jueves, 11 de julio de 2013
DIZZY
Al principio creí que era cualquier otra cosa, un ratoncillo, un...yo qué sé. Pero se trataba de un pájaro, un gorrión, tuve que tocarlo para cerciorarme, pensé en un caracol cuando ya estaba agachado a pocos centímetros de él, era de noche y la luz de la farola más cercana apenas alumbraba para diferenciar una cosa de la otra, o puede que sea mi vista, jamás ha sido de águila. Para nada, oyesss...
Apenas reaccionó al ponerle el dedo encima, no sin cierto melindre, nunca me he fiado mucho de lo encontrado en la calle, pero no se movió, parecía como si estuviera muerto de pie; le di otra vez y a la tercera o cuarta se hizo torpemente hacia la pared de la casa, más corriendo que volando, me incorporé y me quedé mirándolo un rato, también le eché un vistazo a la calle, no vi a nadie a pesar de que apenas eran las diez y pico, le quité el tapón a la botella de agua que siempre sale conmigo a pasear, lo llené y se lo dejé a un par de palmos, quizá tuviera sed, era tan pequeño y hacía tanto calor...
Estaba cerca de donde iba, ni treinta metros me separaban de una pequeña placita lindante a una iglesia en la que me fumo el cigarrillo cuando salgo por la noche. Me senté en el primer banco, uno al que apenas separan tres metros de una casa, y pensé lo raro que era hacerlo precisamente ahí, tan cerca de alguien aunque estuviera oculto, más aún cuando el resto estaban desocupados, bueno, salvo dos de enfrente que sentaban a un pureta y a una pareja de viejos. No había acabado de liar el cigarrillo cuando vi que ya se habían ido, "mejor" pensé, quizá ellos pensaron lo mismo, después de todo el extraño era yo, y en fin, hay tanto malo...Si fuéramos con un cartel colgando, una pizarrita de esas, "acabo de darle el tapón de mi botella de agua a un gorrioncillo perdido y sediento. Ahora la llevo al aire, con el riesgo que ello conlleva. Todo sea por..." Yo qué sé.
Empezó a sonar el "Dazed and confused", versión en directo, veintitantos minutos, de hecho había puesto el disco entero al poco de salir, cosa rara, me acordé de la rubia que paseaba a un par de perritos, una cuarentona de buenas carnes con casi todas las papeletas gastadas, yo estaba meándome vivo, en serio, es lo que pasa si te comes dos kilos de sandía, y pese a andar casi junto al descampado me corté de hacerme a un lado para adentrarme en la penumbra poligonera, así que apreté el pasó para dejarla lo suficientemente atrás, aunque ni miré, la cosa ya era insoportable, lo hice tras unos matorrales, algo estúpido, ya no se veía una mierda, pero la costumbre es así, estúpida, que parece que no haces nada si no lo haces como siempre. Me dio tiempo a fantasear que ella llegaba por detrás, con sus perroratas, "hola, cariño...déjame ver lo que tienes ahí..." Me cambié de acera al verla regresar por donde había venido.
No había llegado a fumar la mitad cuando me levanté para irme, no cogía el punto, todo estaba demasiado cerca, me había equivocado al elegir, ya no había remedio ¿Cómo era aquel dicho ruso? "quien pierde un segundo, pierde una eternidad" Los rusos son andaluces sin sol.
Estaba a punto de reanudar el camino cuando al coger la botella de agua me acordé del gorrión, "a ver si se la ha bebido", fui a verle y comprobé que no se había movido de su sitio, estaba igual que al encontrarlo, sólo que un poco más allá, al menos ya no corría peligro de ser pisado, pero uno salvado no te asegura llegar a viejo, sólo al siguiente, que no es poco, nada lo es mientras andamos por aquí, esperando tanto como los negros que ven Algeciras a lo lejos, aunque eso sea algo que va curándose con la enfermedad.
