sábado, 15 de abril de 2023

POR DONDE QUIERA QUE VAYAS

 - ¿Quieres que te haga un estudio numerológico?
- Vale
- Necesitaré tu nombre completo, la fecha de nacimiento y la hora si la sabes.

Me levanté del taburete, cogí una hoja de la libreta y escribí los datos solicitados, hora incluida.

- Ahí tienes, Gonzalo.
- Me llevará algo de tiempo, ando muy liado...
- Ya. Tú no tengas prisa. Cuando puedas. 
- No sé lo que te cobraré...
- Sin problemas.
- Será la segunda que haga. La primera fue a la madre de...

Y entonces, con su voz monocorde, empezó a contarnos aquella historia.

- Ya -le atajé-, no los conozco, Gonzalo, es igual, no te molestes. Tú haz mi carta y cuando la tengas me la traes al bar. Sin prisas, con calma.
- Vale, Kufisto...Oye, ¿tienes un papel?
- Claro.

Le di otro y se ruló un cigarrillo con la típica parsimonia de quien está bajo los efectos de anti-psicóticos.

- Bueno, Kufisto, adiós.
- Adiós.
- ¿Oye...te he pagado el café?
- Sí.

- Es un chaval interesante -le dije a mi amigo una vez que Gonzalo salió del bar.
- Sí.

No se le había dado mal la tarde en la tragaperras. Lo sé porque no tiró de tarjeta. Una hora antes había pagado el café con un billete de cincuenta euros que fue cambiándome poco a poco por monedas. No le gusta jugar con billetes. También tiene una peculiar manera de jugar a la máquina. Siempre con calma, a veces da un paso para atrás ante una especie de jugada decisiva. Gonzalo juega a la tragaperras como otro jugamos al ajedrez. La estudia. Piensa en ella, en su siguiente jugada. Claro que en este caso es una especie de blitz con ventaja de salida para la máquina, algo totalmente absurdo en ajedrez. Ningún ajedrecista, ni el mismísimo Carlsen, jugaría de esa manera contra una máquina a su máxima potencia. Es más, ningún ajedrecista, ni Fischer resucitado, podría jugar contra una máquina a su máxima potencia aún disponiendo de tiempo para pensar. Pero después de todo los rivales de la tragaperras son otros.

- Estabas diciendo algo acerca de la reducción de las cifras a un sólo número, Quique -le dije a mi amigo, ya completamente solos en el bar.
- ¡Qué! -dijo él
- Sí, coño. Estabas hablándome de la antigua frecuencia musical, algo más baja que la actual, de la sensación de paz que causa y ya no recuerdo porqué de Tesla y su fe en el 3, el 6 y el 9...
- ¡Ah, sí! Escucha...

Eran las cuatro de la tarde. Media hora larga más y ya estaría de vuelta a casa.


- "Quizá porque en mi niñez...¡de Algeciras a Estambul, para que pintes de azul tus largas noches de inviernooo...!
- Qué contento estás, Kufisto -había dicho el primer cliente de la mañana mientras devoraba el primer churro empapado en café con leche.
- Pues sí, lo estoy. Ayer tuve un buen día. 
- Jajaja, qué cabrón. ¡Como que cerrasteis! 
- Sí, así fue. Una cosa un tanto inesperada. De un día para otro. "Mañana cerramos" dijo mi hermano. "Bien" Y estuvo muy bien; de puta madre, la verdad.
- Jajaja ¡No me digas más! -rió masticando con la boca abierta.
- ¡Y que le voy a hacer si yooo...nací en el Mediterráneo...nací en el Mediterráaaneeeooo...! Coño, voy a ponerla.

Y la puse.


Había sido un gran día. 

