viernes, 16 de noviembre de 2012
YA SE HUELE EL ETRAYÓN
Finalmente decidió sonreírme cuando le pedí el tercer y último tomo, una sonrisa cómplice, de esas que dicen tú eres de los míos, pero se equivocaba, como su paloma: yo no soy de nadie que esté vivo.
No recuerdo la razón que hace cuatro o cinco años me llevó a leer El Capital, o al menos intentarlo, supongo que por puro aburrimiento vital, ya habían llegado los fríos y sus días como suspiros, de esos que pasan como las sombras de los mudos, y a uno se le quitan las ganas de casi todo cuando necesita lámparas para ver.
Más o menos leí el primer libro, aunque solo recuerdo algo del lino y no sé qué, el segundo lo hojeé y con el tercero hice como esos anormales que pasan el pulgar sobre el filo de las hojas y consiguen leerlas y memorizarlas tal cual van cayendo, pero yo, aunque anormal, no lo soy tanto, por lo que fue como cuando quedas por teléfono con una nueva puta y al verla en vivo y en directo se te caen los pelos del sombrajo, "en fin...ya que estamos...¿cuanto por una mamada?" Y con condón.
Tuve suerte al devolver ese último mamotreto, no estaban ninguna de las múltiples bibliotecarias, cuarentonas y muy poco estimulantes, parecían estar allí por obligación, para llevárselo crudo, ninguna tenía mirada de haber leído un buen libro en toda su vida, quizá la gorda que amancebó el antiguo bibliotecario, mi viejo Berengario, ayer lo vi arrastrándose por la calle, fue en una esquina, creo que no le dio tiempo a reconocerme, mejor así...Recuerdo que te daba los libros con una cierta dignidad, no como si fueran bolsitas de triskis, apenas cruzamos palabra durante todos aquellos años, aunque una vez lo vi reír, o al menos sonreír, cuando desde mis veinte años le dije que Sartre me había parecido una mierda.
La otra mañana, el día de la huelga, iba paseando la parte alta de nuestra Gran Vía cuando oí el jaleo de los sindicalistas, y eso a pesar de que yo iba escuchando a los Motörhead, pero está visto que ni Lemmy puede silenciarlos, y aunque nunca he sido de esos que se van a la cama con dos vasos (uno lleno de agua y otro vacío por si hay suerte y los vecinos se tiran los trastos a la cabeza) decidí bajar la calle y observar el panorama.
La inmensa mayoría de los comercios estaban abiertos y los que no, más era porque no pueden estarlo que por cualquier otra cosa, que el tamaño de la crisis o lo que sea esto es de tal calibre que no menos de un veinte por ciento de los locales de nuestra Milla del Oro están sin inquilino, algo inaudito, algo nunca visto, si estos están así imaginaros como está el resto: cada vez más parece un pueblo fantasma. Y es que un pueblo lleno de fantasmas termina por convertirse en un pueblo fantasma.
Dos de ellos, dos clásicos, cerraban la manifestación o lo que fuera aquello. El uno gordo y fofo como una enana roja a punto de morir y el otro más seco que la mojama: lo ves de lado por la narizota que soporta sus gafas culo de sifón. "¿Por qué son tan feos todos estos?" es algo que me pregunto con frecuencia, pregunta estúpida, pues hace tiempo que hallé la respuesta.
Unos pasos más adelante caminaba la jauría de niñatos, ninguno pasaba los veinte años, gritando cosas absurdas, como papagayos que te dan la tabarra hasta que les echas un poco de alpiste o los tapas con una sábana, su vestimenta natural. No eran más de veinte o treinta, pero como les habían dado un silbato hacían mucho ruido, creo que uno llevaba un bombo, como Manolo, pero también creo que más le hubiera gustado estamparlo en la cabeza de España que bombearlo para apoyarla: la generación más preparada de la historia de este país solo quiere matarlo. O al menos los peores de ellos, esos que están preparándose para vivir de él. "¡Parásitos!" les decía una vieja que subía calle arriba con su carrito de la compra, pasando entre medias de todos ellos. Me reí., como iba haciendo la mayoría de los que me iba cruzando. Otros no, otros viejos estaban quietos, de pie, mirándolos muy serios. Mucho.
Pero el remate fue cuando vi la cabecera de esa cosa...cinco niñas, pero niñas, aullando consignas llenas de odio, sin sentido por salir de sus gargantas, no me lo podía creer, "¿pero como pueden utilizarlas de esta manera?" Y es que por algo son tan feos.
Dejé atrás todo aquello y me dirigí a comprar el pan, integral, ahora me ha dado por ahí, tengo una nueva teoría, en fin, otra...
Y entonces fue cuando vi al ser de la vida.
Iba con una bandera negra, todavía plegada, creo que su mujer llevaba otra, y el hijo mayor ya iba ondeando la republicana a pesar de estar lejos de la manifestación, que por lo visto la gorda empezaba a las doce, lo que yo acababa de ver no era sino el aperitivo, al parecer se dedican a eso durante toda la mañana, subir y bajar nuestra Gran Vía, dando el coñazo, obligando al paripé del cierro no cierro de los comercios de la gente que solo quiere trabajar e intentar ganarse la vida, no que te la den.
Este tiparraco, el ser de la vida, es uno de esos que conoces desde siempre pero con el que no has intercambiado una sola palabra, aunque sí miradas, llenas de odio por su parte, un odio animalesco, chandalesco, el odio del débil, del impotente como él, pero no por ello menos real, pues si existen los fantasmas, como está comprobado, también existen sus efluvios y, la verdad, no es algo agradable: yo no nací para odiar. Yo no nací para odiar fantasmas.
Me miró, la mirada torva, la mirada de alguien que disfrutaría abriéndote las entrañas, esto sigue siendo un pueblo y yo soy un facha, hijo de facha y nieto de facha, lo dicen ellos y ya está, no hay más que hablar. Mi abuelo, que fue un hombre discreto, honrado y sabio me dijo la última vez que lo vi con vida: "Kufistín...no discutas con nadie, hijo mío..." Me conocía bien. Pero ya hacía tiempo que no discutía con nadie. Y menos a las doce del mediodía y sobrio como una cuba vacía.
No encontrarán una foto mía, o de mi padre, o de mi abuelo con la camisa azul y la boina roja, como tampoco encontrarán ninguna foto mía, o de mi padre, o de mi abuelo con el puño en alto; y no las encontrarán porque no las ha habido. Pero sí podrán vernos en acción, tirando cañas, no son gran cosa técnicamente, solo un tío trabajando como lo ha hecho siempre, hasta el final, y sin pedir nada a nadie. Nunca.
Quizá sea eso lo que les jode: que haya gente que pueda vivir sin pedir. Y, a veces, vivir muy bien. Y el remate de todos los remates...siendo felices.
Tengo bastante claro el porqué estamos como estamos, y como la verdad es la verdad aunque la proclame alguien con peor fama que los Renault Copa Turbo os dejo el enlace de uno que la explica bastante bien:
http://europa-soberana.blogia.com/2011/082201-crisis-espanola-y-los-tabues-del-15-m-i-.php
Y un bonito vídeo dedicado a los seres de la vida, que todo tiene un límite:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hay muchos con esa mirada, que quisieran matarte si les dejaran. Muchos de ellos odian al que sale adelante porque ellos son incapaces de adelantar a nadie. Viven del cuento y a veces hasta ir a cobrar la subvencion les cansa. Pero hay otros que estan en la calle por purita necesidad,porque quien manejaba los hilos se gasto la cosecha de los siguientes 20 años en subvencionar a los que le votarian durante 8.
ResponderEliminarEl video, una pasada. Me encanta
Todos lo sabemos y todo sigue igual. La comodidazzzz...
EliminarEl vídeo lo descubrí en un güasap. Es genial en su sencillez. Eso de "FATALITY" cuando le echa mano es...es...es...GRANDIOSO.
Que se joda. Puto enano.
Comentario insolidario y muy egoista de alguien que no se considera supuestamente seguidor de ningún partido, pero que comparte sus ideales. Lo mismo es al fin y al cabo. Absurdo pensar así cuando te estàn metiendo la mano en el bolsillo y no haces por remediarlo. Eso si es comodidad.
ResponderEliminarAmén Jesús.
Eliminar