lunes, 20 de febrero de 2012
UN BAÑO CALIENTE
Desperté sin querer, ví que todo seguía igual e intenté perder la consciencia y recuperar el sueño, un sueño sin imágenes ni sonido, un sueño negro, el mejor sueño. Cerré los ojos y sentí que ya no podría ser: retazos de imágenes que tal vez nunca sucedieron, palabras que quizá nunca se dijeron y la misma melodía de la misma canción, una y otra vez...pensé en cómo me hubiera gustado pasar todo el día en la cama.
Después de 72 horas había logrado dormir un sueño normal. Y ahora que el dolor se marchaba de mi cuerpo llegaba el perro del remordimiento, el más estúpido de todos y por ello el más fiero, agarraba mis pelotas con sus dientes mellados, ¿no te cansas?, ¿no te cansarás NUNCA?.
La habitación olía a perro moribundo, la calle sonaba su canción de todos los días y la luz del sol entraba miedosa a través de los ojos cerrados de la persiana, no hay manera de escapar a sus anoréxicos rayos, no hay escape, ni en una mañana como ésta, ¿qué buscas aquí?, ¿no ves que no quiero verte?.
Me levanté, llené el baño de agua caliente y le eché medio litro de gel de leche para pieles sensibles, zozobré en la Red mientras esperaba, diez minutos después aquello parecía un bol de claras de huevo a punto de nieve, había echado demasiada leche, el agua hervía, me metí poco a poco mientras mojaba mi cabeza con agua, templada primero, fría después, ya estaba dentro, cerré los ojos y cuando los abrí ví mis pies sobre la espuma, tan lejos que no parecían míos hasta que los moví, me quedé un rato mirándolos, ya se habían ido todos de mi cabeza, cogí aire, aguanté la respiración, me tapé los oídos y la nariz y me sumergí en el agua de leche.
Cuando emergí no pude recordar si alguna vez me había bañado al despertar.
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