gilipollas toda su vida, la ha atravesado como quien deja pasar un buen plato tras otro porque se reserva para el postre, para la tarta nupcial, cuando ya están todos hartos de comer y beber, cuando la sola idea de trasegar azúcar nos causa una vomitona, cuando lo único que apetece es fumarse un buen puro bajo un árbol, a poder ser con un buen copazo y unos amigos que no hablen demasiado...entonces el viejo gilipollas se lanza a por la tarta para comérsela él sólo, toda suya, sin nadie que pueda hacerle sombra con otra cuchara.

Pero como tiene el estómago atrofiado se harta a la segunda cucharada, no le sienta bien, mira de reojo y ve que lo observan rascándose las barrigas y en silencio, el viejo gilipollas no nació para cambiar de ideas, para amoldarse a los tiempos vitales, el viejo gilipollas ha estado esperando ese momento durante toda su vida y no va a ceder ahora, ahora que él puede hacer algo que los demás no pueden hacer, así que coge una cuchara más grande, tan grande que casi no cabe en su boca, y devora con ansia su tesoro, el tesoro de su gilipollesca vida, hasta que en una de esas va y se atraganta, se está muriendo y ve pasar ante sus ojos toda su vida...un interminable fotograma en blanco que termina con una frase:


"Insert coin"


Y se va sin haber empezado a jugar.

miércoles, 27 de julio de 2011

ESCATOLÓGICA MAÑANA





Aburrido y aún medio dormido, mirando el infinito horizonte azul a través del cristal de mi coche, estaba fumándome el primer cigarrillo de la mañana mientras escuchaba una sonata de Beethoven cuando ha venido a mí el tradicional, y no por ello menos sorpresivo, apretón matutino. Si estás en movimiento, caminando, no pasa nada, es soportable, pero daba la casualidad que hoy no he salido a andar, tocaba descanso, así que lo que no suele pasar de una ligera incomodidad se ha trastocado en una perentoria necesidad, pues de todos es sabido que cuando estás cagándote vivo no vale ni Beethoven, ni Rachel, ni Cristo bendito, somos tan perfectos que ya puede estar cayéndose el cielo sobre nuestras cabezas que cuando la mierda llama a tu puerta trasera todo queda en un segundo plano. O milésimo.

"Paz universal, el fin del hambre en el mundo, derechos humanos...". Que nos pille cagados.

Bien, vale, de acuerdo, estaba solo en los aledaños de un merendero-mirador, a lo lejos se veían a dos operarios de la limpieza a los que escuchaba sus paridas por la fuerza del viento, no sé, parecía cosa de poco, podía esperar a que se largaran si apretaba un poco más el culo...venga a mirar, venga a mirar...en esto que aparece un gilipollas con dos perrazos, iba a darles de beber en la fuente que quedaba a mis espaldas, malditos perros, paciencia Kufisto, paciencia...

He pensado en largarme a casa, cinco minutos de coche y asunto arreglao, pero ya os digo que no llevaba ni media hora despierto, y en esos momentos los niveles están aún más descompensados de lo habitual, la cabeza anda seca, la sangre aún está desperezándose...he recordado que hacía como un cuarto de siglo que no jiñaba en el campo, bajo la luz del sol, al aire libre, y me ha asaltado la luminosa idea de que haciéndolo allí los dioses agradecerían mi ofrenda, recompensándome esta noche con los favores de una bella dama y tal, o acertando cinco y el complementario en la bonoloto, o enlazando mi blog en la web de coca-cola...paciencia Kufisto, paciencia...¡AHORA ES EL MOMENTO!.

Bajo del coche. Compruebo la dirección del viento. Me refugio tras el motor. Me quito el bañador y los calzoncillos, en pelota picá...

No se había asomado por la ventana la cabeza del primer truño cuando he visto y oído a una moto de cross acercarse por la ladera a toda velocidad, un minuto escaso nos separaba, "suficiente"...no, por la derecha hacía acto de aparición un vehículo de mantenimiento, no más de treinta segundos, ¡RÁPIDO KUFISTO, POR LO QUE MÁS QUIERAS, YA NO HAY MARCHA ATRÁS!...no me ha dado tiempo ni a soltar la mitad de la carga, casi ni a mear, me he limpiado como si estuvieran cronometrándome y me he puesto a la buena de Dios los calzones y el bañador, aquellos con las dos piernas por el mismo agujero, show...

Cinco segundos después ha pasado el del coche, rápida mirada, descubrimiento y cara de ir pensando en hacer conmigo lo mismo que yo acababa de hacer sobre la Pacha Mama. A continuación el de la moto, frenazo en seco y dedo medio al cielo, ha dado la vuelta y ha salido disparado. He creído oír el aleteo de un helicóptero pero no lo he llegado a ver, un tren de viajeros cruzaba a toda hostia, supongo que conteniendo la respiración, abochornado he ido a la búsqueda de una piedra para tapar mi seta mágica, a fin de cuentas no soy un animal, al menos recordaba que en el campo la caca se tapa, un detalle para el que venga después...He cogido un buen ejemplar, pero con los nervios lo he dejado caer a demasiada altura provocando la natural expansión del abono orgánico como si de una bomba de racimo se tratara, día de fiesta para el mosquerío de la zona. Maldita sea mi estampa.

Me he subido al coche, lo he arrancado y he dejado atrás al Vigilante con sus prismáticos, haciéndose el loco, supongo que cagándose en mi puta vida.

Al dejar toda la mierda atrás me ha dado un golpe de risa, nerviosa, loca, absurda, casi se me han saltado las lágrimas...he puesto rumbo al bar para adecentarme un poco los bajos, he pasado todo digno, repartiendo buenos días y apretones de manos, al salir he visto a una pureta sentada en la terraza, "me voy al parque a ver a los patos" le he dicho, "dales recuerdos de mi parte, Kufis".


Sí, hoy no me olvidarán unos cuantos.


Espero que los dioses tampoco.


Porque sino serán ellos los próximos.

martes, 26 de julio de 2011

BACK TO WHITE, AMY




Estaba recogiendo los bártulos para irme a trabajar (tabaco, aspirinas, chicles de nicotina, llaves, nueces...), apurando la última escucha sobre la reaparición de JT, cuando interrumpieron la emisión para "dar una triste noticia"...me vino a la cabeza que tal vez fuera un imitador patrio del noruego grillao, las cosas están muy jodidas, pero no: "Amy Winehouse ha sido encontrada muerta en su casa..."

Estupefacción.

Me quedé parado mientras oía el resto de la noticia; es curioso, pero cuando nos enteramos de algo que nos afecta malamente dejamos de movernos, como si quedándonos quietos pudiéramos cambiar el signo de la mala nueva, como si pensáramos que de esa forma, en silencio y sin moverse, el mal rollo no nos verá y pasará de largo...pero no, no sirve para nada, ya lo sabes, ya es verdad, no puedes escapar a lo inevitable por muy quieto que te quedes, aunque te hagas pasar por una roca.

Amy fue la banda sonora que puso música al final de mi relación con mi ex y al principio del descenso al Maelström que estuvo a punto de hacerme trizas contra las rocas. Poco después redescubrí "Escalera al cielo" y la abandoné, no siempre voy a ser yo el abandonado, me pareció más propia, más adecuada para la desesperanza y el dolor que me atenazaban ante la vivencia de algo que jamás pensé pudiera llegar a ocurrirme.

Lo primero que escuché de ella fue "Valerie", una canción ligera, divertida, que convertía tu corazón en un saxo durante los tres minutillos que duraba, y luega esa voz, como si cantara con media garganta, como cuando JT torea con media muleta por culpa del viento, sobrados, podías intuir que guardaba mucho más, pero no siempre se deben utilizar todos tus recursos ante cualquier envite, hay que saber dosificarlos, además de que hay situaciones en las que se queda mejor a medio gas que a revienta-calderas, siempre hay un tiempo para todo, y cuando Amy cantaba, al igual que JT cuando torea, sabía darle el tono al momento, al instante, al segundo...tenía el don que se lleva en la sangre, la gracia de lo no aprendido, de lo dado, el saber de quien no necesita aprender, el conocimiento natural, perfecto, virginal.

Llegaba el viernes, salía de trabajar a las cuatro y sin comer ni Dios que lo soñó pillaba el coche, ponía a Amy y me iba a recoger a mi amol; aunque no era completamente necesario, perfectamente hubiera podido venirse en tren (no le costaba un duro), pero no le gustaba, quería que fuera yo, total, sólo eran 200 kilómetros de mierda...y lo malo es que de hacerlo una vez tienes que hacerlo mil, sino ya tienes la conocida cantinela, "ya no me quieres...". No, ya no te quiero, pero jóder qué mal me lo hicistes pasar. Ya ni te odio.

A ella no le gustaba Amy, bien pensado no le gustaba nada que no fuera pachangeo para bailar cuando iba colocada, y eso que era toda una maestra de la guitarra, tenía el título y tal, terminó por sacárselo después de 12 años de duros estudios, obligada por su bruja, yo creo que de ahí le venía su odio por la música, es una reacción natural cuando aprendes algo a la fuerza, con la escoba de la bruja permanentemente sobre tu cabeza, peor que una guillotina, al menos ésta hace su función, es lo correcto, pero la escoba de la bruja no, eso debería ser el abrazo de una madre, pero la pobre no conocía ni al uno ni a la otra, aunque ella la amará enfermizamente, que hacía lo que hacía por su bien, cuando estaba más claro que el agua que la bruja lo hacía por "SU" bien, para hacer de su hija otra bruja como ella, y creo que al final lo consiguió, el poder de las brujas...¡tentáros cuando os tengáis que enfrentar a una!.

De todas formas, a veces, cuando la bruja y el padre se iban de vacaciones y podíamos dormir juntos, se olvidaba del por qué había aprendido aquello (la lejanía puede ser la mejor medicina) y algunas noches que llegábamos tarde a casa cogía la guitarra y se ponía a tocarla para mí, completamente desnuda, obras clásicas, obras que todos conocemos y tocamos al aire mientras las escuchamos, pero ella lo hacía con la guitarra y sin acompañamiento de fondo, yo la miraba, la veía disfrutar y flipaba, después nos íbamos a la cama.

Compré sus dos discos a los negratas, me gustó más el segundo, el que la lanzó a la fama, con esa obra maestra llamada "Back to black", una canción que me subyugó, premonitoria; cuando más colgado andaba yo con ese tema le oí decir a un capucrítico de esos que la letra iba sobre no sé qué gilipollez, recordé cuando el imbécil de Julián Ruiz dijo que "Where the streets have no name" iba sobre Tokyo, porque allí las calles no tienen nombre...hay gente que es idiota hasta el almuerzo, después mongólicos.

No hacía falta traducir la letra, bastaba con el título, la música, y su voz, cualquiera que tenga el corazón para algo más que bombear sangre sabe qué esta diciendo Amy, no es necesario ir a Oxford para aprender inglés, la música no necesita traducción, sino deja de ser música.

