- Tendrá 75 años -ha dicho
- Tendría -he respondido
O no me ha oído o no ha entendido mi indirecta. Siempre me pasa cuando hablo como si estuviera escribiendo. Además que ya le dije que había muerto tal y como le he dicho las otras veces. Ha empezado a contarme algunas historias ya contadas y yo he vuelto a acordarme del maldito colchón que me tiene destrozado desde que desperté a eso de las seis. Poco después llegó gente joven, puse algunas copas y el viejo decidió irse sin despedirse, o yo no lo oí. Los chicos hablaban del partido. El Madrid había vuelto a ganar en el último suspiro. Se salieron con sus copas para sentarse en la terraza donde sus chicas les esperaban y yo volví a la puerta. Y allí continué mirando el panorama de mis últimos minutos por hoy en el bar.
Sábado de Gloria. Ayer me topé con los aledaños de una procesión mientras terminaba mi paseo y fue como ver la promo de un episodio de Cuéntame como pasó. Cené un plato de potaje en casa de mi madre y con la última cucharada me fui para mi casa. Al rato me llamó para decirme que había estado viendo la procesión con mis tíos. Y ya en la cama, reventado, ni me dio tiempo a abrir el libro de Fischer, siquiera el de los mormones que me regalaron el otro día y que tanto me aburriera a las dos páginas.
Hoy estoy más cansado que ayer. Hoy necesito el respiro de unos tragos y unos cuantos cigarrillos. Escribir algo, leer alguna buena partida de Bobby y dormir en la otra cara del colchón.
Esta mañana se le cayó la caja de aguacates a la chica de la frutería. Le ayudé a recogerla. Me gustaría verla sin el disfraz de la empresa. No tiene que estar mal. Supongo que a ella también le gustaría verme sin cara de estar desentrañando una película de Terrence Malick. A veces me veo escogiendo los limones como si alguno llevara dentro el aleph.
El monedero de la máquina del tabaco iba tan mal que he tenido que llamar al dueño para decirle que o me lo cambiaba o no vendía más tabaco. Han tardado unos minutos en venir y segundos en solucionarlo; tan pocos que me ha parecido algo casi mágico. Estar dos días como estos haciendo de estanqueros es algo que podría hacerle perder los nervios a un eurodiputado.
Un tipo que no cabía en el asiento de su coche no hacía más que ir arriba y abajo de la avenida a no más de diez kilómetros por hora por el carril rápido. ¿Qué clase de tío es capaz de hacer eso? Joder, parecía una puta célula maligna deseando que otras se estamparan a ella.
Un chaval que nunca me habla más allá de para pedirme sus consumiciones me dijo ayer que tenía problemas cuando se pasaba con el alcohol. Estaba con su chica, con la familia y los amigos, todos ya medio borrachos. Me dijo que una vez se puso tan ciego que mi hermano tuvo que llevarlo a casa en su coche.
- Mi padre estaba en el hospital y yo...
- Ya, te entiendo -le dije
Hay gente que por alguna razón ves que quieren conocerte, que te miran como si tú supieras más que ellos, que esa fama que arrastras debe ser por algún motivo, que quizás tú tengas algunas respuestas al porqué ellos también empiezan a preguntarse cosas ahora que ya van dejando atrás la brutal juventud...Y tú, que prácticamente has sido y eres como el Hagen wagneriano, ves que ese es un mal lugar y momento para hablarles de la cueva de Montesinos, y que seguramente tampoco los haya fuera de allí, pues más sabe el viejo por diablo que por viejo, y que cuando el alcohol se va el interés salta por el vomitorio, y que la piedra que arrastra el agua sólo sabe que es una piedra cuando la escupen a la orilla.
- ¿Pero vosotros teníais un bar en otro sitio, no? -me preguntó el viejo
- Sí -le respondí tal y como había hecho la penúltima vez hará unos meses-, pero nos fuimos de allí hace veinte años.
- Claro...Yo conozco a tu padre -volvió a decirme como tantas otras veces.
Y por primera vez no le he dicho que ha muerto.
Fischer-Stein, Sousse 1967, Apertura Española, partida 60 de Mis 60 memorables partidas
Y a ver qué tal en la otra cara del colchón.
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