domingo, 10 de julio de 2011
DOMINGO
Era uno de los mejores camareros de la ciudad, trabajaba en una afamada cafetería a la que nuestro padre solía llevarnos cuando éramos pequeños, lo mejor del lugar por aquel entonces, a nosotros nos hacían la ola, todos se desvivían por atendernos...y es que mi padre era la hostia, es la hostia, yo lo veía como algo normal, tanta atención y amabilidad, pero no, no era normal...mi padre no era ningún millonario, manejaba pasta, como tantos otros, pero lo que le diferenciaba era la clase, el estilo, el saber estar con unos y con otros, con el rico, con el pobre, con el que se las daba y con el que fuera...mi padre siempre era el mismo con todos ellos, no fingía ser otro, no pretendía que lo tomaran por otra cosa, siempre ha ido de cara por la vida, con naturalidad, sin miedo, como hay que ir, el personal enseguida se da cuenta si es real o fingido...pero hoy toca hablar de Domingo, de Dominguito.
A mi padre le haré la ola en otra ocasión. Y será un tsunami.
De todos los camareros que trabajaban allí recuerdo perfectamente a dos: uno, Vicente, "el tuerto", y el otro, Domingo.
Un gran bigote, nietzscheziano, eso era lo primero que veías en él, bajito, ojos pequeños, nariz maldeniana, perpetuas ojeras, carrillos colgantes, poquita cosa, pero como todos los bajitos se hacía notar, no les queda otra, él lo conseguía hablando fuerte, casi gritando, un tanto afeminadamente, se hacía el serio, el circunspecto, era un camarero de los de antes, de la vieja escuela..."LO DEL SEÑORRR, LO DE LA SEÑOOORA, LO DE LOS ¡NIÑOS!..." e iba dejando los servicios como si no nos conociera de nada, "venga, Dominguito, déjate de cachondeos..." le decía mi padre, y entonces Dominguito se reía fuerte mientras se marchaba.
Mucho tiempo después, una tarde que estaba trabajando, me dijeron que lo habían visto chupándole la polla a un chaval a plena luz de la mañana, en un banco, borrachos perdidos...yo no me lo podía creer, "¿en serio?", "yo lo he visto".
Aquello fue un bombazo.
Durante mucho tiempo se habían oído comentarios sobre él, que si era maricón, que si esa forma de hablar no era propia de un hombre, que si patatín, que si patatán...a la gente le encanta largar, y si es mal, mejor; pero el hecho era que Domingo estaba casado, tenía dos hijos y era habitual del puticlub oficial, eso lo sabían todos los que iban por allí, pero claro, yo te tapo, tú me tapas, así funciona ese rollo, "si me vistes es que tú también estabas", mejor callar...
Pero ahora las insidias se habían transformado en hechos. Demasiado para el marujeo de ambos sexos.
Su mujer, al enterarse, lo echó a la puta calle, le dió por beber malamente y terminaron por echarle del trabajo, en ningún sitio lo querían, tuvo que ponerse a vender lotería nacional, iba por todos los bares ofreciéndola:
- "Domingo, ¿eres gay?" le preguntaba el gracioso habitual.
- "NO. ¡SOY MARICÓN!"
Ja ja ja.
Ja.
Antes no era como ahora, que ser gay parece hasta una bendición, antes, y más en una pequeña ciudad donde casi todos conocen a casi todos, eso era una condena, un estigma, una cruz.
Yo no sé si Domingo fue gay siempre o si lo que le pasó fue que tuvo una mala borrachera y cometió una estupidez de la que luego se arrepintió, eso es cosa suya, ni se lo pregunté ni, a estas alturas, se lo voy a preguntar; lo que si está claro es que se lanzó a calzón quitado hacia su descubierta orientación sexual, era un espectáculo ver los gestos que les hacía a los chavales que le gustaban, normalmente pasaban de él y se reían, pero otros no, otros le inflaban a hostias por dudar de su hombría, ya sabéis que quien duda es porque no está seguro, así que aquellos que le pegaban seguramente lo hicieran por no pegarse a ellos mismos. Cosas del subconsciente.
