Recordé que no podía tomar zumo de naranja cuando ya estaba exprimiéndole media para el chupito de cortesía con el que acompaño los desayunos. Me lo dijo hará un par de semanas, la segunda vez que estuvo por aquí. En la primera se lo había dejado entero sin decir nada.
- Perdona -dije levantando la voz. Suelo respetar el trato de usted pero a veces creo que es mejor hacer alguna excepción- Perdona -repetí. Ella volvió la cabeza desde la mesa- ¿zumo de naranja no querías, verdad?
- No, gracias.
Ahora sí estaba seguro de que era ella. Entre el pañuelo en la cabeza y la mascarilla en la boca queda poco margen para reconocer a las personas.
Le acerqué el café y la porra.
- No puedo con el zumo de naranja -dijo- Y ya veremos si puedo con esto.
- Venga -respondí cariñoso- A comer.
Y en su acuosa mirada vi aún más cansancio que dolor.
- ¡Buenos días! -tronó una voz desde la puerta. Era la asistenta de la ancianita, una mujerona rebosante de salud, calzando con un taco de madera el quicio para que la jefa pasará con el tacatá.
- ¿Dos? -respondí desde la cocina.
- ¡Sí, dos desayunos!
Y poco a poco alcanzaron "su" mesa, la misma que hacía unos minutos había dejado libre la mujer que no puede tomar zumo de naranja ni acabarse la mitad de un churro.
Preparé los cafés, con leche los dos pero descafeinado el de la animosa asistenta. Dos sobres de azúcar en el de la anciana y sacarina en el otro. Cogí una porra y salí pitando hacia allá, pues la señora siempre llega con un hambre negra.
- ¿Qué tal va eso? -dije alegremente mientras dejaba el plato sobre el que se abalanzó la viejecilla.
- ¡Ay, hijo! -respondió partiéndolo en los tres trozos acostumbrados- ¡Qué hambre tengo! -Y me eché a reír con ganas.
Regresé a la barra y ya con más calma apañé la tostada de tomate de la asistenta y el vaso de zumo de naranja con el que la señora completa su desayuno.
- ¡Ay, hijo! -dijo tras agarrarlo con increíble seguridad- ¡Qué mal se pasa cuando se tiene hambre! -Y echó un traguito y la asistenta y yo volvimos a reír.
Y pensé que si un extraterrestre viera la fotografía de unos bomberos preparándose para apagar un fuego también podría creer que eran ellos quienes lo estaban provocando.
Y juzgaría, sentenciaría y actuaría en consecuencia.
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