viernes, 26 de mayo de 2023

JAJAJA

Jajaja...¡Qué cara tenía! Fue como si no sólo quisiera matarme sino estrangularme, hacerme picadillo y echarme a los cerdos. Jajaja...Claro que en aquellos días yo todavía era menor de edad y él tendría...echemos cuentas: su hijo mayor, mi compadre, acaba de decirme que está a punto de cumplir 68...digamos ¿36? Joder, la madre que me parió. Estoy a punto de cumplir 50 y casi no lo entiendo.

El caso fue que le quité las llaves del coche a mi padre y al salir de la cochera le di un golpe al suyo aparcado en la calle con la mala fortuna de que él estaba dentro. Y salió tras de mi echándome bocinazos y las largas aún con el veraniego sol en casi todo su esplendor.

Era un acoso, yo era un chico, me asusté y me eché a un lado antes de llegar al final de la calle. Pero cuando le vi bajar con tan mala hostia me vine arriba. ¿Quizá esperaba que yo fuese mi padre para liarse a hostias? No recuerdo mucho más. Le dije quien era por si no lo tenía claro y volví a casa, dejé las llaves y me fui por ahí.

Pero lo mejor de todo era que sus dos hijos adolescentes eran amigos nuestros y siempre andábamos de casa en casa. Qué cruz ser padre. Qué cruz. Ellos no se podían ver y sus hijos éramos colegas de heavy metal, drogaporro y todo eso.

Pasaron todos los años sin verle nunca por nuestro bar. 

Y un día, hará año y medio, o lo que sea, ya con mi padre muerto y remuerto desde hace seis inviernos, apareció en compañía de uno de sus hijos. Estaba demacradísimo; dolía mirarle: evidentemente, cáncer. La quimio arrasa. Lo vi en mi padre.

No lo negaré: me tenté el ánimo. ¡Y no por mi, sino por él! Yo, sin saberlo, intuía lo que había habido entre ellos. Eran muy diferentes, mucho...Mi viejo era de una manera y él de otra. Pero sus hijos habían sido amigos desde siempre.

Y poco a poco, sesión tras sesión, al principio en compañía de uno de sus hijos y poco después ya él solo, de la manera en la que los cancerígenos ya lo tienen más claro que el agua...hemos hecho tanta amistad que viene al bar a desayunar le toque o no lo toque.


Son las ocho de la mañana y el bar ya lleva un buen rato abierto. 

- Kufisto
- Juan...¿Qué te apetece hoy?

Todavía no ha llegado el panadero; tenemos tiempo para hablar de cualquier cosa.

Le encantan los coches. Han sido su vida, su trabajo, su pasión, su sueño. Escucho. Pregunto.


Ayer no estuvo en el bar. Lo extrañé.


Un ictus mientras comía con uno de sus hijos, mi compadre.


Ánimo.


¡Ánimo, joder!











martes, 23 de mayo de 2023

NI UNA PUTA GOTA

 Era una pareja joven, extranjera, del Este, puede que rumanos. Con impecable español él pidió para los dos, recalcando su café en bar extraño: un cortado largo en taza de café con leche. El café (y más de buena mañana) es algo de importancia para quienes lo toman.

Alto, fuerte, guapo, decidido, con pelazo y de tez muy blanca no parecía el típico currela que anda a la intemperie. Ella llevaba el pañuelo en la cabeza. El pañuelo.

- Ella no puede comer nada de lo de aquí -dijo con total tranquilidad- ¿Te importa si se toma lo suyo?
- No, en absoluto. 
- Gracias.

Y tras un último recuerdo para su café fueron a sentarse junto al ventanal.

Ella me vio llegar con la bandeja. Me miró mientras bebía de su batido farmaceútico como si no llevase el pañuelo en su cabeza. Yo no. Yo veía el pañuelo. Y ella lo vio.

Asombrado por su naturalidad regresé a la barra. Era la primera vez que veía algo así. 