No la había tocado, el tapón estaba hasta el borde, "¿qué coño le pasa a este gilipollas? ¿habrá visto Agorrión, la cólera de Horus?..." Pensé en los gatos callejeros, en los perros, si es que todavía queda alguno suelto, en los canis, en las chonis, en los múltiples hijoputas que pueblan el basto mundo, y no es errata, llegué a considerar peligrosas hasta a las lagartijas, desaparecidas hasta ayer, el otro día me lo preguntaba, "¿donde cojones están?", como las abejas, o eso dicen, es el Apocalipsis por la falta de bichos, el caso es que venga ya, que algunos parecen desearlo más que ninguna otra cosa, a tal extremo nos ha llevado el exceso de comodidad y tiempo libre.
En fin, que temiendo se liara a darse cocotazos con la pared lo atrapé como si fuera una hormiga, que ya es triste en un pájaro, y lo puse sobre una rama de un árbol cercano.
No tardé dos minutos en regresar para llevármelo a casa. "Este es capaz de dejarse comer por una oruga moribunda"
Creo que unas chiquejas se dieron cuenta, tuve esa impresión al pasar por la otra acera, pero estaba tan concentrado en salvar al pájaro tonto que no eché cuentas, aparte que Jimmy ya andaba por la sección "satánica", la del arco de violín. Apreté el paso como si estuviera cagándome y encomendándome a todos los santos pedí porque le permitieran llegar vivo a mi casa.
Me fijé por primera vez en su cara al subir en el ascensor, la tenía de viejo a pesar de ser muy joven, como esa rara enfermedad, luego pensé que todos los pájaros tienen cara de viejos, de siesos, de sobraetes, será cosa del pico y de volar por encima de todo el resto de bichos vivientes. No me gustó, y de haber sido de otra forma a como soy lo hubiera espachurrado allí mismo.
Lo primero era dejarlo en un sitio seguro, y no hay mayor caja fuerte en mi casa que la cocina, por el gato, ni se dio cuenta que traía invitados, apenas sobresalía su cabecilla de mi puño, que no es precisamente el de Tyson, que digamos, aparte que estaba en su estado natural, tirado como Megan Fox, que es llegar julio y creo que cuenta los pasos que da, es tan pelón...
Intenné, Gúgel, "¿y como busco yo esto?", gorrioncillo abandonado...gorrioncillo perdido...gorrioncillo idiota...gorrioncillo suicida...El primero
Y apareció una entrada como de molde. Cliqué y se me vino el Universo encima: eso era peor que ser padre viudo al parir. "Me cago en la putaaaa..."
Le salvó que vi como se le podía alimentar con pienso de gatos, no de periquitos, que esa era mi idea, darle mijo, pero por lo visto es como si nosotros comiéramos petróleo crudo, que del otro estamos hartos, así que fui a la habitación del Gato Cabrón y le robé siete galletas, "especial esterilizados", siete y sólo siete, número mágico, el Secreto está en la Numerología y tal...Las eché en un vaso de agua y esperé a que se ablandaran, sudando como un cerdo, había cerrado la ventana no fuera a ser que viéndose salvado le diera por volar a lo Mojamé Atta, la verdad es que le daba un aire, sí...Intenté darle agua con la yema mi dedo, el hijoputa no abría el pico, me acordé de las madres que les meten la cuchara a sus bebés como si fueran de madera, yo no puedo coger a una criatura de esas sin pensar que es de cristal, de hecho no las cojo, pero esa imagen me animó a apretarle el pico, con cuidado, eso sí, que hace mucho tiempo que no toco si no es con los billetes por delante o bajo ineludible juramento, y de ese modo logré que abriera su puta boca alguna que otra vez y por muy poco tiempo. Me vino a la cabeza Felipe de Edimburgo, era igual, clavao...
Después hice una plasta con las Siete Galletas del Gato y allí se las dejé, en un plato junto a su tapón de agua, dentro de una camita que le había preparado con la bandeja de tomates del Carreful y un par de servilletas de papel como colchón. Él, mientras tanto, miraba los azulejos de la otra esquina.
Y allí seguía esta mañana, "más que suficiente", he cogido el tapón y lo he tirado a la basura, el plato al fregadero no sin antes deshacerme con indecible asco del mejunje que contenía, voy a tirarlo en cuanto llegue a casa, yo no utilizo eso ni para poner el tarro de la miel.
