miércoles, 12 de abril de 2023

SUBE, KUFISTO

 - Ponme una copa para Miguel, Kufisto -dijo mi hermano pequeño, siempre con prisas- Ahí, en el mismo vaso.

Apenas me había quitado la camisa. "Vaya -pensé- poco le ha durado" Ayer me dijo que llevaba tres días sin beber. 

- Joder -me dijo-, ayer (por antes de ayer) lo pasé fatal.

Claro; el día previo no contaba mucho, o no tanto, sabiendo que, como casi todos los días desde hace veinte años, se habría dormido hasta las cejas de alcohol. Lo duro en su estado empieza el segundo día de abstinencia.

- Voy a dejarlo, Kufisto -me dijo- Ya está bien.
- Me alegro, Miguel.

Es un buen amigo. Un gran amigo.


- ¡Hombre, Kufisto! -dijo hoy llegándose a la barra tras la marcha de mi hermano pequeño- ¿Sabes? Sabía que habías llegado tú en cuanto he dejado de oír el televisor.
- Jajaja...¿Qué tal, Miguel?

Era mediodía, la una de la tarde, mi segundo y último turno.

Hablamos. Lo de hoy sólo era un pequeño homenaje ante el día de mañana.

- La primera copa me la tomé aquí -dijo- Y esta va a ser la última. Mañana voy a Madrid a ver un brasileño.
- ¿Un brasileño?

Y entonces empezó a contarme la historia del brasileño.

Es un tío que cura las adicciones de gente aún mucho más adinerada que mi amigo, muchísimo más. Por un contacto, uno de sus amigos de pasta, había conseguido cita y mañana estarán ante él. Pero siendo ambos gentes de posibles no habría servido de nada sin el conocimiento de gentes del otro, tal que anda en contacto con peña que maneja muchísima pasta.

- Ya me contarás -le dije tras la interrupción de otra llamada telefónica.
- Te lo contaré. 

Y se fue del bar atendiendo otra llamada.


Kámel vino no mucho después. No sé lo que yo estaba haciendo pero no le vi entrar en el vacío bar, casi que me lo encontré a las espaldas. Quizá estuviera recogiendo algo, no sé, no me acuerdo.

- ¡Coño! -solté al darme la vuelta.
- Hola, Kufito.

No sé; tal vez hubiese dicho lo mismo en el caso de encontrarme a la Mar Saura de 1999, pero de cualquier manera mi respuesta fue la de casi todos los días de estos últimos tres años:

- ¿Chupito? 
- ¡No! Un café. Cortado.

Kámel está en la mierda dese hace muchos años. Kámel está en la mierda desde que nació hace sesenta años en Siria.

- ¿Un tercio?
- ¡No! Sólo café -dijo en su extraña lenguaje- Ya no bebo. ¿Te acuerdas del otro día, del domingo?
- Sí.
- Dejé el tercio casi entero, ¿lo viste?
- Sí.
- Estoy tomando medicación...¡no me entra!
- Ya
- ¡Ya está bien de alcohol! ¡No dinero, no salud!...
- Sí
- ¡Pero ahora voy a dejarlo!
- Muy bien.

- ¿Kufito?
- ¿Qué?
- ¿Donde me siento?

Kámel es un pobre de solemnidad, un pobre de iglesia, un pobre de iglesia follonero cuando su largo alcoholismo le incita a ello.

- En la mesa pequeña, Kámel -le dije.

Estábamos solos en el bar. Kámel agarró su café con mano dudosa; le dije de llevárselo yo a la mesita.

- ¡No! -respondió. Y ayudándose de su otra mano y a modo de ostia fue a sentarse en la mesa indicada por mi.


Cujo llegó al bar unos minutos después de la marcha de Kámel. Ya eran las tres de la tarde. Pidió un whisky. Me abrí una cerveza. 

- ¿Sabes quien está dejando de beber? -
- ¿Quien? -preguntó sonriendo-
- Kámel
- ¡No jodas!
- Sí.

Echamos el rato bebiendo, hablando de películas clásicas, de música, de tías...Me pasé al whisky mientras él lo hacía al speed y salimos a fumar con el bar vacío y el "Oye como va" de Santana acabado de saltar en Spotyfi. Una tipa salió del edificio de enfrente con el pelo recogido de cualquier manera y unos vaqueros culeros. Fue perfecto. Cuando llegó hasta nosotros sin habernos hecho ni puto caso fue que Santana entonó el primer "Oye como va" Y reímos.


Fede entró cuando Cujo todavía estaba allí. Pero pronto nos quedamos solos, Fede y yo. Cujo tenía que hacer.

La última tarde que pasé con Fede, la misma del último pedo de Miguel, fue de esas que hacen raya. 


Segundo whisky, tercera cerveza. Estoy bien. Otra vez estoy tan bien que quiero demostrarlo bebiendo ante él.

Me habla de sus problemas con las mujeres; del alcohol que no debe beber mientras sigue de baja trasegando su segunda copa. Las mujeres siempre han sido su perdición. 

- Está casada -dice- Llevamos cinco años liados...pero juega conmigo -continúa- Me llama y me dice y yo estoy mal, ya lo sabes...

Escucho. Cambio de turno. Hora de irse del bar.

- ¿Oye, has venido en coche?
- Sí.
- Pues acércame a casa si no te importa.


Y entonces es como si dudara por la otra tarde en la que no teníamos coche.

- Sube, Kufisto.


Subo, sí. Siempre acabo subiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario