domingo, 13 de noviembre de 2022

EL APARCAMIENTO

 Con el sol aún curioseando por el ventanal del salón del piso me senté ante el ordenador para buscar algo que me entretuviera. La tarde estaba casi vencida, pronto llegaría la noche y lo único que tenía claro era que debía descansar. Miré las recomendaciones de Youtube y elegí el último vídeo de una de mis suscripciones. El Lobo, como de costumbre, empezaba tranquilo su discurso mientras conducía para acabar casi en estado paroxístico, también como de costumbre. Con todo, me quedé con su referencia final de una película de reciente estreno. La busqué en Odyssey y la encontré tras algunas acotaciones en el buscador. 

Me alegró ver que duraba dos horas y media. Entre mis pitos y flautas alcanzaría casi el mínimo para irme a la cama. Unas cuantas pasadas más por la Red y después, el sueño reparador.

Pero sólo aguanté diez minutos.

En la estrambótica barra de relacionados aparecía la que puede considerarse opera prima de uno de los artistas que más me han afectado. Hacía años, muchos años, del último visionado y me decidí a verla a pesar de su corta duración. Pero el anzuelo no era nada bueno y tuve que buscar otro por la Red. Y lo encontré. Quería verla de nuevo. Quería verla ahora.

¡Y como la disfruté! Ahí estaba su mirada, ahí estaba todo lo que dirigió después. A pesar de todas las evidentes carencias de medios y menos de juventud, todo él, toda su profunda personalidad, ya estaba allí. 

La noche ya había caído cuando acabó. Tenía claro cual iba a ser la siguiente a ver. No me hizo falta ninguna barra de recomendados. Pero antes dejé pasar algo de tiempo. No es conveniente cambiar de un autor a otro sin hacer un descanso. Fregué la pila de platos de toda la semana, preparé la cena y mientras se templaba recogí la ropa tendida desde hace más de una semana.

La peli, todavía más antigua, duraba casi dos horas. Me dejaría a las puertas del sueño. Una tremenda tormenta de rayos y truenos amenizó casi todo el visionado

- ¡Que película, joder! -dije al terminarla- ¡Qué película, joder! -le dije a la gata- ¡Qué película, coño! -dije mientras meaba.

¡Qué película! Esa era la obra de un maestro en plenitud.

Ya en la cama, con las mantas hasta las narices, la luz apagada, la persiana bajada hasta los topes y el rumor de una fina lluvia lejana pensé: "¡Qué película! ¡Qué películas!" Y me dormí.


Fue un sueño profundo, pero corto. Todavía no eran las cuatro cuando abrí por primera vez los ojos. Luego vería las cinco e incluso las seis. Y cuando estaba cayendo otra vez en lo profundo sonó el despertador y me levanté sin quejarme.


Fue una buena mañana en el bar. Otra buena mañana de fin de semana. Ya son muchas buenas mañanas de fin de semana en el bar. No puede ser una casualidad. Y menos en este mes tan terrible para los bares. 


- Kufisto.
- ¿Qué?
- ¿Te acuerdas cuando veníamos toda la cuadrilla por aquí?
- Sí
- Ha pasado mucho tiempo...
- Sí
- ¿Pero te acuerdas de aquello? ¿Te acuerdas de aquella noche...?
- Sí...Bueno, tengo que irme. Adiós.


Arranqué el coche y encendí un cigarrillo.


La puerta de la cochera se abrió, aparqué en mi sitio y cogí el ascensor.

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