miércoles, 9 de febrero de 2011

EL HUEVO CUADRADO. PRIMERA PARTE





Era una fría y lluviosa noche dominical de Octubre cuando llegué a Madrid.

Había conseguido trabajo como peón en una sub-contrata y al día siguiente empezaba a trabajar en Villaverde Bajo, así que lo primero que hice fue buscar una pensión donde dormir.

Salí de Atocha y caminé calle arriba. Entré en la primera que ví, tenía un luminoso vertical de color azul, no recuerdo el nombre.

- "Buenas noches...¿tiene alguna habitación libre?"
- "Sí."
- "Ahh...bueno...hasta la noche del jueves...la mañana del viernes me iré..."
- "2.000 pesetas diarias, ducha incluída; 1.500 sin ducha."
- "Con ducha, por favor."
- "Déjame el dni. El pago por adelantado. Son 10.000 pesetas."

Era un tío gordo, calvo, sonrosado, de ojos azules y brillantes, miraba fijamente, no parpadeaba, muy serio...no me gustó un pelo, pero ya era tarde, la noche estaba horrible y no tenía ni ganas, ni fuerzas de patearme las calles cargado con la maleta para encontrar otra cosa que pudiera ser hasta peor.

Pagué y cogí la llave.

Subí a la habitación, dejé la maleta, eché un vistazo y bajé a la calle para cenar algo y llamar a casa.

En "El Brillante" me comí un bocadillo de calamares mientras veía el fútbol, recuerdo que jugaba el Madrid en El Molinón, era el partido del plus, en el descanso llamé a mi madre, le dije que todo estaba bien y que me iba a dormir.

Regresé a la pensión, me puse el pijama, me hice un canuto y me lo fumé mirando caer la lluvia a través de la ventana que daba a un oscuro patio interior. Después me metí en la cama y puse la radio, en una emisora estaban poniendo el "I still haven´t found..." de los U2, entonces me gustaban mucho...antes de que terminara me quedé dormido.

Era 1993 y yo tenía 18 años.


Desperté a las 6, desayuné en la estación de Atocha y fuí a comprar el billete del cercanías para Villaverde.

- "Buenos días"

El tío me miró sin decirme nada.

- "Para Villaverde Bajo, por favor."

El hijoputa seguía sin dignarse a responder. Después de soltarle la pasta él soltó el billete. Me cabreé. Subí al tren, otra vez dí los buenos días a los ocho o diez que allí estaban y otra vez no oí respuesta. Era como si estuviera solo. Estaba solo. Primera lección de la Capital del Reino: NO HAY QUE DAR LOS BUENOS DÍAS CUANDO ANDES EN EL TRANSPORTE PÚBLICO. Únicamente los locos, los pobres, o los estúpidos dan los buenos días dentro de esas máquinas. No lo hice más.


Nuestro trabajo consistía en quitar y poner raíles, quitar y poner traviesas y quitar y meter piedra. Todos quitábamos, todos metíamos y uno iba empalmando los raíles.

El extraño grupo lo formábamos un viejo de hierro, varios cuarentones alcohólicos, un ex-legionario más tocao que el sitio de Zaragoza, un padre de familia numerosa que estaba hasta los cojones de la vida a pesar de no haber cumplido los 30, una bestia humana que era el soldador, un andaluz en el tipo y quien esto os escribe. En los descansos solíamos juntarnos los 4 últimos, fumábamos canutos y nos bebíamos unas litronas, el andaluz contaba chistes (lo siento, pero era así) y echábamos unas risas, siempre estaba cantando a los Camela, ¡la madre que lo parió!, casi nadie los conocía cuando tuve la desgracia de descubrirlos.

- "¡Eh, Kufis! ¡ESCUCHA LA LETRA!". Y ponía el puto loro a toda hostia, con esas vocecillas y esos infames teclados...terminaron gustándome. Cuando uno está atrapado termina apreciando lo que aborrece.

Era el más joven y el más nuevo, así que tuve que tragar con algunas putadas, nada serias, sobre todo de los cuarentones, pero cuando tienes 18 años te molesta hasta el vuelo de un mosquito, así que a veces me rebotaba, pero nunca pasó nada, cuatro voces y fuera, a seguir doblando el lomo.