Era diabético y a veces le sacudía una buena subida de azúcar de tanto como bebía, RAF, lo llamaba él, ginebra con coca-cola y rodajita de limón, muy setentero, el puto cubalibre de toda la vida hasta que algún listo nos descubrió que en lugar de ginebra era con ron, la cuestión es darle vueltas a la peonza...
Yo lo veía a diario, con su lotería, su bigotazo y su cara de kamikaze, cuando alguien lo pierde todo se le pone esa cara, pero siempre estaba más o menos bien, en su línea, a su marcha...una tarde lo ví muy serio, decaído, incluso triste, hablaba bajito.
- "¿Qué te pasa, Domingo?"
Venía de ver desde una esquina como su hija salía de la iglesia de la mano de su marido.
No le habían invitado, su mujer y su hija no podían ni verlo, con el hijo si mantenía algún contacto, e hizo lo que suelen hacer quienes están tan mal que no se pueden creer que se puede estar peor: dar un paso más hacia el desfiladero, a ver si ya te caes de una puta vez o se te para el corazón al ver el negro abismo.
A Domingo no se le paró, se le rompió. Aquella noche se pilló tal borrachera que lo tuvieron que llevar a Urgencias.
Pero está visto que tenemos más aguante del que pensamos, se rehizo y volvió a lo suyo, a ir vendiendo lotería de bar en bar por el día y a mariconear por las peligrosas noches de la estación de ferrocarril.
Recuerdo que un año llegaron las fiestas y en el último momento nos fallaron un par de cabrones; necesitábamos gente y casi no disponíamos de tiempo para encontrar a alguien medianamente profesional para salir del atolladero. Me acordé de Domingo y se lo dije a mi padre, "pregúntaselo" me dijo.
Llegó por la tarde, a la hora de costumbre:
- "PONME UN DESCAFEINADO CON SACARINA, KUFISTÍIIIN"
- "Oye, tengo que preguntarte una cosa..."
- "QUÉ"
- "Necesitamos gente para estos días y hemos pensao que tú podrías echarnos una mano..."
Me miró como si no me hubiera oído. Después de un rato, emocionado, me dijo:
- "Ya no puedo, Kufisto...ya no puedo...casi no puedo andar...pero gracias, muchas gracias..."
Quizá ya no recordaba que había sido uno de los mejores, quizá ya no recordaba cuando todos iban a tantearle para que se fuera a trabajar con ellos, quizá ya no recordaba que gracias a su trabajo pudo sacar adelante a su mujer y a sus hijos...pero sí, sí lo recordaba.
En caso contrario no se hubiera echado a llorar porque alguien le había recordado que aparte de ser un MARICÓN había sido uno de los mejores CAMAREROS de la ciudad.
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Kufisto, y la pena, en referencia al primer párrafo del tu artículo, es que ahora pocos aprecian la verdadera valía, no ya profesional que es lo de menos, sino personal. Ante al menos se apreciaba más.
ResponderEliminarCaramba que historia tan intensa, es penoso ver como la homofobia les traga la vida a tantas y tantas persona, como vemos como normal, el que insulten, denigren y abandonen a alguien que el único crimen que ha cometido es amar y desear a los de su mismo sexo. Un héroe como pocos, porque sobrevivió a su catástrofe y a sus detractores por desgracia , no se sale limpio de la montaña de piedras que te hecha encima la sociedad por romper las reglas. Mis respetos para el personaje, y gracias por compartir.
ResponderEliminarPerdonad el retraso, tuve problemas con Blogger
ResponderEliminarSaludos
Tu relato me resulta un caos. Con un desajuste atroz en el vocabulario. Y realmente no me queda claro si el pobre Domingo es desgraciado por su personalidad, por ser "maricón", por ser camarero o porque la puta de su mujer es una heróica. Porque no sé si es más delito chupar pollas o comer coños. Vivimos en una sociedad en la que muchas mujeres, callan las aventuras sexuales de sus maridos en cientos de club de alterne que existen en tu país. Mi oponión, si te apetece escuchar; es que deberías de tratar (o esscribir) con un poco más de sensibilidad
ResponderEliminarJajaja...que bueno, conio; perdona la redaccion pero lo hago desde el movil.
ResponderEliminarEvidentemente uno de los dos no hemos hecho bien nuestro trabajo, pero puedo asegurarte que soy un flan de sensibilidad.
A veces, claro
Un saludo y gracias por tu comentario