viernes, 15 de julio de 2011
DIOS ME QUIERE
El día que el maldito plátano francés le marcó aquel gol fue uno de los más tristes de mi infancia...
Mi clase era inmensamente blanca; luego había algunos rojiblancos madrileños, algún que otro blaugrana y nosotros, los txuri-urdines.
Eran los primeros años ochenta, la época dorada de la Real, y nos convertimos en el segundo equipo con más seguidores, ya se sabe que cuando eres pequeño vas con los que ganan o los que pueden hacerlo, aunque el paso del tiempo y la llegada de las derrotas vitales hacen que sientas simpatías por el perdedor, al menos es mi caso, te ves más reflejado en el que cae malherido en el suelo y trata de levantarse con todas sus fuerzas que en quien lo ha tirado...el caer de los días aumentan la estima por los caídos que al menos lo intentaron.
Me hice portero porque lo veía a él; todos, hasta los madridistas, querían ser como él: valiente, noble y extraordinario.
Entonces aún se podía jugar al fútbol en las calles; se reunían las pandillas y disputábamos los partidos sobre el asfalto, los postes de las porterías eran las aceras, si el balón iba demasiado alto se consideraba que no era gol, aunque claro, todo era interpretable y venían las discusiones y las peleas, por eso era mejor marcar las porterías en las cocheras o portadas, así estaba todo más claro, pero entonces el que nos quería currar era el propietario de las mismas, así que casi siempre jugábamos sin larguero, no hacía falta, y sino nos pegábamos y no pasaba nada.
Yo estaba como una puta cabra, primera y casi única condición para todo chaval que quiera ser portero, y tanto cuando jugábamos sobre el cemento del colegio como cuando lo hacíamos en el asfalto de las calles, o en la arena de los descampados, o en las pistas del polideportivo municipal, mi actitud era la misma: para mí aquellas superficies eran como el césped de los jardines de La Granja. Algunas veces, pocas, nos íbamos al parque y jugábamos sobre la hierba, entonces nos sentíamos profesionales, era una pasada, pero siempre nos echaban, la gente andaba a lo suyo y lo que menos querían era recibir un balonazo traidor, ellos andaban metiéndose mano, o fumando, o comiéndose un bocadillo de tortilla mientras veían cagar a su perro...gilipollas, ¿cómo podía ser posible que no estuvieran dando patadas a un balón, acribillando al portero?. No podíamos entenderlo, no podía haber nada mejor que el fútbol, todo lo demás era mierda, estudiábamos para que nos dejaran tranquilos, para que nuestros padres no nos prohibieran darle patadas al balón, lo nuestro era el fútbol, punto. Lo demás no nos interesaba.
Realmente cuando tienes nueve, diez, once años eres de goma, no tienes huesos, y si los tienes son elásticos, irrompibles...eres una esponja, un airbag de sangre caliente, nada puede romperte, ¡la de cabezazos que me habré dao con los bordillos!, ¡si tendría que haberme reventao el cráneo!. Magulladuras, chichones, algún que otro esguince que no te impedía seguir haciendo el animal hasta que terminabas y llegaba la noche y aquello se quedaba frío...nada, no pasaba nada, hubieran tenido que cortarnos las piernas, recuerdo que a veces mi abuelo se asomaba a la ventana para vernos, se ponía malo, "¡¡¡PERO KUFISTÍN...NO TE TIRES ASÍIII!". Me daba lo mismo, no le hacía caso ni a él, y sino se lo hacía a él no se la hacía a nadie. Derrotado, dejaba de mirarnos, supongo que se ponía a rezar para que no me abriera la cabeza, se ve que le escucharon, Dios escucha a los buenos. Y les hace caso.
Llegó el Mundial 82, ¡qué ilusión teníamos!...pero la cagamos, no salió bien, ninguno estuvo a su altura, ni siquiera Él, en fin...pero dos años después tocamos la gloria con las yemas de los dedos.
Jamás olvidaré el partido decisivo contra Alemania, estábamos obligados a ganar, los germanos eran los subcampeones del mundo, tenían un auténtico equipazo, con aquel enano cabrón, Littbarski...¡qué bueno era el jodío!.
