lunes, 19 de noviembre de 2012
EN LA ROJA CRUZ (I)
Algunos de los mayores chupamingas que he conocido en mi vida los encontré en la Cruz Roja, organización en la que presté servicio a la patria durante casi cuatro años, aunque solo uno de ellos en serio, por llamarlo de alguna manera, y fue al regreso de la jura de bandera tras poco más de un mes de instrucción militar, también por llamarla de alguna manera, glorioso momento del cual no conservo testimonio fotográfico alguno, pues aunque allí hubo un tío disparando fotos a todo el que plantaba los morros en la rojigüalda para enviárselas a cambio de dinero a la dirección convenida no fui yo uno de los que le diera la suya, y no por nada, realmente no recuerdo el porqué, aunque sí que estuve a punto de caer rodao durante la ceremonia. Y es que eso de estar quieto rodeado de gente me pone de los nervios. Bien pensado, ni quieto ni en movimiento: la jodida gente me pone de los nervios.
"Vas a hacer la mili en la Cruz Roja" me dijo un día mi madre, un familiar suyo era (y sigue siendo, que aquí nadie se apea del burro si no es con un tiro en la cabeza) el presidente local, y como esto es España, el paraíso de la electricidad continua, entré enchufado en ese chollo, la mili en casa y tal...a mi me daba un poco igual, creo que ni se me había pasado por la cabeza que tuviera que hacerla, yo andaba en otras cosas, no recuerdo cuales, la verdad es que no sé si alguna vez he andado hacia algo más de dos pasos, quizá con esto, realmente siempre me ha sudado el nabo la mayoría de las cosas mientras no me molestaran demasiado. "¿En la Cruz Roja? pues a la Cruz Roja"
Al principio no hacías nada, cursillos por aquí y por allá, algún reparto de alimentos, camillero en partidos de regional, vendedor de lotería del oro del que caga el moro o por una causa justa...en fin, gilipolleces. Y haciendo el gilipollas estuve durante dos años y pico, aunque a veces me lo pasé bien, sobretodo cuando les tocaba guardia de 24 horas en el puesto a los veteranos golferas, entonces me iba con ellos y jugábamos al póker de verdad, fumando canutos y bebiendo como cosacos, terminábamos llamando a las putas que se anunciaban en algún ABC de Madrid que alguno hubiera dejado por allí, había uno de ellos que lo hacía de puta madre, nos partíamos de risa a cuenta de la casa...
El presidente de la cosa, el del enchufe, era uno de esos familiares que lo son porque te lo dicen, yo ni sabía que lo era, y durante el tiempo que estuve bajo sus órdenes, por llamarlo como sea, no lo vi más que una o dos veces en alguna reunión de no sé qué, el tipo era como el mago de Oz, era el jefe que pasaba de sus enanos. Él estaba a lo que el resto de presidentes de este puto país: a llevárselo crudo junto a su amigo el alcalde y demás gentuza.
Así que para lo demás, es decir, para todo, delegaba en un viejo que se encargaba del correto funcionamiento de la cosa, un buen tipo, uno de los pocos, pero el hijoputa que tenía inmediatamente por debajo (uno puesto desde arriba, ¡como no!), el que nos mandaba, era más malo que la droga mala, un miserable, un mierda de esos que disfruta jodiendo a quienes no son como él, siempre pensando en como sacar beneficio propio y mal ajeno, a partes iguales, porque estos piltrafas son equilibrados solo por la cuenta que les trae...supongo que a mi me caló desde que vio mi nombre, cosas de pueblo, y yo lo calé desde que le vi el careto, cosas del instinto.
Sí, yo era el Kufisto, ese sospechoso, pero cuando había que hacer algo voluntariamente, cualquier cosa, ahí estaba, más por respeto a otro viejo, un voluntario de verdad, uno de esos que ciertamente quiere hacer el bien, o al menos lo que el pensaba que significaba aquello, pero para mi era suficiente con tratarme cariñosamente, de verdad, con naturalidad, sin dobleces, y así lo sigue siendo a día de hoy: no soy nadie si me encuentro con alguien bueno. Ni el cabrón de Nietzsche ha podido cambiar eso.
