lunes, 26 de noviembre de 2012
EN LA ROJA CRUZ (V)
La muerte ajena es fría, eso es todo lo que puedo deciros de ella: no es tan diferente como la que se ve en los telediarios mientras te comes los spaghettis.
Llegabas al lugar del accidente, mirabas dentro del coche y veías que estaba muerto, el volante incrustado en el pecho, los ojos cerrados, le tocabas la yugular para asegurarte y esperabas que vinieran los bomberos echando un curioso vistazo a la documentación: nacido en, el día tal, nombre del padre, nombre de la madre, algunas fotografías con su familia...sí, era él. Recuerdo que miré la cinta que llevaba en el radio-casette, era música española, ful de Estambul...se durmió en una recta y se mató.
Otro se cayó de cabeza cuando instalaba las luces para las fiestas de su barrio, una sacudida eléctrica y adiós. Tenía los sesos fuera, o una buena parte de ellos, se los metimos dentro y le vendamos la cabeza, lo llevamos al hospitalillo con vida, parecía increíble, pidieron una UVI para trasladarlo a Madrid, y mientras esperábamos los papeles para irnos llegó uno de sus hijos, un chaval al que conocía de alguna que otra juerga...
- "¡¡¡¿¿¿COMO ESTÁ MI PADRE, KUFISTO!!!???"
- "Bien...bien...tranquilo, se lo van a llevar a Madrid..."
- "¡¡¡DIME LA VERDAD!!!"
¿Como iba a decirle la verdad?
Pasó adentro dando gritos, nos dieron los papeles y nos fuimos. Murió en el trayecto. Desde entonces, cada vez que me he encontrado a su hijo he tenido la sensación de que no queríamos vernos.
A veces llegábamos tarde, o los otros demasiado temprano, que durante una emergencia se llama a todo el que esté disponible, y ese fue el caso con mi vecino Víctor, un chaval algo mayor que yo cuyo padre había sido uña y carne con el mío, unos figuras los dos, y es cosa que suele pasar entre los hijos de los amigos: que lo son durante la infancia, pero al crecer se distancian. Supongo que será otra muestra más de querer matar al padre y follarse a la madre, que diría el matamolleras.
Se habían salido de la carretera, podían verse las huellas del último frenazo a pesar de la tibia luz de la amanecida...el hostión fue de órdago: después supe las vueltas de campana que dieron. Pero la cosa no fue tanto que no pudiera encontrar a simple vista su documentación, que si apareció impoluta la de Atta cuando los ataques terroristas a las Torres Gemelas puede aparecer cualquiera, y eso era un Boeing, un bicharraco de los gordos, como el otro que se estrelló contra el Pentágono dejando un boquete que los mass-media te obligaron a aceptar la posibilidad, la completa seguridad, de que un elefante se la pueda meter a una hormiga; pero para eso están, los medios de masas, digo, para que creas que es posible lo de la manada de elefantes balanceándose en la tela de una araña: más aún si un científico dice que sí, que bien colocados aguanta hasta mil. Pues vale.
Pero en los papeles del coche no salía Víctor, sino su viejo, y entonces sí que me dio un ligero temblor de piernas:
- "Hostiaputa..."
- "¿Qué" me dijo el Pitorra
- "A este tío lo conozco yo..."
Regresamos al puesto y llamé a casa, todavía no existían los móviles, esas máquinas del Averno, se puso mi vieja y se lo conté. Poco después me llamó mi padre. Y un poco más después, llamando a unos y a otros, me enteré de que era el hijo: era el único que seguía con vida, los otros tres estaban muertos.
Regresaban de las ferias de un pueblo cercano...y no hay más que contar.
Murió un par de semanas después, era un tío fuerte, popular, caía bien a la primera, mi recuerdo de él es siempre sonriendo, más aún, riendo, le gustaba a las mujeres, le gustaba a todo el mundo que no estuviera amargado, hasta a doña Muerte, por lo visto, que de vez en cuando mete el hachazo más inesperado, no todo van a ser pollas flácidas, que ella también es mujer...aquello sí me afectó. Como a mucha gente más: durante un tiempo (breve) el personal se cortó un poco con el tema.
Unos años después, no muchos, su padre también se salió de la carretera y se mató. Recuerdo que el mío no se lo creyó, "nadie conducía como él". Y la sospecha aumentó cuando se corrió el rumor de que había un gran seguro...y él estaba arruinado. Y había perdido a su hijo derecho.
Pero también la Muerte tiene sus puntos, que nada es tan malo, sobretodo cuando no conoces al premiado, o premiada en este caso...
Nos llamaron para que fuéramos a una urgencia domiciliaria, recuerdo perfectamente el bloque de pisos aunque no la letra y número, a eso no llego, pero de los más altos, que eso sí que no lo olvidaré...
Fue una de nuestras primeras salidas, o al menos eso creo, o puede que yo tuviera un mal día, o puede que el cabrón del Pitorra quisiera pitorrearse de mi...en fin.
La vieja estaba en su cama, pesaría ciento cincuenta kilos, olía mal, lo cual no es raro entre la gente de su edad, por lo que no resulta un síntoma definitivo...Con los nervios de su hija y del marido de su hija, y de todos los putos críos que por allí correteaban pegando gritos, no nos dio tiempo a nada más que a ver la mala cara que tenía y salir echando hostias para el hospitalillo, pero claro...había que bajarla a la ambulancia, que aunque uno ha tenido veinte años no quiere decir que haya sido el Hércules, poco más que el Díter Zafra, pero conseguimos llevarla a destino con la ayuda del yerno, de nuestro conductor, "sube, cabrón", de Dios y de la madre que nos parió a todos..."cuidao la cabeza, cuidao..." Sí. Cuidao.