La voz de Amy es como un ornitorrinco: extraña, inclasificable e imposible, no la "ves" en ese cuerpo, en esa piel. Amy hablaba cantando, Amy decía lo que sentía no con las palabras sino con el tono, sabía que una palabra puede significar muchas cosas según la forma en la que se diga, y Amy sabía como hacerlo, como decir la verdad de ella sin que pareciera otra estúpida más cantando gilipolleces ajenas, no hay más que escucharla cantar esa sensacional versión de "Will you still love me tomorrow?" para darse cuenta que detrás de esa mujer de rompe y rasga, arrabalera y drogata, no había otra cosa que no fuera otro corazón solitario, otro corazón demasiado lleno de sueños rotos como para permitir la normal circulación de la sangre, por eso se ponía, para ponerle y que bombeara más fuerte. Amy creyó haber encontrado la felicidad en el éxito, pero entonces se dió cuenta de algo terrible: que nunca había estado tan sola como ahora que estaba rodeada de gente, ahora sí que jamás podría ser ella misma, ahora debía ser lo que los demás querían que fuera: un icono de la muy sexy y putísima doña auto-destrucción, esa mala zorra que embelesa a los cagahorchatas que no han pasado unas largas vacaciones pagadas en su casa, en el infierno, entre sus garras...para ellos autodestruirte es "cool" porque lo hacen una vez a la semana, o al mes, o al año, creen conocerla, pero no, gominolos, para conocer algo te tiene que dominar, y entonces ya no es tan divertido ni tan "cool", entonces es cuando quieres salir de allí a toda costa, aunque sea jugándotela y saltando por la ventana, como Alex, ya sabes lo que hay allí, ya sabes lo que es, el conocimiento siempre fué y será dolor, Amy lo sabía pero ya no le quedaban fuerzas, y aunque las tuviera...¿para qué?, ¿para volver a lo de antes?, back to black, back to white, la cuestión para Amy siempre fue "back" cuando debe ser "next".


De su eterno back siempre serán culpables los que debieron cuidarla cuando era una niña, a fin de cuentas eso era lo que estaba buscando, regresar a lo que no tuvo, a lo que no supieron darle cuando tú todavía no te puedes buscar la vida.


Una infancia sin bruj@s que te sacudan con la escoba.

sábado, 23 de julio de 2011

QUE SEA PARA LARGO





Ahora resulta que "el más mediático" es quien vive ignorando a los medios, ése del que la inmensa mayoría sólo conoce su nombre y alguna fotografía, ¿cuántos le han leído hablar de sus amores en el Diez Minutos?, ¿cuántos le han visto bajarse los pantalones en un plató de televisión?, ¿cuántos le han escuchado a los pies del Don Molés para publicitarse, para que no se olviden de él?, ¿cuántos pueden siquiera imaginar la burrada de pasta que la Famiglia le habrá ofertado por exclusivizar su paseo entre los pitones de la Muerte?, ¿cuántos conocen que este hombre es un filántropo (a pelo, sin publicidad, sin trompetistas que lo troneen ni facinerosos que lo hagan para ganar MÁS) para con la gente más desfavorecida, más excluída, más maltratada?, ¿cuántos saben que es el torero en activo con más salidas por la puerta grande de Madrid?...

¿Cuántos lo han visto TOREAR?

El Dios callado del toreo hará acto de aparición esta misma tarde en la ciudad del Ruido, bajo el sol que ilumina el mar que acaricia las costas de la tierra donde la civilización empezó a merecer tal nombre, el Torero nos volverá a demostrar que la Verdad está en sus engaños, en su capote y en su muleta, en su cabeza y en su corazón, en sus cojones, en los mismos cojones que le han incitado a realizar su tercera venida, una más, a ver si ahora se enteran de una puta vez y dejan de adorar al Becerro de Oro...¡cá!, lo adorarán mientras sea visible, se partirán las manos hasta hacerlas sangrar ante la visión de lo Eterno, de alguien que ha ido y ha vuelto tantas veces de paseo con Caronte que ya lo trata de tú, de uno que es capaz de hacer algo que los demás no podemos ni imaginar...


Pero José Tomás sabe lo que hay después y por eso no tiene miedo. O casi.


Se lo dijo su colega el Barquero hace 15 meses, la penúltima vez que cruzaron el río juntos, cuando casi lo dejó en la otra orilla...:


- "Sube otra vez que regresamos, José"
- "¿Y eso?...ya creía que me quedaba aquí..."
- "No, el Jefe quiere seguir viéndote torear, se aburre tanto con lo que hay allí abajo que como no te vea torear más es capaz de suicidarse."
- "Pero podría torear para Él...aquí arriba..."
- "No sería lo mismo...tú no tendrías miedo a morir, y el valor para superar el miedo a la muerte es lo que os hace grandes a los hombres ante sus ojos...para Él la Fe es importante, muy importante, casi lo único que importa, es un tanto infantil pero es así, después de todo...¿cómo iba a divertirse si todos lo tuvieráis todo claro?, es la incertidumbre lo que sazona vuestras vidas, ver las dudas de alguien es lo que hace divertido el asunto, la Vida no es una cadena de montaje. Y así es como le dáis placer."
- "Pero yo ahora no tendré miedo..."
- "Pero los que te vean sí, de eso se trata, nadie te creería si lo contaras, nada es verdad hasta que lo saben todos. Y tú también tendrás miedo, verás sus caras y pensarás que todo esto ha sido un sueño, que no has visto lo que has visto y que la Muerte puede muy bien ser el final...¡ah!, otra cosa antes que se me olvide...cuando reaparezcas tiene que ser en Valencia."
- "¿Por qué?"
- "Porque vas a liar tal escándalo en la casa de Ponce que lo vas a retirar. El Jefe está hasta las pelotas de ese trilero"
- "Que jodío..."
- "Una cosa más mientras aparco...al Charló que ventriculea a Antoñete le quedan dos telediarios, por si te interesa..."
- "Me la suda"
- "Pues al Jefe ni te cuento, pero he visto la lista de su secretaria con las nuevas incorporaciones, al parecer será algo de bilis, bilis negra, pero negra de narices..."
- "Bueno...hasta la vista"
- "Que sea para largo, José, que sea para largo...yo también soy partidario tuyo"


Que sea para largo, José.


El mejor regalo de cumpleaños.



POSTDATA:

Muchas gracias por vuestras felicitaciones, son muy importantes para mí.

Un abrazo.

viernes, 22 de julio de 2011

38





Nací a las ocho de la tarde de uno de los días más calurosos de 1973, yo esto lo sé de oídas, como vosotros sabéis el vuestro; es curioso, pero no recordamos nada de cuando iniciamos nuestro camino y si vivimos lo suficiente terminaremos por olvidarlo todo. Somos como un cd virgen listo para ser llenado de datos, pero a veces salen defectusos, o caen en manos inexpertas que lo dejan por la mitad o al principio, o tú mismo no terminas de completarlo porque no se te ocurre ninguna buena canción más que merezca ser incluída...algunos son regrabables, los más caros, los normalitos sólo tienen esa oportunidad, después ya nadie podrá volver a grabar sobre ellos, en las antiguas cintas sí se podía aunque le hubieras quitado la lengüeta, bastaba con ponerle un poco de celo encima y ya estaba lista para empezar otra vez, claro que antes las cosas eran diferentes, las cosas se hacían para que duraran, ahora se hacen para que se estropeen. Cosas del aumento de la esperanza de vida y de la conspiración judeo-masónica.

No salí demasiado bien, estaba a gusto en el claustro materno, cuando abrieron la puerta no les hice mucho caso, así que tuvieron que entrar a por mí y me sacaron poco más o menos que a la fuerza, tan es así que estuve a punto de morir durante el desalojo, me bajaron a la capilla y todo, las monjitas me bautizaron y rezaron por mí, me iba del vestuario al hotel sin pasar por el terreno de juego, pero al final salí adelante, el partido iba a tener una prórroga.

Fuí el primero de lo que después se convirtió en una familia numerosa de aquellos años, hoy poco más o menos sería una familia-estado, antes se decía que con ocho basta, ahora con uno o con ninguno. Cosas del control de la población y de los gurús del NWO.

Mi niñez fue todo lo feliz que podía haber sido, no me faltó de nada, ni cariño, ni juguetes, ni caprichos, ni nada que pudiera desear, era el primogénito y eso siempre conllevaba algunas ventajas pero también ciertas obligaciones, debías dar ejemplo a tus hermanos pequeños y tal, comportarte...yo era un niño bueno, obediente, irritable y aplicado, creía en la justicia de los mayores, por eso si alguno de mis hermanos hacían algo que no debían hacer yo me enfadaba mucho, no lo entendía, ¿por qué hacer algo que tus padres te habían dicho que no hicieras?, entonces llegaban las peleas, los gritos y las maternales zapatillas voladoras, mis hermanos y yo nos jurábamos muerte eterna y a los quince minutos ya estábamos juntos otra vez. Ahora no. Cosas del paso del tiempo y del imparable deterioro del pararrayos anti-tormentas.

Me gustaba el colegio, me gustaba estudiar, me gustaba leer y me gustaba sacar buenas notas, mis padres se ponían contentos y yo también al verlos, la vida era fácil, sólo tenías que hacer bien lo que te decían que tenías que hacer, para mí eso era un axioma, ¿por qué hacer otra cosa?, no entendía la rebeldía, me sacaba de mis casillas, por mí los hubiera apalizado a todos, ¿por qué no hacéis lo que tenéis que hacer?...

No era de los más populares ni de los más solitarios, un término medio, cuando uno es un niño hace amistad con quienes son como él, la búsqueda de uno mismo y todos esos rollos vienen después, cuando te sales del buen camino y en lugar de encotrarte a tí mismo te pierdes en los demás, te vuelves como otros a quienes les importa una mierda lo que ocurra con tu futuro, dejas de ser tú para que otros que no son como tú crean que ya eres uno de ellos. Y ahí empieza todo.

Ahí comienza la Gran Equivocación.

Recuerdo perfectamente la tarde en la que abandone la autopista buena para coger otra que decían era mejor pero no pasaba de comarcal .

Era verano, yo tenía 14 años y las hormonas en constante ebullición: barba en la cara y en las pelotas, todo el día empalmao y empiezas a mirar a esos extraños seres llamados chicas que antes tanto te aburrían con creciente (¡crecientísimo!) interés.

Escondido tras una esquina ví entrar en un bar a los "malos" del colegio, los demás sabíamos que ya fumaban y bebían vino y cerveza, incluso algún cubalibre, se decía que de vez en cuando le tocaban las tetas a alguna, que uno de ellos ya se había estrenado...yo estaba aburrido de mis amigos y subyugado por mi polla, así que me decidí a entrar en ese garito no sin antes habérmelo pensado cuatrocientas veces.

Entré por mi propio pie y salí por mi propio pie algunos años más tarde, los suficientes como para no recordar donde estaba la vía de entrada a la autopista, así que tuve que conformarme con una nacional cualquiera, pero al menos ya no estaba en aquella comarcal que más era ya un camino de cabras que otra cosa. O de cabrones.

¿Por qué no hacer lo que aquellos que te quieren dicen que tienes que hacer?

El equipo de música es cojonudo, el cd está en buen estado, la selección de canciones elegida es extraordinaria...¿qué es lo que falla? que de vez en cuando se va la luz por sobrecarga y si tú no estás al loro, pendiente de la grabación, cuando regreses para recogerlo y llevarlo como banda sonora de tu viaje verás que no está completo y que ya no te queda tiempo para completarlo, tienes que salir pitando y el tiempo no se para por nada ni por nadie, haber estado donde tenías que estar. Ahora te jodes y a escuchar los 40.

