lunes, 24 de enero de 2022

CON LOS OÍDOS BIEN DESTAPADOS

 Bajé a comprar sin los auriculares. Sergio Dalma entonaba una de sus horribles canciones. Palpando los aguacates pensé en los años que llevaba sin oírlo. En el bar soy yo quien elige la música y fuera de él rara es la vez que ando por ahí sin taparme los oídos. No conozco a nadie de todos los que copan las listas de éxitos. En ocasiones leo algún titular en los foros de opinión que frecuento pero no entro en ellos. No sé ni qué cara tiene Rosalía. Pero sí recuerdo todavía la de Sergio Dalma y su angustiosa voz. Por eso, entre otras razones, prefiero las grandes superficies y su música ambiental: si olvido los auriculares no por ello hago la compra a la carrera para escapar de allí.

La rubia cajera del culo duro acababa de echar el cerrojo a su cinta transportadora. No dije ni pregunté nada y me dirigí a la adyacente atendida por una de las serias gorditas, la de gafas. De reojo, mientras iba sacando los productos del carro, vi como la alegre y parlanchina rubia daba la vuelta por mi lado para reincorporarse a otra tarea. Seguro que le gusta Sergio Dalma.

Me he comido uno de los aguacates. Está bueno. No siempre es así. Hay que tener mucho ojo con ellos, mucho tacto. A la más mínima te la meten, saben como hacerlo. Se guardan en cámaras frigoríficas y allí recobran el punto de madurez al tacto y a la vista. Pero pasadas unas horas los abres y están casi podridos por dentro. 

Ha terminado el programa de la lavadora y el silencio es casi total. Tan sólo el rumor del ordenador y los atenuados rugidos de una excavadora allá abajo, tras las ventanas bien cerradas.

Ahora colgaré las sábanas. 


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