miércoles, 20 de junio de 2012
DE PEREGRINACIÓN POR LA MANCHA
Lo que realmente me ha gustado y sigo haciendo siempre que puedo es estar a mi aire, a mi marcha, sin tener que dar explicaciones a nadie sobre el porqué hago esto y no hago aquello, es decir, tener la libertad de hacer con mi tiempo lo que quiero.
Y no quiero muchas cosas, más aún, estoy prácticamente convencido de que en caso de ser tocado por la porra de doña Fortuna lo único que haría sería quitarme de la circulación y, muy de vez en cuando, viajar a sitios muy puntuales: nada de fiestones, cochazos, mansiones o historietas varias. Una casita en el campo y lo estrictamente necesario para sobrevivir, a fin de cuentas ya tendría todo lo que quiero: tiempo. El dinero no puede conseguirte la felicidad pero sí la libertad, y tampoco creo que mi objetivo vital sea no tanto ser feliz como estar en paz conmigo mismo, cosa difícil de lograr cuando el entorno te empuja a la auto-anulación: si quieres ser tan feliz como nosotros ha de gustarte lo que nos gusta a nosotros.
Y una polla. No quiero ser feliz.
Mi ex y yo éramos como alfiles de distinto color en un montón de cosas importantes, pero en ninguna tanto como en el gusto por la gente: a ella le encantaba salir, hablar y relacionarse, y yo todo lo contrario. La cosa era medianamente soportable cuando estábamos aquí; yo trabajaba y ella andaba por el bar con unos y con otros, hablando sin parar, bebiendo sin parar y riendo sin parar, cosas que no me molestaban porque no tenía que participar de ello nada más que ocasionalmente, la santa excusa del trabajo hace que muchas parejas no se tiren por la ventana, a veces pienso que el trabajo tiene la buena fama que tiene porque sin él esto sería una matanza.
Pero cuando ella empezó a trabajar a la tierna edad de 25 años las cosas cambiaron: entonces fui yo el que hube de ir detrás aunque, santo trabajo, solo fuera en mi día de descanso.
Su primer destino fue en Brazatortas, pueblo manchego del que su nombre lo dice todo, así que me ahorraré describirlo. Bueno, solo diré una cosa: que no me extraña que su índice de suicidios sea de los más altos de España.
Como las clases empezaban justo cuando cerrábamos una semana por vacaciones me fui con ella para que la cosa se le hiciera menos difícil, aunque cuando vimos aquello se nos cayó el alma a los pies. "Oye, nena, ¿y por qué no te vas a vivir a Puertollano?", a fin de cuentas estaba a quince minutos de coche y podría haberlo hecho sin problemas, pero ella se empeñó en que no, en que viviría donde iba a trabajar, es algo normal cuando eres joven y empiezas cualquier cosa, te crees más fuerte de lo que eres, la ilusión podrá hasta con tus debilidades, pero estas también son jóvenes y a veces ganan . "Tú misma".
No llegó al puente de Todos los Santos.
Una noche me llamó de madrugada presa de lo que luego supimos fue un ataque de ansiedad, creía que se iba a morir, me asustó de verdad, estuve a punto de coger el coche y salir pitando hacia allá, aunque no fue necesario porque logré calmarla un tanto, pero aquella madrugada la terminó durmiendo en casa de unas monjitas de las que se había hecho medio amiga por razones del trabajo. Simplemente era una mujer que no podía vivir sola. Y menos en un sitio como ése.
Se fue a Puertollano y encontró piso compartido con una directora de sucursal bancaria y la cajera de la misma. Ella venía aquí los fines de semana y nos íbamos para allá el mismo domingo por la noche o el lunes por la mañana, día libre de mi sagrado trabajo.