De todas formas lo hecho, hecho está, es tontería darle más vueltas a la peonza, además, tampoco me ha ido tan mal, al contrario, soy un tío con bastante suerte, no puedo quejarme, pero a veces me asalta la duda de cómo sería si aquella tarde de verano de 1987 no hubiera entrado a aquel bareto...


Eso ya es cuestión de imaginación, pero de lo que estoy seguro es que vosotr@s no me hubiérais conocido.


Bueno, quizás a mí sí.


Pero no a Kufisto.


Feliz cumpleaños, A.


Tu regalo: http://www.youtube.com/watch?v=eZar7uJJjoQ

jueves, 21 de julio de 2011

HERMANOS PATOS





Estaba rulándome el primer cigarrillo del día cuando he visto a un niño andar torpemente en dirección a los patos, quienes al verlo llegar gruñendo y agitando los bracitos han tardado 0´2 en irse de naja hacia el canal, ni los patos soportan a los niños ajenos, bien mirado ningún animal desea la compañía de un ser humano ni de otros animales que sean diferentes a ellos: los patos con los patos, los corderos con los corderos y los lobos con los lobos, cualquier otro bicho es considerado como una víctima o una amenaza, la amistad entre diferentes es cosa del Ministerio de Economía. Y no tienen de eso. Así les va, que hacen lo que les da la gana de su fuerza.

Los animales domésticos no cuentan porque dejan de serlo a cambio de cama y comida; la amistad sólo puede darse entre iguales. O parecidos.

Muchas mujeres andando en grupo, feas, gordas o esqueléticas, blandas, pasadas, las tías buenas no andan en grupo, van a buena marcha, con los cascos y las gafas de sol, a su aire, solas con su perro, o corriendo, o culeando sobre la bici, las tías buenas quieren ser vistas, no esconderse entre otras, las tías buenas desean ser deseadas, las otras que no las mires, no van arregladas y tal, cuando una mujer se tiene que arreglar es que ya no hay nada que hacer, por eso se unen a otras parecidas y no paran de hablar, así no se dan cuenta de nada, mejor para ellas, no darte cuenta de nada es el primer paso para no sufrir, y muchos creen que no sufrir significa ser feliz, bien, vale, de acuerdo, cada uno a su rollo...

Una pareja cuarentona trotando, supongo que serán marido y mujer, son parecidos, él va algo por delante, a su chica le pesa el culo, le cuesta seguirle aunque no es Usain Bolt precisamente, entonces paran de trotar y empiezan a caminar, pero él no se digna a esperarla, ni la mira, así que ella tiene que volver a apretar el culo para alcanzarle, si ella tuviera veinticinco años menos iba a correr detrás de ése...¡miau!, pero ya no los tiene y le toca conformarse con eso, como él, así funcionan la mayoría de las parejas, por conformismo, y a eso lo llaman amor...

Mirando las hormigas estaba cuando he pensado que hacía siglos desde la última vez que mis pies pisaron la tierra, así que me he quitado las chancletas y con cuidado de no matar ninguna he plantado las plantas sobre la fresca arena. Agradable sensación. Las hormigas estaban a lo suyo, a recolectar para el invierno: pipas que alguien había comido la noche anterior. Es hermoso verlas cargar con algo que pesa varias veces más que ellas, con un par, arrastrándolas al hormiguero común firmemente agarradas por los dientes, algunas se aventuraban con mis dedos, pero soy demasiado pesado y sigo vivo, me puedo defender, un pequeño movimiento y caían al suelo, y otra vez a intentarlo, me hacían cosquillas las muy jodías, aunque ellas de verdad lo que querían era comerme, lo siento chicas, dentro de algún tiempo, no seré de esos que quieren que los quemen, yo querré que me coman. Aunque espero que cuando me hinquéis el diente quede poco que rascar.

Más puretas corriendo, no lo entiendo. Hará unos ocho años que a mí también me dió por ahí, llevaba diez sin hacerlo, el primer día no pude pasar de los trescientos metros y casi terminé echando el hígado por la boca, pero un mes después ya hacía 10 kilómetros como si nada, es fácil, sólo hay que tener constancia y proponértelo, en esta vida puedes conseguir lo que quieras si de verdad lo quieres, solamente has de tenerlo claro y descartar lo demás, centrarte en tu deseo, estar medianamente sano y no ser demasiado imbécil, pero una vez logrado llega la eterna pregunta: ¿para qué?, y entonces lo piensas bien y ves que es otra estupidez que no merece la pena, mejor pasear tranquilamente y ver las cosas que ir con el corazón en la boca y la cabeza embotada, ¿para qué?, ¿para que al salir del parque medio mareado te pille un coche? no, mejor andar y ver que correr y estar ciego. Ya no es tiempo de correr, sino de ver y no preguntar.

Estaba escuchando a Schumann y mirando como un palomo se buscaba la vida en la de otras criaturas diminutas que iban pasando a la siguiente, cuando un gilipollas me ha sobresaltado con sus gritos, he vuelto la cabeza y he visto a un treintañero que iba gesticulando y hablando solo, me he quitado los auriculares, "¿estará loco?", pues no, no estaba loco, está GILIPOLLAS, mirándolo bien me he dado cuenta que también llevaba los auriculares puestos, pero no estaba escuchando a Schumann, ni a Peret, ni a los Judas, iba hablando por teléfono con un manos libres de esos, creo que se llaman así, la verdad es que me importa un güevo, la cosa es que sus gilipolleces que no podían esperar otro momento han hecho que se nos cortara el rollo al palomo y al mí. Él ha volado y yo me he cagado en la puta madre que ha parido a todos estos idiotas. Sóis vuestras máquinas. Y estoy seguro que ibas hablando solo, dando la nota, a los idiotas como tú les encanta.

Una pareja de treintañeros se han acercado a los patos, ¿pero no os dáis cuenta que ya sóis muy grandes, mandilones?, ¡dejádlos en paz, coño!...pues nada, a tocarles los cojones a los pobres bichos, no os creáis que iban a echarles de comer, no, ¡qué va!, el uno los ahuyentaba y la otra los fotografiaba con el móvil, o los grababa en video o lo que fuera, ahora creo que hacen hasta tostadas, los pobres patos han salido huyendo, cagándose vivos, porque dos tontos querían meterlos en su máquina, supongo que para verlo con sus futuros hijos dentro de quince años: "mira, hermoso, esto es lo que hacíamos tu madre y yo cuando aún no habías nacido", el pobre chaval pensará que lo cambiaron de cuna en la Maternidad, o al menos lo deseará con todas sus fuerzas...


No he visto a la rubia con la que hablé ayer, "bonito perro" (mientesssss, eres pro-gato total), ni he ido a la búsqueda de la ardilla. Hoy se ha quedado sin su nuez.


Mañana les llevaré pan a los patos.


Al menos que sepan que no todos somos igual de gilipollas.

miércoles, 20 de julio de 2011

EL DON A LAS PUERTAS





Es un viejo dinosaurio que reza porque su meteorito llegue lo más pronto posible para llevárselo con su dinosauria, al menos eso cree él, de hecho es en lo único que puede seguir creyendo: cuando el pedrusco del espacio exterior le reviente la cabeza podrá olvidarlo todo, ser absuelto del Juicio y volver a ver al amor de su vida; de nada sirve no ir al Infierno si no te encuentras a quien amastes, Dios está bien, pero ella siempre será mejor.

Además, Dios tiene muchos asuntos pendientes, muchos juicios que resolver, muchos alegatos y defensas, también a Él le vuelven loco los abogados, esos verdaderos hijos de Satanás, maldito cabrón, ¡y parecía tonto!...el viejo dinosaurio se conforma con lo que tuvo, solamente quiere volver a tenerlo, nada más, y cree que le será concedido sino se va antes de tiempo, de motu proprio, nadie te pregunta si quieres nacer y nadie debería marcharse por voluntad propia, para eso está Él y su incomprensible secretaria, a veces el viejo dinosaurio se pregunta como alguien omnipotente puede confiar una de las partes cruciales de su trabajo en una tipa tan veleidosa e injusta, pero entonces recuerda que sólo es un viejo dinosaurio y que a Dios no le gustan las preguntas. Bastante tiene tratando de sacar la verdad de la mentira. Duro trabajo.

En sus buenos tiempos el viejo dinosaurio tenia por nombre Don, con mayúscula, era todo un personaje, el macho dominante de la manada, a su alrededor revoloteaban algunos otros don (con minúscula): don Telesfóro Médico, don Manolo Banquero, don José Cura y don Emiliano Maestro, pero él era Don Gustavo Alcalde, él era quien cortaba el último bacalao del Régimen en el pueblo, durante muchos años estuvo haciéndolo, después llegó la Democracia y él se marchó, perdió el nombre y pasó a ser su apellido, como un cualquiera más, las fuerzas vivas mantuvieron el suyo, ya se sabe que las hostias se las lleva quien da la cara, los que están detrás enseguida se hacen a bien con el nuevo macho-alfa, repentinamente se convirtió en un demonio cuando hasta un cuarto de hora antes era considerado como un benefactor por los mismos que ahora renegaban de él...cosas que pasan.

Cuando yo lo conocí él ya iba para viejo dinosaurio, yo era un pequeño renacuajo pero me daba cuenta de quien era porque a mi alrededor se le seguía llamando por su antiguo nombre, y eso siempre choca en oídos acostumbrados a apodos, recuerdo que me ponía nervioso cuando lo veía, ¿se sabe de algún renacuajo que no temblara ante la visión de un dinosaurio que todavía conservara la dentadura?, lo llamaba por su nuevo nombre, por el antiguo, me trastabillaba, me ponía colorado, me hacía la picha un lío...

Hace tres o cuatro meses le cayó un meteorito en la cabeza mientras escuchaba la palabra del único en quien todavía cree, del único a quien no puede ver, pero no fue demasiado grande, unos pequeños ajustes en el hospital y a seguir arrastrándose, aunque eso sí, con bastantes kilos de menos en el cuerpo y bastante menos luz en la quijotera.


Anoche estuvo por el bar, solo, ya nadie lo llama por su antiguo nombre, ni yo, sus viejos amigos se le acercan, le llaman por su apellido, le preguntan por la salud, le dan una palmada en la espalda y rápidamente se van, molestos ante la visión de alguien que no quiere seguir vivo pero no puede quitarse de en medio porque cree que de esa forma terminaría por joderlo todo, ahora que está tan cerca, después de demasiados años soportando una vida que carece de interés para él...


Estábamos los dos solos, afuera había un par de mesas, esto es la ruina, mirando un partido de baloncesto por la tele:


- "¿Cuáles son los nuestros, Kufisto?"
- "Creo que los blancos, Gustavo?"
- "Ahh...¿pero es un campeonato de algo?"
- "El Europeo sub veinte, me parece, pero no me hagas mucho caso..."


Estuvimos un rato en silencio, mirando algo que nos importaba una mierda a los dos, después miró su tercer vino blanco y lo terminó.


- "Este vino es para féminas...flojísimo..."
- "Es el que bebe todo el mundo, no me queda frío del que te gusta..."


Pagó y me dejó la propina de costumbre, nos despedimos y salí a ver como arrancaba el coche, la otra noche lo dejó en punto muerto y casi se da un golpe con uno que había aparcado algo más delante.


Pero anoche no lo dejó en punto muerto.


No tengas prisa ahora que estás a las puertas, viejo dinosaurio.


