martes, 19 de julio de 2022

LO SÉ

 El tono de la conversación del par de dos empezó a sobrepasar el límite tolerable incluso para un español. Era tal y como si estuvieran en la barra de una discoteca, sólo que en este caso la mantenían en la de nuestro bar a las tres y pico de la tarde de otro domingo cualquiera. Ambos divorciados, con hijos ya mayores, el uno en el servicio de limpieza del Ayuntamiento y el otro trabajando en el campo. Clientes domingueros, algo mayores que yo, conocidos de toda la vida y de parecidos gustos musicales al mío de juventud que, sin embargo, no han variado un ápice con el paso de las décadas.

Siete tercios de cerveza los contemplaban cuando poco antes se marchó el penúltimo compadre, el más joven, uno de mi edad, otro mal divorciado con hijos que anda de acá para allá, Europa incluida, con tal de no estar en el mismo pueblo que su ex. El primero en irse había sido el último en llegar, el más listo, un mozo viejo recién jubilado, fanático del Real Madrid, que se ríe de todos nosotros: "¡Jamás pensé que se pudiera vivir tan bien!" Pero en verdad la cosa siempre es mano a mano, el barrendero y el agricultor; luego, a última hora, suele aparecer el mozo viejo, se bebe dos y se larga riendo; y de vez en cuando el otro. 

A eso de la una llega el agricultor con los auriculares puestos, que no se quitará hasta la más que previsible venida de su amigo el barrendero. Se sienta en su sitio de la barra, como en la escuela, y mira el teléfono cabeceando de vez en cuando al compás del jevi que está oyendo. Al rato aparece el otro y me mira en silencio desde la puerta como diciendo "¡verás!" Le da un pequeño toque, el amigo pega un respingo, se caga en todo y le saluda insultándolo. Hay confianza. Hay que demostrar la confianza. La vida es algo así como una perpetua demostración ante uno mismo o ante los demás, como una prueba para algún papel en Dios sabrá qué obra. Y cuanto peor es la película que al final te toca representar más te metes en el papel, más lo quieres, aunque a veces te cruce por la mente la idea de que no es posible que después de tanto tiempo el silencioso director de la obra siga al menos mirándote desde la oscura platea. Pero ya da igual.

El "Kill´em all" de Metallica. "Mátalos a todos" Sí, buen disco para cuando uno cumplió catorce años en los ochenta. 

- Ese disco -decía poco menos que gritando el agricultor- se lo regalé yo a Toni.

Otra vez. Era la cuarta o quinta ocasión en la que escuchaba la historia del disco y del común amigo muerto hará dos años, un tipo con el que nunca cambié dos frases y que sin embargo, sin saber yo la razón, o al menos sin recordarla, siempre me miró como si le debiera algo de valor.

- Buen tío -digo siempre, acotando.

De ahí, sin dejar de vocear nada más que para beber, loando hasta extremos indecibles al amigo muerto y su pasión por el jevi, pasaron más atrás, a sus tiempos de juventud, incluso al de la niñez. Los tercios de cerveza seguían cayendo en sus abultados estómagos.

Yo estaba en el otro extremo de la barra, consciente de mi importancia como espectador visible, incluso tangible. "Buen tío...buen disco...buen concierto...buen año para el jevi...buenas pajas...buen garito..." Y ellos se animaban aún más y me cortaban, se superponían nerviosos cuando ya un poco animado por un par de cervezas intentaba desarrollar algo más. Era imposible.

Muy pronto me iría dejándolos al cargo de mi hermano pequeño, un chaval para el que todas esas cosas son algo parecido a Cicerón y sus catilinarias.

Y me fui tras despedirme al paso.

Quizá acabaron en el puticlub. Es bastante posible. Hay domingos en los que acaban en el puticlub, el único que hay sin salir a la carretera.


En casa intenté dormir pero no pude hacerlo, tampoco esta vez. El calor era insoportable aún en el dormitorio con sus ventiladores. Qué tortura de verano. "El buen tiempo" El buen tiempo...


Cuatro horas más tarde me levanté del sofá del salón todavía con la noche sin terminar de derrumbarse, dejando a Hans Castorp en la Montaña Mágica justo cuando el regreso de madame Chauchat estaba a la vuelta de la esquina. Ahí dejé de leer.


Sé muy bien como acaba esa historia.


Lo sé.


No hace falta que nadie me lo diga.





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