Como siempre, lo ví con mi abuelo...jamás he visto a nadie parar lo que Él paró ese día, fue increíble, memorable, le dieron cuatros ases en el As, lo nunca visto. Sí, Maceda marcó el agónico gol de la victoria, con ese tremendo cabezazo, ¡la furia española, coño!, pero antes Él paró lo que no estaba escrito, los alemanes se llevaban las manos a la cabeza, desesperados...inolvidable.
En semis nos esperaba Dinamarca, una verdadera máquina, el equipo revelación, y les ganamos en los penaltis, estábamos en la final, otra vez Él, otra vez el puño cerrado al aire cuando fallaron su último lanzamiento...yo era el chaval más feliz del mundo.
Final en París, contra la Francia que tenía el mejor jugador de la época, otro super-equipo, y allí estábamos nosotros, los españolitos, para demostrarles quienes la tenían más grande, ¡a por ellos!.
Cuando le metieron ese gol...me quedé como si me hubieran dicho que mis padres no eran mis padres, que Dios no existía y que me iba a morir esa misma noche. No me lo podía creer. El resto del partido estuve rezando para que empatáramos, para que Él se resarciera con un partidazo, para que llegáramos a los penaltis y Él los parara todos, para verle recoger la Copa de Europa...nada de eso pasó, cuando terminó rompí a llorar como pocas veces lo he hecho en mi vida, era imposible, la vida no era justa, me habían mentido, los buenos no siempre ganan, me habían mentido, todo era una mierda...ahí se me cayó la primera venda de los ojos.
Al día siguiente se montó la mundial en el colegio, me pegué con mil y la madre, "¡ARCOMANTA!", no podía soportarlo, estaban pitorreándose de mi Ídolo, hubiera preferido que me arrancaran el corazón a quedarme con las manos cruzadas, acabé fostiado, agotado, reventado...pero no me escondí, era lo menos que podía hacer por Él en ese asqueroso día. Y lo hice.
Hace unas semanas estuve hablando de Él con un cliente y amigo; para mi sorpresa me dijo que lo conocía, que lo veía de vez en cuando por motivos de trabajo, tiene negocios con sus hermanos y en ocasiones Él iba con ellos, que la próxima vez que lo viera le iba a pedir un recuerdo para mí...
Ayer vino mi colega al bar:
- "Kufisto...ven un momento"
Llevaba una bolsa de la Real Sociedad, "mira dentro"...un banderín con el escudo y algo escrito con rotulador:
- "Para Kufisto con afecto de su amigo...". Y Su firma.
Se me pusieron los pelos de punta.
- "Y en septiembre casi seguro que lo traigo a tu bar"
Habrá que aumentar la dosis de nueces.
Por la patata, digo.
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Me alegro de que puedas conocerle. Cuéntale lo que nos acabas de contar...seguro que para él, pese al tiempo, ese recuedo también tiene que estar activo. Yo creo que le encantará saber que un crío se pegó con todo quisque por su ídolo cuando la masa pedía su cabeza...
ResponderEliminarY sí, come nueces y toma valeriana!!!!
;-)
Un abrazo, Kufisto,
R
Joer, yo no había nacido todavía y me jode que de un porterazo así sólo se acuerden de esa jugada.
ResponderEliminar¿Qué se te pasó por la cabeza cuando Palop fue con su camiseta a saludar a Platanín cuando España ganó la Euro?
Por cierto, me encanta tu blog. Creo que llegué aquí por el post de cuando España ganó el mundial, que se lo dedicabas a tu abuelo y lo vi recomendado en un blog (no me acuerdo cuál). Me pareció que dijiste en un post que eras de un pueblo de La Mancha, ¿es posible?
Kufis, Dios nos quiere, aunque no sé si de esa forma tan rara que tu reconoces en tu relato... jeje.
ResponderEliminarUn saludo.
Genial!!!! Es una entrada entrañable y más lo será cuando lo conozcas y puedas expresar sobre sus expresiones. Si ya ese banderín te ha traído innumerables recuerdos, imagínate cuando le conozcas en persona.
ResponderEliminarQue viva tu ídolo y lo que le rodea en tu mente.
Un beso gordo Kufisto.
Aquel gol, no lo podremos olvidar nadie, no podíamos creer que le metieran un gol así, de esa manera, cuando parecia tan fácil pararlo. Seguro que el tampoco lo olvida. Pero ni se lo mientes jejej.
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