La llevas en la cara.


Y muy pronto estará en tu corazón.

lunes, 18 de julio de 2011

UNA MAÑANA EN EL PARQUE




Anoche terminé realmente cansado, así que decidí que hoy mi día de descanso iba a ser merecedor de tal nombre: ni madrugón, ni maratoniano paseo, el cuerpo sabe cuando tiene que parar. Tú sólo has de hacerle caso.

He despertado algo más tarde, no mucho, sobre las siete, pero también me dormí antes, así que las cinco horas de sueño reglamentarias estaban cumplidas, he intentado dormir algo más pero no he podido, el cuerpo sabe, el cuerpo sabe...arriba.

Tenía pensado el plan de la mañana (ahora hasta hago planes) y a ello me he puesto: un buen desayuno, y por una vez las chancletas en lugar de las claustrofóbicas deportivas, he hecho acopio de todos los apichusques (no se me ha olvidado nada), los he metido en una bolsa, he pillado el coche (nada de andar, sólo lo estrictamente necesario) y me he ido al parque.

Eran las ocho, el sol comenzaba a calentar pero aún no había barrido el frescor de la noche, así que por un momento he dudado si sería mejor hacer tiempo hasta y media para recoger una carta certificada de correos, pero mejor no, las cartas que recibo únicamente quieren mi dinero y cuando son certificadas ya es que van en plan borde, avisos y eso, "TE AMENAZO...", otro día la recogeré, tengo quince y hoy no iba a ser, hoy es mi día libre, hoy nada me iba a cortar el rollo, asi que para dentro, hacia las desiertas gradas, en busca del calorcito...

Las rémoras de papito Estado estaban iniciando su trabajo habitual, es decir, ninguno. Van con unos petos verdes sobre sus ropas, en plan identificativo, para que se vean que son algo, para que no los confundas con lo que son, les ponen un chaleco verde para disfrazarlos, pero ni con esas, ahí estaban, charlando y sacándose mocos, aún era demasiado temprano para la birra y los canutos, quizá media hora más tarde, seguro que mientras escribo esto ya están colocad@s.

Me he detenido ante un cartelón donde te mostraban las diferentes clases de pájaros que echan el rato por allí, bien dibujados a mano y con su nombre debajo, sombreados de diferentes colores para que puedas saber si están de alquiler o es casa propia, algunos se distinguían por una rayita de diferente color sobre su cabeza, me he preguntado que de coño servirá eso, como si los pájaros estuvieran quietos, como si posaran para los paseantes y tal...pero bueno, todo tiene que tener un nombre, hasta el bichejo más pequeño lo tiene, para mí todos se llaman igual: pájaros, y solo puedo ponerles apellidos a dos, a los graciosos gorrioncillos y a los alegres vencejos; a estos últimos suelo verlos volar durante mis paseos, siempre por los mismos sitios y a la misma hora, volando rápidamente en círculos, haciendo cabriolas imposibles bajo el sol de la mañana, a veces me pregunto como es posible que no choquen entre ellos, son unos auténticos ases del vuelo, lo hacen con tanta alegría y naturalidad que llegas a pensar si no irán escuchando a Mozart con unos auriculares.

He llegado a las gradas, he plantado mi culo, he sacado una libreta con su bolígrafo por si se me ocurría algo y me he encendido un cigarrillo. Fuera de la verja podían verse a los currantes con sus máquinas, a los viejos solitarios paseando lentamente, algún cuarentón corriendo, grupos de marujas cotorreando y gesticulando sin parar (¡por Dios...que acaba de amanecer!), alguna jovencita con su perrito...pronto he levantado el ancla, estos días el sol no hace tarde, y me he ido en busca de las ardillas, para eso estaba allí, por eso llevaba unas cuantas nueces conmigo, así que hacia los árboles, a buscar un buen sitio donde sentarme y esperarlas.

Sentado en un viejo y húmedo banco de madera he puesto Radio Clásica, me he quitado las gafas de sol, el sombrero, y me he puesto a mirar las cosas, es muy hermoso ver despertar un parque por la mañana, cómo la luz va poco a poco iluminándolo, todo verde, vivo, en movimiento, hasta los árboles parecen que se van desperezando, despertados por el continúo ir y venir de pájaros y pájaras...suben a sus ramas, miran y remiran, bajan a la hierba, picotean algo, vuelven a subir, vuelven a mirar, a cantar, a aletear...¡cualquiera duerme con semejantes vecinos!.

Poco a poco ha comenzado a llegar la gente, algun@s haciendo footing, otr@s paseando a sus perros, aquell@s paseándose a sí mismos...es curioso, pero por la mañana todos parecemos normales, buenos chic@s, pero si los mismos que estábamos allí nos viésemos esta noche en el mismo sitio, haciendo lo mismo, pasaríamos a ser sospechosos de algo, a causar temor en lugar de indiferencia, es la noche y el día lo que marca nuestras vidas, lo demás son condimentos.

Al rato ha hecho su vertiginosa aparición mi objeto de deseo, ha sido un visto y no visto, corriendo sobre la hierba como alma que lleva el diablo, ni siquiera me ha dado tiempo a sacar una nuez, "¡pero será gilipollas!". Y es que para los animales siempre es de noche aunque el sol no pueda derramar más luz sobre todos nosotros, han de ser desconfiados, les va la vida en ello, "camarón que se duerme le lleva la corriente"...

En busca de la ardilla me he ido a un tercer y último sitio, algo más soleado, rodeado de árboles, junto al canal, y he quitado la música (el gran Bernard Herrmann y su prescindible "Moby Dick"); quería escuchar el concierto del parque mientras esperaba a la silenciosa solista de la función.

Pronto ha hecho aparición parte de la sección de viento, la más pesada, la más jevi, las jodidas moscas, moscardones y moscamierdas, ¡pero qué pesás que son las hijas de la gran puta, Dios!...y venga a mover el pie, y venga otra vez a la uña, una y otra vez, ni dos segundos de tregua. A un metro de mí volaban torpemente una nube de bichejos tan pequeños que no molestaban, también es cuestión de tamaño, las moscas son demasiado grandes, algo puede ser demasiado grande aún siendo pequeño, solo es necesario ser un pesado, un cansino...pero de la ardilla ni rastro.

Al final me he ido, la paciencia nunca ha sido una de mis virtudes, otra vez será, he salido al camino principal y me he encontrado con un viejo colega de juergas, me he alegrado al verle y él también, hacía mucho tiempo...

A él lo abandonó su mujer por una tía, se quedó con el hijo, con la casa, con el coche y con un tanto por ciento del sueldo de su ex, mi colega cayó en una depresión y tuvieron que medicarle, aunque frecuentemente se medicaba él mismo a base de alcohol y coca, entonces se transformaba en una bomba de relojería defectuosa. Una noche que andábamos por ahí, llorándome sobre el hombro, me dijo que se iba a pillar un pollo de grama, una botella de whisky y se iba a meter en su casa en compañía de una soga, a ver si de esa forma tenía cojones para hacerlo. Evidentemente no lo hizo, con el paso de los marrones (a cual más oscuro) terminamos por distanciarnos, mi bar no es un sanatorio, lo siento tronko, no puedes estar así por aquí...

Me enteré que había dejado toda esa mierda; aunque de baja en el trabajo se estaba empezando a cuidar, a veces lo veía a lo lejos con la bici, o caminando con su hijo...no lo molestaba, cuando alguien sale de un mal viaje no le resulta agradable ver a sus compañeros de asiento, ¡si lo sabré yo!, pero esta mañana ha sido diferente, nos hemos topado, sí, pero ha sido agradable, nos hemos visto bien y siempre es bueno ver bien a un viejo amigo, ninguno somos malos, hemos pasado malas rachas, eso es todo. Afortunadamente yo iba con las chanclas, no podía seguir su paso y tampoco era plan de que él se enfriara hablando de nada con un antiguo amigo, porque es de eso de lo que hay que hablar cuando te reecuentras con alguien que aprecias después de mucho tiempo: de nada. Ya habrá tiempo si tiene que haberlo para contarnos cosas. "Me he alegrado de verte", "yo también".


Y ya está.


Otra buena mañana, no hay ninguna mala.


Esas son las noches.

sábado, 16 de julio de 2011

LOS TANOS





"Sino te la lían a la entrada, te la lían a la salida",

es una frase hecha referida a ellos, muy de aquí, y como todos los refranes o dichos trabajan éste no iba ser menos. Ni mucho menos.

En los últimos diez años me he visto obligado a llamar a la policía en tres ocasiones: dos con gitanos como protagonistas (una de ellas ya os la conté), y una con un chaval esquizofrénico que iba hasta arriba de grama.

Naturalmente que ha habido algunas malas historias más, pero uno ya tiene su experiencia y sabe como solventarlas para salir del paso sin necesidad de llamar a nadie, cosa que, por otra parte, suele complicar más que solucionar las cosas; a la bofia hay que llamarla cuando no queda otra opción.

Un gitano va por los bares como va por la vida; es curioso, pero creo que si de verdad quieres conocer como es la gente tienes que ir por los bares. Ahí se comportan como son o peor: los bares son una mina para cualquier psicólogo de verdad, no de boquilla.

Entran y salen sabiendo que no son bien recibidos, no son tontos, no viven en la luna, no se han caído del guindo, es un sentimiento atávico que tanto ellos como nosotros lo llevamos en la sangre. Un gitano es nómada por naturaleza, porque le gusta o porque no puede ser otra cosa, por eso van de bar en bar sin echar el ancla en ninguno, porque salvo los que tengan las desgracia de aguantarlos en sus barrios, los demás no tenemos por qué ni queremos, las cosas son así, no como las cuentan en los telediarios, aunque, supongo, que tiene que ser así. Equilibrio entre verdad y mentira.

Claro está que toda generalización conlleva injusticia, eso es indudable, pero no por ello deja de ser básicamente cierto.

Antes, cuando yo era un crío, la tanada llegaba, normalmente en día de mercadillo, y a la cabeza iba el "tío" como lo llaman ellos, que no era sino el típico viejo bigotón con garrota en la mano, vestido de negro riguroso, sombrero de alla y cigarrillo de caldo, al que todos los demás obedecían sin chistar. Estaban un rato dando por culo, demasiado, y finalmente el viejo pedía la cuenta, pagaba el 20 % de más convenido sin hablarlo y se largaban. así hasta la semana siguiente.

Creo que seguirá funcionando así, por suerte hace tiempo que ya no tengo que verlos en grupo, muy rara es la ocasión en la que me toca la china, y cuando me toca veo que hasta eso están perdiendo: ya ni al "tío" le hacen caso.

Llegan, piden malamente, intentan volverte loco de acá para allá, "pónmelo en vaso", "dame otro sobre de azúcar", "dame un vaso de agua con hielo", "dame otra pajita", "cámbiame la cucharilla"...dáme, pónme, cambia. Porculear, se llama eso.

Si les haces caso malo, y se te cabreas peor; hay que hacer las cosas a tu marcha, no a la de ellos, lo haces, sí, pero tranquilitos, sin prisas, con calma, aquí estáis en mi terreno, y aunque tenga que joderme y soportaros un rato será a mi manera, con mis reglas...después la clavada del 20 % y adiós, muy buenas, hasta nunca.

Y eso cuando van en grupo, más o menos sobrios, todos juntos, pocas veces veréis a un gitano solo por los bares, normalmente en ese caso es que están borrachos, y entonces es cuando son peligrosos.