¿Cuantos años tendrían? ¿Treinta? ¿treinta? Ni eso. 

Poco después llegó mi hermano para el relevo y allí los dejé.


Regresé al bar a eso de la una menos cuarto, un poco antes de lo habitual. Había despertado de la siesta antes de tiempo y sin la sensación de haber dormido, aún bajo el certificado del nabo. De todas formas tenía que comprar tabaco en el estanco y ducharme y afeitarme y echarle de comer a la gata y coger mis cosas y el paraguas y...

Mi hermano se fue y allí me quedé. Abrí la caja. Una buena mañana. 

Pero las cañas no fueron ni buenas ni malas; simplemente no existieron. "Materia oscura" llaman los científicos a aquello que no comprenden. Yo no llamo de ninguna manera a estos días. Sólo sé que a veces pasa.

Y no es por el cielo nublado, el viento, la lluvia ocasional...no. En ocasiones esos son días buenos (incluso muy buenos) para las cañas; pero por la razón que sea hoy no fue uno de esos. 

De puro aburrimiento abrí un tercio de cerveza a eso de las tres, uno bien frío. Eran las cuatro cuando lo terminé viendo pasar coches y gente desde el ventanal.


Un amigo como yo entró al bar quince minutos antes del relevo. Y bebimos y hablamos de cine, de música y de todo lo que siempre hablamos. Mi hermano llegó justo cuando apuraba la segunda cerveza. Salí de la barra con un whisky en la mano.

Estábamos fuera, en la puerta, yo echando otro cigarrillo, hablando de mi puto coche en el taller mientras veíamos llover. Ya eran casi las cinco.

Un coche paró antes del paso elevado. No le dimos importancia. Seguimos en lo nuestro. Alguien voceó desde el coche. Era para él.

- ¡Hostia, ya están aquí! -dijo mi colega
- ¿Quien?
- ¡Joder, los amigos de mi hijo! ¡Me voy a Toledo a celebrar su cumpleaños!

Y rápido pasó adentro para pagar. 

Agarré mi bolsa, me despedí sin esperar y abriendo el paraguas eché a andar de vuelta a casa.


No estoy acostumbrado al paraguas. Cuando yo era joven me parecía lo más ridículo del mundo. En La Mancha llueve poco. Y cuando lo hacía en mis paseos prefería ponerme un impermeable antes que ir cargado con esa mariconada. 

El viento soplaba fuerte y cerca estuvo de desparaguarme. No era la primera vez, pero me sentí un tanto ridículo andando con un paraguas por la calle. 

Dejó de llover poco antes de llegar a casa. Plegué el paraguas y vi que era de Johnnie Walker. Sonreí.


- Hola.
- ¡Mau! -respondió nerviosa.

Era raro ese recibimiento. Miré en su habitación. No tenía ni gota de agua. Ni una puta gota. 

domingo, 21 de mayo de 2023

¿Y POR QUÉ NO LLUEVE SI HAY TANTAS NUBES?

Apuré la cerveza, cogí la bolsa de trabajo, me despedí y dejé el bar y a Rob Halford cantando a grito pelado un impactante "Victim of changes" en el festival de San Bernardino. La tarde era fresca, nublada y seca. 
 
- Ese perfume es bueno -le había dicho a una clienta unas horas antes.

Caminé bajo un cielo lleno de nubes estériles que trajeron a mi memoria aquellas tardes frescas, nubladas y secas de mi infancia. Saliendo del colegio, de regreso a la casa paterna, cargado con la cartera en la espalda bajo aquel cielo tan feo. "¿Y por qué no llueve si hay tantas nubes?" me decía con tristeza. La lluvia era divertida, uno tenía que correr con el corazón acelerado, refugiarse en algún extraño sitio cuando no quedaba más remedio y ver casi hipnotizado la caída de la lluvia sobre el asfalto, la formación de los charcos y las gotas de agua que, cual saltarina cama elástica, dibujaban pequeñas ondas superponiéndose unas a otras con la rapidez del rayo. Allí, refugiado en el portal de una casa señorial, una de esas que sobre su altísima puerta lucía un escudo de piedra, un niño empapado miraba la lluvia con la cartera a sus pies. 


- Ese perfume es bueno.
- ¿Sí?
- Sí. 
- ¿Por qué?
- Porque está bien en su sitio.


domingo, 14 de mayo de 2023

TODO ERA LA MANCHA

Era una tarde primaveral cuando un joven salió de la casa paterna para montarse en el coche de segunda mano que compartía con uno de sus numerosos hermanos. Soltó la bolsa sobre el otro asiento, introdujo la llave y sin esperar el apagado de testigo luminoso alguno lo arrancó.

El Renault 7 no protestó. "Espera hasta que se apague el testigo, espera hasta que se apague el testigo...¡Qué testigo, viejo gilipollas!" Y con una sonrisa burlona apuró las dos primeras marchas.

"¡Jódete!"

Una vez arriba, ya en la cima de la manchega montaña y apartado en su lado más solitario, echó mano a la bolsa y se lió un canuto de hachís. Una vez encendido cogió el libro y empezó a leerlo entre caladas y tragos de agua.

Era un libro de los llamados clásicos, uno de los difíciles, y por encima de todo en forma teatral, cosa que el joven odiaba. No podía creer en el teatro. Era superior a sus fuerzas. Para él todo aquello era mierda. Nadie hablaba así. Eso no era real. Teatro era la vida de lo teatreros; en cierto sentido también la suya; y estaba hasta los huevos.

Yo había leído a Julio Verne y todos esos; yo creí con todas mis fuerzas en los Reyes Magos hasta el último momento.

El costo era tan bueno como de costumbre y tuve un globo del cojón. Y me metí en la historia. Tanto que aún hoy, treinta años después, lo recuerdo.

Había un erudito viejo desesperado por su malgastada juventud; había un demonio y la promesa del amor de una mujer joven y hermosa...

Y no sé como fue pero tuve que salir del coche para coger aire. 


La Mancha se expandía hasta el infinito. 

Cogí aire, cogí aire...


Y de pronto vi una cosa enorme.


Todo era La Mancha.




martes, 9 de mayo de 2023

¿SABES QUÉ ES LO PEOR?

 - ¿Sabes qué es lo peor de descansar bien, dormir bien y sentirse bien?
- No.
- Pues descansar bien, dormir bien y sentirse bien.
- Jajajaja...


En la crítica primera hora de los contados desayunos llegó también el viejo, por primera vez sin compañía alguna. Tomó asiento en una de las mesas y ya bien encajado de frente a la barra esperó su turno sin quitarme ojo. Y no es que fuesen muchos, tan sólo había dos por delante suya, dos para llevar, sí, con todo lo que eso conlleva. Tostadas, cafés, portas, cobrar y tal...En fin, un lío. El primer lío de la mañana.

En una de esas idas y venidas le miré; permanecía impertérrito. Y me reí.

- Hoy estás alegre, Kufisto -dijo la cuidadora de la anciana que vive arriba.

- Buenos días. Dígame -le dije alzando la voz. Es algo duro de oído.
- Un café con leche y una porra -voceó

Apenas eran las nueve y media de la mañana cuando abrí la puerta del piso. Encendí el ordenador y otro cigarrillo. Poco después me puse a preparar la comida. Comí, me fui a la cama y volví a dormir hasta el mediodía.

Abrí los ojos, miré el teléfono. Todavía había media hora en la reserva. ¿Pero cuanto sueño atrasado tenía? Cerré los ojos y babeando estaba cuando sonó la última alarma. 

Llegué al bar casi a saltos. Después vino el cambio de turno.


Estábamos en la terraza echando el último trago, ya medio borrachos.

- ¿Sabes qué es lo peor de descansar bien, dormir bien y sentirse bien?


miércoles, 3 de mayo de 2023

DEL MEJILLÓN

- Venga, daros bulla.

Era nuestro último día en la Cola del Caballo. Tres días antes, y tras ascender un peligroso sendero, habíamos acampado justo encima de ella. Allí, solos los tres, inspeccionamos cuevas naturales que pronto nos parecieron no tener fin. Allí vi por vez primera y última las famosas estalactitas y estalagmitas, palabras casi mágicas en mi niñez y que aún hoy, tantos años pasados de aquella aventura, conservan toda su belleza misteriosa ante el imposible recuerdo visual. Sí, las vi una vez; las toqué, las tocamos emocionados, nerviosos, riendo como sólo se ríe en la juventud. 

Allí arriba, apenas cien metros por encima del resto de veraneantes acampados a las patas de la Cola del Caballo, ya casi no se veía vegetación. A lo lejos, el Monte Perdido e inaccesible desde el primer instante hasta para nuestros veinte años.

Dos veces al día bajábamos de nuestra guarida para bañarnos bajo aquella magnífica cascada de agua. Nos hicimos fotos que, milagrosamente, todavía conservo.

Aquella mañana desayunamos mejillones en lata, a pelo; era lo único comestible que nos quedaba. De todas formas tampoco habíamos conseguido mucho más cuando llegamos a Biescas. Estábamos a mediados de agosto, era temporada alta y el pequeño súper andaba en las últimas, aunque no tanto de "Four Roses" Y el costo ya lo llevábamos de origen. 

Bebíamos a morro (ni vasos de plástico quedaban en el súper) y fumábamos canutos sin parar. No exagero si doy fe de un consumo de una botella diaria para cada uno; de los porros ni hablo. Y sólo nos sentíamos vencidos antes de caer reventados sobre los sacos en carcajadas que entre sonrisas se apagaban. Quizá fuese cosa del aire de la alta montaña, tan lejana hasta esos días, la falta de oxígeno mesetario; o tal vez la fuerza de la juventud, ¡quien lo sabrá!...No era nada de eso. Ya no me acuerdo. Pero sí del cielo estrellado.

Era un cielo inmenso, sin luna ni nubes y lleno de estrellas. Tumbados ahí, fuera de la tienda de campaña, pasándonos el canuto y la botella de "Four Roses"


- Venga, daros bulla.

Y pronto, nada más bajar el sendero y tras arrancarlos de su dejadez, estalló la tormenta. Una tormenta eléctrica en su principio, una tormenta de rayos como no he vuelto oír, una tormenta capaz de acojonar al más pintado, una tormenta eléctrica que me recordó a mi abuela y su ridícula plegaria a mis ojos de niño manchego de los años ochenta del siglo pasado "Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita..."

- Vamos.

Empezamos el peligroso descenso. La peña corría valle abajo. Todavía no había empezado a llover. El día se había noche en cero coma. Era la montaña. La montaña mágica. Y entonces empezó a jarrear.

- ¡Vamos!

- ¡Yo no puedo más, Kufisto! -dijo- Dejadme aquí.
- ¡Vete a la mierda! ¡Vamos!

Hacía frío. En no más de quince minutos se había presentado una especie de invierno curioso.

Lo enganchamos entre los dos y tiramos de él montaña abajo. 

Encontramos un vagón abandonado en Biescas y allí pasamos la última noche dando buena cuenta de las últimas reservas. Olía a muerte en descomposición.

- ¡Estoy hasta los huevos de mejillones en escabeche! -grité atronado entre la furia de la lluvia y el viento.


Volvimos a nuestro pueblo manchego. Hicimos una última parada en el garito cercano a la estación de tren que tanto frecuentábamos, o al menos yo.

- Tres chupitos de Cuatro Rosas.
- ¡Joooder! -exclamó mi compadre- ¿De donde venís? ¿De Vietnam?


Treinta años y un cielo estrellado hasta la exageración. Es lo que queda.