domingo, 9 de octubre de 2022

¡QUÉ DÍA LA DE AQUELLA MAÑANA!

 - ¿Sabes quienes son los que están sonando? -le pregunté.

Una hora más tarde empecé a volar por la barra del bar como otros lo hacen en las olas que el océano vomita sobre las costas.


Una tranquila mañana de domingo en el bar. Una mañana que me dejó toda una hora por delante para ser consciente del cansancio arrastrado por la vida que llevo, por el sueño que todavía tengo, por la última  bala que queda en la recámara de aquel enorme cargador de sueños y fantasías.

Pasó el mediodía, llegaron las cañas. Y de repente la calma chicha se transformó en un maremoto. Y entonces ya sólo te quedaba volar. Cuando uno está solo tras una barra sólo le queda volar. Volar. No hay otra palabra. Volar. Todo lo demás no existe. Vuelas. No hay dolor, no hay cansancio, no hay preguntas estúpidas, no hay pensamientos que cedan el paso a preguntas estúpidas, no hay nada más que volar. O como otro dijo en frase más afortunada sin haber sentido en su acomodada vida el verdadero significado , "cabalgar el tigre"

Y volé. Volé una vez más. Una vez más en solitario, como siempre. Todo solo. "¿No es lo que deseabas con toda tu alma cuando todavía estabas a tiempo de otra cosa? Muchas veces tuviste la oportunidad y sin embargo elegiste otro camino. Eras joven, listo, duro y fuerte..."

- Pareces cansado, Kufisto -me dijo un cliente, un viejo cojo adinerado, cuando ya en pleno Maelstrom le acerqué un plato de jamón a la mesa.

Uno no se ve en el espejo, lo siente en la cara de los demás. En verdad creo que uno muere sin haberse visto.

Seguí volando en círculos concéntricos, Ahora recuerdo a un águila que vi cerca del cementerio hará un año. Volaba bajo un sol despejado de nubes mientras yo andaba escuchando la obertura del Parsifal wagneriano. Fue algo tan hermoso y yo llevaba tal resaca a cuestas que estuve a punto de echarme a llorar. 

Saqué la labor adelante. Como Jesús con los panes y los peces, a nadie le faltó. Y como con Él hubo quien se maravilló de que pudiera hacerlo.

- Eres el mejor, Kufisto -decían mientras me veían volar.

Eran las tres y media y la barra, el salón y la terraza parecían un campo de batalla con todo decidido.

- Ahora sí -dije a mis dos amigos de la barra- Ahora me voy a echar una cerveza y a fumarme un pito. ¡Y que le jodan a quien no pueda!

No resultó del todo. Todavía quedaban rescoldos y hube de hacerlo a saltos. Pero la sensación de poderío ya estaba ahí otra vez.

Al fin todo se calmó. Dejé a mi hermano una buena pila de platos por lavar, algo que nunca he hecho. Pero ya estaba bien. Ya. Suficiente.

- ¡Pon algo de rock ahora que estamos solos, Kufisto, me cago en Dios!

Puse una emisora de rock, me eché otra cerveza y rulé otro pito. Y volvió la conversación del rock. La misma de la última hora de todos los domingos. 

Ellos ya estaban más que bien entonados y a mi, en tal estado de nervios, poco me hace falta para coger el ritmo.

Hablamos sobre lo que íbamos escuchando, canciones todas de nuestra juventud. A quien más, todos los tres defendíamos el valor de aquella música que tanto nos hizo vibrar cuando todavía estábamos tan limpios como una patena. Y la memoria de ello todavía aguanta el peso de todo lo que vino después.

Más cerveza, más tabaco, más pelos erizados no tanto por la música en sí sino por rememorarla en compañía de otros.

- Bueno, chicos me voy -les dije cuando mi hermano llegó a relevarme.
- Eres un crack, Kufisto. 
- Ya...


- ¿Sabes quienes son los que están sonando? -le pregunté.

El chico no respondió. Está dentro de lo que se llama el espectro autista. Su padre es amigo mío. Estaba jugando a la tragaperras. 

- Son los Beatles -insistí- Es la mejor banda que jamás escucharás...

Silencio. El chico seguía mirando absorto su teléfono. Empecé a cantar las canciones que iban sonando.

- Tú que tocas el piano -le dije- dile a tu maestra el próximo día si conoce a los Beatles.

Había cambiado de música poco antes de su venida. Estaba tan cansado y me sentía tan mal que me acordé de los Beatles. Y los Beatles curan.

Seguí cantando las canciones sentado en el taburete frente a él o yendo de acá para allá para los últimos ajustes del aperitivo.

- ¡I wanna hold your haaaannnddd...!

Y de repente el chico empezó a seguir el ritmo con su cuerpo.

Y dejó de mirar nervioso hacia su padre, aunque no el teléfono. Pero llevaba el ritmo.

- Esta se llama "It´s been a hard days night" Joder, qué buena. Cuando yo era tan chico como tú, un poco más, lo flipaba con ella. Luego le dices a tu maestra...Los Beatles.

El chico bailaba sentado en el taburete sin dejar de mirar el teléfono.


- Dile adiós a Kufisto -le dijo su padre.
- Adiós, Kufisto -dijo él sin mirarme.
- Hasta luego, Óscar. Y no olvides lo que te he dicho de los Beatles y tu profesora de piano.


Y su padre rió.






No hay comentarios:

Publicar un comentario