lunes, 31 de octubre de 2022
BUENAS TARDES
sábado, 29 de octubre de 2022
CAMBIO DE HORA
jueves, 27 de octubre de 2022
DE PRESIONES
martes, 25 de octubre de 2022
CAPABLANCA
Cualquiera puede hacer una "jugada de máquina" en una posición dada, incluso quien no sabe jugar al ajedrez. Como con todo, también aquí se miente desde el principio o, para ser más exactos, no se dice lo que en verdad es. Una jugada de máquina no es sino la primera de una serie de ellas, todas únicas entre el abanico que va extendiéndose con las excepciones forzadas de los obligados intercambios de piezas. Una jugada de máquina es una exacta combinación de movimientos que conducen a la ventaja decisiva. Una jugada de máquina son varias jugadas de máquina dentro de una combinación correcta de principio a fin. Una combinación de máquina no admite segundas opciones: o haces la mejor en cada movimiento o pierdes. Eso es una "jugada de máquina" Por esto son tan asombrosas y por ello sólo las máquinas son capaces de encontrarlas.
Muchas de las partidas más bonitas de la historia del ajedrez están llenas de errores por ambos bandos. Cualquier módulo de nuestros días las analizaría entre carcajadas si pudieran reír, pero se conforman con presentar ante nuestro ojos la pura verdad de las variantes correctas a tanto desatino. Para ellas, para las máquinas, las centenarias partidas de Morphy, Anderssen, Staunton, La Bourdonnais, Zukertort o el mismo Steinitz son un sindiós, algo así como un huevo frito en Fairy. Todas aquellas maravillosas partidas que tanto placer te causaron al reproducirlas sobre el tablero de madera eran mentira en su mayor parte. Mentira. Aquella belleza no era sino pura ilusión. Después de todo sólo eran hombres jugando al ajedrez y no máquinas creadas para jugar al ajedrez.
domingo, 23 de octubre de 2022
FRACTALFÓBICO
Todavía era noche cerrada cuando salí de casa. Los árboles agitaban sus grandes ramas como pidiendo clemencia. Por una vez tiré en dirección prohibida no sin ciertas precauciones aún tratándose de treinta metros escasos. En la otra calle vi un bulto tirado en la acera, un bulto grande. Aminoré la marcha y mirando hacia atrás comprobé que era alguien durmiendo en un saco junto a su perro despierto, que le olisqueaba. Allí, en mitad de la acera. Apenas quince, veinte metros atrás o adelante hubiera podido encontrar un refugio más adecuado a las puertas del colegio o en los aledaños del edificio de pisos de la esquina. Pero no, el hombre se había plantado allí, en mitad de la acera. Ya le dará igual.
Era la farmacia de guardia, Internet no me había engañado. Bajé del coche y un bofetón de viento fue el primero en darme los buenos días, mi arisca gata aparte. Llamé al timbre mirando al interior. Un letrerito anunciaba que se atendía por el otro lado, volviendo la esquina. Volví la esquina. El viento corría como un chaval que estrena zapatillas en su cumpleaños. No vi nada, todo estaba apagado, ni un hueco con acceso a algo. Regresé a la puerta y al fondo, tras el enrejado, vi a una mujer que parecía joven en la penumbra haciéndome señas para el otro lado. Volví al otro lado y ya estaba a punto de vocear cuando vi que quizá tras ese recodo enladrillado podría haber algo. Y había algo. Algo tipo carcelario. Oí una voz hosca. Pedí un jarabe para la tos. Del mismo modo preguntó si con expectoración o no. Se lo dije y al rato volvió. Yo no la veía. Pidió el dinero abriendo la bandeja. Introduje algunas monedas y el chisme se cerró. ¿Y el jarabe? ¡Y el puto jarabe! Por segunda vez estuve a punto de vocear. Entonces la compuerta se abrió, cogí el jarabe y me largué hacia el coche. Sabía a rayos.
Se hizo rara la ida hasta el bar. Nunca voy por ahí y se hizo rara. Era como si no fuera a trabajar. Pero la distancia seguía siendo corta y no tuve tiempo de pensar qué otra cosa podría ser. Aparqué y pasé para adentro. Una hora más tarde recibí a los primeros clientes.
Paco el Gato en la barra, la anciana en su mesa, yo en la cocina, preparando, y algo en la tele a un volumen moderado para no molestar a la vieja. Nunca está suficientemente bajo para ella.
