lunes, 11 de junio de 2012
BORED DICK
Llevo tanto tiempo sin salir de aquí que apenas recuerdo si me escapé alguna vez.
Hace demasiados años...una muchacha sola...en el tren...ya estaba allí cuando subí...
No recuerdo de donde venía, pero sí que regresaba aquí; busqué un sitio libre de todos, el vagón estaba casi vacío y me senté junto a la ventanilla, me gustaba mirar lo que descubría el camino del tren, todo fugaz pero muy parecido, sin tiempo para los detalles, aquel olivar de la lejanía no tardaba ni quince segundos en quedar atrás, y tú ni dos en olvidarlo, allá se acercaba un rebaño de vacas, o un inmenso campo de trigo dorado por el sol de ese verano, o una pequeña estación abandonada...lo que fuera, nada permanecía, nadie tiraba del freno de emergencia, nadie lloraba cuando alguien se bajaba y nadie reía cuando alguien subía: solo íbamos de un sitio a otro. Eso era todo.
Siempre me gustó viajar en tren, no hay mejor forma de hacerlo cuando no son tus piernas las que te llevan, pero hay viajes en los que no son suficientes. Entonces, el tren.
Pero aquella tarde mi ventanilla dio al interior, no tardé nada en verla, en la otra fila, un par de asientos más hacia delante: morena, pelo largo, piel blanca, estaba leyendo un libro sobre sus piernas, hay pocas cosas mejores que ver como una mujer hermosa lee un libro mientras el sol ilumina la escena. Y allí no había ninguna.
Así que eso hice: mirarla. Y pedir porque no se bajara en las estaciones que iban saliendo al encuentro del tren.
En algún momento pensé en acercarme y decirle algo, o hacerlo sin moverme, a la Belleza no le disgustan las estatuas, tan quietas, a fin de cuentas todo movimiento es una posible amenaza, eso lo sabe hasta el que le echa cocacola al vino, pero un "¡qué calor!", o un "¿tienes fuego?", o un "ese libro que estás leyendo es buenísimo" puede dar lugar a una conversación...o a que mire para atrás y se vaya al siguiente vagón.
Y la cosa era demasiado buena como para arriesgarse: así estaba bien.
Llegaba mi destino y mientras me preparaba vi que ella seguía igual, inmejorablemente igual: esa no era su parada.
Y por otro momento pensé en decirle algo cuando pasara a su lado, no sé, "llevo mirándote toda una hora, tengo que bajarme aquí, pero dime una sola palabra y me voy contigo".
Quizá oyó el bonhamnesco latir de mi corazón cuando sintió que iba a perderla de vista para siempre, "¡con lo bien que estamos aquí, cabeza tonta!".
Pero ni media palabra.
Aunque "Moby Dick" estuvo atronando mi pecho hasta que del tren no quedó ni la n.
Después no sé lo que hice, aunque lo imagino. Y ahí seguimos, en plan Kraftwerk.
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Me han dado arcadas tu blog... Lo siento pero hay demasiada sangre...
ResponderEliminarLa sangre es la vida.
EliminarPota, te sentirás mejor.
Viajes en tren.
ResponderEliminarViajaba mucho de jovencita. Me dejaban ir sola a Levante unos días. Era liberador.
Absorbía la vida de fuera, la luz, las casas, el mar…
Y la de dentro…caras, voces. Leía y también fingía leer para observar sin ser descubierta, imaginando vidas.
Y más de una vez quise bajarme en cualquier sitio, siguiendo una cara o una voz, o solo por la necesidad de romper con mi destino, demasiado prefijado.
Me faltó valor.
Sigo viajando en trenes, cada vez más rápidos, sin aquellos hermosos compartinentos de madera con puertas.
Un día bajaré.
Un beso Kufis!!
R
Si tuviera tiempo y algo de dinero eso sería lo que haría: viajar en tren, parar un rato en cualquier lugar y subir a la máquina. Hasta encontrar un sitio donde me sintiera a gusto.
EliminarY escribirlo, claro.
Un beso.