"Ven aquí, cachocabrón"
Hemos bajado en el ascensor, lo he puesto en el asiento del copiloto, he bajado las ventanillas, "¡qué más da!", he vuelto a subirlas dos segundos después, le he dado al contacto y han saltado los Black Sabbath al 22, inmediatamente lo he bajado al 4, luego al AUX, él estaba igual, tieso, bien derecho, casi le pongo el cinturón de seguridad...
De camino a su calle, quitándole el tiempo cronometrado a mi súper, iba echándole un vistazo de vez en cuando, a punto he estado de llevarme por delante un par de retrovisores, y ahí seguía, como si todo lo mío le importara una galleta de gato capao.
He aparcado. Ya no estaba.
"¡Coño!"
Y buscando lo he encontrado junto a la puerta de su asiento, debajo de una vieja botella de agua podrida.
Lo he cogido igual que ayer.
Pero ha salido volando en cuanto he cerrado la puerta.
Adiós, Dizzy, que así decidí bautizarte mientras ibas a mi casa en la mano que cagaste.
¡Ay si me hubiera dado cuenta antes de llegar...!
Ná.
Ni así.
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Os pido un favor a todos:
ResponderEliminarNo respondáis solo a uno pinchando donde dice 'responder'; colocad el escrito abajo de la columna. Con empezar con el nombre de a quien os dirigís, ya se pilla de qué va y a quién va. Lo digo porque me pierdo muchos comentarios. Por ejemplo los de Iratxo. O este de kufisto: Es la manía de ver el cuadro y pintar encima según tu gusto.El museo de la Vida necesita buenos bedeles, nada más.
Recuerdo que en el de Moa se hizo igual y acabó quitando la opción de responder al pie, precisamente por esto que os digo.
Me parece bien.
ResponderEliminar¿Y eso te parece triste? El lunes maté a uno de mis gatos, al gatito, de cuatro meses. Lo pisé con el coche. Siempre miro debajo; ese día no lo hice, y me acordé cuando ya estaba dentro sentado. "Bueno; seguro que no está debajo". Lo oia gritar nada más salir. Estuve unos diez segundos sin moverme del asiento. Salí dispuesto a encontrarme lo peor, y lo vi padecer los últimos espasmos.
ResponderEliminarPodría alargarme contando cómo lo elegí de entre los seis que eran. Cómo lo cuidé cuando le dio una neumonía con un mes di vida, de la que quedó un poco asmático. Aquí, en la mecedora en la que escribo, con una tabla que va de uno a otro posabrazo, dormitaba horas, dándome calor en la tripa. Los otros le tenía celos; a veces le cascaban. Y a mí me dolía pensar que pronto le iba a impedir entrar en casa, porque con uno o dos gatos se puede convivir; con cinco se puede convertir esto en cualquier cosa menos en una casa. Su madre, que volvió a quedarse preñada demasiado pronto, ya lo empezó a rechazar cuando tenía poco más de tres meses. En fin, no sigo, que bien parece que este gif va dirigido a mí. Seguramente que no les falta razón.
http://img822.imageshack.us/img822/6531/gatosxw.jpg
Me encanta ese gif...
ResponderEliminarMe pasa lo tuyo y echo el cierre. O casi.
No veas qué disgusto. Años atrás me pasó algo parecido en un polígono donde trabajaba. Le daba de comer a una gatita de esa edad. Un día, cuando vio aparecer el coche, se puso tan contenta que salió a la carrera de un solar y se me metió debajo del coche. La vi de refilón durante una décima de segundo. No pude hacer nada.
ResponderEliminarA este le limpiaba los ojos varias veces al día con una gasa esterilizada y manzanilla, porque echaba pus por los ojos y la nariz. El pobrecito se dejaba hacer, porque sentía alivio. Bueno, los otros gatos tienen plena confianza en mí. Hay uno que tengo de sacarle garrapatas de dentro de la oreja con pinzas de depilar, y no se mueve.
El viejo con el que convivo en la misma casa, aunque en diferente vivienda, es muy silvestre; su vida fue solitaria y dura, pero a los gatos los cuida mucho. Él, a diferencia de lo que hago yo, que tengo las puertas y ventanas abiertas de par en par y sin embargo no entran, porque ya saben que les abronco, los deja hacer de todo. Entras en su cocina y te encuentras un gato encima del microondas, dos encima de la mesa delante de su plato y viéndole comer. Viven con él.