Hacía más de veinte años que no veía al Gato, desde que nos fuimos del viejo bar. Verlo en ese sentido, claro, en el de bar. En estos últimos años, quizá dos o tres, quien sabe, en verano, solía verlo sentado en un banco a primera hora de la mañana, solo, viendo pasar los coches, los brazos cruzados sobre la panza, a un lado los contenedores de basura y tras él un jardín de arena con cuatro árboles. Nunca le he visto con nadie, ni con la deforme mujer que tuvo. Siempre solo, siempre callado, siempre rondando los bares, siempre mosca de bar una vez que salió de la cárcel por robar en las iglesias. Así lo conocí en el viejo bar, como recadero.
Tres semanas hará ya que empezó a venir por aquí. Más canoso, más renqueante de su pierna mala, apestando a sudor. Se toma el café pagando justo lo estipulado. Una mañana me dio un billete de cinco euros y un buen rato después voceó:
viernes, 21 de octubre de 2022
LA ÚLTIMA TARDE QUE TE VI EN EL BAR ESTUVE A PUNTO DE ACARICIAR TUS CABELLOS
La última tarde que te vi en el bar estuve a un paso de acariciar tus cabellos. Un sólo paso de menos y lo habría hecho; pero el pensamiento, como tantas otras veces, llegó después de la acción. ¿Sabes que hay científicos que postulan la existencia de un intervalo de diez segundos entre lo que el cerebro percibe y las reacciones consecuentes? ¡Diez segundos! ¡Una eternidad! Pero un sólo paso no dura diez segundos. Y aunque ya voy siendo mayor no lo soy tanto. Sí, he visto andar a personas muy viejas, me voy fijando en ello. Les cuesta horrores dar un paso ayudados por el tacatá, tal vez dos o tres segundos; puede que mañana haga la comprobación con mi viejecita de todos los días. Espíritu científico. ¿Lo creerás, pequeña? ¡Yo! ¡Espíritu científico! ¡Jajajajajaj!
Claro que en tu caso es un poco diferente.
La cosa pasó en la segunda vez que te dejé atrás. La primera había sido para tomar nota de las consumiciones de tus padres, tu querida hermana y, supongo, tu tío. Ya entonces me fijé en ti al dar media vuelta para regresar a la barra. "Me fijé"...¿como puede uno fijarse en unas décimas de segundo? Pero sí, me fijé, esa es la verdad. Tu sonrisa, eso fue. Tu sonrisa. La sonrisa que vi en tu rostro durante las décimas de segundo de un par de pasos de camarero se fijó en mi cerebro. A veces unas décimas de segundo en el bar dejan más huella que todo un paseo bajo un atardecer otoñal.
No era tu primera vez aquí, no, qué va. Eso empezó este verano, en la terraza. Bueno, no sé...quizá fuera en el anterior, sí. Seguro. Pero tampoco me hagas mucho caso. Tengo muchas dudas con respecto al paso del tiempo. Ayer, sin ir más atrás, lo pensé a cuenta de una memoria que yo creía más lejana hasta que Google me reveló que no lo era tanto. Google es una cosa bastante tonta, pequeña: es como una memoria sin alma ni espíritu. Bien, podrías objetar, a fin de cuentas es un robot. Sí, cierto. Y un robot está ahí para hacer lo que le han mandado. Pero ni tú ni yo somos robots. Somos seres sensibles que reaccionan de diferente manera según los estímulos, haya diez segundos entre ellos o no.
El pasado domingo, la última tarde que te vi por el bar, empecé a sentirme raro de verdad. Ya el día anterior lo pasé medio jodido pero no le di importancia. Y no es que hubiese bebido la noche de antes, no, eso fue el miércoles de esa semana, que por cierto me dejó una resaca tan fuerte que casi no podía creerla, pero de eso ya habían pasado dos días enteros y más o menos estaba bien, listo para la siguiente. Pero el domingo...el domingo se me hizo largo de cojones. Hasta que a última hora entrasteis al bar.
La tarde era gris y amenazaba una lluvia que luego no llegaría. Y por primera vez en tu vida viste mi bar por dentro.
No había nadie más que vosotros. Tu querida hermana, una muchacha grande, dulce y hermosa, situó tu silla de ruedas junto a la mesa de todos, se sentó y te agarró la mano.