Un gitano solo y borracho te la liará seguro, ahí no queda margen para la duda, cuando veas pasar a un gitano solitario...malo. Lo mejor en ese caso es cortar por lo sano, desde el primer momento, sin contemplaciones, como le dés bola y le sirvas estás perdido, tienes el lío asegurado. De la otra forma puede que también lo tengas, pero existe la posibilidad de que se achante y se marche, son cobardes por naturaleza, por eso siempre van juntos, y cuando lo hacen solos es porque la han líado en su clan y han tenido una pelotera. Y ahora van a rematarla contigo; borrachos, por supuesto, no saben hacerlo de otra forma.

Luego están los gitanos "ricos", los que tienen negocios más o menos legales (generalmente de ropa) y ganan mucha guita, envían a sus churumbeles a buenos colegios, visten bien, se cuidan, son educados y se dejan la pasta.

Uno de estos es ocasional cliente nuestro, llega con su mujer, hijas y madre (si algo bueno tienen es el respeto que sienten por sus mayores), pide con educación y son atendidos como corresponde, tú das, tú recibes, la cosa es así de sencilla.

Es el típico gitano "guapo": rubio, ojos azules, chuleta con estilo, cuarentón, bien conservado...la mujer es una gitana guapa, pálida, estilizada, larga melena negra, lisa, brillante, de mirada triste y boca pequeña, bien arreglada...las niñas vestidas primorosamente, bonitas, y la enorme matriarca acarreando con tanto oro por todas partes que resulta difícil de mirar.

Piden lo mejor, pagan, dejan una buena propina y se van. Así da gusto.

Otra cosa es cuando el figura se junta con sus compadres de Madrid.

Suelen venir durante las fiestas, entonces manda acicalar a sus caballos preferidos y se pasean por la ciudad subidos en un carro que parece el de Ben-Hur, fumando buenos puros, con esos grandes sombreros, dando la nota...hacen las estaciones habituales antes de ir a la corrida y la nuestra suele ser la última, por lo que cuando llegan ya van cargados de alcohol y de coca, porque no veáis lo que les gusta la farlopa...

- "¡¡¡KUFISTO, KIYO, DAME UN ABRAZO!!!"

Alcohol y coca en su justa medida (algo más difícil que acertar el euromillón) hace que la gente vea el mundo como un Edén sin serpientes.

Lo primero que hacen siempre es preguntar por mi padre, "¿CÓMO ESTÁ ESE VIEJO CABRÓN?", jamás me acostumbraré a que insulten a mis padres, aunque sea de cachondeo y tal, buen rollito, pero me sienta como una patá en los cojones, en fin..."bien, como siempre, gordo, ¿y tú, tan borracho como siempre?", "¡¡¡MÁS!!!"

Piden los mejores whiskys (que luego se dejan casi enteros de tan hartos como van), vocean, gritan, ríen, fanfarronean y durante media hora se creen que están en su casa, después pagan del habitual fajazo, dejan una propina de la hostia y se largan con sus caballos y el sufrido cochero, "¡¡¡A LOS TOROS, A LOS TOROS...!!!".

Y es que no podemos ser otra cosa que lo que somos. En cuanto madre no mira tiramos de veta.


Anoche, cuando estaba a punto de cerrar, pasó una pareja de ellos. Y no de los ricos.

Él era algo más humano que un orangután, no mucho, y ella parecía sacada de las pinturas negras de Goya, aquellas horribles viejas desdentadas. El orangomán iba algo cargado:

- "DAME DOS CERVEZAS"

Se las puse, me pidió algo de pincho y les coloqué un par de pedazos de tortilla mañanera, le voceó algo a la bruja, aporreó un par de veces la barra, la vieja me llamó:

- "¿Tiés pá asé bocaíllos?" me pregunto sin dejar de masticar la tortilla, la muy puta exageraba, enseñándome esa bocaza asquerosa, esos dientes podridos que malmordían aquellas desafortunadas patatas.
- "No, me quedé sin pan". Mentira, simplemente no me salía de los cojones darle de comer a esa cosa.

Me dí la vuelta y recordé a Rachel, tenía que quitarme ese horror de encima y mi cerebro me echó una mano.

Se fueron poco después.


- "MARQUÉ...¿SIERRA TARDE?"
- "No, ya estoy terminando..."
- "TE LO DIGO PO TRAÉME UNA SINTA MÍA AHORA DEPUÉ, CANTO YO MU BIÉ..."
- "Ja"


Les encanta que no los olvides, que los recuerdes, que temas su vuelta...son como niños.


Niños mal críados.


No volvió.


Pero consiguió que escribiera de ellos.


Ahí queda eso.

viernes, 15 de julio de 2011

DIOS ME QUIERE




El día que el maldito plátano francés le marcó aquel gol fue uno de los más tristes de mi infancia...

Mi clase era inmensamente blanca; luego había algunos rojiblancos madrileños, algún que otro blaugrana y nosotros, los txuri-urdines.

Eran los primeros años ochenta, la época dorada de la Real, y nos convertimos en el segundo equipo con más seguidores, ya se sabe que cuando eres pequeño vas con los que ganan o los que pueden hacerlo, aunque el paso del tiempo y la llegada de las derrotas vitales hacen que sientas simpatías por el perdedor, al menos es mi caso, te ves más reflejado en el que cae malherido en el suelo y trata de levantarse con todas sus fuerzas que en quien lo ha tirado...el caer de los días aumentan la estima por los caídos que al menos lo intentaron.

Me hice portero porque lo veía a él; todos, hasta los madridistas, querían ser como él: valiente, noble y extraordinario.

Entonces aún se podía jugar al fútbol en las calles; se reunían las pandillas y disputábamos los partidos sobre el asfalto, los postes de las porterías eran las aceras, si el balón iba demasiado alto se consideraba que no era gol, aunque claro, todo era interpretable y venían las discusiones y las peleas, por eso era mejor marcar las porterías en las cocheras o portadas, así estaba todo más claro, pero entonces el que nos quería currar era el propietario de las mismas, así que casi siempre jugábamos sin larguero, no hacía falta, y sino nos pegábamos y no pasaba nada.

Yo estaba como una puta cabra, primera y casi única condición para todo chaval que quiera ser portero, y tanto cuando jugábamos sobre el cemento del colegio como cuando lo hacíamos en el asfalto de las calles, o en la arena de los descampados, o en las pistas del polideportivo municipal, mi actitud era la misma: para mí aquellas superficies eran como el césped de los jardines de La Granja. Algunas veces, pocas, nos íbamos al parque y jugábamos sobre la hierba, entonces nos sentíamos profesionales, era una pasada, pero siempre nos echaban, la gente andaba a lo suyo y lo que menos querían era recibir un balonazo traidor, ellos andaban metiéndose mano, o fumando, o comiéndose un bocadillo de tortilla mientras veían cagar a su perro...gilipollas, ¿cómo podía ser posible que no estuvieran dando patadas a un balón, acribillando al portero?. No podíamos entenderlo, no podía haber nada mejor que el fútbol, todo lo demás era mierda, estudiábamos para que nos dejaran tranquilos, para que nuestros padres no nos prohibieran darle patadas al balón, lo nuestro era el fútbol, punto. Lo demás no nos interesaba.

Realmente cuando tienes nueve, diez, once años eres de goma, no tienes huesos, y si los tienes son elásticos, irrompibles...eres una esponja, un airbag de sangre caliente, nada puede romperte, ¡la de cabezazos que me habré dao con los bordillos!, ¡si tendría que haberme reventao el cráneo!. Magulladuras, chichones, algún que otro esguince que no te impedía seguir haciendo el animal hasta que terminabas y llegaba la noche y aquello se quedaba frío...nada, no pasaba nada, hubieran tenido que cortarnos las piernas, recuerdo que a veces mi abuelo se asomaba a la ventana para vernos, se ponía malo, "¡¡¡PERO KUFISTÍN...NO TE TIRES ASÍIII!". Me daba lo mismo, no le hacía caso ni a él, y sino se lo hacía a él no se la hacía a nadie. Derrotado, dejaba de mirarnos, supongo que se ponía a rezar para que no me abriera la cabeza, se ve que le escucharon, Dios escucha a los buenos. Y les hace caso.

Llegó el Mundial 82, ¡qué ilusión teníamos!...pero la cagamos, no salió bien, ninguno estuvo a su altura, ni siquiera Él, en fin...pero dos años después tocamos la gloria con las yemas de los dedos.

Jamás olvidaré el partido decisivo contra Alemania, estábamos obligados a ganar, los germanos eran los subcampeones del mundo, tenían un auténtico equipazo, con aquel enano cabrón, Littbarski...¡qué bueno era el jodío!.

Como siempre, lo ví con mi abuelo...jamás he visto a nadie parar lo que Él paró ese día, fue increíble, memorable, le dieron cuatros ases en el As, lo nunca visto. Sí, Maceda marcó el agónico gol de la victoria, con ese tremendo cabezazo, ¡la furia española, coño!, pero antes Él paró lo que no estaba escrito, los alemanes se llevaban las manos a la cabeza, desesperados...inolvidable.

En semis nos esperaba Dinamarca, una verdadera máquina, el equipo revelación, y les ganamos en los penaltis, estábamos en la final, otra vez Él, otra vez el puño cerrado al aire cuando fallaron su último lanzamiento...yo era el chaval más feliz del mundo.

Final en París, contra la Francia que tenía el mejor jugador de la época, otro super-equipo, y allí estábamos nosotros, los españolitos, para demostrarles quienes la tenían más grande, ¡a por ellos!.

Cuando le metieron ese gol...me quedé como si me hubieran dicho que mis padres no eran mis padres, que Dios no existía y que me iba a morir esa misma noche. No me lo podía creer. El resto del partido estuve rezando para que empatáramos, para que Él se resarciera con un partidazo, para que llegáramos a los penaltis y Él los parara todos, para verle recoger la Copa de Europa...nada de eso pasó, cuando terminó rompí a llorar como pocas veces lo he hecho en mi vida, era imposible, la vida no era justa, me habían mentido, los buenos no siempre ganan, me habían mentido, todo era una mierda...ahí se me cayó la primera venda de los ojos.

Al día siguiente se montó la mundial en el colegio, me pegué con mil y la madre, "¡ARCOMANTA!", no podía soportarlo, estaban pitorreándose de mi Ídolo, hubiera preferido que me arrancaran el corazón a quedarme con las manos cruzadas, acabé fostiado, agotado, reventado...pero no me escondí, era lo menos que podía hacer por Él en ese asqueroso día. Y lo hice.


Hace unas semanas estuve hablando de Él con un cliente y amigo; para mi sorpresa me dijo que lo conocía, que lo veía de vez en cuando por motivos de trabajo, tiene negocios con sus hermanos y en ocasiones Él iba con ellos, que la próxima vez que lo viera le iba a pedir un recuerdo para mí...


Ayer vino mi colega al bar:

- "Kufisto...ven un momento"

Llevaba una bolsa de la Real Sociedad, "mira dentro"...un banderín con el escudo y algo escrito con rotulador:

- "Para Kufisto con afecto de su amigo...". Y Su firma.

Se me pusieron los pelos de punta.

- "Y en septiembre casi seguro que lo traigo a tu bar"


Habrá que aumentar la dosis de nueces.