Naturalmente tiene una idea de la vida muy diferente a la nuestra: si se enferma y se muere un gato, pues qué se le va a hacer. Al veterinario (que me pidió 40 euros por la consulta más lo que hubiera que hacerle) se lleva una vaca, o un caballo, o un perro, si el perro es útil; pero no un gato, como tampoco un conejo o una gallina. Así que cuando la gata pare, se queda con uno y los demás los entierra vivos. Ya le he dicho que la podemos esterilizar, pero no quiere. En parte le comprendo. Sé que su vida fue muy dura (tiene casi 90 años), durísima, y la vida para él es así, dura, sin más. No es cruel ni malintencionado con los animales; todo lo contrario. Pasa que la vida es ver morir. "Ya he visto morir a casi todos los que traté en la vida --me comentó una vez--. A partir de los ochenta años, todo es propina, así que cualquier día ya estoy en el otro barrio". No le preocupa la muerte. Trabaja lentamente en sus huertos, pero todo el día. Y ya te digo, quiere a sus animales, lo cual no le impide matarlos, por ejemplo a los conejos. Uy, si te cuento el día que matamos a uno de los machos, que él no se arreglaba (5,8 kilos y uñas tremendas; para sacarlo de la jaula chillaba como un cerdito) y tuve que hacer de matarife por primera vez en mi vida.
Total, que me acordé que había una protectora de animales y me atendieron sin cobrar nada. Llevé al gatito, que llevaba un mes enfermo, y no se movió de encima de la mesa. "Que gato más bueno, caray. Nunca vi uno igual", me decía el veterinario. Y era verdad. Yo le abría los ojos para ponerle las gotas, y no se movía, cosa que no hago yo cuando me las tengo que poner, que la mitad de las veces me caen fuera del ojo.
Estoy acostumbrado a ver a mis gatos muertos. Ahora vivo en el campo, pero cuando vivía en mi pueblo, al lado de la carretera, era un entierro tras otro.
Yo lo tengo a cadena perpetua: de aquí no sale hasta que yo lo haga. Y está bien, no creo que recuerde otra cosa, era demasiado pequeño cuando me lo trajeron de Alicante, y ya sabes, nada existe hasta que lo conoces y deja de existir cuando no lo recuerdas.
ResponderEliminarEse hombre, el viejo, tiene toda la pinta de enseñar sin abrir la boca, que es la mejor manera. Hay algo intrínsecamente malo en hablar las palabras, como si al pasar por el tamiz de nuestras gargantas arrastraran parte de la mierda que hemos tragado durante nuestras vidas. Es como escuchar el Quijote por boca de otros: parece la vieja puta del Último Tango. El papel lo aguanta todo, el aire ni el vuelo de un mosquito.
Por cierto, le pesa el rabo un conejo de seis kilos, hostia puta...
La vida necesita a la muerte para merecer la pena. En caso contrario esto sería como un torneo de verano: que sólo lo siguen los imbéciles.
Como dijo Nimzowitsch: "Es más fuerte la amenaza que la ejecución"
Es que lo has castrado, si no, ya verías qué broncas para querer salir. Un vecino nuestro quiere caparlos, porque estos jodidos le atizan al suyo, hermano de estos, que son todos hijos de la misma madre.
ResponderEliminarSe hacen unas averías tremendas cuando se pelean. Al del vecino le falta un trozo de rabo, y estos aparecen cojos de un día para otro, sin un trozo de carne en una pata, una oreja cortada, o con la cara hinchada de un arañazo fuerte. He visto algunos tuertos. El otro día por la noche el vecino se tuvo que levantar a pararlos, porque estos, encima, van en comandita y le cascan al suyo para quitarle la comida. Él jamás salta la pared hacia aquí.
Pero yo no quiero caparlos.
Hay que ver cómo se ponen cuando riñen antes de la pelea. Solo ponerse en su piel, y asustan. Son capaces de reñir durante una hora. Uno de ellos, el más listo y atrevido, que no el más fuerte, es jefe del clan. Todo el día lo tengo delante de la puerta. Y siempre saluda cada vez que entro o salgo, a ver si lo rasco. Cuando lo hago se tira panza arriba y no puede estarse quieto, al contrario que los demás, que se quedan parados. Tiene el vicio de ponerse encima de los otros y se los tira. Le gustan más que la gata. Cuando le veo le señalo con el índice sin decirle nada y sale con la cabeza agachada, porque ya sabe que lo abronco. Con los pequeños no le dejo abusar de esa manera. Anda enamorado del gordito, al que le saco las garrapatas. Lo mira detenidamente y va a por él. Ya no le dejo, porque el gordito, aunque es más grande, es más tímido, más cobardón y se deja. El viejo dice de ellos, "uno está loco y el otro es más maricón que gato". El que se deja es muy sensiblero. Cuando le acaricio me mira a la cara fijamente y me extiende las patas contra el pecho. Sí, es un poco maricuelo. Pero muy inteligente. Maúlla diferente a los demás, corto, como vocalizando, con un 'miau' casi deletreado y cambiando de tono de uno a otro. Es un gato extraño. Va andando solo por el camino y maullando medio alto, para sí. El día que maté al pequeño, lo recogí en una teja, y cuando pasaba por delante de ellos no pude evitar ponérselo cerca. El pinto, el que se tira a los demás, se acercó a olisquear, y no dejaba de hacerlo, muy extrañado. Él otro, el gordito rubio, empezó a maullar como te digo, así que le acerqué el gatito aun más y se dio la vuelta a la cabeza. Se lo puse más cerca todavía y se fue maullando raro; rápido, con maullidos breves pero altos y quejosos. Y es que el pequeño tenía los ojos muy abiertos (que luego me acordé que se los tenía que haber cerrado cuando aun estaba caliente), y al no respirar ni moverse, ciertamente producía terror. El terror del que se ve aplastado. Un gato tiene que captar ese terror de los suyos mucho mejor que nosotros.
Cuando riñen, el que manda, el pinto, el loco, el que tengo siempre a la puerta, los abronca mirándolos a la cara, los otros apartan la mirada, maullan despacito y mueven el rabo.
Son la hostia los gatos. Todos. No son tan inteligentes como los perros, pero tienen algo allá en el fondo que se nos escapa. Son más enigmáticos que los perros.
No sé yo...pero en el caso de ser como dices no son más inteligentes porque no lo necesitan. Es como si fueran conscientes de su atractivo, de su embrujo. Tú nunca tienes un gato, está contigo, nada más, pero no esperes que te traiga las zapatillas.
ResponderEliminarPor ejemplo, el mío siempre está conmigo cuando estoy en casa, lo que no significa que esté junto a mi, al contrario, esas son las excepciones y ahora, en verano, los milagros. Y ni eso. Pero le gusta estar donde estoy yo, aunque bien pudiera ser (como será) porque soy yo quien está en SU salón: me extrañaría un huevo que me siguiera a cualquier otra habitación.
La mañana que lo caparon me causó uno de los mayores arrepentimientos de mi vida, era para verlo, pero no podía hacer otra cosa, vivo en un piso y no hay opción.
Me gustan los felinos, parecen tenerlo todo tan claro, tan despejado, que te tranquilizan.
Ahora está ahí tirado, su estado natural, oyendo a Mozart como podría hacerlo con los Chunguitos, a él le da igual mientras no esté demasiado alto. Los gatos escuchan música con el estómago. Lo demás son tontás.
Pedro: de lo que dice del dopaje en el hilo anterior en fútbol, baloncesto etc...
ResponderEliminarSólo tiene que ver cómo en los años 90 el fútbol empezó a convertirse en lo que es hoy, y llegó mayoritariamente del fútbol italiano. Cuando el Madrid fichó a Capello en el 96, cambió totalmente al equipo, y con él llegaron también Seedorf de la Sampdoria y el mismo Roberto Carlos del Inter, y menudas bestias eran. A Seedorf lo encontré en la casa de campo tomando algo esa misma primera temporada y el tipo, que debía tener 20 años como mucho, no sabías si era futbolista o Schwarzenegger. Y de ahí, todo a lo bestia y ampliando todos los años el número de partidos por temporada y el tipo de fútbol. Si Romario nace una década más tarde, no llega a ser nadie.
