martes, 20 de septiembre de 2022

CANDIDIASIS

 Desperté sediento y todavía borracho. Agarré el teléfono para mirar la hora. Medianoche. Encendí la lamparita del dormitorio. Miré por una botella de agua que tal vez hubiera traído conmigo antes de acostarme y no vi ninguna que no estuviese vacía. Ofuscado me levanté para ir a la cocina. La gata maullaba tras la puerta. "¡Maldita gata de los cojones! ¡Tú me has despertado! ¡Siempre igual, coño!" Abrí la puerta y allí estaba. 

- ¡Mauuu...mauuu!
- ¡Quita, zorra! -dije dándole una patadita en el lomo.
- ¡Mau! 

Y con odio pegué un portazo.

Y entonces sentí como la uña del pulgar de mi mano izquierda crujía bajo el quicio de la puerta. En dos segundos, los que tardé en llegar a la cocina, la uña se había puesto negra. 

Las manos me temblaban cuando al fin pude coger una botella de agua. El dolor era grande pero sentía la estupidez con mucha más fuerza: "Esto te pasa por gilipollas, ¡POR GILIPOLLAS!"

Regresé a la cama. Me dormí. Todavía estaba borracho.

A eso de las tres desperté preso de un dolor que no puede describirse con palabras. Los efectos del alcohol ya estaban pasando. 

Lloré, me acordé de mi madre a voces, llegué a darme de cabezazos con la pared. Encendí la lamparita y me levanté para comerme un ibuprofeno. 

Media hora más tarde estaba durmiendo.


Ha transcurrido casi una semana. Una semana de vacaciones, una semana relajada. La uña sigue negra, por supuesto, aún le queda. Tiene que crecer la regeneradora y todo eso, pero bueno, no es como en los pies que te dura un año, esto va mucho más rápido. 

Estoy de vacaciones. A mitad de vacaciones. Unas vacaciones largas, de casi tres semanas. La verdad es que los tres hermanos estábamos al límite con el bar. Hay que parar.

Me levanto temprano, no tanto como cuando trabajo, pero temprano. Salgo a andar, una cosa corta, nada de barbaridades. Vuelvo a casa, preparo la comida, hago mi tabla de ejercicios, me ducho, como, duermo la siesta y voy a ver a mi madre. Hablo un rato con ella, regreso a casa, leo, veo algo en Youtube y me voy a la cama no mucho más tarde de lo normal. Claro que con las siestas a veces cuesta conciliar el sueño y me dan las tantas. De todas formas no sigo durmiendo cuando veo que ha salido el sol. Ya habrá tiempo después de comer.


Es una buena vida. Una vida de jubilado. Despiertas, paseas, comes, no bebes, duermes, ves a tu madre y pasas el tiempo. Y así un día tras otro. Te miras en el espejo y las ojeras son menos. Te ves hasta guapo.  Te miras la uña y le das la gracias. ¡Quien sabe lo que hubieras hecho sin destrozártela! Es como Cándido. Nosotros somos cándidos. Y siempre lo seremos.




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