viernes, 23 de diciembre de 2022

UN ARROZ Y FUERA

 - ¡Mira! -me dijo enseñando su wasap- ¡Qué bien lo he hecho! -y rió antes de leer los mensajes de su mujer.

Sí, le había salido bien. El ineludible aperitivo navideño con los compañeros de trabajo había terminado antes de lo esperado y él lo aprovechó para venir al bar a tomarse un par de buenos whiskies antes de seguir cumpliendo con las obligaciones de su reciente paternidad. Mejor aún, ella le escribía que cogía al niño para irse al parque, algo que le daba más tiempo. 

- Tómate otro whisky, Kufisto -dijo- Y tú, ¿qué haces ahí? -le dijo a otro con el que habíamos estado hablando a distancia- ¡vente para acá, joder! Ponle otra cerveza, Kufisto.

Bastante más joven que yo y un poco menos que mi amigo se vino con nosotros ya un tanto tocado por la tercera birra. Había pasado una noche de fiesta en Madrid con los compañeros de curro que luego se había alargado hasta las tantas con sus amigos de adolescencia en la capital, concierto incluido, y ya le iba pesando la idea de volver a casa con su novia, la de hermosas tetas, y menos todavía la de pasarse a comer con su madre que, avisada, le había preparado un reconfortante cocido para el día después.

Charlamos. En el bar no había más que un raro grupito de cinco que parecían salidos de una comida parroquial, muy modosos todos; whiskies de batalla con refresco y esa sensación de ver a un adolescente diciéndose a sí mismo "estoy tomándome una copa con el cura"

Mi amigo no tardó en emocionarse mientras miraba sus teléfonos en medio de la conversación. El chaval, a cada trago más tocado, nos contaba su fantástica noche. Le pregunté por su edad y me sentí viejo.

El tipo con pinta de cura alzó el brazo izquierdo para llamar mi atención e hizo un signo como indicando otra ronda.

Y entonces fue que mi amigo aprovechó para ir al water. Todavía estaba preparando las copas cuando le vi salir haciéndole un gesto al otro para que entrara. Y sonreí al tiro del Barceló.

No me dijo nada. Mejor. Salieron a fumar. Mi hermano llegó a darme el relevo. Le dejé la cuenta de los curillas en un papel. Cogí el abrigo, la bufanda, el gorro y el cigarrillo y salí afuera.

- Me voy 
- Bueno, Kufisto, si no te veo que tengas una feliz noche.
- Claro, tío -Y nos abrazamos.
- ¡Joder, Kufisto, tío! -dijo el otro- ¡Hostia puta, eres un crack! ¡Te deseo lo mejor!
- Y yo a ti también. Nos vemos, tíos.

Crucé la avenida por los pasos de cebra, rodeé el edificio y un poco más allá me subí al coche. 


"Joder. Qué cerca ha estado. A casa. No pares ni en el súper para comprar el guiso de mañana. Un arroz y fuera. Sacas tu pollo del congelador y apañas un arroz, eso es. Después de todo mañana no es día para un guiso. A casa, Kufisto. A casa ya"


- ¡Hola, pequeña!
- ¡Miau!

No hay comentarios:

Publicar un comentario