Y el baloncesto lo mismo, y en la NBA y otros deportes en USA, más bestia todavía. Y eso que en la NBA llevan jugando 82 partidos en seis meses más luego otros 15-20 para los que llegan a las finales unas décadas, también con el crecimiento físico proporcional. A ver si leo mañana esa entrevista a Biriukov.
He echado un vistazo a eso de elmedio (de mídel para ellos) que puso, y son los mismos de LD, así que ya sabemos lo que hay, el cómo convertir "Spain en un mix de Miami y Las Vegas". Supongo que traerán también hasta los caimanes.
Lo de los gatos... me da mucha pena. Donde estoy por las noches hay unas peleas de gatos que parecen tigres, vaya maullidos... ¡dan escalofrios!.
Doiraje, Luis: soy del Madrid, más o menos (cada año me la pela más), y hace tiempo que no voy al Bernabéu, pero el Atleti siempre me ha caído bien y me ha alegrado que ganara.
Un saludo.
Yo los tengo observados desde hace cuarenta años. He vivido con gatos la mayor parte de mi vida. Como todos los animales, viven más pegados a los instintos que nosotros; pero es un error creer que solo actúan por instinto. Si fuera así, se comportarían todos igual, y no lo hacen. No digamos los perros, que son capaces de pastorear un rebaño. Pero no todos pueden hacerlo.
ResponderEliminarY lo de que hacen lo que quieren y viven a su bola, lo dice un amigo mío: "yo vivo en casa de mi gato"
Kufisto
ResponderEliminarLee este libro, de un premio Nobel, Konrad Lorenz, etólogo, que pasó toda su vida estudiando el comportamiento animal. Te encantará.
Hablaba con las bestias los peces y los pájaros
Sergio
ResponderEliminarQué barbaridad, no pensaba que en la NBA se jugaran tres partidos por semana. Más de tres.
Es imposible que el cuerpo no se resienta. Un gigante de esos tiene que acabar con los talones y tobillos hechos polvo de tanto saltar. Y eso que ahora las pistas, bajo el parqué, llevan un poco de amortiguación.
Sí Pedro, en la NBA son tres partidos a la semana de media y muchas veces es fácil que juegue tu equipo dos noches seguidas. Entre eso, los viajes continuos en avión, la presión...
ResponderEliminarImagino que muchos llegado a un punto no diferenciarán un pinchazo de una picadura de mosquito, vamos, que ni se dan cuenta, o una pastillita de una lenteja.
A mi me encantan tanto los perros como los gatos, aunque me decanto más por los perros, bien es verdad que no he tenido gatos. Tuve un perro y fue la hostia, toda una experiencia. Además de lo inteligente que era, el animal evitó un par de robos nocturnos en mi casa.
Sergio
ResponderEliminarLos perros son más inteligentes, claro. No hay comparación. También más dependientes. Un gato se asilvestra muy fácil; a un perro le cuesta más. Yo recuerdo los perros de mis tíos campesinos, sobre todo uno, que como se suele decir 'solo le faltaba hablar'. "León --le decía mi tía--, anda, vete a por las vacas. Anda, anda, vete ya". Y la finca quedaba como a quince o veinte minutos monte abajo. Antes de una hora estaba de vuelta con las ocho vacas. Ellas también sabían que les venía a buscar, porque tienen en mente el horario de ordeño, así que volvían con él. Había que ser bastante puntual porque si no la vacas volvían a la cuadra sin que las fueras a buscar. Entre ellas hay también jerarquía de mando; una va en cabeza y no deja que las demás la adelanten. Lo mismo cuando guardan fila a la hora del cebo.
Había como un pecado en mostrar cariño por un animal. Cosas de la Iglesia. No digamos en el islam, que nunca verás a un musulmán paseando un perro o acariciando a un gato. A mi tía, cuando se murió ese perro, la escuché decir: "... y que Dios me perdone, pero cuando murió León estuve dos días llorando sin parar". Pedía perdón por si había algún pecado en querer a un animal.
La excepción fueron los franciscanos, para quien los animales eran criaturas de Dios dotadas de sensibilidad y a las que había que proteger. Creo que era en 'Marcelino, pan y vino' donde se veía cómo los monjes soltaban los animales que el niño iba capturando.