Estaba acostumbrado a todo ese rollo de pisos compartidos, no en vano me fumé toda su carrera en Madrid, pero en el poblachón manchego capital del Reino las cosas eran mucho más fáciles, Madrid es Madrid, y por entonces yo tenía pasta, todavía vivía con los papis y el dinero que ganaba era para fundirlo, no tenía ningún otro gasto, así que llegaba a mediodía, la sacaba del piso y estábamos por ahí hasta la noche, un ratito de cháchara con sus compañeras, cervezas, un par de canutos comunitarios y a la cama. Algunos de nuestros mejores días fueron aquellos en Madrid. Pero que te acostumbres a algo no quiere decir que te guste, al contrario, cada vez se te hace más odioso, pero había que hacer el esfuerzo.
El trabajo la mantenía ocupada durante la mañana, tiempo que yo empleaba en salir a dar una vuelta para conocer la ciudad minera, y he de decir que no me sorprendió lo más mínimo: no había nada que ver, es una ciudad sin alma alguna. Pero no necesitas estar en Toledo para animarte a echar unos tragos, así que por las tardes salíamos de bares con las otras dos y una extrañísima pareja que eran amigos de la directora.
Ésta era una tía que andaba cerca de la treintena, alta, hombruna, no guapa pero tampoco fea, sabía resaltar lo bueno que tenía y disimular lo malo, me gustaban sus labios, casi siempre estaba sonriendo, parecía tan natural de tan artificial como es una sonrisa así en alguien de su oficio, tenía un cierto gusto vistiendo, no hablaba demasiado y apenas se le notaba que pasaba mucho de todo lo que oía, estaba a punto de casarse con su novio de toda la vida...
La cajera era una de las tías más feas que he visto en mi vida, bajita, con una nariz y una barbilla que parecían querer fugarse de su rostro, horrible voz nasal, un culo enorme, fofo, que la traía de cabeza las 24 horas del día, siempre estaba hablando de sus regímenes, iba a apuntarse al gimnasio según decía, apenas comía ni bebía, pero aquello no perdía volumen de ninguna de las maneras y se amargaba. Tenía un novio al que vi durante una de aquellas visitas, un chico de pueblo, muy zamuzo y nervioso, era mecánico o algo así, llegó una mañana al piso mientras yo andaba dándole a la ciclostastic que le había regalado a su novia, en esa mañana le hice más kilómetros que ella en toda su existencia, era una perra, ese era su problema, todo el puto día sentada, en el trabajo, ante el televisor, "¿y por qué no sales a pasear o a correr?" le pregunté una vez y me miró sorprendida, como si no tuviera piernas...
La extraña pareja estaba compuesta por una ella que hacía dos veces y media a él. Parecían un planeta y su satélite, lo menos pesaba ciento cincuenta kilos, tenía aspecto de cíclope, y no por su tamaño sino porque los ojos estaban tan juntos que parecían uno, cuando la mirabas mientras hablaba y hablaba no hacías más que preguntarte cosas, a cual más irritante. Él no alzaba tantos centímetros como ella pesaba kilogramos, lucía una poblada barba, cosa que me he fijado hacen muchos de su estatura, como esos peces que se hinchan para atemorizar a sus depredadores o esos perros que parecen grandes y son solo pelo, igual. Ella trabajaba controlando la hora azul y él no recuerdo qué coño hacía, quizá era su guardaespaldas, yo que sé...
Entrábamos a cualquier bar, nos sentábamos en una mesa y pedíamos de beber, cosa que siempre hacía yo, más que nada para quitarme de en medio durante un rato, era insoportable aguantar aquellas conversaciones, los malditos programas de Telecinco y su puta madre, el Gran Hermano y toda aquella bazofia...podía entenderlo en el caso de esos engendros, pero que a mi chica le gustara eso era algo que me sacaba de quicio, no podía comprenderlo: una mujer guapa, inteligente, que se había sacado la carrera con la gorra, que en las rarísimas ocasiones en que la escuché tocar la guitarra clásica tenía que mirar al equipo de música por si estaba encendido, esa misma mujer tan maravillosa era una adicta a toda esa basura. Aún hoy sigo sin encontrarle una explicación, a no ser que fuera la forma en que consiguió todos aquellos títulos, su vieja siempre le apretó una barbaridad, no bastaba con aprobar, tenía que ser la mejor, y eso puede crear un sentimiento de rechazo cuando lo consigues y te dejan en paz: jamás la vi leer un libro que no estuviera relacionado con su trabajo, o una buena película sin que se durmiera, o escuchar buena música, mejor cuanto más pachanguera...ella, que en una de nuestras primeras mañanas juntos tocó para mi algunas de las páginas más famosas del "Concierto de Aranjuez", completamente desnuda, con la guitarra sobre sus piernas, mirándome a los ojos...se volvía loca con el "Mambo number 5".