Por la patata, digo.

miércoles, 13 de julio de 2011

EL TÍO VICTORIANO





No era tío nuestro, pero entonces les llamábamos así a todos aquellos viejos que eran amigos de la familia desde siempre.

Durante mucho tiempo no tuve claro el por qué a algun@s los llamábamos tí@s. Solían venir al pueblo en verano, durante sus vacaciones, pero yo no me aclaraba; era un niño y le preguntaba a mi padre: "pero si éste no es hermano tuyo...¿por qué le llamamos tío?", "se crió en casa del abuelo, con todos nosotros, su padre era primo del abuelo, murió muy joven y se vinieron a vivir con nosotros, así eran las cosas entonces...". O sea que era el hijo del primo de mi abuelo, o algo así. Nunca me he aclarado con esas cosas: yernos, suegros, cuñados...El caso es que si mi padre decía que era mi tío significaba que era mi tío. Y encima me caían bien y nos traían cosas de Madrid, así que cojonudo...eran mis tí@s.

Victoriano no tenía ningún lazo de sangre con nosotros; pero como el roce hace el cariño, y más que rozarnos estábamos pegaos, era un tío más de mi padre, de mi madre, de mis hermanos y de mí mismo. Curiosas familias las de entonces.

Era un hombre alto, muy alto, calculo que debía llegar al metro noventa, lo que para alguien nacido años antes de que Lenin liara la de dios es cristo en la Madre Rusia lo convertía en un gigante. A pesar de sus años (más de 70 cuando me dí cuenta de quién era) aún caminaba más tieso que un ajo de Las Pedroñeras; ayudado por una garrota, sí, pero bien derecho.

Tenía la cabeza grande, alargada, caballuna; ancha frente y prominente nariz; labios finos y mejillas increíblemente coloradas para su edad; algún pelo todavía rubio bajo su sempiterna boina; delgado pero no amojamado; manos grandes, huesudas, bien cuidadas, "de pianista"; manos de hombre que no había cogido un azadón en su vida, manos extrañas para un hombre de aquella época. El semblante serio, digno, concentrado; la gente lo saludaba y el respondía a la mayoría con un parpadeo que apenas se vislumbraba entre el espeso humo que salía de sus labios; siempre estaba fumando, calisqueños o caldo de gallina, un tabaco que apestaba, al menos para mí, un tabaco natural como lo era todo entonces. Había poco de todo pero lo que había era natural; era lo que era y no cualquier otra cosa.

Y es que lo natural no tiene por qué ser agradable.

Vivía cerca de nuestro bar con una de sus hijas. Extrañamente su mujer había muerto antes que él. Llegaba a primera hora de la mañana, se tomaba su café, su copita, encendía su puro y esperaba a que mi padre lo mandara a cualquier recado, o pasaba a la cocina para echar una mano pelando patatas y gambas, batiendo huevos, o picando cebollas, ajos...lo que fuera; él se entretenía y se sentía útil y necesario, cosa que, creo, es lo que más puede desear un viejo.

No sé qué tendrían todos aquellos hombres en contra de beber agua, pero a Victoriano jamás lo vi beberla; por contra adoraba el vino blanco. Bien frío y bien lleno.

Una mañana que salí del colegio me pasé como de costumbre por el bar para pillar el periódico y llevármelo a casa. Entré a la cocina, saludé a Victoriano y a Manolo, el joven camarero que teníamos, quien, como de costumbre, me pellizcó la mejilla hasta hacerla enrojecer. Cogí un trozo de tortilla recién hecha que sabía a gloria bendita. Comiéndola estaba cuando Victoriano me dijo:

- Kufistín, pasa a la barra y dile a tu padre o a Manolo que te den un vino para mí

Obedecí como buen chico que era. Pasé a la barra y le dije a Manolo que me diera un vino para Victoriano; pilló una copa de vino y echó el chato normal, de rigor; regresé a la cocina y lo dejé sobre la mesa en la que Victoriano andaba batiendo unos huevos para la siguiente tortilla al mismo tiempo que la ceniza de su caldo de gallina estaba que si sí o que si no se suicidaba sobre las yemas de huevo.

- "Ahí lo tiene, tío Victoriano"

Cuando lo vio...me miró y a grandes voces dijo:

- ¿PERO TE QUIERES REÍR DE MÍ?

Yo me quedé blanco.

- No...no...no sé
- ¿LO HAS PUESTO TÚ?
- No...no...ha sido Manolo...
- ¡SERÁ CABRÓN!

Y en ese momento se oyó la carcajada de Manolo, que había estado observándolo todo.

- Vengaaaaa...vaaaaa...deje al chico que ahora mismo yo le traigo el suyo...

Y regresó con un vaso de tubo lleno hasta el borde. Victoriano se levantó de la silla y, mirándonos, se lo bebió de un solo trago. Manolo se desgüevaba: "ya lo sabes para la próxima, Kufistín" Y volvió a pellizcarme la mejilla.

Jamás volví a equivocarme.

Victoriano tenía una salud de hierro; la verdad es que todos aquellos viejos eran portentos de la naturaleza. Y era normal: lo difícil no es sobrevivir a una guerra, eso es cuestión de suerte más que de otra cosa, lo verdaderamente jodido debe ser sobrevivir a una posguerra, cuando no hay de nada más que hambre y miseria; por eso solo los más fuertes salen adelante, por eso si consigues salir vivo de una situación así ya no le tienes miedo a nada ni a nadie. A una vieja amiga de mi abuela la oí decir en una ocasión: "Yo veo un muerto andando por la calle y no me asusto". Y sentías que era verdad.

Unos años después empecé a ayudar en la terraza durante los veranos; catorce añitos, un beibi, pero ahí andaba yo con la bandeja, "con cuidao" Era divertido...Antes que llegara la gente solía salirme afuera para fumarme un cigarrillo. Mi padre ya sabía que fumaba, seguro, los padres lo saben todo, pero había que tener un respeto, no ibas a estar con el pito colgando delante de tu viejo...Después salía Victoriano, nos sentábamos en los barriles, a la sombra, él se rulaba un caldo de gallina y me contaba historias de su vida, eran buenísimas, no podía creerme que un tío tan serio como él, al que todos trataban con un respeto rayano en la devoción, le hablara de esas cosas a un chaval como yo.

Recuerdo dos que no olvidaré mientras viva.

Una estaba ambientada en la guerra, pero no creáis que se trataba de algún acto heroico o algo así...Bueno, sí, bien mirado puede resultar hasta heroico.

Mi tío Victoriano estaba trajinándose a la mujer de su capitán y éste le pilló. Tuvo suerte que no llevara encima su arma porque en caso contrario allí hubieran terminado sus correrías, pero lo encerraron en el calabozo y le iban a meter un paquete del copón cuando el pobre cornudo murió en acto de servicio. Poco después la guerra terminó y todo quedó en el olvido. Había que verlo contando aquello, como hablaba de aquella mujer de generosas carnes, "su marido no le hacía caso", decía mirando al frente, a lo lejos, recordando...

La otra era la del barco negrero.

Después de la guerra, y viendo que aquí no había nada que rascar, se fue para el África española. Allí vio su oportunidad en el comercio de esclavos, todavía funcionaba (y supongo que seguirá funcionando) en esa tierra sin ley que es África. Por supuesto, el asunto estaba penado, te la jugabas, pero Victoriano no tenía miedo y sí ganas de tener mucho dinero. Y ésa era la forma más rápida de conseguirlo.

- Llené un barco de negros...y cuando estábamos a punto de llegar al destino el barco se fue a pique. Tuvimos que saltar en los botes salvavidas...penamos lo que no está escrito pero alcanzamos la costa...
- ¿También los negros?
- ¿Los negros? no, esos se quedaron en la bodega...

Machín todavía no había maraqueado por España sus "angelitos negros" Eran los años cuarenta. En los civilizadísimos Estados Unidos de los 60 aún andaban colgándolos de los árboles...

Regresó a España y se hizo tratante de ganado; ganó mucho dinero y se pulió el doble en mujeres, cartas y fiestas, aunque eso no me lo contó él.


Una mañana vimos que tenía mala cara: "¿Está bien?"...No, no estaba bien. Mi hermano Iván y Manolo lo acercaron a su casa y su hija lo llevó al hospitalillo.


Dos días después murió; le sacaron todas las enfermedades posibles en los análisis; no existía una que no tuviera...Pero cuarenta y ocho horas antes de estirar la pata aún seguía respirando tabaco y bebiendo buen vino fresco.


Cuando llegamos al tanatorio su hija nos abrazó y nos preguntó que si queríamos verlo. Yo y uno de mis hermanos le dijimos que sí; descorrieron la cortinilla, "llorar no es de hombres"...Entonces lo vimos todo lo largo que era, amortajado, esas grandes manos unidas...Cogí mis quince años y salí corriendo hacia afuera para llorar a gusto. No quería hacerlo delante de él. No quería hacerlo delante de nadie.

"Llorar no es de hombres"...


Pero no me dio tiempo.

domingo, 10 de julio de 2011

DOMINGO





Era uno de los mejores camareros de la ciudad, trabajaba en una afamada cafetería a la que nuestro padre solía llevarnos cuando éramos pequeños, lo mejor del lugar por aquel entonces, a nosotros nos hacían la ola, todos se desvivían por atendernos...y es que mi padre era la hostia, es la hostia, yo lo veía como algo normal, tanta atención y amabilidad, pero no, no era normal...mi padre no era ningún millonario, manejaba pasta, como tantos otros, pero lo que le diferenciaba era la clase, el estilo, el saber estar con unos y con otros, con el rico, con el pobre, con el que se las daba y con el que fuera...mi padre siempre era el mismo con todos ellos, no fingía ser otro, no pretendía que lo tomaran por otra cosa, siempre ha ido de cara por la vida, con naturalidad, sin miedo, como hay que ir, el personal enseguida se da cuenta si es real o fingido...pero hoy toca hablar de Domingo, de Dominguito.

A mi padre le haré la ola en otra ocasión. Y será un tsunami.

De todos los camareros que trabajaban allí recuerdo perfectamente a dos: uno, Vicente, "el tuerto", y el otro, Domingo.

Un gran bigote, nietzscheziano, eso era lo primero que veías en él, bajito, ojos pequeños, nariz maldeniana, perpetuas ojeras, carrillos colgantes, poquita cosa, pero como todos los bajitos se hacía notar, no les queda otra, él lo conseguía hablando fuerte, casi gritando, un tanto afeminadamente, se hacía el serio, el circunspecto, era un camarero de los de antes, de la vieja escuela..."LO DEL SEÑORRR, LO DE LA SEÑOOORA, LO DE LOS ¡NIÑOS!..." e iba dejando los servicios como si no nos conociera de nada, "venga, Dominguito, déjate de cachondeos..." le decía mi padre, y entonces Dominguito se reía fuerte mientras se marchaba.

Mucho tiempo después, una tarde que estaba trabajando, me dijeron que lo habían visto chupándole la polla a un chaval a plena luz de la mañana, en un banco, borrachos perdidos...yo no me lo podía creer, "¿en serio?", "yo lo he visto".

Aquello fue un bombazo.