Pedro
ResponderEliminarHe empezado a leerlo mientras desayunaba, no muy buen momento, y tiene buena pinta; me ha hecho gracia la anécdota del niño y la "solución" que encuentra su madre. Eso es algo que sólo pueden comprender quienes viven con animales.
Por ejemplo, hay días de invierno en los que llego a casa y me encuentro al gato hecho un ovillo en el sofá, en el mío, si algo de lo hay en casa da sentido a esa palabra, más aún en lo referido a muebles y todo aquello que tenga aspecto de ser lo suficientemente cómodo como para dormir. Pues bien, es tal la sensación de placidez que uno se siente un criminal ante la sola idea de perturbarla, pero como también yo soy un animal de costumbres me meto en el sofá como si estuviera evitando una trampa, o la espoleta de una bomba. Todo con tal de no cortarle el rollo.
Aunque en las ocasiones que llegaba deteriorado (por no decir hasta el ojal), dando portazos y hablando solo solía apartarlo como si fuera una mosca. Luego llegaba la mañana siguiente, su resaca y me tumbaba hasta que llegara la hora de irme. Entonces él se ponía a una distancia lo suficientemente prudencial, sentado sobre sus patas traseras, y me miraba fijamente, como esperando que le pidiera excusas..."Veeeennnn"
Y finalmente venía cuando consideraba que me había humillado lo suficiente.
Sergio
A Seedorf, como a la puta y al torero, a la vejez lo espero. Esos cuerpos tan definidos, dicho por médicos amigos, sólo pueden moldearse con el suplemento de esteroides y anabolizantes.
Recuerdo a un subnormal (y no es insulto, sino definición) al que vi hace años en un documental sobre el tema, era un chico joven, todavía no tenía treinta años...Se dejó grabar durante un periodo de tiempo, su rutina y todo eso, las visitas al médico, los consejos y advertencias, y cuando al final del programa la presentadora le preguntaba si le merecía la pena todo aquello a pesar de los múltiples problemas de salud que iba a padecer no más allá de los 40 años (hígado desecho, impotencia, cardiopatías...) contestó que le daba igual, que lo único que quería era estar bueno para ligarse a las titis y tal...
Tócate los cojones, María Manuela.
Saludos
Y ellas casi lo mismo, que las hay que se castigan el cuerpo de lo lindo. Suelo pasear muy de mañana, o muy de tarde, eligiendo caminos peatonales; unas veces hasta llegar al mar y otras tierra adentro. Es increíble la cantidad de gente que corre, en bici o a pie. Yo a ellos debo de darles pena, deben de decir: "cómo se atreverá a ir a cuerpo con ese vientre tan flácido y esos michelines". Pero a mí me dan pena ellos. Camino un par de horas, percibo cómo poco a poco se dilatan los músculos de las piernas e incluso de los brazos y las manos, al tener que oxigenar y refrigerar. No me fatigo absolutamente nada, pero noto que la respiración es profunda y que todo mi cuerpo se mueve, lentamente, pero todo él. Sin fatiga ninguna, y sudando un poco. Llego a casa incluso cansado. Tomo una infusión de té verde, té normal y hierbabuena, antes tres o cuatro cucharaditasde azúcar, colmadas, para no tener agujetas, y me siento de maravilla. Pena me dan ellos, sudando la gota gorda, asfixiados, sea en bicicleta o corriendo. Hombres y mujeres ya de edad por encima de los cuarente y cincuenta. Peor ellas, que no tienen la anatomía de corredora de fondo, como ellos; pero ellas están hechas para mantener esas carnes suaves, delicadas, y no como las de un brigada de la legión. "Pero si es que les va a dar algo -pienso cuando veo a muchos--. Madre mía, con esa panza, que si se cae de la bici rueda como una pelota." Con lo bonito que es caminar tranquilamente, mirando aquí y allá, las vida que hay en las cunetas, en los prados, con el laboreo mecánico y perfecto que hace el tractor en la siega. Es que incluso las mujeres que hacen deporte andando (a los hombres les da más apuro), caminan deprisa, casi como los de marcha. Coño, rehostia, ve despacio, ¿acaso vas así cuando sales de paseo y miras escaparates, paras allí a tomar un café, luego sigues? Pero qué puta manía de correr. Te quedas en casa y haces unas tablas de gimnasia, sobre todo estiramientos, como en el yoga (nada de pesas ni merluzadas por el estilo), y te vendrá de maravilla. Pero con lo hermoso que está el campo, ¿qué haces a su lado pasando penalidades?