A la semana siguiente fuí a vivir con una tía mía que había regresado de sus vacaciones. Vivía sola aunque por entonces tenía a su madre en casa, en el barrio del Pilar. No sabéis como lo agradecí. Terminaba de trabajar, iba a su casa, me daba un estupendo baño, cenábamos bien y charlábamos un rato; es una mujer cojonuda, extraordinaria, se ha pateado el mundo entero y me gustaba escucharla contar cosas de sus viajes, después te quedabas dormido antes de pasar la primera hoja del libro que leías, me llevé mil, como buen gilipollas que era, entonces andaba líado con Dostoyevski...ridículo.

El trabajo resultaba agotador, echábamos diez horas diarias, a buena marcha, con un frío de mil demonios, media hora para almorzar y una para comer, y aún así no éramos los que peor estábamos: a veces nos cruzábamos con cuadrillas que iban metiendo traviesas a destajo, de las gordas, sin parar ni a mear, las cogían entre seis tíos, con unas enormes tenazas metálicas, eso era para verlo, auténticas bestias de la naturaleza...recuerdo a uno de ellos, no pegaba en el grupo, supongo que se habría quedado en la puta calle (también aquella era una mala época) y no le quedaría otra opción que meterse a currar como un animal entre animales: alto, con barba cuidada, no muy fuerte...iba congestionao, podías verle las venas de la cabeza a punto de estallar, yo pensaba que le veríamos dándole un infarto. No lo vimos. Tenemos más agüante del que imaginamos.

Algunas tardes, si no estaba muy cansado, salía a pasear por la ciudad, por el centro y eso, lo típico. De todo lo que ví lo que más me llamó la atención fue ver a los mendigos durmiendo sobre los bancos, a plena luz del día, mientras a su alrededor pasábamos centenares, miles de personas, a pocos metros de cientos de coches que circulaban a toda hostia: humo, ruído, sol...y los tíos durmiendo. A veces me sentaba en alguna terraza y los miraba. No se movían. Era como si estuvieran muertos, a nadie les importaba, si se hubieran levantado creo que nadie los hubiera visto a no ser que se hubieran puesto a gritar. Alguno ví que se levantó. Pero ninguno gritó. Eran invisibles. Son los hombres invisibles de Wells sin necesidad de beberse una extraña pócima. Les sobra con el vino barato.


Durante la comida uno de nosotros se tenía que quedar cuidando el material. Casi siempre era yo, no me importaba, me comía mi bocadillo y me fumaba un canuto tumbado sobre una traviesa de las gordas, al sol, era fantástico.

Una tarde estaba así, a mi puta bola, cuando oí voces extrañas:

- "¡Eh, colega...tienes fuego!"

Abrí los ojos y pensé que me había muerto; dos seres que parecían extraídos del mismo infierno se encontraban delante de mí. Eran junkies. Había visto unos cuantos, con alguno había tenido más que palabras, pero dos como esos no los había visto en mi vida ni los he vuelto a ver. Eran altos, entre los dos no pesaban lo que yo, llevaban tanta mierda encima que no se distinguía bien si iban vestidos o desnudos, olían...olían...qué sé yo. Me incorporé, les dí fuego, yo también llevaba un globo considerable, nos sentamos y empezamos a charlar y a fumar, me dijeron que vivían debajo de un puente, "allí cerca, ¿lo ves?", "sí", "allí tenemos el chabolo tronko", los porros rulaban y yo fumando del mismo que esas dos bacterias andantes, no me explico como lo pude hacer, no me lo explico, supongo que era lo que TENÍA que hacer, esa gente no vale nada con las manos, pero eran dos y una chirla podría aparecer en cualquiera de esas cuatro zarpas...la verdad es que no pasé miedo, la conversación fue agradable y a fin de cuentas no eran malos chicos: "¿tienes pasta?", "no", "buah...es igual...eres un buen tío". Ahí estuvimos dándole un buen rato, al final se marcharon y poco después llegaron mis compañeros. No les dije nada. Pero al día siguiente comí en el bar.


Así pasamos un mes. La última tarde en Villaverde me despedí de la camarera de la fonda. Era una muchacha guapísima, inocente, tenía quince añitos y ayudaba a su padre, siempre estaba poniéndose colorada, sonriendo timídamente, rodeada de hombres embrutecidos y apestosos:

- "Eres lo mejor que me he encontrado en Madrid"

Ella se puso como un tomate, sonrió y no dijo nada.


Después nos fuímos para Málaga.


Pero esa es la segunda parte de la historia.

20 comentarios:

  1. Me gusta, Kufisto!

    ...pero esto de las entregas te corta el rollo!!!

