sábado, 22 de enero de 2022

LA ÚLTIMA HORA

 La última hora en el bar siempre es la más larga. Solo y con todo recogido no hay más que esperar al cambio de turno. Lías un cigarrillo sin encenderlo y todavía no te echas una cerveza. Coges el móvil, lees algo y vuelves a dejarlo junto a la cafetera. Vas a mear sin ganas y en el espejo del lavabo encuentras arrugas alrededor de la nuez. Las ojeras dejaron de contar hace tiempo, como las canas encima de las orejas y la pérdida de pelo. Levantas la cabeza, estiras el cuello y las arrugas se van. La verdad es que no estás tan mal con esa barba de dos días. Mañana empezará a ponerse blanca y habrá que afeitarla. Son casi cincuenta años después de todo. Estás de puta madre pero es casi medio siglo.

Te sientes cansado y cambias la música. Pones a Led Zeppelin. Enciendes el cigarrillo mirando de reojo la puerta de entrada desde la cocina. Lo dejas en el cenicero tras darle cuatro caladas y sales a la barra. Otra vez el móvil y otra vez lo dejas. Miras la vitrina y sólo ves tu nuez. Sales a la puerta y hace frío. Empieza a sonar "Rock and roll" y entras y te sirves una cerveza que al segundo trago ya alivia los dolores musculares del mal dormir por el exceso de entrenamiento. Jamás en la vida he tenido el cuerpo que ahora tengo. 

Son casi las cuatro cuando desde el ventanal veo a un tío con un perrazo bajando la avenida por la acera de enfrente. Creo que lo conozco pero está demasiado lejos para mis ojos. Voy a la cocina y fumo algo más. Oigo un vozarrón en la puerta y es él con su perrazo. "Café y gintonic, Kufisto" Me echo otra cerveza y pertrechado de abrigo, bufanda y gorro ante el cercano fin de la jornada salgo también con ella en la bandeja hacia una de las dos mesas altas que tenemos fuera.

Alabo el enorme perro, un pastor alemán de seis años que lo menos pesará cincuenta kilos. Me extraña verlo con él a esas horas y se lo digo. Responde que esta mañana ha tenido que llevar a la madre al cementerio entre un frío estremecedor. Hablamos del tiempo. Nosotros. Nosotros dos. Hablando del tiempo. 

Mi hermano llega y yo me voy tras acabarme la tercera cerveza en dos rápidos tragos. 

- Nos vemos, Alka.
- Cuídate, Kufisto.

Bajo la avenida pasando la rotonda y tomo el siguiente cruce hacia la izquierda. En el garito de la yugoslava y sus camareras veo a un par de puretas desastrados fumando en la puerta botellín en mano.


Y la puerta de la cochera comunitaria se desliza sobre su eje. 


Se hizo largo.

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