ResponderEliminarLo ideal es pasear. A mí se me ocurren muchísimas cosas mientras paseo: lo que voy a escribir cuando llegue a casa, acerca de lo que leí ayer. Y todo contemplando la brisa en los árboles o en la hierba. No puedo entender cómo a las siete de la mañana, incluso cuando el sol aprieta, se puede ir sudando como un pollo y asfixiado. Qué ganas hay que ponerle. Qué obsesión.
Ojo, no me meto con quien le gusta hacer deporte, pero la mayor parte de la gente que me tropiezo, no tienen anatomía de deportistas, van como obsesionados en perder kilos o en que gracias a ese desgaste expulsan de sí los chorizos que se comieron ayer. No los entiendo.
Kufisto
ResponderEliminar¿Te refieres al libro de Lorenz? Es muy bueno. Y además buscando el por qué de sus conductas. Décadas de investigación. A los que más tiempo dedicó es a los pájaros, a los más inteligentes, a los córvidos, sobre todo a las grajillas. Alucinante las cosas que hace. Tanto confiaba en ellos que a una grajilla la dejaba picotearle la cabeza para limpiarle todas las impurezas que hay debajo del pelo y pegadas a la piel, incluso las pestañas y cejas. Por eso la falsedad de 'cría cuervos y te sacarán los ojos'.
No es ninguna "joya". Digamos que está bien; sin más:
ResponderEliminarDiscurso de Hemingway para recibir el Premio Nobel, una joya
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/blogueros/sentado_frente_al_mundo/view/94422-discurso-hemingway-premio-nobel
Corriendo se llega a menos sitios que andando. Y peor.
ResponderEliminarEstoy en el curro, luego miraré el enlace.
Saludos.
Pedro: León, me encanta ese nombre. A mi perro a veces le llamábamos así porque por su pelo parecía un león. Si en el futuro tengo otro perro, o un gato, ojalá, le pondré ese nombre.
ResponderEliminarCuando murió mi perro, también me puse muy triste, y eso que se veía venir, pero mi madre se echó a llorar como una niña, jamás la vi así.
Yo también soy de pasear. Vivo en Madrid, en la propia capital, y sobre todo cuando he estado en paro me encantaba salir a las tres de la tarde a andar tranquilamente ... hasta las ocho o más. Iba con música o sin ella, andando por donde fuera, todo improvisado, callejeando y conociendo zonas en las que no había estado y joer, Madrid se me quedaba pequeño jaja. No notaba el cansancio hasta que llegaba a casa y me sentaba. Y me pasaba lo mismo, se me ocurrían muchas cosas mientras paseaba, algunas buenas, aunque otras comidas de cabeza.
Un saludo.
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ResponderEliminarSergio
ResponderEliminarViví en Madrid años. En ciudad se camina mucho. Qué decir de esa hora, las cinco de la tarde, cuando tantos salen a dar una vuelta, sin rumbo. En el centro había un tránsito que a veces recordaba las calles de Calcuta.
También me gustaba agarrar el metro, o el tren de cercanías, para irme a barrios o pueblos en los que nunca iba a estar si no fuera por una decisión caprichosa como ésa. San Blas, Vicálvaro, Getafe, Villalba, Tres cantos, Coslada. No digamos la Sierra. Una excursión magnífica era ir hasta Cercedilla y allí coger el tren de montaña que te sube hasta Cotos. Cuántas tardes pasé así.
Mi paisaje preferido era aquel donde la ciudad terminaba y empezaba el campo. Esas fachadas de barrio popular, sin arte ningungo, de terrazas con toldos verdes que miraban a lo lejos y donde a veces se veían ovejas pastar; y antes de ellas las vías del tren o los escombros de las reformas caseras, donde jiñaban los perros y los viejos inadaptados, que los trajeron del pueblo cuando ya nadie se hacía cargo de ellos y salían a pisar tierra baldía, para no molestar en casa y sentirse alguien en el único lugar que se veían reconocidos.
Sabéis una cosa?
ResponderEliminarEl mundo tiene remedio.
Os leo y sonrío.