jueves, 1 de abril de 2010
LA CARRERA DEL PERRO
Bueno.
Hoy tendría que empezar por el final, pero lo haré por el principio.
Anoche conseguí un fondo de pantalla para la foto que encabezaba "Una mañana en la casa de los muertos", por lo que comprenderéis que al despertar esta mañana y ver tamaña belleza (aunque sólo sea la imagen de una imagen) uno no puede tener malos pensamientos.
Iba escuchando (sin mucha emoción, la verdad) a un compositor ruso de finales del XIX cuando, a lo lejos, veo a un perro que vuela a toda hostia hacia mí. No sé si seréis asiduos paseantes camperos, pero cuando veáis un chucho suelto pillad una buena piedra o un buen palo, por lo que pueda pasar. Total, que el chucho era una especie de galgo, o parecido, o lo que sea, pero corría como un diablo. Antes de que llegara a mí he creído ver a su dueño (no lo era) y me he tranquilizado un poco, ha pasado de largo, ha seguido corriendo como si fuera detrás de un buen coño-perra y ha regresado con su dueño. Acercándome me he dado cuenta del que yo creía su amo no era tal, sino otro alterado paseante. El gilipollas encantador de perros estaba un poco más adelante con otros 3 perrazos sueltos, una mujer, y un engendro que supongo era su hijo jugueteando con esas bestias del averno como si fueran lindas mariposas. He pasado de largo sin mirarle y cagándome en todos sus muertos y he seguido escuchando al ruso-coñazo.
Ya en la civilización lo de siempre en días de ¿fiesta?: jovencitas culonas trotando para bajar su culazo con la esperanza de que un subnormal con la cabeza llenda de aire y la cartera de billetes las mire, se las folle y las mantengan, tristes cuarentones solitarios en bicicleta mirando los culos de aquellas, y asquerosas feminazis cuarentonas con su pseudo-hijo en forma de perro atado a una correa y, también, mirando los culos de las primeras.
De camino a casa he recordado que un colega mío me dijo (aunque mejor hay que decir "escribió", porque un puto cáncer le ha provocado que le corten el cuello y ya no podrá hablar más) que había metido a una colombiana de puta madre en su bar, que me pasara a verla, que tal y cual...patatín patatán. Como no tengo nada mejor que hacer y me pilla de camino hacia allá me voy.
Yo pensaba encontrarme a una negraza zumbona, tetona, culona y con una mirada tan inocente como un tigre de Bengala, pero bueno, "un colega es un colega, no le va bien el negocio y hay que ayudar, me tomo una fanta, me fumo un pito, le miro las tetas y me voy a casa". Cuando paso y me encuentro a una chavalita joven, blanquita, vestida "sin vender la mercancía" y guapa.
-"Buenos días"
-"Hola"
-"Una fanta naranja"
Voy al wc agradablemente sorprendido, decido no revelarle que soy un buen amigo del dueño para ver como toma la muleta, y salgo.
Me tiene preparado la fanta y 2 pinchos con muy buena pinta. Me siento en un taburete, hago como que leo el fanzine punkarría de "La Razón" y la miro cuando ella no se da cuenta. Buen tipo. Entonces, como es joven, extranjera, está sola en el bar, no me conoce y, por lo tanto, está nerviosa, empieza a hablarme. Que es de un pueblecito cerca de Bogotá, que lleva 7 años en España, que tiene un hermano pequeño...en fin, lo de siempre. A las tías les encanta hablar. Pero tiene una voz tan suave y parece tan poco usada que la escucho con atención.
-"Estoy fatal con la alergia" me dice. y es verdad, le lloran los ojillos, tiene la naricilla colorada y eso.
-"Espera. Yo tengo unas pastillas que me van muy bien". Me busco y rebusco en el jodido abrigo y sale de todo menos las jodidas pastillas: tabaco, chicles de nicotina, ibuprofeno, omeprazol, aspirinas, llaves, papelajos..., solo falta que saque una lagartija. "Me cago en la hostia puta!" pienso mientras recuerdo que se les pasé a una amiga hará un par de noches.
Ella sonríe tímidamente.
-"Bueno. Es igual. Como tengo que ir a casa a coger el coche para ir a un sitio (mentira) ahora te las traigo"
Seguimos charlando un rato, le pregunto cuantos años tiene (esto sólo se puede hacer cuando uno sabe que son menos de 20), me dice que 19, doy gracias al Señor mentalmente y me despido de ella. Casi corriendo llego a mi casa, pillo el bálsamo de Fierabrás, cojo el buga, acelero con Led Zeppelin a todo volumen y, como si nada, le hago entrega de mi señorío.
-"Te traigo el prospecto (no vaya a pensar que soy un sádico asesino que la quiere endrogar y violarla), lo lees y te la tomas si te parece bien"
-"Vale. Muchas gracias" me dice con esa vocecilla, y creo ver un poco de color en sus mejillas. ¡Color en las mejillas! ¡Se ruboriza! ¡Me cago en el copón bendito! ¡Hace cuanto que no veía eso!...ni me acuerdo.
-"Hasta luego"
-"Hasta mañana"
Salgo tropezándome con un taburete, me monto en el coche, cierro la puerta, se me queda el abrigo enganchado, abro la puerta y lo meto, arranco, se me cala, meto la primera y vengo para acá con la cabeza en blanco.
Los perros son felices cuando pueden correr a sus anchas, pero también lo son cuando quien tira de la correa es su amo.
Hay momentos en la vida que hasta el perro más libre e indómito añora la correa de un buen amo.
Y más aún cuando es ama, tiene 19 años, es guapa, agradable y...¡se ruboriza!.
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