    Salu2

    R

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  2. Me parece que somos casi de la quinta. Eres un artista de los relatos…….a ver como acaba…….

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  3. Vamos a por la segunda entrega... je je je estoy en ascuas.

    Saludos.

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  4. Esas chicas que se cruzan y que se quedan en el que podría haber sido...

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  5. Muchas gracias a todos, amig@s.

    Uno escribe para ser leído, es el grito del mendigo, en caso contrario no tendría sentido.

    Vuestros comentarios y ánimos son los únicos motivos para continuar con esto.

    Gracias.

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  6. Muy bueno Kufisto. Cojonudo.
    Ah, y sí: somos de la misma quinta. O casi, casi...


    Puskitas

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  7. Kufis, no lo sientas, los andaluces son así. Chaves se quejaba de que se les indentificara a base de tópicos. Pues pon Canal Ozú y verás. Copla, toros, jamón y chistes fáciles. Lo dice además un tipo casado con una granaína.

    La Baghette cuando trinfó se cargó El Brillante.

    Cuando vi hace poco la tahitiana desnuda tirada en el suelo agonizando con el cólera, me aconrdé de los mendigos de la Gran Vía. A mí también me impactó cuando, siendo un pipiolo, pisé por primera vez esa calle.

    Yo llegué a Madrid justo con los bombazos en Atocha. Vengo de la Sierra, me crié a la vera del Guadarrama. Lo echo de menos, pero no cambiaría Madrid por nada del mundo. La Gran Ubre de la que todos mamamos. Es una ciudad de miles de esquinas, y al abordarlas nunca sabes lo que te encontrarás detrás. Afortunadamente, nunca suele ser nada malo.

    Lo que me jode es que tenga esa puta mala prensa. Sí, tiene polución, como cualquier gran ciudad, y atascos, como cualquier gran ciudad, y ruido, como cualquier gran ciudad. Y sé que no se saluda como antaño, o como se hace en situos más pequeños. Sin embrago, aquí nunca se te preguntará de dónde eres. Igualito que en otros lados... La gente parece vivir amargada, lo que ayuda a su mala prensa. Pero es que hay que escapar de ser un Bill Murray más y huir de la rutina. En Madrid hay muchos, y no ven que es una ciudad que ofrece infinidad de posibilidades. Siempre he pensado que los centros comerciales son el gran enemigo de cualquier ciudad, y elemento clave de aborregamiento.

    En fin, que lo he escrito a toda hostia y según se me venía a la chota. Algun día me extenderé algo más en mi blog. Un saludo, y yo también espero la segunda parte. Málaga me gusta mucho.

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  8. - Un saludo Puskitas, muchas gracias.

    - Querido Caste: me encanta Madrid, es la gran ciudad donde más a gusto me he sentido, es verdad, nadie te pregunta de dónde eres, tienes mucha razón en todo lo que dices..."de Madrid al cielo".

    Pero con pasta. Para malvivir prefiero cualquier otro sitio pequeño.

    Madrid es como una puta "high level": si puedes pagarla tocarás el cielo, pero si no tienes lo suficiente ni te mirará, tendrás que follar con la tirada de la esquina.

    Un abrazo y muchas gracias por tu magnífico comentario.

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  9. Que grande Kufisto

    Tu llegada a mi ¿querida? Atocha...

    A lo mejor fuiste uno de esos que veo desfilar... parejas vestidas en singular

    Los jonkies... que visten de traje y corbata

    Historias cruzadas. Con dos cojones

    Salu2

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  10. Hola Gerr.

    Para mi es un placer verte por aqui. Me gusta lo que escribes y COMO lo escribes; desde aqui animo a todos mis amigos para que se den una vuelta por tu blog.

    La libertad esta en la Red. Y el talento tambien. No tenemos manos que lamer, ni mano que nos castigue por no seguir la linea amarilla. Somos los duenios de nuestra pobreza, que no miseria.

    Un abrazo amigo.

    Perdona los acentos y demas, a estas horas ando con el movil.

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  11. Ay, esas pensiones, cuántas veces me vi así: llegando y buscando una pensión.

    Viví en esa zona de Madrid, en el distrito Centro, nueve años, del 87 al 96, así que igual nos tropezamos. Aunque la primera parada la hice en casa de un amigo, en Lavapiés, y en una calle de nombre muy apropido: Calle del Amparo.