Durante mucho tiempo se habían oído comentarios sobre él, que si era maricón, que si esa forma de hablar no era propia de un hombre, que si patatín, que si patatán...a la gente le encanta largar, y si es mal, mejor; pero el hecho era que Domingo estaba casado, tenía dos hijos y era habitual del puticlub oficial, eso lo sabían todos los que iban por allí, pero claro, yo te tapo, tú me tapas, así funciona ese rollo, "si me vistes es que tú también estabas", mejor callar...

Pero ahora las insidias se habían transformado en hechos. Demasiado para el marujeo de ambos sexos.

Su mujer, al enterarse, lo echó a la puta calle, le dió por beber malamente y terminaron por echarle del trabajo, en ningún sitio lo querían, tuvo que ponerse a vender lotería nacional, iba por todos los bares ofreciéndola:

- "Domingo, ¿eres gay?" le preguntaba el gracioso habitual.
- "NO. ¡SOY MARICÓN!"

Ja ja ja.

Ja.

Antes no era como ahora, que ser gay parece hasta una bendición, antes, y más en una pequeña ciudad donde casi todos conocen a casi todos, eso era una condena, un estigma, una cruz.

Yo no sé si Domingo fue gay siempre o si lo que le pasó fue que tuvo una mala borrachera y cometió una estupidez de la que luego se arrepintió, eso es cosa suya, ni se lo pregunté ni, a estas alturas, se lo voy a preguntar; lo que si está claro es que se lanzó a calzón quitado hacia su descubierta orientación sexual, era un espectáculo ver los gestos que les hacía a los chavales que le gustaban, normalmente pasaban de él y se reían, pero otros no, otros le inflaban a hostias por dudar de su hombría, ya sabéis que quien duda es porque no está seguro, así que aquellos que le pegaban seguramente lo hicieran por no pegarse a ellos mismos. Cosas del subconsciente.

Era diabético y a veces le sacudía una buena subida de azúcar de tanto como bebía, RAF, lo llamaba él, ginebra con coca-cola y rodajita de limón, muy setentero, el puto cubalibre de toda la vida hasta que algún listo nos descubrió que en lugar de ginebra era con ron, la cuestión es darle vueltas a la peonza...

Yo lo veía a diario, con su lotería, su bigotazo y su cara de kamikaze, cuando alguien lo pierde todo se le pone esa cara, pero siempre estaba más o menos bien, en su línea, a su marcha...una tarde lo ví muy serio, decaído, incluso triste, hablaba bajito.

- "¿Qué te pasa, Domingo?"

Venía de ver desde una esquina como su hija salía de la iglesia de la mano de su marido.

No le habían invitado, su mujer y su hija no podían ni verlo, con el hijo si mantenía algún contacto, e hizo lo que suelen hacer quienes están tan mal que no se pueden creer que se puede estar peor: dar un paso más hacia el desfiladero, a ver si ya te caes de una puta vez o se te para el corazón al ver el negro abismo.

A Domingo no se le paró, se le rompió. Aquella noche se pilló tal borrachera que lo tuvieron que llevar a Urgencias.

Pero está visto que tenemos más aguante del que pensamos, se rehizo y volvió a lo suyo, a ir vendiendo lotería de bar en bar por el día y a mariconear por las peligrosas noches de la estación de ferrocarril.

Recuerdo que un año llegaron las fiestas y en el último momento nos fallaron un par de cabrones; necesitábamos gente y casi no disponíamos de tiempo para encontrar a alguien medianamente profesional para salir del atolladero. Me acordé de Domingo y se lo dije a mi padre, "pregúntaselo" me dijo.

Llegó por la tarde, a la hora de costumbre:

- "PONME UN DESCAFEINADO CON SACARINA, KUFISTÍIIIN"
- "Oye, tengo que preguntarte una cosa..."
- "QUÉ"
- "Necesitamos gente para estos días y hemos pensao que tú podrías echarnos una mano..."

Me miró como si no me hubiera oído. Después de un rato, emocionado, me dijo:

- "Ya no puedo, Kufisto...ya no puedo...casi no puedo andar...pero gracias, muchas gracias..."


Quizá ya no recordaba que había sido uno de los mejores, quizá ya no recordaba cuando todos iban a tantearle para que se fuera a trabajar con ellos, quizá ya no recordaba que gracias a su trabajo pudo sacar adelante a su mujer y a sus hijos...pero sí, sí lo recordaba.


En caso contrario no se hubiera echado a llorar porque alguien le había recordado que aparte de ser un MARICÓN había sido uno de los mejores CAMAREROS de la ciudad.

viernes, 8 de julio de 2011

ÁNGEL





Cuando la primera noche de tu luna de miel la pasas en una casa de putas...mal empiezas. Y es que a los gitanos no hay que hacerles mucho caso; y menos aún si les da por filosofar.

Allí pasaron su primera noche como marido y mujer mi amigo Ángel y señora.

Barcelona, años cincuenta, una pareja de pueblerinos bajan del tren después de un interminable viaje, salen de la estación y pillan un taxi, "llévenos a una buena pensión", le dice mi amigo, el tipo arranca la tostadora e inicia el viaje hacia la noche de la extraña pareja, después de dar las mil vueltas de rigor los deja ante un edificio, "aquí estaréis bien", mi amigo le suelta una propina, "que no se diga", y excitado agarra a su mujer, pasan para adentro, piden una habitación y la sube en volandas deseoso de hacerla ver las luces de colores..."deja que me asée", le pide su virgen, "no tardes", se lía un cigarrillo, lo enciende y en esas está cuando comienza a oír jadeos, risas, escaleras arriba y escaleras abajo, jarana, portazos, más risas...sorprendido va a la puerta para ver que pasa, y cuando la abre y ve dónde se ha metido recuerda al taxista, y a la madre del taxista, y al padre del taxista, y a la mujer del taxista, y al copón bendito que los había parido a todos...les había llevado donde las putas se trajinaban a sus clientes. Al salir su mujercita del baño, asustada, le pregunta, "¿dónde nos hemos metido, Ángel?", y mi pobre amigo no sabe qué decirle, ella se da cuenta y rompe a llorar, él la abraza, ella lo rechaza, él piensa en cogerla e irse de allí, pero es muy tarde, están en otro planeta y aún no se cree lo que les está pasando...pasó toda la noche tirado a los pies de la cama oyendo los lloros de su santa.

Ángel había nacido el día que se proclamó la II República, cosa que solía recordar con una pícara sonrisa, "así salí yo...", pasó la guerra, y empezó las posguerra, los años del hambre y las cartillas de racionamiento, su padre lo metió a trabajar en el mercado cuando debería haber estado aprendiendo a sumar y allí aprendió todo lo demás, todo lo necesario, lo básico: que si no se espabilaba se lo iban a comer las moscas. Y espabiló. Al menos allí estaba la poca comida que había y un chico listo podía atiborrarse de plátanos si sabía cuando podía hacerlo, rápidamente, engulléndolos como si fuera un pato, si lo veían lo inflaban a hostias, pero el hambre tiene que ser muy mala, tanto como para preferir que te puedan dar una paliza a seguir con el estómago vacío.

Con el paso de los años abrió una pescadería con su hermano mayor, se casó y llegaron los niños, uno tras otro, entonces un polvo sí que era situación de alto riesgo, "la jodienda no tiene enmienda", ahora sí que la tiene pero antes no, el marido trabajaba y la mujer embarazeaba hasta que la edad o algún problema se lo impedía, a la de Ángel le llegó con el quinto, supongo que darían gracias a Dios, por muy jodido que estés siempre hay que darle gracias a Dios, no sea que se mosquee y encima te regale un cáncer, hay que agradecerle hasta las desgracias, por lo que pueda pasar...Dios es el que reparte las cartas y conoce bien la baraja, así que mejor no juegues con Él.

"El día que nacistes armamos una buena..." me dijo en una ocasión, yo era el primógenito y mi padre un figura, un artista, puedo imaginarme perfectamente la que se lío sin que jamás me lo contara, el primero y un chico...

Ángel siempre andaba por el bar, o estaba en la pescadería o por los bares, en su casa paraba poco, para dormir en el camastro que le dejaron en un rincón, llegó un momento en el que su mujer no podía ni verlo, y como entonces no podían separarse tenían que tragar, vivían en la misma casa pero no se veían, se decía que era por culpa de Ángel, que había desatendido la casa y los niños, que casi todo lo que ganaba se lo pulía en juergas, que no era un buen padre ni un buen marido, que era un desastre de hombre en resumidas cuentas...a mí me caía bien, a mí siempre me cayó bien, yo no soy quien para juzgar a nadie, no estaba allí, no ví lo que pasaba, no conocí a su mujer durante todos aquellos años, a sus hijos los veía alguna que otra vez, pocas, pero yo siempre veía y hablaba con Ángel. Y era un tío cojonudo.

Era bajito, cabezón, ojos pequeños y una gran nariz, fuerte de pecho, buenas espaldas y manos de pescadero, hinchadas por el agua y el frío, con unos dedazos enormes, como morcillas, te cogía la mano y no la veías, a veces apretaba, de broma, y parecía como si unas tenazas estuvieran estrujándote los dedos, él te miraba con su eterna sonrisilla, veía como enrojecías y la soltaba, "Kufistín, Kufistín...".

Los últimos años de su vida laboral los pasó trabajando en la pescadería de una ricachona amiga suya, así pudo cotizar algo, y otro amigo le preparó los papeles del tal forma que le quedara una pesioncilla medio decente para su jubilación, él jamás había pagado a Hacienda cuando tenía su negocio, en aquellos años las cosas funcionaban de otra forma, no había máquinas que supieran hasta las veces que meabas y todo consistía en darles algo de dinero a los recaudadores cuando hacían acto de presencia en el pueblo; iban al Ayuntamiento y citaban a los autónomos, éstos les daban lo que podían y los dejaban en paz, con los años la cosa fue perfeccionándose y empezaron a pedir los libros de cuentas, Ángel me contó que en una ocasión uno de aquellos capullos no estaba conforme con lo que le daba, le pidió el libro de cuentas, mi amigo tenía un mal día y el negocio no marchaba bien, y para colmo ahí estaba ese capullo de la capital pidiéndole explicaciones...salió bufando del Ayuntamiento, fué al puesto, cogió un papel de estraza, garabateó cuatro números ininteligibles y con el sucio mandil de trabajar volvío a ajustar cuentas con ese maldito imbécil, "¡ahí tienes mi libro de cuentas!" le espetó, el otro lo miró y dijo algo así como que eso no era serio, entonces Ángel, condenao y hasta los güevos, le dijo quitándose la correa: "¡QUÉ QUIERES! ¿DARME POR CULO? ¡¡¡NO VES QUE NO PUEDO PAGARTE MÁS!!!". El otro al verlo le dijo que estaba bien, que les diera lo que pudiera...otros tiempos, otros hombres.

Yo hablaba mucho con él, era muy joven y exaltado, para mí todo era blanco o negro y él siempre intentaba hacerme entrar en razón, hacerme ver que la vida no era tan sencilla, que había que ser buena gente, no un cabrón, no quererlo todo para uno, que todos teníamos derecho a un trozo de la tarta...un viejo hablándole a un chico, alfiles de distinto color.

