Salí a fumar a la puerta del bar. El viento, el ardiente "solano" tan típico de La Mancha, corría con toda la fuerza de un nuevo amanecer; un poco más tarde, cuando el sol empezara a remontar el cielo, se calmaría. O no. Hay días en los que no deja de soplar, como ayer, y entonces la gente, sobretodo las mujeres, se quejan de dolor de cabeza.
La chavalería pasaba de camino a los institutos cargados con sus mochilas, ellas en grupo o en parejas y animadas charlas y ellos no tanto, algunos solos, los auriculares puestos, el móvil en la mano, la mirada dubitativa. Me fijé en uno que cruzaba solo el paso de cebra del otro lado de la avenida. Andaba cabizbajo, sin teléfono en la mano. Ya en el que da acceso a nuestro bar vi que tampoco llevaba auriculares. Pasó a mi lado, la mirada fija en el suelo, el semblante serio, tenso, reconcentrado...tenía las mejillas llenas de granos.
Una infinita ternura conmovió todo mi ser mientras le vi alejarse calle abajo. Era guapo, de buena estatura, pelo fuerte, complexión atlética pero...le esperaba otro día en el infierno. Las chicas no quieren besar a quien tiene esas mejillas. Las chicas ven eso con ojos de asco o, en el mejor de los casos, miran hacia otro lado; y los chicos...bueno, te humillarán todo lo que puedan, se vengarán en ti de sus miserias.
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