Por primera vez en años me levanté de la cama cuando quise. Uno podría decir: "Mientes, Kufisto. En año nuevo, en Navidad, ¡en vacaciones! haces lo mismo. El lunes de descanso semanal no lo cuento; está claro que debes despertar prácticamente a la misma hora para ir a abrir el bar a la mujer de la limpieza y hacer la recaudación de la tragaperras...¡Pero ahí te he dejado dieciséis días como el de ayer!
- Sí, pero no.
- ¡Como que no!
- Como que no. Año Nuevo y Navidad no cuentan.
- ¿Por qué?
- Porque eso no es despertar. Y las vacaciones están programadas con antelación, ya sabes que están ahí, a la vuelta de algún tiempo, pero eso de un día para otro estar y no estar...
- ¿Qué?
- ¡Pues que es magnífico! ¿Sabes? No creas que ayer me levanté de la cama mucho más tarde de lo habitual. Eran las ocho y media cuando decidí abrir los ojos. Claro que tres horas antes ya había hecho todo el sueño profundo...; pero con todo y con eso no fue como otros días: sabía que tenía tiempo y volví a dormirme, sin soñar, no como los demás días...
- Ya.
- Es bueno saber que tienes tiempo, es muy bueno...Uno no sueña cuando no tiene porqué despertar.
- Sí.
- Sí...Verás. El día anterior había sido duro, uno de esos de recuperación, ya sabes...
- Sí
- Pues bien, una vez más ya había quedado atrás y juré antes de dormirme que el día siguiente lo aprovecharía para descansar.
- ¿Y?
- Y eso fue lo que hice: descansar. Ni bar, ni clientes, ni compras, ni bancos, ni paseo a los molinos, ni ejercicio, ni saco de boxeo, ni beber. Descanso. Descanso.

Tuve un problema con el desagüe de la lavadora que pronto vi provenía del fregadero. Lo arreglé ya sobre aviso. La primera vez que me pasó, hace muchos años, creí que poco menos era el fin del mundo, hecatombe que solucioné con la ayuda de Youtube. Me acordé de mi madre mientras lo solucionaba: "Si me viera -me dije- no lo creería" 

"Un fontanero me hubiera cobrado lo que le saliera de los cojones" -me dije pensando en mi padre y su absoluta inutilidad para todas las cosas domésticas.

¿Cuanta pasta se dejó mi padre en estas cosas?

Comí a mi hora, a eso de las doce, y poco después, en lugar de regresar al bar, me eché a la siesta y volví a dormirme en cero coma. El empalme era total al abrir los ojos dos horas más tarde. 

Todavía medio empalmado salí a la calle para adelantar cargas de material que el día siguiente necesitaría en el bar. Estoy sin coche desde hace dos meses (con un poco de suerte volveremos a encontrarnos antes del solsticio de verano si los demoníacos seguros se ponen de acuerdo, por no hablar del cabrón de mi mecánico) y de todas formas no me vendría mal estirar un poco las piernas. Así que sí, salí a la calle, llevé cosas al bar y ya que estaba busqué por putas de pago en el teléfono. Y encontré la adecuada. Estaba libre y muy cerca del bar. 

Eran las seis cuando la gata me recibió en casa poco menos que desesperada. Miré en su habitación: ni agua ni comida. Rellené los recipientes, me duché, cogí el Kindle, la botella de agua y el tabaco y me senté junto al ventanal para seguir releyendo "La Montaña Mágica"

Cuatro horas después, con la gata en mi regazo y Hans Castorp cerrando los párpados de su viril primo muerto, el soldado, el teniente, "il capitano", el pobre y tímido enamorado de la rusa Mariusja, la oriental Mariusja, la de opulente pecho a la que no fue capaz de declararle su ya imposible amor hasta la noche previa de su larga muerte, me fui a la cama no sin olvidarme que lo que dejaba para mañana era el regreso de madame Chauchat en compañía de aquel estrafalario holandés.

"Pobre, pobre Hans...lo que te espera. Otra vez"

Y volví a dormir como un extraño bendito.


- A fuerza de desventuras tu alma es profunda y oscura
- Joder, Kufisto.
- Es la hostia esta canción, tío. La hostia.




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