Tomé nota. Y entonces, al irme hacia la barra, vi tu sonrisa.
miércoles, 12 de octubre de 2022
EL PREMIO DEL COCO
Nadie pidió que pusiera el desfile militar. Claro que a esas horas de la mañana no había mucho ambiente en el bar. Día de fiesta. En la tele muda, una mujer insistía en enseñar el culo apretado tras unas mallas. Buen culo. Dándole la espalda un cliente jugaba a la tragaperras. También hay culos en la máquina. No culos humanos, por supuesto; son culos dibujados por ordenador, culos de mujeres dibujadas en poses insinuantes. Algunas son magníficas. Yo no juego pero los lunes hago la recaudación de la máquina y mientras a puerta cerrada espero al operario en compañía de la señora de la limpieza (una beata ya en edad de jubilación) hay veces que me quedo mirando su programa. En especial cuando veo aparecer en la pantalla a la sonriente joven de pelo moreno, piel blanca, ojos verdes y dos cocos por sostén. Está ante una mesa con tres suertes ocultas y detrás de ella hay una palmera y el soleado mar. La chica no está inerte, parpadea, mueve los hombros y sonríe y espera con la boquita cerrada. La isla, el mar, el sol y la simpática morenita de ojos verdes que te sonríe con dos cocos ocultándole las tetas. Luego cambia a las gang sisters y ya no es lo mismo: demasiado putas. Y de las malas.
Otro mediodía de locos en el bar. De locos...
Cambié de canal después de ver unos cinco segundos a la orgullosa tía enseñando su trasero, no sé si lo dije. No puse el desfile militar, claro, no recuerdo haber perdido nada allí. Cualquier otra cosa, lo que fuera. Nunca he sido amigo de guerras, ni de ejércitos, ni de batallas ordenadas en base a los galones ni de hostias parecidas.
domingo, 9 de octubre de 2022
¡QUÉ DÍA LA DE AQUELLA MAÑANA!
- ¿Sabes quienes son los que están sonando? -le pregunté.
viernes, 7 de octubre de 2022
COMO CABALLO SIN HERRADURA
Es una confusión de sensaciones. Tú crees que tienes sueño, marchas a la cama, apagas la luz, cierras los párpados y piensas que esta vez sí todo está hecho, tal es el cansancio que lleva tu cuerpo; pero no, estás equivocado; tu mente no está cansada, al contrario: está aburridísima. Y así es como la mente subyuga al cuerpo: "tú estás cansado; bien te has llevado lo tuyo durante el día, pero yo lo he pasado entero cazando moscas y todavía no estoy tan deteriorada como para no darme cuenta...Así que ahora me toca jugar a mi. Y si tienes sueño no es mi problema: estoy muy despierta y necesito comer antes de dormir tanto como tú"
Eran las nueve de la noche. Había pasado toda la tarde viendo las divagaciones de un colgao que habla tan bien como un libro, algo muy complicado. Lo suyo sería ver a alguien que además de hablar bien dijera cosas interesantes, ¡como Artur Mas leyendo el Zaratustra!...Pero eso no es para ver, ni siquiera para oír sentado en tu casa: eso hay que hacerlo andando por el campo; o por la ciudad, es igual, pero mejor a las afueras. Tu mente se alimenta al mismo tiempo que el cuerpo acaba por agotarse. Y luego llegas a casa y duermes como Dios.
Conocerse a uno mismo es lo más difícil de todo, dicen. Y dicen bien. Es toda una experiencia. Es la experiencia de la vida. Es el camino. No hay otro.
Después de tres mil seiscientos intentos uno llega a saber cual es su camino. Lo reconoce. No me preguntéis como, pero lo reconoce. "Este es mi camino. Por fin" Nadie le ha comido la cabeza, no lo dice desde un raro momento de arrebatamiento sensorial; es algo paulatino en el tiempo, algo así como una conjunción de fuerzas que se van de tu cuerpo para refugiarse en tu mente.
"Sí -piensas- esto es lo que siempre he querido: el auto-control, el equilibrio en mi caos. Esto es" Vivir tu vida sobre el alambre, algo tan manido en las canciones rockeras que tanto te gustaron y aún te siguen gustando de vez en cuando, sobretodo cuando bebes.
Vivir la vida en el alambre no es cosa fácil aunque haya una red abajo. Luego hay que subir las escaleras por tres mil seiscientas y una vez.
martes, 4 de octubre de 2022
AH, KUFISTO...ME VOY A TRABAJAR
Lo único de extraño que tienen los sueños es la falta de transición entre ellos. Más que los diferentes escenarios, más que los distintos personajes, más que lo estrambótico de algunas situaciones es la desmemoria de la continuidad entre ellos lo que al despertar te lleva a saber con toda certeza que sólo fueron sueños.
sábado, 1 de octubre de 2022
A MARTÍN
- Hola, pequeño.