viernes, 5 de agosto de 2022

UN GRAN WHISKY

  No, no lo es. Sin lugar a dudas el "Blue" de Johnnie Walker no está a la altura de su precio ni de su leyenda. Es un buen whisky, sin más. Nada hay de excepcional en él; si acaso la buena destilación que se presupone a los caldos de ese nivel. Pero fuera de ahí queda poco. Es un whisky flojo; un whisky que no deja huella, un whisky que pasa por tu boca como ese coche que ves pasar por la acera de enfrente mientras fumas. 

Por la mitad de euros, o casi, he probado whiskies que todavía recuerdo como si los tuviera en la boca. Aquel "Royal Salute" de Chivas, un blended de 21 años, me dejó en el sitio la primera vez que lo probé. ¡Qué maravilla! El Blue de Johnnie es un blended de 25 años, es decir, una mezcla de diferentes barricas con ese mínimo de envejecimiento. Será que lo echan a dormir en maderas flojas, en maderas demasiado nuevas, recién cortadas del tronco. Y los veinticinco años certificados no dan más que para un whisky adolescente.

Hay una casa en el pueblo...Bueno, hay unas cuantas; este es un pueblo grande y con cierta historia, no es muy raro encontrar escudos esculpidos en piedra sobre la entrada de las grandes casas señoriales; cuando yo era chico y jugaba en las calles del barrio de mis abuelos vi algunas con esos escudos, aunque me fijara en ellos más para matar a gomazos a las lagartijas que en verano rondaban sus muros que por cualquier otra circunstancia. Después de todo no era más que la fachada de otra casa; sí, mucho más grande que la de tu abuelo, pero entonces aquello (y hoy también) no era cosa de ninguna importancia. Tú lo que queráis era cazar más lagartijas que tus amigos, fuera en esa fachada o en cualquier otra. Pero aquella casa que veía al ir y a volver del colegio siempre me llamó la atención. 

Ya por entonces se la veía antigua, como dejada de la mano de Dios y de sus habitantes. De tres plantas, la última abuhardillada siguiendo la proporción de la base, guardaba tan perfecta simetría que uno, ni un chico, podía dejar de admirarla. De grandes ventanales firmemente enrejados en su primera planta y no tanto en su segunda altura y con una gran puerta de entrada de no menos cuatro metros que guardaba imponente el paso justo en la mitad de la horizontal. Aquello era una cosa que impresionaba aún estando al lado de una de las iglesias más importantes del pueblo. 

Toda ella, de arriba abajo y de izquierda a derecha era simetría. Un espejo. Un viejo espejo al que yo siempre miraba cuando pasaba por allí cargado con la cartera. Aún hoy, ya pasado mucho tiempo, sigo mirándola cada vez que paso por allí. Todavía vive gente, aunque no creo que les quede mucho.

La simetría. El equilibrio. La belleza.


Dudé. No sabía si beber. La mañana en el bar había ido bien y esa siempre es una buena excusa. Ayer me pasé otra vez y bueno, el cuerpo es fuerte, este satánico verano estoy poniéndolo a prueba casi que a diario sin descuidar todo lo demás, es decir, el ejercicio, la buena alimentación y todo eso...En fin, que todavía puedo hacerlo, vamos

Mi colega echó la última hora del mediodía en el bar. Hoy iba saltarse el régimen. Es algo más joven que yo pero tiene que cuidarse. De hecho sus visitas se han reducido bastante de unos meses a esta parte, tuvo un severo toque de atención médico pero de vez en cuando sigue dándose sus homenajes.

Como siempre y entre francas risas por ambas partes, bebiendo al principio cerveza a razón de un tercio por kilómetro corrido por un atleta y después a tiempo de amateur, entre servicio y servicio de quienes pronto se irían me dijo de comer aquí una buena tostada de jamón ibérico y luego irse a echar la siesta. La noche iba a ser dura por un compromiso ineludible y dormir algo era más que una necesidad ante la que se avecinaba.

Los últimos clientes se fueron justo cuando él acabó de comer y cerrando la puerta le dije que podía fumar si quería. Encendimos los cigarrillos y empezamos por hablar del aire acondicionado a 27 grados.

- Creo que voy a echarme un whisky -dije tras beber la segunda cerveza.

Y buscando el Royal Salute vi que no estaba.

No me había dado cuenta. Y entonces me serví un trago del famoso Blue.


Hay casas muy grandes poco más allá de la gran casa simétrica, vecinas podría decirse. Claro que cuando se construyeron ya no podían alcanzar las tres alturas largas de la gran casa vieja, cosas del urbanismo, pero conozco a algunos que trabajaron en ellas y dan fe de ser aún más grandes que la gran casa vieja. De hecho puede ser que la casa más grande del pueblo sea la que está al lado de mi gran casa vieja. 

Pero está tan nueva y limpia para sus años, sin señal alguna de herrumbre, que uno no puede sino pasarse al DYC de doce años.


Un gran whisky. 

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