sábado, 24 de noviembre de 2012
EN LA ROJA CRUZ (III)
Llegó el centinela previsto, un chaval algo más joven que yo, demasiado espabilado, quiero decir, no en el sentido de vivo, de quedarse con las cosas a la primera, o al menos no enteramente, sino en el de activo: no podía estarse quieto, no podía estar sin hacer nada. Algo que para mi dice muchas cosas de una persona.
La cosa estaba clara, él se dio cuenta enseguida de que yo no era tonto y me lo dijo: "Mira, Kufisto, yo no estoy aquí para vigilarte, te lo digo de verdad...lo único que quiero es que hagamos las cosas bien, nada más...si quieres fumar canutos, fúmatelos, si quieres que tus amigos vengan alguna noche al puesto, que vengan, si quieres tirarte a alguna aquí, tíratela...no diré nada, pero cuando salgamos hay que hacer las cosas bien..."
A él le gustaba aquel rollo, era el as de nuestra promoción, creo que terminó siendo profesional, así que, bien pensado, el asunto no se presentaba mal: él sería la cabeza y yo la cola del león. Por mi, cojonudo.
Claro que yo no fumaba tantos canutos como él se pensaba, ni tenía tantos amigos, ni tantas tías con las bragas en la mano llamando a mi puerta, además que todavía era invierno y esas son cosas más del verano, por lo menos las dos últimas, así que enseguida volaron los pájaros de nuestras cabezas: yo no era tan malo y él no parecía un hijoputa. Guyeleto, el tercer hombre, veía la tele y comía dulces. Y se encargaba de coger el teléfono y tener limpio el puesto. Sin duda, hubiera sido nuestro toro maricón, en el caso de haber estado en la Antártida, pero tuvo suerte: aquello seguía siendo La Mancha.
Soy de esa clase de personas que le coge cariño a todo aquello que lleva un tiempo con él y ya no le hace ni bien ni mal, es como si el tiempo que pasas con algo se llevara parte de ti, ya sean unas viejas zapatillas que no volverás a calzarte, un libro que jamás volverás a leer, o un paquete vacío de aspirinas con un número de teléfono escrito sobre él...no es que lo guarde con alguna finalidad, es que no lo tiro a la basura. Pienso que eso sería como tirarme un poco a mi mismo, y yo, señor (como dijo aquel) no he sido tan malo como para no merecer ni una digna sepultura.
En fin, que para llevarse bien con alguien tienes que estar obligado a pasar muchas horas con alguien, y es que el deber difumina lo malo y abrillanta lo bueno y, con el tiempo, te hace ver las cosas más claras, pues no es tan bueno lo que quieres hacer como lo que debes hacer, que ya hace tiempo que dejamos de ser monos, o al menos enteramente, y nuestro componente humano debería predominar, aunque todavía no lo suficiente, y serlo es controlar tus querencias, que no por serlas son las correctas.
Quiero decir que la cosa fue bien, y que aparte de alguna que otra juerga, pocas, terminamos por hacer lo que debíamos, que para algo estábamos prestándole un servicio a la Patria, o eso decían. Y tan bien fue que al final fui yo quien le salvó el culo a él, y no al revés.
Era de noche, habíamos terminado de cenar y el Pitorra estaba más agitado que de costumbre, ya os dije que no podía estarse quieto, seguro que fue un niño hiperactivo, de esos de hacen treinta años, cuando esa palabra ni existía, menos aún en la tierra del pan, del aceite, del tocino y de don Quijote..."Kufisto, me voy a mi pueblo a echarle un polvo a mi novia...me llevo la ambulancia", "vale" No era la primera vez, se jactaba de no haberse hecho una paja desde los catorce años, hiperactivo para todo, el chico...se fue.
- "Que dice el Pitorra que te pongas, Kufis" dijo Guyeleto desde la habitación donde estaba el teléfono.
A la novia no sé si la follaría, pero a la ambulancia la jodío bien. Pero bien.
Me dijo que se había liado de trompos con ella, o no sé qué, estaba bastante nervioso, "¡¡¡SE HA QUEDADO SECA, KUFIS...NO TIRA!!!"
Bien, yo ni ahora ni entonces era McGyver, ni la sangre en mi cerebro le provoca más que a divagar sobre esto y aquello, no a encontrar con la velocidad del rayo soluciones concretas a problemas concretos, eso nunca ha sido lo mío: no juego al blitz en ajedrez. No puedo.
Pillé la otra ambulancia, "me voy...si llaman no cojas el teléfono" le dije a Guye, su cara era un poema de Góngora...
Y la de la ambulancia del Pitorra ni os cuento...quemá.
No había más solución que intentar remolcarla, meterla en la cochera, y hacer como si nada hubiera pasado, es decir, algo imposible, ridículo, algo que solo se intenta cuando estás al límite, o cuando eres tan joven, o cuando estás al límite porque eres tan joven, que también puede ser...íbamos a cargarnos las dos ambulancias, nuestros padres iban a pagar una factura de cojón de mico y nos iban a enviar a terminar la puta mili en Algeciras, o en las Canarias, o en las jodidas Filipinas si todavía pintamos algo allí...
Pero Dios, o el Gran Arquitecto, o la madre y el padre que parieron todo esto, estuvo con nosotros aquella noche, y enganchamos la ambulancia enferma, moribunda, al cordón umbilical de la sana, y yo al mando de esta y el otro al mando de la otra llegamos a destino sin cruzarnos con nadie, NADIE...parecía un milagro, recuerdo ir mirando las estrellas, a veinte por hora en una carretera nacional, "que no nos vea nadie, Señor, que no nos vea nadie..."
A empujones metimos en su cama a la comatosa, Guyeleto al borde del llanto, "tranquilo, coño...tranquilo"
Y a la mañana siguiente nos fuimos del puesto tal que los de Resacón en Las Vegas del hotel.
Y, milagrosamente, no pasó nada de lo que todo el mundo menos dos tíos hubieran pensado que iba a pasar.
No recuerdo si pensé en la posibilidad contraria, es decir, que yo la hubiera cagado de esa forma y él me hubiera ayudado de aquella forma, creo que sí, pero tengo la conciencia tranquila, cumplí con mi deber, que a veces no coincide con el formal: el primer y último deber son para con tus compañeros.
Y entre medias están los de los despachos: que paguen ellos.
Y pagaron.
Vaya si pagaron...
(Continuará...)
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A veces los hados esos que haberlos haylos, se dedican a alegrarnos la vida. Imagino la escena, en plena noche, y las dos ambulancias cogidas como si fueran los autos de choque.
ResponderEliminarA la espera de la continuacion. Abrazo, amigo