miércoles, 14 de diciembre de 2022

NO MIRÉ ATRÁS

 La tarde era gris. Un viento cómico agitaba el esquelético ramaje de los árboles que se veían al otro lado del ventanal. Sonreí cuando la memoria me trajo de vuelta una escena de Buster Keaton, ¿o puede que fuera Harold Lloyd? En cualquier caso era algo natural, no se trataba de ningún terrorífico color caído del cielo lovecraftiano, de eso podía estar seguro. Hubieran bastado unos pocos pasos hasta la puerta del bar para abrirla y oír el alocado correr del viento, señal inequívoca de que nada raro le ocurría a los árboles. Dentro de unos meses volverán a lucir sus verdes hojas y tampoco será extraño. Ahora, mientras escribo esto, me acuerdo del buen Marty "Aigor" Friedman, de su misión en búsqueda de un cerebro prodigioso para los experimentos de su iracundo amo, del terror que le acogotó al verse reflejado en un espejo por la luz de un muy inoportuno relámpago y de todo el cómico desastre que aconteció después y vuelvo a sonreír.

La tarde era tan gris como debieron serlo aquellas tardes de la Vetusta por la que ayer, ya anochecido y por segunda vez, paseé un buen rato hasta caer en los brazos de la memoria. Hay cosas malas en los hombres, pero una de las peores es ser un pesado. Y ya son casi cincuenta los años que cargo sobre mis cervicales. 

Sí, la tarde era grisérrima, al menos tanto como el último disco de Iron Maiden, ese con el que han llenado estadios en los que jamás hubieran soñado actuar en las giras de sus mejores discos.

- ¡Hola, Kufisto! -dijo la cantarina voz
- Hola, preciosa -respondí.
- ¡Hooola! ¡Anda si estás allí!
- Sí, estaba mirando el panorama.
- Jajaja...Ponnos dos cafés, anda.

Venía con una amiga tan joven como ella.

- ¿Qué tal? -dijo sonriendo.
- Bien...¿como los queréis?

Y se fueron al ventanal para hablar de sus cosas.

Mi amigo llegó poco después. 

- Purple rain, purple rain...-fue lo primero que dijo. Sí, otra vez estaba lloviendo.
- Purple rain.
- ¿Qué tal?
- Bien, ¿una copa?

Y también se fue al ventanal tras comentar algo de Prince.

- Hoy me he acordado de ti -le dije al salir de la barra para hacerle compañía y así evitar sus idas y venidas a la barra durante los últimos minutos de mi turno.
- ¿Sí?
- Sí, por el sol que ha aparecido a eso del mediodía.

Ayer me dijo que estaba muy jodido de ánimo por su falta tras tantos días grises y lluviosos, del cansancio que le causa su ya larga baja laboral por ansiedad, del miedo que sentía ante la ya cercana Navidad, tan querida por él de toda la vida, más aún cuando todavía estaba casado y sus tres hijos eran pequeños.

- Sí...Poco ha durado.

No recuerdo como la conversación derivó hacia el baloncesto del que es un gran aficionado de toda la vida. ¡Ah, sí! Fu por el tema de Prince y todo eso, sí...De como hay gente que sabe llevar la presión y como hay gente que no aún teniendo más talento. 

- ¿Recuerdas -dijo tras escuchar con ojos de pez algunas leves acotaciones mías referidas a los casos de Bobby Fischer y José Tomás- las finales de los Detroit Pistons?

Bueno, hace veinte años que estoy fuera de todo pero sí, de aquellas me acuerdo algo.

Y desde allí derivamos hacia más atrás, hasta las de los Lakers contra Boston, hasta cuando éramos críos, yo más que él, pero aún así me sorprendí citando de memoria ante su entusiasmo los cincos de aquellos equipos...salvo uno.

- ¡Sí, eso es! -dijo él- ¡Pero nos falta uno de los Lakers!
- ¡Joder! -dije casi excitado- ¡Lo tengo en la punta de la lengua!
- ¡Hostia!
- ¡Me cago en la puta!
- ¿Cooper?
- No, ese era el sexto hombre, el de los triples.
- ¡Joder!

Hicimos memoria. No había manera. Tiró de Google y no daba con el último nombre. Oí a las chicas hablando de sus cosas. Mi mente se disolvió como un mal sifón. Ya no pensaba en nada. No podía recordar ni cual era el equipo de Arconada. Fui a la barra y me eché una cerveza.

- Los Celtics están claros -dije echando un trago mientras él seguía buscando en el teléfono-: Jonhson, Ainge, Bird, McHale y Parish. Y los Lakers eran Magic, Scott, Worthy, Jabbar y...

- ¡A.C. Green! -gritó por fin.
- ¡Joder, me cago en Dios!


Dos minutos después llegó mi hermano. Cogí el abrigo.

- Me voy -le dije dándole un golpecito en la espalda. No respondió. Quizá estaba hablando por teléfono a través de sus auriculares como suele hacer cuando no estoy con él. Quizá no.

- Adiós, chicas.
- ¡Adios, Kufisto!


Abrí la puerta y por fin entré al otro lado. Viento y lluvia. Doscientos metros para llegar hasta mi coche y después a casa.


No miré atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario