domingo, 7 de mayo de 2017

DÍA DE LA MADRE

Zapeé toda la TDT y al final dudé entre poner el final de Rocky y el inicio de Rocky II o una serie que no conocía sobre niños asesinos. Elegí esta última. Vino mi madre de la cocina donde estaba colocando la compra y me preguntó qué hacer con unas tiras de tocino que le habían regalado en la carnicería. Le dije que mañana nos las comeríamos en el bar. Después se cambió y se sentó en el sillón. Esta vez no dijo nada de cambiar de canal. Pero no pasaron quince minutos cuando dije que me iba a la cama aprovechando que había dejado de wasapear para atender una llamada. "Vete a la de abajo si quieres...por la humedad y eso" Le dije que no y me encajoné en esa que fue mi cama hasta hace poco menos que treinta años. Cogí la segunda parte del Quijote que me había traído la noche anterior y leí algunos capítulos rumiando si no sería mejor hacerle caso y cambiar de habitación. Llevo dos meses durmiendo allí un par de noches por semana y ya me había acostumbrado a la cama, pero ahora dicen que tiene humedad por culpa del water de al lado y ya se sabe que basta conque quien te quiere te diga si no sería mejor otra cosa para que tú te preguntes si tendrá razón, aunque luego hagas lo que siempre has hecho, es decir, lo contrario.

Me quedé allí. Y pensando que cada día que pasa más salva Sancho al Qujiote me dormí a la media hora con el puño pegado a la pared, como en mi casa desde hace más o menos los mismos dos meses, desde que una mañana en la que me levante aún más tronchado de lo que venía siendo habitual dije que era la última vez que dormía en el gran colchón, en mi gran colchón, en mi primera cama propia, en lo primero que pensé cuando firmé mi condena, "una cama grande" Doce años después también me he quedado sin esta y ahora vuelvo a dormir en una pequeña. Mía también, pero junto a la pared.

Desperté como si no fuera domingo y apenas intenté seguir durmiendo. Meé, me vestí, le di dos besos a mi madre que adormilada estaba con la radio puesta y me fui cagándome en el malnacido que poco menos estaba llamando paletos a los votantes de Le Pen.

Llegué al bar después de comprar la maldita prensa y puse a la Velvet. Iba a ser un día duro y no había que perder ni un minuto. Me lié a limpiar, a colocar, a fregar; en estas llegó el merchero con su bicicletilla y le dije que se pasara dentro de una hora. Terminé y me fui a duchar no sin antes echar una buena cagada. Desayuné y volví a salir pitando. Cuando llegué, Jose ya estaba allí, puntual. Le di la llave del otro local y cantando sus cosas empezó a sacar el mobiliario y a colocar y limpiar la terraza. Puse en el Spotify una carpeta variada de mi elección y me lié a arreglar el pescado para las paellas del mediodía. Apenas eran las nueve, no más, pero el pescado no es la carne, que hasta un porro no necesita más que echarla al fuego y mirarla de vez en cuando, no...el pescado es una cosa delicada, querido, y lo delicado necesita interés y atención, que esto no es un artículo de Carlos Herrera.

Y a eso de la una y media, cuando estaba bregando con la segunda paella, la de encargo, y todo lo demás apareció mi hermano.

- Esto me lo ha dao mama para nosotros -dijo sacando una bandeja con el tocino ya hecho.

Y se me llevaron los demonios. O los malos encantadores.

Cogí el teléfono y marqué su número. Le dije mil barbaridades en medio minuto y le colgué cuando ella decía que creía que la llamaba para felicitarle por su día. Al instante, como un trueno en la cabeza, me vino una sensación de amargura que apenas pude dominar. Terminé el jodido arroz mientras afuera, en la barra, en el salón, seguían habiendo los mismos cuatro gatos que había tenido en toda la mañana de mierda. Los mismos no, eran otros, y además con uno especialmente imbécil, pero tanta prisa, tanta trabajo para eso, para ver como el primer arroz languidecía de asco después de tanto interés...Joder.

Me acordé de Nietzsche, de Zaratustra, del superhombre...

Cogí el teléfono y marqué su número para pedirle perdón. Y no lo cogió.

Llegó el del encargo, uno que desde hace tiempo miro como si no llevara otra cosa que un verde gabán. Con todo su buen humor, con toda su buena bonhomía, con su camisa de 120 pavos y su gran, perpetua, pero no dolorosa sonrisa me habló de su experiencia de ayer en un restaurante por el cual los hombres son capaces de quedarse tiesos para que un punky consiga que su puta se abra de piernas después de hacerle fotos a los trece platos (menú normal) que colgará en su Facebook antes de probarlos. Pero este no es de esos; maneja, pero no para tanto. Era una invitación para él y su mujer. Cosas de tener negocios y no nogocios. Y para sorpresa de ambos me ha dicho que fue algo indescriptible. que de verdad merece la fama que tiene, que eso no se puede explicar con palabras, ni siquiera con fotos, y que, por supuesto, al salir no se fueron a comer una hamburguesa al McDonalds. Yo lo oía y me alegraba por él, pero no se me iba mi madre de la cabeza.

Al final cogió su paella y se fue.

Y yo cogí mi coche y me fui para la casa de mi madre.

La vi por el espejo del pasillo antes de verla. Parecía como si hubiera estado llorando. Entré al salón con las manos juntas pidiéndole perdón con una sonrisa que me salió sin pensarla, como lo de las manos. Ella rompió a llorar y la besé y la cogí de las manos.

- ¡Pero como eres así, Kufisto, como eres así...!
- Perdona, perdona...
- Es que una hace las cosas con todo el cariño, sabiendo lo liado que ibas a estar hoy, para que no te entretuvieras, para quitarte trabajo, para que sólo tuvieras que echarle las verduras que tanto te gustan ahora...-lloraba como pueda llorar una madre en su día por su amargado hijo
- Perdona, perdona...
- Estás amargado, Kufisto, estás amargado...
- No, no, no lo estoy
- Sí lo estás, Kufisto, sí lo estás...
- Perdóname, perdóname
- Tu padre siempre me lo decía, que sufro tanto porque me doy tanto...-decía llorando mientras señalaba la frontera foto de mi padre.
- Lo siento, lo siento de verdad

Volví al bar. Nos comimos el tocino. Estaba delicioso con sus ajos y su pimentón. También cayó el puto brócoli. También.

Mi hermano se fue y yo empecé a darle al tema un rato después. No quería pasarme. No estaba en condiciones de pasarme.


Pero ahora que estoy aquí sí que lo estoy.





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