Las mujeres le gustaban con locura, las mujeres con carnes, "donde te puedas agarrar", es curioso, a todos aquellos hombres les gustaban las mujeres rollizas, con kilos de más se diría ahora, a ellos no les sobraba ninguno, renegaban de las flacas, "piel y huesos", Ángel ya era viejo y no se le ponía dura, "ya no hay nada que hacer" me decía con su sonrisilla, pero cuando pasaba alguna mujer de aquellas yo veía como la miraba, después él me miraba a mí y sin decir nada nos reíamos...había sido muy mujeriego, muy follarín, y puede que el nabo estuviera muerto pero el deseo seguía ahí, mordiéndole las pelotas...

Solo le ví perder la sonrisa en una ocasión, una noche en la que un amigo suyo, veintitantos años más joven, completamente borracho, le echó en cara lo de su familia, lo hacía a menudo, era un poco gilipollas cuando bebía y Ángel pasaba de él, no le hacía caso...pero aquella noche algo se le rompió por dentro al oír eso, lo enganchó por el cuello con la mano izquierda, lo estampó contra la pared y elevó su puño derecho para reventarle la cabeza, en el último momento bajó el puño y lo soltó, el borracho cayó al suelo, la cara blanca, acojonado, miré a Ángel y ví su mirada, jamás se la había visto ni se la volví a ver, daba miedo, no era él..."si vuelves a decirme eso te mato" le dijo jadeando, después se fue y todos nos quedamos a cuadros, estuvo varios días raro pero al final se le pasó, aquel imbécil volvió a meterse con el tema alguna que otra vez, siempre borracho, pero mi amigo no le mató, no cumplió su palabra, simplemente aquella noche algo le había crujido por dentro, y es que hay que tener cuidado con lo que se dice, cuando se dice y cómo se dice, aunque al otro se lo hayas dicho un millón de veces antes.

Un incipiente Parkinson hizo que en los últimos años de su vida la cabeza se le moviera como un muñequito de esos que al tocarlo no deja de moverse. En lugar de ir al médico lo sosegaba con su alcoholismo, un curioso alcoholismo porque en todos los años que le conocí jamás lo ví borracho, sabía retirarse, sabía beber, pero no había probado el agua desde que era pequeño. Una vez lo ví con mala cara y le pregunté qué le pasaba, en voz baja me dijo que hacía una semana que no "hacía de vientre", le escribí en una servilleta el nombre de unas pastillas que mi madre tomaba para el asunto y se fue a la farmacia...al rato vino:

- "Kufisto, ¿son éstas?"
- "Sí Ángel, ésas son, tómate una, ¿quieres un poco de agua?"
- "No...dame un chato"

Se lo puse.

Al rato lo miré y me fijé que movía la boca como si estuviera chupando un caramelo...

- "¿Qué haces?"

Y se señaló la boca. Estaba chupando esa mierda.

- "¡Pero tragátela!"

Lo hizo.

- "¡Qué mal sabe!"
- "¡Pues claro que sabe mal, eso es para tragar, no para chupar! ¿es que no te has tomado una pastilla en tu vida?"
- "Nunca"

Me quedé loco.


Cuando murió, su familia lo enterró tan malamente que recordé aquella escena de los Simpson donde Homer imagina su entierro: una excavadora lo echa en un hoyo, unos tipos le tiran arena encima, se largan y enseguida llegan los perros para devorar las piernas que han quedado fuera.


Al menos a él lo habían enterrado entero, no se veían perros alrededor, solo estaba yo y el ocaso de un día de noviembre, junté las manos y recé un padrenuestro. Cuando me iba recordé una cosa que me dijo una lejana noche de verano.


- "Kufisto"
- "¿Qué, Ángel?"
- "Todo es mentira, menos la jodienda."


Para el hombre que soñaba con ser invisible.


Seguro que para comprobar si los demás eran tan buenos como decían.

jueves, 7 de julio de 2011

PEDRO





Tenía una hermana gemela a la que adoraba aunque yo no entendiera el por qué: se había casado con un ciego (como lo era su padre) y se habían largado para Sevilla, dejándole el muerto de la vieja madre viuda a él.

Cosas de gemelos.

Conocí a Pedro desde que tuve uso de razón, tenía un kiosko de prensa que había heredado de su padre cerca de nuestro bar; supongo que entonces, cuando la ONCE no existía, esas cosas se dejaban para la gente que de alguna u otra manera estuviera impedida. Yo salía del colegio e iba a comprarle la prensa para el bar, prensa que unícamente se reducía al As y que, invariablemente, me llevaba a mi casa para devorarlo con la comida, así que los clientes disponían de no más de cinco minutos para leer las noticias deportivas, lo que tardaba en beberme una coca-cola, picar algo y llevarle un par de botellines bien fríos al kiosko. Eran los primeros años de los ochenta y entonces la gente podía vivir sin noticias. Aunque ahora nos parezca increíble.

Por aquel entonces yo tendría diez años y Pedro andaría por los treinta.

En esta vida hay trabajos duros, trabajos jodidos y trabajos aburridos. El de Pedro era de los últimos. Un hombre joven y sano no sueña con meterse en un cubil donde solo cabe un taburete y verse rodeado de papeles y monedas para el cambio, pero como de algo hay que vivir y su madre todavía respiraba no podía dejarlo, así que se resignó a su suerte y la endulzó con alcohol: en lugar de los pedales del piano que tanto le gustaba pisoteaba botellines vacíos. Retornables, por supuesto.

Su madre murió y él dejó aquello; sabía de fontanería y hacía chapuzas por las casas, aunque lo que de verdad le gustaba era ir de bar en bar, y más que ninguno el nuestro. Para mí era como uno más de la familia. Y es que entonces las familias eran muy grandes.

Cuando yo empezé a revolotear por el bar, a eso de los catorce años, él ya se dedicaba casi por completo al bebercio. Mi padre (que era siete años mayor que él) le echaba unas buenas broncas de vez en cuando, Pedro lo escuchaba y agachaba la cabeza, tenía a mi viejo por un hermano mayor y no decía ni mú, era curioso ver como ese gigante de metro noventa se encogía ante un hombre que no llegaba (llega) al metro setenta. Pero las medidas y los pesos solo sirven para los mercados. La vida es otra cosa.

Poco a poco se abandonó, se "dejó" como decía él; unas enormes y descuidadas barbas (así empezaron a llamarle muchos) ocultaban su bello rostro casi por completo, vestía malamente y no daba un palo al agua, se convirtió en nuestra "mosca de bar", nos echaba una mano en los recados, en la cocina, en lo que fuera...y él bebía toda la cerveza que quería (mucha) y comía lo que podía (poco) de gratis. Se estaba convirtiendo en un alcohólico.

Pero aparte de ser un alcohólico era una de las personas más honestas y buenas que he conocido en mi vida.

Un alcohólico puede perfectamente no ser un borracho; un alcohólico bebe porque ya no puede funcionar sin hacerlo, pero no se emborracha, no pierde los papeles, no llora por las esquinas...un alcohólico es un hombre que en lugar de comer para vivir, bebe para vivir, no para divertirse o ser sociable, bebe para seguir de pie.

Su alcoholismo no era de licores duros, únicamente se tomaba un par de coñacs cuando llegaba por la mañana para aplacar la temblaera. Después sólo cerveza. Y muy raramente, cuando terminábamos de trabajar y nos íbamos por ahí, se bebía algún cubalibre. Entonces sí, entonces se emborrachaba malamente y le pasaba lo que le pasa a los borrachos: que al día siguiente ven moratones y no recuerdan como se los han hecho. Si alguno de ellos estaba en el ojo entonces sabía que alguien le había dado una hostia. Y eso le pasó muy pocas veces, tampoco era para tanto; aparecía muy serio, callado, lo veíamos y nadie preguntaba nada, ¿para qué?, no hay que preguntar tanto, eso es algo propio de estúpidos.

Ya os he dicho que era un hombre alto, fuerte, de anchas espaldas y grandes manos; cuando se afeitaba para alguna ocasión excepcional (alguna boda o algo así) y se ponía un traje parecía una estrella de cine, a mí me recordaba al William Holden de "El crepúsculo de los dioses", con esa ancha mandíbula y el hoyuelo en la barbilla. A pesar de la mala vida que llevaba, cuando se arreglaba causaba impresión, yo me daba cuenta de como le miraban las mujeres, incluso hasta las que lo conocían.

Pero a él le daba igual.

Me lo contó una noche de borrachera. Era un tío muy reservado, no le gustaba llorar en hombro ajeno, orgulloso como él solo y poco amigo de miradas conmiserativas a las que respondía echando fuego por sus ojos.

Sí, una mujer del pasado a la que seguía viendo a diario. Pero ver no es tener. En ese caso es mejor no ver.

La casa en la que vivía, la casa de sus padres, era una vieja casa grande con un jardín que lo fué en la parte de atrás, en aquellos días era una auténtica selva por lo descuidado que lo tenía. Una casa tan grande llena de recuerdos para una persona que vive sola se convierte en un estrecho ataúd, por eso solo iba allí a dormir. Y por eso tenía que beber para poder hacerlo.

En el pasillo de entrada, a la izquierda, tenía un piano desvencijado que solíamos aporrear alguna que otra noche que íbamos allí para tomar la última. A pesar del mal estado de conservación todavía podía arrancarle algunas dudosas melodías, recuerdos de una infancia tan lejana que ya no recordaba bien las canciones aprendidas, era un show verlo tocar iluminado por la vela de rigor, casi siempre tenía la luz cortada y no aceptaba que le diéramos dinero para pagarla, mi padre tenía que hacerlo a escondidas cuando se enteraba, él lo sabía, seguro, pero no lo pedía, si a un hombre le quitas su orgullo le quitas todo.

En todas las paredes había cristos colgados, cuadros de vírgenes y santos, sus padres habían sido muy religiosos y él también lo era, a su manera pero lo era. Durante un tiempo nos dejó las llaves de su casa a mi hermano y a mí, para nuestros ligues o para lo que fuera, para tener un sitio donde ir en esos momentos, todavía no teníamos edad para el carnet de coche...era flipante ver las caras de las chicas cuando veían todo aquello, "¿pero quién vive aquí?", "es igual...déjame...".

No duró mucho, los vecinos se enteraron y no les hizo gracia, era el barrio más antiguo y conservador de la ciudad, pronto tuvimos que cambiar los colchones de plumas por la hierba del parque.

Hablando de su religiosidad...solamente le veía llorar un día al año a la misma hora: el Viernes Santo y la procesión del Santo Entierro.

Toda la comitiva pasaba delante de nuestro bar y dentro de ella el Cristo yacente; cuando veíamos que se acercaba, mi padre mandaba apagar casi todas las luces y no se servía a nadie hasta que pasara el Cristo, cosa que tampoco era necesaria porque todo el mundo salía a verlo, también nosotros, un pequeño respiro en ese día de locos que era el Viernes Santo para los bares de aquí. Salíamos para fuera y veíamos a todo el capullerío local al frente, daban asco hasta en ese sagrado momento, no es que yo creyera mucho o no, pero era realmente emocionante VER ese silencio...cuando el Cristo pasaba ante nosotros yo invariablemente le echaba un vistazo a Pedro, ya sabía lo que me iba a encontrar pero también me resultaba hasta hermoso de ver...


Ese alcohólico, ese hombre solitario, ese tipo duro que a veces echaba fuego por los ojos, ahora los tenía arrasados por las lágrimas...


Entonces a mí se me ponía un nudo en la garganta y volvía a mirar al Cristo muerto.


Aquello parecía un campo de cebollas.



Hace más de diez años que el puto bicho te llevó con Él.



En tu memoria.