Pero en fin, nadie es perfecto, así que mientras discutían sobre si este merecía seguir en la Casa o aquella tendría que ser expulsada yo bebía y bebía, no había otra manera, y es que una vez que salió el tema del cine ella les dijo a los demás que a mi me gustaba mucho, más que nada para hacerme entrar en la pantomima, también les dijo que me encantaba Kubrick, "no lo conozco" dijo la planeta estudiándome con su Ojo, "no conoce a Kubrick, no conoce a Kubrick...tira a por otro cubalibre, todavía no estás lo suficientemente borracho". Y cuando conseguía estarlo agarraba cariñosamente de las barbas a su satelitín y le decía al oído: "Afeítateeeee". Y él se reía, y yo cogía como podía a su amor para bailar un pasodoble, o la lambada o lo que fuera la jena que vomitaban a chorro abierto los altavoces, y a veces nos caíamos, y todos reíamos.
Pero es que no había otra forma de hacerlo para mi.
Un año después la mandaron a otro lugar en el culo de nuestro mundo, otra vez la misma historia, otra compañera de piso, otro novio, otras compañeras de trabajo...estaba cansándome, empecé a fallar algún que otro día, empezó a dejarle de importar. Al año siguiente le tocó más cerca, podría haberse venido a vivir conmigo e ir a trabajar con el coche, pero le tenía mucho miedo a la carretera, cosa que era verdad, aunque no tanto como que nuestra escapada estaba llegando a su fin, no había mejor prueba que esa.
Poco después todo acabó.
Y cuando quienes más me quieren estaban comenzando a pensar seriamente en la posibilidad de llevarme a un psicólogo, o a un psiquiatra, o a un matamolleras de los cojones, o directamente meterme en un barril de whisky para dejar de ver como me mataba, empecé con esto y poco a poco también a salvarme de mi mismo.
Mi paz estaba oculta tras el papel en blanco.
Ahora solo me falta tiempo.
Porque lo demás está en mi cabeza.
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Tu texto me ha atrapado tío, me alegro por tí al final de todo. Mi novio y yo queremos mudarnos a un pueblito en los Pirineos... al leer tu relato, me ha dado un aprieto de repente pensar que no pueda funcionar de alguna forma, aun así, a ninguno de los dos nos gusta el pachangueo y nos une una vasta cultura musical, así que no me preocupo. Ha sido curioso leer esto. Un saludo :)
ResponderEliminarMuchas gracias, eres muy amable.
EliminarEspero que todo os vaya estupendamente durante el máximo tiempo posible.
Un saludo
Bueno, pues acabo de descubrirte y he de decirte que me ha gustado tu manera de escribir. Si te soy sincero he seguido el hilo porque citabas La Mancha, donde yo vivo, y más concretamente Ciudad Real. No te diré que no te falta razón en lo referente a Brazatortas o a Puertollano (tengo amigos de allí que afirman que es la villa más infecta del mundo), pero también tengo que reconocerte que otros lugares de la provincia son ideales para vivir. Tal vez sea nuestra manera de aceptar esta tranquilidad de cielos despejados y casas encaladas, o tal vez nuestra incapacidad de dar un salto y colocarnos en otro lugar más grande, más cosmopolita. Tal vez seamos tan quijotescos que no nos importa una calle vacía en invierno, a eso de las diez de la noche, o que en verano la vida empiece a ser mínimamente soportable a partir de las ocho o las nueve. Vivo en un pueblo pequeño que no tiene ningún aliciente para que siga aquí, echando raíces... Pero aquí sigo, enraizándome cada vez más.
ResponderEliminarPor cierto, yo también conozco historias de gente brillante, lúcida, increíblemente inteligente, que luego se tragan enterito el Sálvame; conozco doctorandos que leen el Pronto y políglotas de verbo fácil que jamás se acercan a un libro, sea del idioma que sea. ¿Estamos en el bando equivocado?
Un saludo, y a seguir en la línea.
Antes que nada, bienvenido y muchas gracias por tu brillante comentario, paisano. La verdad es que resulta gratificante que alguien se tome tantas molestias con un completo desconocido, por lo que te reitero mi sincero agradecimiento.
EliminarTus amigos tienen razón: he conocido lugares golfos, pero como Puertollano, ninguno. Serán los gases. Muy poco recomendable.
Claro que hay sitios bonitos, Almagro es uno de ellos, yo mismo soy como tú, conformista, será cosa de la llanura y la ausencia de mar, y cada año que pasa es peor. O mejor, según se mire, cada vez tengo menos ganas de abandonar esta tierra aunque sí de evitar a la mayoría de sus gentes. En cuatro líneas has descrito bastante bien lo que es la vida en la Mancha.
Y sí, seguramente nuestro bando sea el equivocado, aunque no conozco a mucha más gente que merezca la pena y consuma esa mierda, pero ,equivocados o no, no me interesa lo que hay enfrente.
Lo dicho, muchas gracias y bienvenido.
Un saludo.
Este comentario no es sobre la entrada del blog sino sobre tu propio comentario en público.es. Ciertamente el que pintó en el cuadro de Picasso es un gilipollas y tú eres el único que has sido capaz de describir la situación de un modo insuperable. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarClaro, no me extraña que opines así sobre Puertollano, estabas muy perjudicado por el alcohol durante tus estancias, por lo que tu objetividad es bastante dudosa y englobastes a toda una ciudadanía por unos pintorescos personajes que te tocó de compañeros de barra, argumentos muy sólidos para describir un pueblo y su "alma", enhorabuena "sociólogo".
ResponderEliminarGracias, Oráculo.
EliminarEstoy contigo Antonio. Quizá la objetividad la conseguiría con la desintoxicación etílica grave que padeció junto con sus colegas...
EliminarAy, Señor...
EliminarNo has perdido la magia al escribir so golfo. No tengo excusa para no haber pasado por esta casa en tanto tiempo. El tiempo tal vez, que como dices al final significa felicidad.
ResponderEliminarLa rutina en la vida y los pequeños detalles siempre son maltratados, ninguneados e infravalorados cuando en realidad son la vida misma.
Yo del dinero había oido una frase que me caló: "el tener dinero no da la felicidad, pero no tenerlo sí produce una gran infelicidad". Al final el dinero te da libertad (si tienes dos dedos de frente), y a través de la libertad se puede encontrar la felicidad.
Bien hallado, don Ogro; me preguntaba si uno de mis mejores ya me había abandonado por otr@s: con alegría compruebo que aún resulto interesante para quienes en lugar de uñas gastan bisturís.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo mío.
No me atrevo ni a escribirte.
ResponderEliminarPor manchar, quebrar, difuminar lo leído con mi torpeza.
Ese Concierto de Aranjuez debió sonar a música de las esferas.
Eso fue tuyo. Y ahora lo compartes.
Y a mí sólo se me ocurre decirte que te abrazo. Que gracias. Que un beso. Que sigas.
Es pobre. Es lo que es. Pero es para ti.
R
Siempre será demasiado viniendo de ti.
EliminarQue sí a todo, preciosa
¡Brazatortas! El primer destino de mi padre cuando salió del Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. Nunca he estado, con eso te lo digo todo. Y eso que mi padre era de la provincia de Ciudad Real.
ResponderEliminarSi aquello (Brazatortas) es la alegría de la huerta ahora, imagínate cómo sería allá por los cincuenta.
Un saludo.
Tétrico.
EliminarDe allí son Gala y el gracioso de Martes y Trece. Creo que intentaron cambiar su lugar de nacimiento como otros lo hacen de nombre.
Un saludo, amigo
Tu madre es una puta gorda
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