Éramos muy jóvenes y fuimos buenos amigos. Los del colegio eran eso, del colegio, y los del barrio ya habían quedado atrás. La pubertad había llegado y con ella el ansia por conocer gente nueva, diferente y cercana. La fiebre del fútbol empezaba a dar paso a la musical y este fue el hilo que nos unió. Nos juntábamos en alguna casa disponible y escuchábamos todos aquellos discos con verdadera devoción. Era imposible que hubiese música mejor en el mundo, aunque muy pocos estaban de acuerdo con nosotros, cosa que lejos de desanimarnos nos reafirmaba todavía más. Después salíamos por ahí y jugábamos a ser hombres. Y cuando alguno caía nunca se quedaba solo. Un par de años más tarde empezaron a llegar las chicas, tan diferentes a las que veíamos en las pelis porno, y el grupo comenzó a resquebrajarse: ya no era lo mismo con ellas en medio. Algunos acabaron por dejarlo. Llegaron más drogas que los porros y el alcohol. La música que nos había unido ahora nos tenía encerrados en una jaula. Habíamos vuelto a la casilla de salida. Pero otros no. La partida no empezaba otra vez. La partida seguía. Y ya, casi desde el principio, íbamos a remolque. Me fui cuando las pastillas tomaron el relevo de aquella música que ya estaba dejando de escuchar.
Los años pasaron y las casillas no tanto. Algunos hubo en los que existió la posibilidad de avanzar unas cuantas, pero pudieron más los errores del inicio. Hay quien aprende de los suyos y hay quien los prefiere a los aciertos de los otros. Yo todavía soy de estos.
Antes de ayer vino al bar uno de aquellos buenos amigos con un conocido. Está tan gordo que ha tenido que dejar de trabajar. Me lo contó la última vez que estuvo por aquí, hará un par de meses. Se quedó dormido con el camión y a punto estuvo de matarse. Ahora está viviendo con su madre, siguiendo un plan de adelgazamiento, durmiendo con el oxígeno para su apnea y haciendo de tripas corazón para no salir a la calle con sus amigos. Pero el martes se dio un homenaje. Salió a comer por ahí y después vino a verme para tomarse unas copas y alguna que otra raya. El otro se lío a jugar con la tragaperras cuando vio que empezaba a contarme cosas que él ya había oído. Mi amigo no paraba de hablarme fuerte y de mirarme a los ojos como si fuera a desaparecer. Nos reímos un montón con sus peripecias por Europa. Me sorprendió un tanto su tremenda humanidad escondida bajo esa brutal apariencia que siempre ha tenido. Son muchos años sin apenas contacto de vis a vis, nada más que lo típico de muy allá para cuando y siempre en compañía de otros. Me decidí a echarme una cerveza cuando pidió su segundo gin tonic. Y saqué un paquete de tabaco después de otros cuatro días sin fumar.
- Todo está en la cabeza, Kufisto, todo. Yo voy al dietista y me dice: "Mira, no te voy a volver loco con el tema del pesaje y demás. Lo importante es que tú te lo creas, que sepas donde estás y el problema que tienes, pero no te obsesiones. Lo tuyo es cosa tuya y de nadie más" ¡Me cago en Dios, Kufisto! ¿tú sabes lo que es oír eso después de estar tratando con una jodida zorra de médica que no hace más que decirte que si esto y que si lo otro, como un puto sargento? Que si deje a mis amigos, que si esto, que si lo otro...¡Pero como voy a dejar a mis amigos! ¿y qué hago? ¿me suicido? Yo cumplo, Kufisto, cumplo...Mis verduritas, mis carnes a la plancha y tal, azúcar cero, el tabaco...el tabaco no puedo dejarlo aunque fumo menos, claro, y el alcohol...bueno, soy alcohólico, bueno, medio alcohólico, y a la hora de comer mi vino con sifón y tal, pero nada más. Ni copas, ni chupitos, ni pacharanes, ni cervezas, ni nada...nada ¡Pero coño, el vino con la comida no! Luego me llaman mis amigos; que si vente, que estamos aquí, que esto y lo otro, que tal y cual...Y yo les digo que no. Que no. ¿Entiendes, Kufisto? ¿lo entiendes? ¡Les digo que no y me quedo en mi puta casa con mi madre! Bueno, sí, hoy estoy con este...pero es hoy. Un tío como yo no puede estar encerrado a tutti sin desfogar de vez en cuando, que son muchos años...Yo lo único que quiero ahora es ponerme bien, volver a trabajar ¡y agenciarme una mujer barbuda aunque sea, coño!
Pillé otra cerveza y salimos a la calle para fumar. Él siguió hablando y hablando de toda la gente y sitios que había conocido. Gente y sitios reales, fuera de toda ruta turística. Y para nadie tuvo una mala palabra, al contrario. Sólo para los "coletas" de aquí, como él los llama. Gente que no sabe una puta mierda de nada mientras dictan todo lo que les dictan. Él, un tío que si ha sido de algo es de izquierdas, cagándose en las cabezas de quienes ahora llevan sus riendas.
Llegó mi hermano y me fui. Si él hubiera estado solo me habría quedado, fijo. Pero mejor así. Y nos despedimos con un gran abrazo después de acordarnos de nuestros padres muertos.
Esta tarde ha venido un amigo del barrio. Hacía años que no lo veía por aquí. Casado en su momento, padre poco después, propietario junto a sus hermanos del muy boyante negocio que heredó de su padre...Era bueno jugando al Monopoly. Venía con otro, uno con pinta de pardillo. Después llegaron otros dos. Más copas, más risas bancospaña, más planes llenos de cigalas, gambas de Huelva y putas...Llegó mi hermano y me fui. Ni invitándome a todo eso me hubiese quedado con ellos.
Bueno...en estos casos digo lo que Botvinnik de su mítica partida con Fischer:
- ¿No hubo demasiados errores? -se pregunta en boca de otro
- Ciertamente, los hubo.
Pero ahí está.
Todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario