martes, 25 de octubre de 2022

CAPABLANCA

 Cualquiera puede hacer una "jugada de máquina" en una posición dada, incluso quien no sabe jugar al ajedrez. Como con todo, también aquí se miente desde el principio o, para ser más exactos, no se dice lo que en verdad es. Una jugada de máquina no es sino la primera de una serie de ellas, todas únicas entre el abanico que va extendiéndose con las excepciones forzadas de los obligados intercambios de piezas. Una jugada de máquina es una exacta combinación de movimientos que conducen a la ventaja decisiva. Una jugada de máquina son varias jugadas de máquina dentro de una combinación correcta de principio a fin. Una combinación de máquina no admite segundas opciones: o haces la mejor en cada movimiento o pierdes. Eso es una "jugada de máquina" Por esto son tan asombrosas y por ello sólo las máquinas son capaces de encontrarlas.

Muchas de las partidas más bonitas de la historia del ajedrez están llenas de errores por ambos bandos. Cualquier módulo de nuestros días las analizaría entre carcajadas si pudieran reír, pero se conforman con presentar ante nuestro ojos la pura verdad de las variantes correctas a tanto desatino. Para ellas, para las máquinas, las centenarias partidas de Morphy, Anderssen, Staunton, La Bourdonnais, Zukertort o el mismo Steinitz son un sindiós, algo así como un huevo frito en Fairy. Todas aquellas maravillosas partidas que tanto placer te causaron al reproducirlas sobre el tablero de madera eran mentira en su mayor parte. Mentira. Aquella belleza no era sino pura ilusión. Después de todo sólo eran hombres jugando al ajedrez y no máquinas creadas para jugar al ajedrez.


Apenas había empezado a amanecer cuando la yonki rompió la cinta de entrada a un nuevo día en el bar. 

- ¡Kufisto!
- ¿Qué? 
- ¡Dame un mechero, por favor!

Un mechero. Hoy tocaba un mechero. Nunca la había visto tan temprano

- No tengo, hermosa.
- ¡Por favor! -dijo en ese tono plañidero- ¡por favor!...

Recordé que al ponerme la chaqueta había encontrado uno en el bolsillo aparte del que llevaba en la mano.

- Voy a ver
- Por favooorrr

Se lo di. La llama era floja pero quizá le sirviera para hacer base.

- ¡Gracias, gracias, gracias!

Un buen acto, una buena acción. "Da de comer al hambriento y de beber al sediento" Pues más o menos. Ella quería un mechero y yo se lo di. Un mechero, nada más. Yo no soy su padre ni su guardián, sólo soy otro al que le pide cosas y a veces se las da sin esperar nunca nada a cambio. 

"¿Y para qué quieres el mechero? ¿Quieres fuego, un cigarrillo? Yo te lo rulo de los míos y te doy fuego, salimos a la puerta y nos fumamos un pito ahora que está amaneciendo...¿Pero para qué quieres un mechero tan tirada y desesperada a estas horas de la mañana? ¿Tienes algún problema? ¿Quieres que hablemos?"

No, la cosa no funciona así. Ni para ella ni para mi.


- ¡Kufisto! -dijo un buen cliente
- ¿Qué?
- ¿Como te va la vida?

Sonriendo, serví los dos vinos blancos.

- No creo que esa sea la pregunta correcta -respondí un tanto anonadado al oírme.
- ¿Y eso? -dijo sorprendido.

Ya no había marcha atrás.

- Pues...Creo que es la vida quien se pregunta como le va conmigo...¡O con nosotros! -añadí riendo. Y ellos también rieron.


Algo más jóvenes que yo, en la edad donde las mujeres han dejado de sangrar o están a punto del cierre total de la escotilla, las dos buenas amigas vinieron a tomar las cervezas de su día de descanso. El mediodía estaba tranquilo, muy tranquilo, y me senté con ellas en una de las mesas altas del ventanal. Ninguna de las dos fue nunca una flor pero en una noche muy antigua me follé a la pequeña en los wateres de un garito después de meternos unos tiros de coca.

Siempre hablo un poco con ellas cuando vienen al bar; les digo algo mientras dejo los servicios y poco más. Pero hoy, cosa rara, necesitaba estar con alguien y como no había sino poca gente y de confianza me senté con ellas.

Poco a poco se fueron los restos y nos quedamos solos. Eran casi las tres de la tarde cuando abrí mi segunda cerveza por la tercera de ellas. La conversación fluía sin dificultad entre alguna que otra salida mía a la puerta para fumar. La otra se fue al water y quedé solo con la pequeña.

- ¿Como estás, Kufisto?
- Bien

Sonrió.

- Es raro -dijo.
- ¿Qué?
- Pues eso...Que estés aquí...con nosotras...
- Bueno, había poca gente...
- Ya...Pero eso no lo haces siempre.
- Sí...Será que hoy no quería estar solo sin necesidad...Es raro, sí.


La cosa cambia con Capablanca. Muchas máquinas le dan como el mejor jugador humano de la historia, aquel que cometió menos jugadas erróneas en su carrera. 


El juicio de la máquina no se basa en tus buenas jugadas.

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