Llegó el momento de cumplir con la patria, paso previo a lo mollar del asunto, y de primeras nos mandaron a Toledo, pero al llegar dijeron que no, que se habían equivocado, que el destino correto era Almagro, que no por nada esto es España, y así, mientras los demás se fueron a comer algo, lejos de los monos aulladores que amenazaban con comernos vivos a las chicas de la Cruz Roja, unos cuantos nos tiramos en una loma cercana al cuartel para fumar más canutos, era una espléndida tarde de noviembre y la vista resultaba inmejorable aunque algún que otro desgraciado continuara aullando a nuestras espaldas, desgañitándose, iba a quedarse con las ganas...
Recuerdo perfectamente cuando llegamos a Almagro, ya era de noche y hacía un frío de mil pares de cojones, un frío de esos que quitan el mayor de los colocones, o casi, "vosotros p´allá", y p´allá que fuimos, como corderos al matadero, aunque algunos más que otros, no por nada eso de las chicas de la Cruz Roja tenía su parte de verdad, había cada...
- "Pollo...¿arriba o abajo?" le di a escoger litera a mi colega del alma.
- "Abajo"
- "Pues arriba"
Llegó uno grupo de veteranos que se licenciaba al día siguiente, puestos hasta las trancas por la patria, y no de canutos, que de eso iba yo y ya por entonces era licenciado en drogología, más por mis amigos que por mi, que por algo ahora sigo con la cabeza sobre los hombros y, sin ir más lejos, el Pollo la tiene por los suelos, el de las Converse cuando éramos chicos, ya os escribí de él hace algún tiempo...
Me vino un recortaete, fuerte, parecía un puto marine del Sargento de Hierro, tenía las comisuras blancas, se le iba la boca, los ojos como Marty Fieldman..."¡¡¡YO...YO...PUTOMIERDA!!!" Y por no reventarme la cabeza y chuparse tres meses de propina en el calabozo se lió a cabezazos con la que iba a ser nuestra taquilla, después me miró, un hilillo de sangre drogada caía sobre su frente, "¡¡¡PUTO MIERDA...MARICÓN!!!" Y se fueron. No hubo ningún héroe. Ninguno tuvo cojones a pasar más tiempo allí, pero algunas de nuestras chicas lloraron un buen rato. Y es que había que verlos...chavales débiles, pueblerinos no, lo siguiente, enmadraos...algunos ni siquiera sabían atarse las botas y lloraban, a uno se las até yo a la mañana siguiente de tan desesperado como lo vi...sí, solo iba ser un mes, pero a algunos se le iba a hacer tan largo como los eones del plastífero Lovecraft, aunque en ocasiones, cuando deja de escribir con la boca llena y el estómago vacío, tiene su momento...
En fin, que a base de pasarles algo de costo y TDK´S de música jevi tuve una estancia bastante tranquila. El cabecilla era un enanillo bragao, todo nervio, terminamos haciéndonos colegas, la droga y el jevi unen, unían...De aquel mes solo recuerdo los pepitos de chocolate de la cantina, al igual que las hemorroides que pillé por comer espaghettis a la cucaracha, para toda la vida. Me asusté al cagar con sangre y a la mañana siguiente un capitán del glorioso ejército español me miró el ojo del culo. El ardor guerrero se había transformado en ardor de estómago. Y ahora ni te cuento. Ahora sería...qué sé yo...¿ardor de pelopicopata?
Se acaba mi tolerancia para seguir escribiendo, es la cuarta copa, me voy a andar.
Fin de la primera parte.
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La Cruz Roja es un simbolo, un icono. Yo me hice socio con 25 años, y ahi sigo, en la epoca buena y en la mala.
ResponderEliminarCon gentuza dentro pero con un puñado de gentes con ganas de ayudar,como en Caritas y tantos otos sitios.
Asocias algo tan hermoso con datos que te hacen daño. Supongo que las cosas con los años se ven diferentes.
Te echaba de menos. Un abrazo
Las veo igual que las vi, amigo, por eso de cuatro solo van dos malos. De momento.
EliminarUn abrazo.
"Sargento de Hierro"... peli graciosa. La tipica que cuando la ponen (y mucho) te quedas a verla un rato.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo siempre. Sí, no es gran cosa, pero uno está hasta los güevos de las "grandes cosas" que no son más que sus jodidas cosas, no las mías.
EliminarOtro para ti, amigo
A mi no me gustan las ONGs, sean estas las que fueren
ResponderEliminarDemasiada gente viviendo del cuento
http://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es/