    A ver cómo sigue la historia, de momento va muy bien. En tres años novelista, Kufisto. Aunque a mí me gustan más lo cuentos o los relatos breves; no soy de leer novelas, me sobran páginas.

    Avisa cuando esté lista la próxima entrega.

    Abrazos.

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  12. Ah, y ese ser "congestionao", ese satélite, cuídamelo; no me lo maltrates que puedo ser yo.

    He vivido siempre así: ahorrando mientras trabajaba y luego viviendo a mi aire de ese ahorro hasta que durase. Ahora que envejezco lo tengo más jodido. No sé si podré vivir tal y como he hecho siempre. Jodido. No es justo que me queje por eso no lo haré nunca.

    Pero cuídamelo. Aunque como te vas a Málaga me imagino que ya lo dejarás atrás.

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  13. Muchas gracias Pedro.

    Buen sistema el tuyo. Te envidio.

    Intentare darle un buen arreon a la historia esta noche.

    Un abrazo amigo.

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  14. Este es mi primer comentario, aunque te leo desde hace unas cuantas semanas...mis sinceras felicitaciones...en días como hoy, en los que la vida te pega un revés doloroso de esos que te acuerdas pasados 50 años, es imprescindible evadirse, y hoy con la lectura de tu post lo he conseguido.

    Pasas a ser de lectura obligada en mis ratos libres.

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  15. Hola Zooropa

    Muchas gracias amigo. Estas en tu casa.

    Un abrazo.

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  16. 1987. Pensión en la Gran Vía, para hacer una oposición. 18 añitos, no de interior, que aún recuerdo las tetas de alguna francesita en verano. Pero 18 añitos. Unos negros como maciste. Unas putas como mi abuela. Madrid. La Capital. Arboles por todos lados, al contrario que mi desértica ciudad. Y lo mejor, lo más inolvidable... los sandwiches de ensaladilla rusa de Rodilla.
    Anónimo, por tercera vez. Con firma.
    J.
    Kufisto. Hoy, Eric Clapton, 461 Ocean Boulevard, 1974. Saludos.

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  17. Siempre me pregunto lo mismo: qué hace toda esa peña que no tiene pasta o no curra en una ciudad como Madrid. Es de suponer que cuando no marchan a otros lugares es porque la city seguirá dando de lo suyo a cada cual. Pero sí, estoy de acuerdo en que con unos centimillos en el bolsillo siempre será mucho mejor la vida en la Gran Ubre.

    Pensiones en Madrid... madre mía... recuerdo la primera a la que metí a mi mujer una de las primeras veces que vino a la city. En la calle Valverde, no digo más. Sólo aguantamos una noche. Y es que a mi nena no la puedes meter en un sitio así, tiene mucho estilo. Pero tragó. Ya se sabe, la novedad, la primera fase del enamoramiento, no teníamos una situación económica holgada... Ahora no iría ni harta de vino, y a mí me caería una buena. Recuerdo que estuvimos jodiendo toda la santa noche. Por eso de no dormir y que nos comieran los bichos. El resto de sus primeras visitas se alojó en un hostal en la Calle del León, en el barrio de las Letras. Madrid también va de hostales y pensiones. La de historias que pueden contar las cuatro paredes de uno de esos tugurios...

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  18. - Hola J.

    Yo no olvidaré jamás una tienda de dulces que había en la acera de enfrente de mi pensión. Miraba los pasteles como los chicos de "Érase una vez en América"; algunos compré. Y me los comí yo, no ninguna puta gorda.

    Bob Dylan, "Changing of the guards", del "Street Legal", 1978.

    Saludos.

    - Hola Caste.

    Peor le fue a un viejo amigo mío. Cuando se casó hicieron el viaje de novios a Barna; bajaron del tren, pillaron un taxi y le dijo que los llevaran a una buena pensión. El "amigo conductor" los colocó en una casa de putas, de esas que funcionaban de tapadillo, eran los años 50...cuando quisieron darse cuenta no estaban más que oyendo follar. Su mujer se echó a llorar. Era su noche de bodas y todos follando menos ellos. Así le fue el matrimonio como le fue.

    Y es que los gitanos no suelen tener razón.

    Saludos amigo.

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  19. Acabo de leer lo que escribiste arriba. No sé quién coño serás, Kufi, pero tienes talento, lo sé porque yo también escribo. Te deseo suerte si es que todavía no has tenido éxito publicando y, si te da igual, retiro lo dicho. Un saludo.

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