La primera mañana que entró al bar lo hizo como quien lleva una tarjeta de identificación colgada al cuello. Se quedó ahí parado, a un paso de la barra, mudo tras la bufanda, mirándome con fijeza. Estuve a punto de saltar pero atendiendo a su respetable edad me conformé con un "¿Sí?" que de todas formas no tuvo que sonar demasiado simpático. Normalmente, cuando uno entra a cualquier sitio y más si es desconocido, da los buenos días y a continuación entra en materia se tenga la edad que se tenga. Pero en fin, sólo era un viejo y quizá estuviera sordo, o tronao o qué sé yo. También he conocido a unos cuantos que operados de traqueotomía pasaban las de Caín para hacerse entender; algunas veces tenía que darles bolígrafo y papel para que escribieran. Un buen amigo mío que era cliente habitual llevaba siempre consigo un lápiz con el que escribía sobre una servilleta cuando me era imposible entenderle. ¡Como se cabreaba! Qué buen tío era.
- Soy el padre de...-el de los periódicos.
- ¡Ah, sí! -respondí un tanto aliviado por no haber metido la pata- Me lo dijo la semana pasada que iba a venir usted a cobrar durante estos meses...
Le pagué la semana y se marchó como había venido. Y así fue durante todo aquel verano.
Hoy, a última hora de la tarde, se ha pasado el hijo. Hacía tiempo desde la última vez, más de un mes. Le he pagado y tras ponerle una cerveza me ha contado que sus padres han estado por el pueblo. Y como yo ya no estoy a la hora que el viejo venía no me había enterado. Cosas de la nueva normalidad y de hacer rompecabezas con los horarios. El bar estaba casi vacío y nos hemos puesto a charlar. Auténtica y genuina charla de bar. Pasar un rato. "Comunicación" como decía la página más leída del Heavy-Rock, la de las cartas de los desesperados lectores. Él tiene un badulaque y por la mañana, bien tempranito, antes de abrir, se dedica a ir en moto dejando la prensa bar tras bar, churrería tras churrería. Mujeriego empedernido, hace años que no mantiene una relación formal, desde que salió escaldado y casi con una mano delante y otra detrás porque la tía con la que estaba y que metió en la tienda para ayudarle no es sólo que le robara sino que estaba pegándosela con uno de sus amigos. Menos mal que no estaban casados. Pudo mandarla a la mierda pero no recuperó ni un duro y sí todas las deudas. El tipo tiene tal cara de cansancio que parece salido de una taberna del viejo Oeste americano. Sólo las mujeres le alivian del peso de la vida. Bueno, y el fútbol; pero de eso no hablamos de igual manera que tampoco lo hacemos de ajedrez.
- Es bueno que hagan algo -decía hablando de su padre-, que se entretengan.No estar todo el día en casa viendo la tele, preguntándose qué coño pintan ya aquí. Así acaban muchos, que de puro aburrimiento se mueren. Toda la vida trabajando, funcionando, tirando de la familia y poco a poco van llegando los recortes: que si el colesterol, que si la bebida, que si el tabaco, que si la polla...¿Y luego para qué? ¿Para quedarte ahí como una maceta en tu puta casa? No es que se suiciden sino que se dejan morir. Y así, haciendo algo útil, no pajaritas de papel, echando una mano a los hijos soportan la vida que les queda. Y ahora en Madrid con mis hermanas pues siempre tendrá algo, los nietos o qué sé yo. ¿Pero y los que estamos solos, Kufisto? ¿Qué será de nosotros? Esos son los que peor lo llevan, los que están solos en la vejez.
Otorgué sin más y poco después se marchó para seguir con el turno de tarde.
Al rato lo hice yo. Llegué a casa, puse una lavadora, recogí la ropa tendida y limpié el arenero de la gata. Estaba quitando mierda de la cocina cuando recordé que no había cumplido la promesa hecha por la mañana a mi madre de ir a felicitarla. Dejé los platos sucios para después y mirando el reloj del coche pensé que quizá tuviera todavía tiempo de aparcar en zona azul sin pasar por caja. Vi que el moro de la esquina había adelantado su hora de apertura y aproveché para comprar tomates y naranjas para el bar. El chaval no tenía puesto trap, o reggetón o cualquier cosa de esas con la que suele jodernos los oídos sino que estaba mirando en el móvil una especie de broma telefónica entre una tía buena y un capullo. En casa de madre la besé y ella se alegró mucho, diciéndome medio en broma si todavía estaba enfadado por el cocido que no puso ayer. Me dio un conejo guisado que tenía congelado y ya me iba con la bolsa de basura cuando me dio el regalo de Reyes. "Eres el último" Y es que ayer me marché un poco a la buena de Dios. La besé otra vez y fui a llevar la compra del moro al bar pensando que había sido ella la que me había regalado algo a mi en el día de su cumpleaños. Al menos había tirado la bolsa de basura.
Una vez en casa me puse a escribir. Ahora tenderé la colada, comeré cualquier cosa, me pondré el pijama, veré algún vídeo en Internet, leeré algo y me iré a dormir oyendo un audiolibro.
A mi me gusta así, qué quieres que te diga. Lo otro no me ha llevado a nada bueno y ya casi ni recuerdo si alguna vez fue de otra manera.
"Sé tú mismo e intenta ser feliz. Pero ante todo sé tú mismo" (leído hace muchos años en un garito, cuando era adolescente y quería ser como todos)
Y joder si me me ha costado.
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