viernes, 31 de diciembre de 2021
LOS OJOS DE LOS OTROS
domingo, 26 de diciembre de 2021
NUBES EN EL CIELO
Llueve ahí afuera. No recuerdo como llegué hace tres días hasta aquí. ¿Acaso fue por recomendación de La Página? No lo sé, ¿pero hay alguna otra explicación más verosímil? Ella conoce mis gustos, está claro; a veces me sugiere opciones extrañas; o, ahora que lo pienso, tal vez no sean tan extrañas, sólo que no me doy cuenta. Ella me conoce mejor, me recuerda mejor. Ella no olvida nada.
viernes, 24 de diciembre de 2021
EL HOMBRE DE LAS BOLSAS
domingo, 19 de diciembre de 2021
FUERA DE CONTROL
Entraron al bar y pidieron dos copas. Enseguida, por el oído, vi que iban puestos. A estas alturas uno no habla de esa manera sin haberse metido cocaína. Uno de los nuestros, se entiende. Cogieron las copas y se fueron al ventanal. Eran las tres y cuarto de la tarde. La madura pareja de progres con la que había estado hablando de alcoholes durante los últimos quince minutos se marchó poco después tras apurar sus copas de vino. Él empezó con ello al mostrar interés por una de las botellas que tengo en el mueble expositor, un coñac, un brandy superior; de ahí había derivado hacia todo lo demás, bastante previsible para un profesional. Ella es maestra (me he enterado hoy al oírla hablar con otra clienta de su mismo gremio) y no le queda mucho para jubilarse; él está en Cultura, creo, y por otra conversación de barra con un amigo que no tuve más remedio que oír sé que ha publicado algún que otro libro de poemas. Por cierto que fue a este y en esa misma ocasión a quien le oí hablar de Thomas Mann y su Montaña Mágica en términos laudatorios, cosa que fue casi un shock para mi pues por entonces andaba colgado de ella. Sentí ganas de entrar en la conversación pero me contuve. Yo era el camarero y un camarero no está para entrar en charlas ajenas. Esto es así y así me lo enseñaron desde pequeño.
viernes, 17 de diciembre de 2021
Y ME ACUERDO DE TODO
"Necronomicón, el Alba de las Tinieblas" para Playstation2; una demo de tres horas y media en Youtube.
miércoles, 15 de diciembre de 2021
UNA HORA DE SOL
domingo, 5 de diciembre de 2021
SANGRE
jueves, 2 de diciembre de 2021
LA LARGA MEADA
miércoles, 1 de diciembre de 2021
Y SI ESTE ES NUESTRO ENTIERRO QUE AL MENOS SEA SONADO
domingo, 28 de noviembre de 2021
DILO OTRA VEZ
Hace como veinticinco años, en el viejo bar, solía jactarme de memorioso, las más de las veces ante mi mismo.
jueves, 25 de noviembre de 2021
MALA SANGRE
domingo, 21 de noviembre de 2021
¿COMO LO VES?
viernes, 19 de noviembre de 2021
PASE SIN LLAMAR
martes, 16 de noviembre de 2021
OTOÑO PRIMAVERAL
Era a la luna a quien el sol había estado mirando. Caí en ello al darle la espalda. La luna, aún sin su mejor cara, despertaba hacia una nueva noche. Un viento frío venía con ella; y el dorado azul del otro extremo del cielo iba transformándose en un oscuro violeta. Me abroché el abrigo, ajusté la bufanda y ya con el gorro de lana sobre la cabeza miré a la tierra que iba pisando, tan llena de guijarros y pequeñas piedras como antes pero que sólo ahora veía y sentía. Deseché encender el medio cigarrillo prometido; lo haría más adelante, cuando anduviera sobre cemento y bajo el paravientos de las que entonces serían las primeras casas del pueblo. Alcé la mirada y vi la luna un poco más alta. Pensé un poco en ello mientras no le quitaba ojo. Parecía quieta, parada. Mi sombra se hizo tan larga que tuve que fijarme en ella. Noté otra acercándose a la mía hasta superarla. Y cuando nuestros cuerpos estuvieron a la misma altura del camino torció la cabeza como para asegurarse de cual era la cara de aquellas espaldas. Era un niño que ya cansado corría de regreso a casa. Vi temor y desconfianza en su infantil mirada. Demasiado tiempo viendo unas espaldas.
Y la luna más alta y más blanca y la noche tras ella y mi oblicua y gigantesca sombra oscureciendo vides secas al otro lado del camino.
Llegué a las primeras casas del pueblo, las últimas, y encendí el cigarrillo; tres caladas después dejé que se apagara entre mis dedos antes de volverlo a guardar en algún bolsillo.
sábado, 6 de noviembre de 2021
NO ES LA CARRETERA, ESTÚPIDO, ES EL MOTOR
Topé con ella en la puerta del bar. Yo salía a dejar la bolsa de trabajo en el coche y ella entraba armada de varios apechusques que daban a entender su oficio como azafata de bebidas. Nos dimos el hola en la misma cortina, salí afuera, dejé la bolsa y ya otra vez dentro del bar vacío me preguntó si ese era el bar de Kufisto; respondí que sí y ella suspiró diciendo lo que le había costado encontrarlo, algo que no entendí hasta un ratito después al notar su evidente nerviosismo que pronto confirmó de palabra al confesar que era su primera vez.
Era una chica muy joven, veinteañera, de negra melena rizada, alta a pesar de ir en zapatillas y guapa en lo que permitía ver la mascarilla que no se quitó. El tono de voz era todavía más juvenil, casi colegial. La muchacha no paraba de hablar mientras extraía de los cartones las diferentes partes del tenderete a montar, una cosa de chusco aspecto siendo como era de una ginebra premium. Yo la miraba agacharse para dar fondo a la dudosa forma del mostrador, lo que no logró excusándose con salir otra vez al coche por la cinta americana, los regalos y parte del resto de cosas necesarias. Tenía unas buenas piernas enfundadas en medias. "¡Y me cambio de calzado! -dijo- ¡que así parezco una loca!" No se por qué pero esto me hizo mucha gracia. Todo era tan natural en la chica, todo estaba tan desprovisto de afectación, que era inevitable no sonreírse con ello.
En ese compás de espera llegó mi hermano pequeño a dar el relevo. Le comenté un poco lo que había y ya me iba cuando ella regresaba con los tacones puestos, un plus en toda regla que le sentaban estupendamente.
jueves, 4 de noviembre de 2021
4 DE NOVIEMBRE
domingo, 31 de octubre de 2021
¿HABREMOS CAMBIADO?
Eran dos mozos viejos. Dos mozos viejos de camino hacia el campo de fútbol para ver el partido del equipo del pueblo. Me acordé al verlos andar. Hoy es domingo y a lo lejos se veían más coches de los habituales en aquella zona. Por encima de mis auriculares se oía el típico batiburrillo musical y vocinglero previo al partido. El cielo estaba gris, sin claro alguno, y el fresco viento nos empujaba con fuerza hacia atrás. Dudoso paré. Quizá no debería haber salido a andar. Los mozos viejos me adelantaron con paso característico. Uno de ellos, calvo y de notable estatura, portaba un negro paraguas; el otro, de pelo fuerte y rizado, iba hablando tras las gruesas gafas. Eché a andar no muy convencido y ahora fueron ellos los que se pararon. Algo importante debería estar diciendo, pues acompañaba lo dicho con ligeros toques sobre el cuerpo del otro. Sobrepasándolos me fijé en un camión negro pegado al muro exterior del campo, todo pintado desde hace tiempo de grafittis autorizados. De él provenía todo aquel ruido, al menos en lo tocante a la parte musical. Supuse que al menos el speaker estaría dentro del campo, en la vieja tribuna de cemento. Era difícil de entender.
Doblé hacia la izquierda y el viento sopló aún con más fuerza. Volví a dudar, esta vez sin pararme. El muro exterior de la piscina municipal mostraba un nuevo grafitti inacabado sobre las firmas que unos y otros habían ido dejando allí. Este era oficial, estaba claro. Permitido por la autoridad. Era grande, abarcaba lo menos veinte metros y aún le faltaban otros diez para completarse. Era una cosa infantiloide de toques pachamamescos. Pasada la puerta de acceso a la piscina cubierta, en la otra mitad del muro, los dos niños superhéroes seguían impolutos en el lugar asignado desde hace unos meses. Un niño y una niña. Él riente, con el puño en alto, y ella ceñuda, en posición de ataque. La primera tarde que los vi me acordé del amado presidente Kim y su Corea del Norte. Todas las tardes que pasó por ahí me acuerdo de Kim y Corea del Norte.
El viento era insufrible; y aunque apenas me separaban doscientos metros para alcanzar la gran avenida los vi casi tan lejanos como a la difuminada mujer que parada en el punto más alejado de la gran rotonda ferial parecía estar esperando mi llegada. No había nadie más. Enseguida caí en que era un perro lo que buscaba con la mirada. Alcancé la esquina del desastrado colegio público, doblé otra vez a la izquierda y ya resguardado y decidido me encaminé a casa.
La pobre carece de memoria. Ya no recuerda lo que le pasó. Ve la ventana abierta de par en par pero con la persiana bajada casi hasta su tope y se encarama en su quicio dando un magnífico salto sobre cualquier radiador y maúlla porque alguien suba esas rejillas. Pero es mejor así.