jueves, 1 de septiembre de 2022

AMISTAD

 En otro tiempo un reencuentro como este me habría afectado de manera parecida al relato de un concierto perdido por el trabajo, como aquel de Pink Floyd en Anoeta. Escuchar las aventuras vividas, ver sus rostros y como, excitados por la memoria reciente, unos se pisaban a otros poco menos que entre gritos para dejar constancia de sus sensaciones era algo complicado de presenciar sin dejar una amarga huella. 

La amistad es una cosa que cambia con los años. Cuando uno es joven y un tanto introvertido es algo casi religioso. Sentirse cercano a alguien por uno mismo, por ser lo que eres, es algo muy hermoso. Claro que esas cercanías, esos sentimientos compartidos, estaban potenciados por el alcohol; pero todo el mundo bebía y no por ello hablabas con cualquiera a corazón abierto.

No conservo contacto con ninguno de aquellos amigos. Unos eran de verano, otros se fueron y algunos volvieron, pero ni aún entre los que se quedaron aquí tengo más conocimiento que un breve saludo cuando no una mirada hacia otro lado. Es como si vernos nos diera vergüenza. Es como si nos culpáramos los unos a los otros de las vidas que llevamos.

Es en Navidad cuando vuelven al bar los amigos que se fueron del pueblo. Pasan la Nochebuena con la familia y el 26 ya están de regreso a Ibiza. Y en esos tres días los veo por el bar.

Durante muchos años resultó cosa ardua soportar toda aquella felicidad. Al verlos con aquellas mujeres, todos bien puestos y en permanente estado de risa, tenía la amarga sensación de alguien que ha desperdiciado su vida tras la barra de dos bares familiares.


Le reconocí nada más darme la vuelta tras dejar las bebidas en una mesa. Él sabía que yo era yo, por algo había venido al bar, pero yo podría no haberle reconocido. Pero le reconocí. Y me acordé de su nombre.

Nos saludamos. Estaba muy cambiado, como yo. Hablamos de cosas leves, sin importancia; yo dije poco y él se explayó un tanto con su trabajo entre dementes y la novia que tenía en Albacete. A la gente le gusta hablar de sí misma. La gente no sabe hablar de otra cosa. Diles qué has comido y ellos no te preguntarán como lo hiciste sino lo que han comido.

Vino un amigo y cliente y se saludaron. Hacía tiempo y todo eso. Entonces el recién regresado le preguntó sobre qué andaba haciendo, si seguía con los bares y tal, algo que sólo puede preguntar quien hace más de una década que no viene por aquí. Pregunta incorrecta: mi amigo es camello y no te lo va a decir. Pronto se quitó de en medio para irse al ventanal donde estaba un amigo bebiendo cerveza.


- Bueno, Kufisto, me voy -dijo tras recibir una llamada telefónica en la que reveló el bar donde estaba.
- Nos vemos.
- Estaré por aquí unos días. A ver si nos tomamos algo.
- Claro.


Recuerdo lo que me dijiste todo borracho aquella noche, cuando éramos chicos, en una de esas fiestas fiestas que montábamos en el chalet de tus padres.


- Dame un beso, Kufisto.
- No. Levántate, anda. Estás muy borracho.




No hay comentarios:

Publicar un comentario