- "¡Quédate atrás con ella, Kufis, y hazle la resucitación...!" me dijo el hijolagranputa del Pitorra. Y se subió con el conductor y el yerno.
Yo conocía bien la resucitación, no en vano la habíamos practicado con el jodido muñeco, ese hijo del petróleo, una buena hostia en la boca del estómago, cabeza atrás, dedos en la boca por si hubiera cualquier cosa, un par de boca-boca y quince golpes con las manos entrelazadas y los codos firmes en el esternón, entre las tetas, entre aquellas tetazas flácidas, entre aquellas ubres de las que hacía décadas que no salía ni aire...pero lo peor era la boca, fría como el hielo derretido, fría como la mañana de enero del mendigo sin vino don Simón, fría...
A los cinco minutos, si llegaron, salió Mariano, el médico de guardia, un tipo bajito y coñón, "esta mujer lleva seis horas muerta. Por lo menos"
- "Mecagoendios..." dije
Y ni os cuento las risas del Pitorra y Sly...
La muerte es fría, eso es todo lo que os puedo decir.
Sobretodo cuando nunca has comido con su último cliente.
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Yo no podria trabajar en nada relacionado con la muerte, la salud... soy de esas personas que no puede ver la sangre. Tampoco podria ser veterinario porque no puedo ver un perro o un gato muerto. Me como demasiado la cabeza con estas cosas...
ResponderEliminarUn saludo.
Cuando uno convive con la muerte, cuando pierde su virginidad para tus ojos, te aseguro que la ves como lo más normal del mundo: lo último que pasa por tu cabeza es que le deje abrir los ojos a su última conquista. Es más, ni se te pasa. Es verla y comprobar que eso no es posible. Game Over. Pero over, over...Es todo el cuento, todo el mercadeo que se ha erigido a su alrededor, lo que le da esa aureola de misterio, terrorífica: te aseguro que so los vieras no dudarías que se fueran a levantar. Lo tuyo es más, creo yo, una cuestión física, de repulsión ante un fenómeno como la sangre fuera de su sitio. La muerte extraña no da miedo, no da nada, es tan natural como todo lo natural, y uno no suele taparse los ojos cuando se bebe un vaso de agua; si acaso la nariz cuando está embotellada por Coca-Cola. Todo es cuestión del recipiente, por eso lloras cuando se rompe el que tantas veces calmó tu sed...y porque te hace recordar que tú mismo acabarás igual: el vidrio al vidrio y el polvo al polvo. Y entremedias mejor olvidarse de lo que fuiste y lo que serás, sino no se puede.
EliminarUn saludo, amigo.
Tremendas experiencias, lo de la gorda manda huevos, les meto evacuol a tus compañeros en la bebida hasta que caguen el alma.
EliminarA mi me afectaría ver esas cosas, estoy seguro; no tanto por la sangre, es otra cosa. Igual me podría acostumbrar, supongo, pero he notado que según me hago más viejo me hago más sensible ante ciertas muertes prematuras. No por mi, yo creo que es porque veo a mis hijos y surge ese espíritu proteccionista que igual antes no tenía.
Mira que he visto veces la lista de schindler, pero la vi hace poco y en la escena de la matanza del geto, cuando sale la niña del abrigo rojo, se me encogio todo lo que llevo dentro, que mal rato pasé.
En fin, creo que prefiero destripar ordenadores a llevar las tripas de otros.
Pero tú estás preso por el "factor padre", Ogro, y además joven: temes de todo y de todos, no por cobardía, sino por sano egoísmo. Temes que algo o alguien te quite esa maravilla, esas dos maravillas que mueven tu vida. Y por ellas dos estarás dispuesto a "tragar" con lo que sea, hasta ir en tu contra; pero por ellas dos estarías dispuesto a hacer lo que sea, hasta ir en tu contra, en el caso de que les pasara algo malo.
EliminarLo harías por ellas y por ti, que el egoísmo, el grande, no es tan malo como nos lo pintaron.
Un abrazo, amigo mío (y ya sé a quien darle la tabarra cuando tenga algún problema con la Máquina ;)
La muerte no es mas que eso, cese de la vida, un muerto no parece alguien que hace un instante tenia vida, aunque parezca extraño un muerto no se parece en nada al vivo de hace un instante.
ResponderEliminarhttp://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es
Exactamente. Es como si se le cayera la careta vital.
EliminarEscenas complejas que se quedarian en tu pasado y que resucitan ahora gracias a tu blog, o tal vez hayan querido salir a la luz siempre pero no tenian la forma de convencerte para que les dejaras salir de la lampara magica de tu recuerdo.
ResponderEliminarMe gusta pasar por aqui. Es un soplo de aire, no fresco, mas bien cargado de calor humano.
Un abrazo
Sí, tienes razón, se ve que estoy en modo letárgico...
EliminarOtro para ti, colegón.
Me ha intrigado porqué has nombrado Diter Zafra.
EliminarRecuerdo que cuando era un chaval y estaba loco por el fútbol era un nombre que llamaba mi atención, tan sonoro y cortante, no sé...sonaba a malo, malo de maligno, quisir...la inocencia perdida.
EliminarUn saludo, Paco. Y gracias.