Me gusta salir al día cuando todos continúan en la noche.
Bueno...no, todos no, ahí están algunos de los trabajadores del mejor supermercado de España, haciendo un corrillo, fumándose un pito mientras esperan al encargado que les abra las rejas, pero éstos no cuentan, seguramente ni se han dado cuenta de que está amaneciendo. Me quito las gafas de sol al dejarlos atrás, son muy útiles, las gafas, digo, a veces te protegen del sol y a veces son una excusa para no darte por visto.
Avanzo con la aurora y mi música, lleno de energía sin haber desayunado nada de lo que anuncian. Naranjas y nueces sin apellidos rimbombantes, esos que solo son necesarios cuando tienes que vestir y perfumar la mierda. Cuantos más apellidos tiene un nombre, menos espacio libre para su naturaleza.
Todo está cerrado, hasta el cementerio, los bares-burladeros de esa calle industrial están mudos, no se oye el gorigoriesco pre-lavado de la radio o la televisión, ni el monótono acoplamiento de platillos, tazas y cucharas a la espera de ser rellenadas con café, ese chute legal, hay que espabilarse para seguir dormidos en los brazos de quienes nos chupan la sangre. Hay más silencio en un bar recién abierto que en una iglesia, solo que se cambia la hostia por la porra, el cura por la tele-radio, y el misal por el Marca. Pero en los dos sitios se respira lo mismo: resignación.
Ya nada oculta al sol, ni árboles, ni edificios, parece como si cada día que pasa hiciera más rápido su viaje. Veo salir a una vieja al pollo de su puerta, no camina, se arrastra, también a ella le ilumina el sol, miro sus tobillos y aprieto el culo, recuerdo a la muchacha de la otra tarde y al sol que llevaba dentro. Y al doblar la esquina veo mi sombra crecer. Y me río.
Estoy cerrando mi círculo, voy a dejar atrás lo mejor del día, saludo a alguien que trabaja en la otra acera, pero noto que no me reconoce bajo mi disfraz: un sombrero, unas gafas y una hora inesperada pueden lograrlo. O quizá me toca ser el ignorado. Sea como sea, el círculo está a punto de completarse.
El mejor supermercado de España sigue con las rejas cerradas, pero ya no hay ningún uniformado fumando fuera: ya están dentro.
Ahora soy yo quien fuma.
En mi casa.
Que malo encabezado de página tienes. Para cuando llegas al post, se te han quitado las ganas de leerlo.
ResponderEliminar¿Malo? desde luego que de todo debe de haber en la viña del Señor...anda con Dios, anda con Dios...
Eliminar¡Rachel! ¡Que ha llegado uno que no quiere verte!
Lo que habremos de leer durante este valle de lágrimas...