domingo, 5 de agosto de 2012
A DINAMITAR, PITUFINES
La verdad es que no tenía pensado escribir nada, anoche tocó borrachera estratosférica, casamos a una prima de las buenas, es más una hermana para nosotros, así que al menos estuvo justificada: en ocasiones no emborracharte es signo de mala educación. Y al subir en el coche de mi hermano para ir a la iglesia me di cuenta de que no había escapatoria posible, por si pensaba lo contrario. Por cierto, que no duramos ni cinco minutos de gori-gori, los suficientes para darme cuenta que mejor nos íbamos fuera, él ya andaba cagándose en la madre del señor cura y me hizo temer que se lo dijera a voces, cosa de la que es muy capaz. Aparte que tenía razón: ese tío era otro gilipollas. Al bar de enfrente.
Y es que el mundo está lleno de ellos. De gilipollas, digo, aunque también de bares. El mundo está lleno. De todo. Y se hace ver más lo malo que lo bueno.
Pues eso...que estaba tirado en el colchón, bajo el aire acondicionado, a diecisiete y porque no tiene menos, que se joda el cambio climático, escuchando una y otra vez el Comes love de Meschiya, cuando en uno de los levantamientos para el replay (todavía no sé como hacerle un sinfín a los vídeos de Youtube) he dado en dar con una noticia sobre el Valle de los Caídos, noticia que no he leído, me interesaban más los previsibilísimos comentarios de la mayoría de ceporros y ceporras que allí escriben, y ciertamente no me han decepcionado: DINAMITA. Habló el pueblo. Habló el puto pueblo.
Muchos siguen siendo niños a pesar de que ya se les haya caído el pelo, y esto es algo realmente catastrófico cuando el sistema, su funcionamiento, se basa en la dictadura de la mayoría, como si el número más grande siempre tuviera la razón, como si el número más grande alguna vez haya tenido la razón. Mirad los vídeos más vistos de Youtube y decidme a la cara que no son una enorme mierda. ¡Ah...como canta mi Meschiya...!
La solución final que dan a ese monumento, a esa obra de arte que no he visto pero me gustaría ver (y sentir), es su destrucción, como cuando a un niño no le gusta algo: no es que pase de ello, es que no quiere que nadie lo encuentre. "Si no es para mi, no es para nadie". Despreciar lo que no entiendes. Odiar aquello para lo que no tienes capacidad de amar.
He colgado un comentario preguntándoles sobre qué deberíamos hacer con las pirámides de Egipto, esas construcciones hechas a sangre y fuego para mayor gloria de algunos de los tiranos más grandes que en el mundo han sido, y como esperaba no he recibido respuesta, solo un montón de negativos. No esperaba menos, claro está.
Recuerdo la emoción que me embargó cuando vi por primera vez El Triunfo de la Voluntad, esa obra maestra del arte cinematográfico dirigida por una artista que simpatizaba con el movimiento nazi: aquello era tan hermoso, tan jodidamente magnífico, que alguien sin el gusto en el culo solo podía maravillarse ante tan descomunal muestra de talento, aunque su intención, su meta, fuera convencer a cuantos más ceporros y ceporras mejor. El Arte por encargo tiene ciertos vasallajes, pero no es cosa de importancia si está bien hecho. El artista desprecia los números grandes: sabe que solo son un uno repetido muchas veces. Tantas que ya ni recuerda si lo fue alguna vez.
Sí, Sócrates era un degenerado y Cervantes un chuloputas, pero también aquel hizo que le escribieran El Banquete y éste escribió El Quijote, esas cosas sin importancia que pueden hacerlas cualquiera, esas cosas que tanto las puede escribir uno como dos a cuatro manos. Como dejó dicho Ibsen: "Habría que apedrear a quien destaque".
El Arte es cosa de enfermos mentales. Un hombre normal, un ciudadano ejemplar, no puede ser más que eso, o aparentarlo al menos. Es la libertad que te da un papel en blanco, una roca a desnudar, un lienzo virgen o una partitura sin siquiera la clave, lo que te anima a mostrarte como eres realmente, no como deberías ser. Aunque sea por la mano de otro, o en honor del duque que te mantiene, o para mayor gloria de un tirano que se cree divino, o de un iluminado que necesita mayor espacio vital para su maldito ego: es el Arte, estúpido.
Así que sí, dinamita.
Pero en vuestros culos.
Sigue cantando, Meschiya...tú nunca serás trending topic.
Ni puñetera falta que te hace.
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Justamente es en donde dices que deben de meterse la dinamita, donde estos tienen la sensibilidad. Aún recuerdo y lo recordaré siempre la primera vez que siendo un chaval aún corone la ladera sur del valle y a medida que me acercaba a su borde se iba viendo el monumento desde su parte mas alta hasta verlo en su totalidad, es sencillamente grandioso. Da igual que sea una cruz o que fuese un buda como los de Bamiyan en Afganistán, es sobrecogedor. Solo quieren destruirlos los sacos de pus y odio, es a ellos a los que habría de dinamitar.
ResponderEliminarSaluditos.
El que odia mucho se pierde demasiado. Y mal.
EliminarUn abrazo
Pues viniéndo al tema, el otro día me pareció leer una noticia sobre la intención de los Hermanos Musulmanes de volar las pirámides de Egipto.
ResponderEliminarNo sé si será cierto, pero visto el nulo revuelo que la nota ha levantado en los medios "políticamente correctos", seguro que es cierta.
Un saludo, Kufisto.
No me extraña lo que cuentas: y cuando a uno no le extraña una barbaridad semejante es que muy bien puede llegar a darse. Más aún estando donde están; si las pirámides tuvieran piernas hace tiempo que se hubieran ido de allí, por ejemplo...a Groenlandia
EliminarUn saludo, Herep
A mi me extraña que ZP se haya ideo del poder dejando en pie el Valle de los caidos, en algún momento pensé que los amigos del socialismo hispano, los socialistas vascos de ETA le harían el favor de dinamitar Cuelgamuros.
ResponderEliminarhttp://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es/
Zapatero es otro nimzowitschiano, ya sabes, de los que piensan que es más fuerte la amenaza que la ejecución. Aunque uno no puede andar mareando la perdiz eternamente: en algún momento ha de dar el golpe de gracia sino quiere recibirlo él. Tal vez le faltó tiempo.
EliminarSupongo que a ciertos niveles es mejor tener algún enemigo que ninguno. Mira lo que ha pasado con Franco: sus auténticos enemigos no estaban ni en desiertos lejanos ni en montañas...los tenía dentro, que es la única manera de perder para aquello que parece invencible. Desde dentro.
Ayer leí un artículo de Fernando Ónega con motivo de su muerte...y como este mil. Un millón.
Con amigos como esos...¿quien necesita enemigos?